viernes, 15 de marzo de 2024

Caravan to midnight. Robin Trower (ROCKFONÍA)


hube intentos de viaje inhóspito y austero, alimentaba la escasez como ofrenda a madre Tierra, estiraba los caminos hasta la extenuación. Mi gobierno reina el tiempo excavando los pozos del alma en busca de agua fresca, una ruta de regiones inhóspitas. Tira la psique con lingüísticas cuerdas de esos cubos de henchido cuero 

voy en caravanas sobre dunas de palpitantes corazones, cruzan desiertos hasta inesperados oasis, cruzan épocas doradas con sabanas repletas de espléndidos animales, peligrosos regresos como bucles obsesivos. El aparente viaje es ilusión de vida, una medida de tu grandeza, un intercambio de saberes con los intermediarios que elegiste. Tu nomadismo mental equilibra indolencia y fervor, comodidad y esfuerzo. Trapicheas con tu sal, tu piel, tu oro verbal, tu bisutería lingüística, tus preciados bienes, el lujo de vivir. Llevas ideas en las nubes que te acompañan, "el rayo que no cesa" decía el vate, la arquitectura de todo un diseño evolutivo, los infinitos aspectos de lo inmutable. Transformas materia 

es difícil el cálculo de los modos y fines según priorizas, tan impreciso como los puntos de trayecto que estableces entre el Es y el Soy. Sabes culturas que introducir según la región mental a la que viajas, comercias con ellas ajustando las formas, mezquita, pagoda, catedral, pirámide, promontorio, círculo de árboles, Sol, Luna... Y planificas urbes como reflejo adoptado, oscilante balanza entre el arriba y el abajo, inexactos pesos del cristal más pulido, culturas respondiéndose unas a otras en tu propio templo, tu entorno inmediato partiendo de tu cuerpo. La necesidad como impulso mide el polvo acumulado, el oro derrochado, los embargos de espíritu. Parece que hay cosas que retener, nudos que deshacer, e importas causas ajenas, efectos extraños, formas que semejan vaguardia frente a diseños tradicionales fabricando tus propias figurillas de barro. Agradeces la arqueología para remodelar tus figuras, que ahora cueces a diferente temperatura, sudas en esa adaptación novedosa rellenándole huecos al universo, retirando escombros. Puede que tanta práctica te ceda un lapsus en el que el Es y el Soy se diluyan 

voy en caravana desde una edad olvidada, nomadeé con tribus sin identidad intercambiando desiertos mucho antes de que llegaras tú, se cultivaban 

entre quemadores de incienso nos cosechábamos, con lujosos vidrios nos esmaltábamos, entre lámparas de aceite, al anochecer, nos arrullábamos, y con preciosas piedras amazonitas nos ofrendábamos. El granate de tus labios se henchía se deseo, poderoso cáliz del vino más embriagador que sol y tierra produjeran, el imperio de toda potencia oculta 

escribe mi historiador particular sus crónicas siguiendo antiguas rutas hacia su origen, revive al garamante en su danza ritual, con los dátiles de secretos oasis se relame, a la sombra de sus palmeras descansa. Se organiza el escriba en su historia como forma de control, esa pizca de ilusión en el desierto, el espejismo de un secreto que no lo es. Evita su reflejo en la charca del oasis 

la sal de mi cuerpo se dora ante el sol, polvo de oro de un rito ancestral que ofrendo al río de la vida (Heráclito y Parménides se están bañando conmigo, ahora, y amablemente reímos mientras Demócrito se emborracha en la orilla entre Orfeo y Dionisos, un guiño de eternidad). Estos bienes se van recolectando por vía láctea y se envían a través del tiempo al espacio que lo requiera. Sí, comercio contigo toda medida necesaria, la riqueza de mi imperio, la exótica élite y la más fructífera arcilla

recibo tu oro sobre mi tronco de cedro, tu más sacra animalidad que me unge de vida, con las más lujosas telas me viste. Hacia el conocimiento transportas diseños de un refinado interiorismo mientras te sobrevives 

describes entretenido los oasis que visitastes: te dieron alivio en el desierto, desde el pequeño pozo al verdor exuberante. Se iluminan los ojos del viajero en ese regadío del alma, lleva el niño de la mano al padre escalera arriba, donde solo hay aire. Más arriba, la luz los funde. Abajo, la tormenta ha sepultado el oasis. La caravana, reabastecida, se pone en marcha pagando su tributo a la tierra 

recorro mis distintas funciones a través de los siglos, el surgimiento de aquellas rutas que nos dieron sentido, las medidas de equilibrio. Revivo mis caídas a uno y otro lado de esa balanza tan sensible, las que posibilitaron el descubrimiento de nuevos recursos en el nunca 

atravesarme es perpetua duda, el reto que me guía, el agradecimiento al camello que me aguanta aún si voy dormido, este difícil transporte de milenios, este viaje devastador del mundo de célula a espacio sideral. Se ha sentado el escribano al fondo 

fue mi primera ruta un haber entre luz y oscuridad, áreas cruzaba flamígeras juntando partículas. Iban de aquí para allá sin un orden gravitacional, como ardillas sobre la rama. Cruzaba reinos de leyes dispares. Y aquí tomé la curva hacia tí con la bendición de lo grande. Hube una ruta que discurría entre las ciudades y sus siglos, ascenso y declive de su ebullición, los campos de oro que atraían el riesgo, el cruce de destinos, los puntos de partida para la aventura del pensamiento 

se dejan ver mis estrellas en la vasta vegetación cósmica, se sirven de mí como indicadores de altura, mi disposición anímica por sobrevolar montañas, deshacer horizonte. Mi sombra en la duna oscila con el viento, se desprende mi arena por los barrancos erosionado rocas. Un espejismo de mí se agudiza en lontananza con su punzante dolor. Esconde un oasis

estiraba los caminos en la navegación de cabotaje por los aspectos de mí reconocibles, costas alternativas se ofrecían con sus dorados reflejos, me suministraban puntos de referencia, reinos del tiempo donde excavar nuevos pozos, el riesgo de una nueva exploración 

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