me seguía la orilla
con su íntegro perfume,
lo marino en mi mental oleaje,
la arena volátil como masivo movimiento, un mundo llano.
De ahí los horizontes que el deseo
fabrica escindiéndome, las líneas
que aquí confluyen como las olas
que me siguen. Soy el agua
y la arena del tiempo, sol
en el regazo de la luna que sale
trepando por los árboles,
desvelando un mundo descomunal:
uno de mis animales sucumbe
en generosa ofrenda a sus raíces.
Crece la hierba en esta orilla
donde las sombras reposan,
y en ella eternas se entallan
mi más austero guerrero
fulge entre tus ojos,
en tu frente de aguas plateadas
sin que tú lo sepas.
En tí vive como voluntad
oculta, la figura que detestas.
Te sigue la orilla
con su cadencia de remotas imágenes, te cae la lluvia bendita
viene a mí el acantilado
y su ausencia de tiempo,
viene el abisal viento
que desprende mis miembros.
Pero trae consigo semillas
de universos distantes.
Aquí sentado, me recuerdan
los pájaros la presencia del aire,
la luz plateada de tu frente,
un único pensamiento
otea un joven infinitos promontorios que el agua vela.
La línea de horizonte sostiene cuerpos celestes como malabarista deidad. Le trajo la noche
sus estrellas de mar, todo
el vigor del cosmos
me sigue la orilla
con su aroma penetrante,
un eros palpitante de piel
marina, de aguerridos moluscos
despidiendo a Helios,
el triunfo de una jornada
que ya acabó. Son las olas
nana estelar para la vida nocturna.
Cruzan la volátil arena cometas
como trazos de humano deseo
que sonrojan a las nubes.
Van y vienen las formas
con las olas hasta hundirse
en su fondo, mar oscuro
del misterio. Y, en semejante llanura, palidecen las estrellas
no alcanzo el más allá, sigue
el muchacho oteando su infinito
con la orilla a sus pies.
Irradia ese exceso vaporosa
veladura en su mirar,
distorsiona distancias
confundiendo sus límites.
Viene el viento abisal
con sus voces de ultratumba
en un caos primordial, viene
el agua de las primeras bacterias,
la jornada que ya terminó
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