sábado, 26 de marzo de 2022

Ylírico II (Confonía)

(Y)LÍRICO II


Libertango. Astor Piazzola



adoraba el niño sus deseos,
 su creciente liberalidad, el brillo 
constante del tiempo que de vida 
le rodeaba hasta saciarlo

libraba una danza secreta 
que no desfallecía, el aire 
en su pureza se cosificaba

sobre las aguas bailaba 
sin necesidad de puerto, 
rompía en las rocas todo ritmo, 
rezaba entregado a los poemas 
de la calle, impolutas aceras, 
a los ancianos del mundo viejo 
sin más credo que el de sus sentidos

voluble me bailabas las plazas
abriendo compases de antaño,
cambiantes ecos del entorno,
danzarines siglos clamando 
libertad, exacerbada creación
de una hiriente sensibilidad. 
Rompías certezas con estilosas
suposiciones, vacíos epítetos
huyendo de toda etiqueta, 
rechazo de toda adscripción
 
cueca, choro, danzón, romancero,
la alegre abertura en que todo cabe, 
jungla y plaza, erial y murga 
urbana, una sinfonía de los colores

tu temor diluyes emitiendo juicios 
que hasta hacerse sólidos te reverberan, 
rebotada piedra que, inseperada, 
te alcanza, sagrada y geométrica 
física de primordial vehemencia, 
dura tierra, ruidosas calles

me conoces, cuervo oracular,
me conoces, mi buena tormenta,
mi necia e hipócrita forma, 
mi santo y libérrimo espíritu

no cede la creación al tiempo,
conquistadora constancia del ego, 
cómplice o enemiga según él, 
receptiva o agresiva, dual, 
y a ella te consagrarás 
tras morir en su reino

construye el sueño fábulas con cachitos 
atemporales de vigilia donde la línea 
entre vida y muerte se desvanece, 
entre amor y odio; fabula como niño 
con pinturas de cera cachitos 
de conciencia, conquistadora constancia,
irreconocible amor sin forma: 
me sueñas niño en un jardín 

 temes tu propia libertad girando 
inaudita con tu entorno, un minuto
y se secciona cruenta, eléctrica
sin admisión de cambio, sepulcral,
devastador silencio del vacío:
te encontró, amor, tu anciana alma
 
es el niño en vientre de estrellas,
eres madre de tu propio cosmos,
 dádiva celestial que en ti vibra
aún si no la escuchas, secreto
don que gira en tu adn 
como sierpe que se enrosca 
entre moléculas de polvo,
lácteo giro del que mamas

de niño la adoré, crecí deseándola,
mi libertad, mujer de tiempo y luz,
 hasta el dolor la quiero,
y hasta la soledad

adoraba el niño sus deseos
sin género como epígrafes
lumínicos en el tiempo,
espinada rosa en su jardín

se llena la plaza de pensamientos
danzarines, veleidosos. Juegan
con las formas como músicos
de una orquesta inmensurable, 
me alcanza alegre una corchea
 
tu silencio me comprende,
me siente en sus entrañas
preso de infinito amor,
vientre de estrellas, volátil
astro sujeto a gravedad,
grácil átomo que desaparece

la armonía es absoluta otredad,
relación que se disuelve en Ello,
la breve sensación de eternidad
por murmullo fricativo barrida
 
osado insistes en tu desnudez
absuelto de duda por segundos:
ya perdiste. Madura cosificación
de tu pureza innata, latente vida
 a tu comprensión indiferente
 
se deshilvana tu tiempo,
cachitos brotan aquí y allá
contándote emociones, pasto
eterno que despierto rumias,
 liberados espectros con traje de luz

me iniciaste marcando mi pulso,
entrándome piezas de cosmos,
motivando una electricidad
omnipresente, percutiendo  
en mis sienes desde los confines
del conocimiento, absoluta otredad
la armonía intuida, una dádiva
 
este cuerpo seccionado brinda
su esplendor marchito en melodías
terminales, su decadencia expone
a la orquesta inverosímil 
de los elementos, periódica
tabla, fundido de imágenes,
piezas consteladas sin audiencia,
una musica instrumental, práctica

 amas ser en tu entrega,
sin huesos, sin ofensa, sin miedo, 
amas tu perfecta desnudez

sea esta letra alfa, omega
de tu canción eterna, balada
zoológica escribiéndose
en la corteza de tu cuerpo
inacabable, texto que la estrella
te recita cada noche, adorable
niña: adorabas mis deseos
sin más credo que la libertad


