sábado, 2 de junio de 2012

Una vida con Joseph Conrad [with Ben Howard]


Conrad - Ben Howard 

Una vida con Joseph Conrad

 Aquella calurosa tarde entrábamos en el Flumen, una bonita terraza veraniega entre palmeras dedicada a la placentera degustación del buen cine. Echaban Apocalypse Now. Las imágenes, los diálogos,las interpretaciones, los encuadres y movimientos de cámara y todo en ella impactó al joven cinéfilo con la fuerza de un profundo amor, como si un completo compendio del S.XX le hubiera atravesado la médula espinal estallándole en el cerebro.
  Salió de aquella terraza preguntándose sin cesar y con una intuición poderosa hablándole de algo que estaba viviendo en ese mismo momento. ¿Cuál era la sincronía? El joven cursaba el cuarto año de Filología Anglo-Germánica y en la asignatura de Literatura Inglesa su buen profesor, a diferencia de otros cursos, había dado a elegir un modo sincrónico, y no diacrónico, de acercarse a ese objeto mental tan amplio: 
 ---Elegid un autor, el que queráis, leed toda su obra y toda la bibliografía sobre la misma y sobre el autor
 La no-coincidencia había hecho que justo el verano anterior al comienzo del curso la madre del joven le hubiera dado a leer Lord Jim de Joseph Conrad y el flechazo, como con la película de Coppola, fue inmediato. Era la narración perfecta, pues combinaba, como ninguna otra, la agilidad y emoción estilística de la aventura con una profundidad psicológica que tocaba todas las esquinas y aristas del alma humana en un contexto histórico perfectamente representado (colonialismo inglés, y Jung más allá de Freud, etc). La intuición que embriagaba al paseante del cauce del Turia envuelto ya en los perfumes del azahar era esa: “Esto me suena a Conrad, huele a Conrad”, el joven no se había fijado en los créditos de la película, no había tenido acceso a información alguna previa a su visionado, de ahí la fuerza de esa intuición.
 Efectivamente, Apocalypse Now se basaba en el Heart of Darkness de Conrad. ¡Bingo! O mejor, superbombilla de 200V. Se tiró de cabeza al fascinante mundo de Conrad condensado en las imágenes de Coppola como nadie antes había hecho en el trasvase o terrorífica síntesis entre literatura y cine. El trabajo de fin de curso sería ese: Apocalypse Now y Joseph Conrad. Más tarde descubriría que Conrad subyace, incluso bailotea, en Hitchcock, Ridley Scott y otros grandes fabuladores de imágenes, con lo cual la figura del escritor se le agrandó más y más pues debía tocar la llaga humana del dolor y la culpa como nadie para que los mejores cineastas le transmutaran en imágenes.
Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski, de una familia de la baja nobleza en Berdyczew, en Polonia, se nacionalizó británico como Joseph Conrad en uno de esos gestos, como James Joyce, de autoexilio e independencia feroz propio de solitarios con el corazón ‘partío’ como decía la canción hasta el punto de escribir su obra en inglés---lo cultivó a partir de Shakespeare mientras navegaba---, y como buen solitario apenas propició el acercamiento a su persona dando, en consecuencia, a su obra un cuerpo único al margen de escuelas, géneros o corrientes, si bien es cierto su trabajo con el monólogo interior anunciaba el posterior ‘stream of conciousness’ del propio Joyce, Virginia Woolf o William Faulkner así como la ‘interiorización’ del lenguaje pictórico.
De padre enviado a Siberia por la represión zarista contra el nacionalismo polaco y madre muerta de tuberculosis, vivió también bajo el imperio austro-húngaro en casa de su tío Thaddeusa en Lvov. Cracovia, Italia, Marsella…hasta que se enrola en el Mont Blanc, lo que definitivamente trazó lo que sería su vida en el mar, el viaje, la aventura, los barcos. Su vida alrededor del mundo, y con él girando o moviéndolo él con su fuerza, crea el arquetípico universo geográfico y moral del individuo enfrentado en soledad a la naturaleza salvaje en que se genera el pesimismo sobre la condición humana en relación al papel de la ‘civilización’---Apocalypse Now: secuencia de la comida a base de marisco de los mandos militares mientras convencen a Marlow-Sheen de su papelito en la historia ‘civilizadora’ para con Vietnam; en Heart of Darkness, Conrad contextualizaba el conflicto del alma humana con las atrocidades cometidas contra la población indígena en el Congo---.
  Y este amor del joven perdura como una llama azul que de vez en cuando volviera a arder rojiza, pasional, agradecida. Así, cae en la cuenta de que, cuando visitó Asturias, amén de visitar la tumba de Severo Ochoa, quizás se paró en algunas de las escalas que el escritor-aventurero hizo en aquella costa, como describe en el relato La posada de las dos brujas (1913), o que en sus correrías por la Península transitó las experiencias del autor en su contrabando de armas a favor de los carlistas o amó a su amante española, doña Rita, ahora con otro nombre (La Flecha de Oro, The Tremolino).
  En cualquier caso, joven y viejo llevan ya muchos años de la mano fructificándose el uno al otro.

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