tras el trino, brisa, virulenta
savia hormigueando el tronco,
grillos y cigarras que muerden
las ramas, los bichos
de toda madre haciendo palpitar
mi piel, cruje la madera vieja,
el nisperero, el granado, el membrillo,
la vid incipiente se agitan
en este mar invisible de vidas
microscópicas, fuego
de árboles salvajes que invadieron
el templo en el fragor silencioso
del invierno, un corazón
de luz
ajeno al pensador
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