miércoles, 20 de marzo de 2024

La rama dorada. James George Frazier (SIN FONÍA de los libros)


el estar obra sus autorías como pretendida demostración de existencia, primitivo pensamiento mágico común que toda institución beatifica o condena. Justifico mi presencia como principio vital, primitiva costumbre de la que se sirve la comprensión para otorgar significados por analogía 

para la revelación del ahora detienes el pequeño proyector mental, y te acoplas a tu trama física con la precisión del aire, despiertas. Reinterpretas la leyenda matizando cada figura, a más luz más sombra. Superpones planos en ese juego de luces, tan susceptible de tornarse tiniebla. El corazón yace al fondo esperando inspiración 

he seguido líneas autoriales en su evolución, de animal a hombre sin lógica declarada, de mundo a cultura en la simultaneidad de los procesos, asombrosa semejanza, diríase tan matemática que parece mágica. He seguido arriesgadas derivadas por establecer una pica mental en la escalada. Y no me diferencio en esa antropología de nadie. Uno, dos, tres la búsqueda que una entidad superior propiciara, el favor de mi propia deidad, los alcances de un efecto natural desde su lógica, el producto de un entendimiento ilimitado que mi pobre razonamiento intenta capturar. Soy efecto de esa causa a la que no alcanzo, mi ley es un presupuesto mediador entre luz y oscuridad, tan mágica como todo mi desconocimiento, una física desamparada 

tiene mi ánima estallidos de un júbilo tan remoto como subpartículas en una danza caótica, como si ella formara parte de ese invisible entramado donde la dualidad carece de sentido. Sentado en el jardín leo el vuelo aparentemente desordenado de toda especie voladora sobre el tejido de un crepúsculo abrumador 

uno, dos, tres se postulan estar que obra clarividentes autorías como práctica división del saber, la mágica atribución de reconocimientos según el principio tribal, tan salvaje. Empatiza lo selvático con lo selvático con su barniz de racionalidad, semejante y antagónico echan su pulso bajo la tutela de una determinista biología. El luego trae sus términos de equilibrado en una estructura que supera nuestro concepto de justicia. Pero es metáfora de una sombría semejanza. Me contamino inevitablemente persiguiendo las cosas que me rodean, física metonimia de los reflejos en los que creo fragmentarme con ese mágico pensamiento, tan racional que sufro sus efectos. Hice de la otredad objeto, como una esfera ilimitada en la que pongo mis estanterías tal mago principiante bautizando cosas. Por simpatía me confundo, mi disculpa que con este mismo texto elaboro. Sí, baña un mar antiguo la psique con incomprensible persistencia, una suerte de deuda compartida con el tiempo. Mientras, las cosas interactúan una relación secreta de atracción y repulsión 

refiere la novela que escribimos ese obrar que metemos en cubitos de hielo que al calor de un receptor revive. Le dota de atributos, predicados a veces impuestos con violencia, mortíferos significados 

titulo actos como piezas teatrales que cuadrar en la esfera, un pellizco de obra que algún autor sacara de su bosque sagrado mientras se miraba en el espejo de Diana. Sigo la leyenda en mi pecho inscrita tras bañarme en esa agua antigua; y lloro la muerte de Virgilio. Renacido, "ando jardín" hacia la rama que intuyo al fondo del jardín tomando consciecia de que soy fractal de ella. El viento me acalla 

en la rama se concreta la esencia de toda creencia, van los sistemas entrechocando en su elementalidad, un relativismo que fricciona antiguo y moderno en forma de esforzadas tesis pagadas con sangre, un riego de sucesos por el que el pensamiento mágico aún clama sacrificio. Desposamos cielo y tierra a humano coste en los esponsales estacionales, el ciclo elegido, la leyenda común, el mito aceptado: el sacrificio del buey 

obra el estar su enormidad desde extropológica inteligencia atravesándonos con y sin forma, nos abarca 

pone el cuándo sus interrogantes con su lápiz de carbono, se agita la rama al fondo del jardín concibiendo en tí la magnitud que esconde; me embarco entre los infinitos pensamientos que me atraviesan hasta ensordecer, pido a la soledad me explique las reglas de su templo y me desnuda 

escribo leyenda desde una autoría inmensurable, voy tejiendo aspectos del ser dando luz a su entramado, queda ante mí el mito esculpido que quizá restaure, obra el estar sus fundamentos 

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