Náufrago. Siddartha




te señaló el árbol hechos inidentificables 
sin más mensaje que su luz, 
sin más intención que verdadero 
pensamiento: vida eterna, su flujo
 unitario de sereno júbilo a pesar
 de ti mismo, una suerte de plasma 
del que emergen las formas 
indiferente a tus creencias, 
probadas, sin probar. Brillan 
entonces las cosas, se iluminan
 sin dueño, sin causa: eres

de amor lloras tu propia trayectoria,
 tu material longitud, sauce originario
 donde se hace oír la sierpe de cascabel, 
una propuesta iniciática, tu reconocimiento

debutas amanecer como un nacimiento 
más, cualquier amistad ladeas como muñones
 de tiempo que flor a la intemperie se abren, 
puertas que en soledad aparente atraviesas. 
Dejas marca; luego nunca está. Inicias débitos 
vitales que no pagarás con la misma persona,
 si acaso un naufragio en una isla desconocida 
donde recoger vacías pechinas, el canto 
de extraviadas sirenas que incandescente duele

sea tu final un último mayo 
en presencia de la ciudad de vida 
hirviente, nacer de nuevo
 a la memoria perdida 

soy estoy, onda partícula
en perpetuo giro yingyang, 
su centro punto de infinita densidad
donde la aparente contradicción 
se diluye, lapsus de eternidad,
 santo instante concedido, portal 
de absoluto, la creación en tus manos, 
que ahora sí, se tocan

de la luz me sacaste a esta gravedad, 
esta palmatoria de pequeño cirio
 del aire dependiente, esta venta
 continua del desamor y sus agravios, 
chirriante tono de angustias camufladas
 cazándote desde la especialización 
evolutiva, este disco de surcos abarrotados 
por nuestros detritos, este naufragio
 perpetuo de los corazones. Vibran
 las lenguas como cascabeles de sierpe
 en desértica orilla. Alza el náufrago
 la vista tumefacta por las algas verdosas 
en su frente. Deletrea su nombre en la arena 
endurecida, muñón cicatrizado como prueba 
de vida, que ladeas. Brilla Marte repentino
 ángel del amanecer sobre las rocas,
 temas que conforman tus conceptos, 
procesos de composición y descomposición,
 se graba el bosque en tu pecho, 
una larga soledad acompañada 

fuiste parte de tu elección, sencillo 
canto del giro perpetuo, aquí, ahora 

no te desprendes de tu propia arena, 
esa materia que como pensamiento
 te arropa, cada momento un sentir, 
escurridiza vida de la búsqueda
 infructuosa, isla tras isla dejando
ilegibles signos, reflejos de experiencia
 enriquecida, pequeñas, fugaces armonías
 íntimas, pegajosas voces del tiempo  

te señala el árbol ofrendas 
que no ves, desestimas su sencilla 
verdad con histórica extrañeza, 
tu memoria aprendida, recalcitrante
 humo que vela el color, poema
 náufrago del nunca, derruido
 castillo en cualquier orilla

cuesta tan poco la palabra amable, 
la sonrisa de tus aguas fluyendo,
 su escucha primorosa tomándote
 la mano, el reconocimiento de tu ser
 como ancestral melodía. Se deleita
 el árbol con tus sentidos amante
 de ese flujo, las artes de tu agua 
lírica, sus metáforas entregadas

eres parte de la nave naufragada, 
canal abierto a la emoción mundana, 
polifónico canto que de nombres se alborota. 
Aún te sonrojas en las tramas estacionales, 
aún hablas infantil buscándote en los otros
 
te aborda el árbol con sus hojas 
de nombres repletas, tu regreso
 al silencio, tus rocosas escenas 
con sus temas de amor y desamor, 
los diversos rostros de la soledad  

por ti, solista inaudita, doy título
 a cada naufragio, un tema
 a cada recorrido, un concepto
 a cada llanto 

