sábado, 21 de junio de 2014

Crush, Richard Siken


Tr. Eng.-Spa from a review in Shvoong

 Crush, de Richard Siken, es una colección de poesía tan intensamente personal a mi propia experiencia de la poesía que me cuesta encontrar un punto de partida con el que poder expresar mis sentimientos hacia su trabajo. Sólo puedo comparar mi interacción con Crush con las expresiones de amor que vemos en la propia obra de Siken: impulsiva, obsesiva, algo más que delirante pero también totalmente consciente de sí misma. Cada poema es una historia independiente, una épica del amor obsesivo y la violencia, y cada narrador es bien consciente del peligro de su propia obsesión, de la temeridad de expresar el amor y la imposibilidad de retenerlo. El trabajo de Siken es poderoso y polarizante; la ambivalencia es imposible: te enamoras como el corazón sangrante de un adolescente o eres repelido por su contundencia, por la agotadora versatilidad de su voz poética .
 Desde el principio, Siken implica a su lector, tira de él hacia una asfixia que nunca termina: "Háblame del sueño donde sacamos los cuerpos fuera del lago / y los vestimos de nuevo con ropa de abrigo"... y al final, "Dime cómo todo esto, y el amor también, nos arruinará. / Estos, nuestros cuerpos, poseídos por la luz. / Dime que nunca nos acostumbraremos." (Sherezade).











 En definitiva, dame algo por lo que vivir: la apuesta nunca ha sido tan alta. ¿Cómo podríamos bajar el volumen de este altavoz quejumbroso? La segunda persona es enorme en Crush, y nunca tan apropiada. Si alguna vez una voz, si alguna vez un tema nombrado por la inmediatez de la segunda persona se ha requerido, es aquí.  Dramático interlineado, amplias lagunas y grandes saltos en la página también aumentan la disnea característica de los narradores; este aleatorio aspecto visual nos acerca más si cabe al punto suprasensible del narrador, al núcleo de todo este conflicto emocional.












 A lo largo de Crush, el amor del narrador (si es que sólo es un narrador) es siempre espástico, fuera de control, a punto de entrar en barrena: "se extiende y te roza, como una oración para la que no existen palabras, y sientes tu corazón enraizarse en tu cuerpo, como si hubieras descubierto algo para lo que no tienes nombre." (You Are Jeff). Este sentido de lo desconocido, el excitante tabú del amor y su relación con una auto-destructividad aún más oculta encuentra un sujeto perfecto en la preocupación de Siken por el cuerpo humano. Si es el cuerpo del narrador o el de otro, esos cuerpos están siempre íntimamente ligados en los poemas de Siken, tan severamente entrelazados como los temas de sexo y violencia: "El chico de ojos verdes de pie con su camiseta de celeste perlado / junto a usted en el supermercado se enrolla como golpeado, repetidas veces, por una gran cantidad de hombres, como si ya tuviera antecedentes de ello. / No es tu problema. / Tienes tu propio cuerpo que enfrentar." (A Primer for the Small Weird Loves). Más adelante en el poema: "Haces esto, lo haces. Coges las cosas que amas / y las desgarras / o las arrinconas con tu cuerpo y finges que son tuyas. " Este amor es cataclísmico, autodestructivo y peligrosamente consciente de sí mismo. Y ¿qué puede hacer con eso? Parece imposible escapar, y esto es sólo porque la intensidad del narrador nunca amaina. Parece haber una espada colgando sobre la cabeza del lector, así como sobre la de los narradores; los poemas no pueden dejar de hiperventilar, no pueden dejar de correr hacia su final. Incluso la propia naturaleza se hace partícipe, atada indisolublemente a la expresión de Siken de un amor casi sadomasoquista: "El amanecer estaba quebrando los huesos de tu corazón como a ramas. / No esperabas esto, / la habitación devino blanca, la luz astronómica / aporreándote en un arroyo de puños. " (The Visible World).





















 Me ha sido difícil contenerme para no citarlo todo, como resulta imposible ni siquiera dar indicios de la inmensidad, los mundos totales de historias y complejidades enterrados en Crush. Diré simplemente que los poemas de Siken me dan ganas de escribir; No puedo imaginar mayor alabanza. 

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