se lanzaron los años a su espiral serpentina, 
giran en tropel por el cosmos de información
repletos, jalean nombres y fórmulas, incluso
 su propio silencio inicial. Fluctúa la materia 
cataclísmica, se ondula en ondas de acción 
reacción, creación destrucción. No asimila 
mi pobre físico sus dígitos 

inexperto de todo hablo al vacío 
que dé respuesta su silencio, no hay
 signos; paso el dedo por el borde 
del gran cuenco cósmico: sedoso 
manifiesta su vibración con metálico 
silbo que hasta los confines navegará. 
Corazón, labios y ojos sonríen a todos
 aquellos que me precedieron: soy el sueño
 de millones de años. Y te sueño. Fuera 
de las leyes aceptadas nos encontramos, 
ánimas de terrestre imaginario, los temas 
rocosos son ahora lava incandescente, 
no hay clima, extraño amor 

resalta el árbol su frondosidad
de ilimitado fondo, sus temas frutos
 deslumbrantes al alcance de tus manos 

completo me involucraste, indolentes
 gramos ejecutándose en tu dermis 
sin diseño previo, instrumento de arte
 antiguo obviando lo caduco, muñón
 abierto

formó el árbol razas y subrazas
 durante millones de años, rocas
 de arenisca que en los desiertos
 con amor te miran, náufragos 
que en musicales goletas por ti
 navegan, indefinibles conductos
 de una fuente alternativa, etérea 
mano

respetar tu primario verbo 
como vibración indivisible,
 sin escala, sin nombre, sentirla 
en tus ojos como reflejo
 de mi propio amor, intocable, 
sin dueño: la soledad como separación 
se diluye más allá de la Vía Láctea, 
más allá de tu bigbang, nada 
que describir. Lo impensable 

hechos te señaló el árbol...


Balada para mi funeral. Mina (Piazzola)




"...me pondré por los hombros
de abrigo todo el alba..." había
cosechado los años de bonanza
con matemática periodicidad,
estaciones fluctuando precisas
con la plasticidad del óleo,
la estampa prenewtoniana

si tuviera voz sería espiga sibilante,
válvula abierta a todo rayo visible,
invisible, un siempre minado
de momentos icónicos, alturas
de excelsa panorámica, mundos
como sentidos, latentes corazones

admiran las piedras el canto
sereno de tus pasos, ruedan contigo
 barajando tus pensamientos
 como antigua lectura rúnica, 
te están interpretando camino

sorpresiva vuelves y holográfica
con mi propia versión de ti,
 sin encarnar, modélica, diva
 talentosa de pura supervivencia; 
expectante, te escenifica la mente
 en secretas historias domésticas,
 decide por ti tu apariencia, vive
 una cotidianeidad paralela, inédita, 
un lugar en el tiempo sin espacio, 
la emoción de estar vivo en ti

 eres ocasión gratificante, cumples
alguna extraña función biologica,
una falta de respeto a las leyes
físicas que nos dimos, amor
incuantificable, la señal de vínculo
con todo, el modo en que me trato.
No hay centro ahí, más bien etérea 
dispersión, animal en modo automático, 
un continuum que respira, ubicuo,
 sin vértices, un desfile de imágenes
 y voces, de formas absueltas de rigidez
físico-moral, hasta su disolución. 
Te sigo a veces por algún mundo
paralelo, imaginarias ciudades,
recuerdos de cromática recreación,
tu voz alternando con lo absoluto

hoy es un quizás demiúrgico, un caso 
a declinar con lengua de luces y aves, 
el son de hojas relucientes, o aún 
húmedas de lluvia; hoy es un artista
 que no concede mirada alguna al tiempo,
 ni recita proverbio de ser humano alguno. 
Hoy es siempre. Y me sacas activo 
al mundo que abrupto fluctúa 
a la búsqueda de nuevas matemáticas, 
de precisión renovada mitigue o no
 el dolor, cause o no placer extático, 
revele o no una verdad última,
 sin dueño, sin centro material
 al que asirse. Talentosa te leo 
en pequeñas cosas, domésticos 
cachivaches los ritos cotidianos 
como tabla de salvación, facetas 
menudas del devenir que huyen 
de toda discusión

me especulas en el regreso que ya fue, 
la encarnación de un nebuloso festival 
de estrellas bebé 

tu actualidad constante no mina
 tus recuerdos, se escriben a veces 
vanidosos, con mayúsculas, temerosos 
otras con cariñosa pátina, una ironía
 enriquecedora; se hablan entre ellos 
como niños jugando con imágenes, 
cambiando el arriba y el abajo 
a su antojo, portando el giro 
perpetuo; son objetos mentales
 que en un soplo se desvanecen, 
museos del tiempo encantados
 que miden tus emociones sin mediación. 
Abres sus puertas y entra la vida 
en tropel, allí donde el poder terrenal 
no accede, donde el viento se lleva 
nada si tú quieres, donde no penetra
 sistema alguno 

va tu santa relación apartando
 los obstáculos que aceptaste, va
 incendiando tu lengua con milenios 
de entrenamiento. Ha caído un naranjo
 más en la huerta: nutre a otras especies. 
Encuentras un tú que se hace yo, 
y te apareces niño que ese yo ahora
 honra, una conexión alternativa, 
un arte antiguo, un avatar arcano 

ecléctico, versátil, te reinterpretas, 
esculpes nuevo busto, desértica efigie
 ornada de plantas desconocidas. 
Deambula un tigre por el jardín 

has publicado versiones inéditas
 de ti mismo como ceros del tiempo, 
ralentizaste tu espacio por capturarte 
de una vez por todas,  hasta el mismísimo 
inicio del fuego. Se atrofia el ritmo vital,
 cambias hábitos, va dejando tu boca
 de emitir sonidos, osas pegar fragmentos
 del colosal mosaico que tú mismo empezaste 

sigues preñado de vida, reconviertes 
al hijo en padre y viceversa, 
hija en madre y giro, reanudar 
esponsales con tu particular fotosíntesis, 
tensas de nuevo las cadenas con un astro
 asido a cada brazo, titánica imagen 
de tu existencia, censuras toda voz
 dañina que te obligue al estancamiento, 
se hace tu presencia insoportable reclamo
 de lo que no eres: todo un repertorio 
de vidas chispeando como neuronas 
de un cerebro por cúmulos y versos
 estelares, aquello que entregas 
a tu humildad. Ese momento
 transgrede tus leyes, y ni siquiera
 lo sabes. Se acentúan desconocidas
 luces, de enormidad el arco iris
 de mis cejas 

es el hijo el camino, es el padre 
el regreso a cada rayo
 que en su corazón se hiende;
 es la hija el valle, es la madre 
oneroso cuenco que la nutre; 
celebran los esponsales dimensiones 
ignotas entre desconocidas plantas, 
brotan espigas de mi pecho 
con dorado grano

en el camino especulo con tus razones,
 tu mundanal retiro, tu ira contenida 
en cada bufido, tu crecer inclusivo
 conjeturando el tiempo, tu prolífico
 verbo hasta la ceguera
 
sutil te apartas del ruido bufo,
 estudias cielos nocturnos a su blancura 
cantando, su guía un susurro

tu actualidad constante sigue colocando 
sus creaciones en la no necesidad, 
iniciático giro 

el cansancio como señal de miedo
 presiona tu grafía, reporta dolidas
 neuronas en sus eléctricos viajes, 
te enclaustra en laberínticos problemas 
quemando oxígeno. Te sigo de nuevo
 a la entrada, revisada idea, y a ti 
dedico tu desactivación con la mía. 
Me apartas de ese tóxico círculo,
 revivo mi propio principio  

en mí incurriste mundo con terroso pie 
señalándome estrellas, su matemática 
lengua irisada con los más dulces sonidos, 
con el ánima de marítima espuma en playas 
anochecidas. Me invadiste con la sencillez 
de una mano incendiaria ​

y me obtuviste la ciudadanía del cosmos 
con brutal hachazo en mi frente, petición 
antigua, el tema de toda pura energía. 
Rozaba la espuma mis pies

no me ves, incluso si estoy a tu lado
mientras crees que no te veo; protagonista 
desfilas en tu propio estudio usándome
 de pantalla, este teatro de marionetas 
que las emociones desbocan. No puedo
 sino aceptar mi expiación al verte ahora 
al otro lado de la pantalla. No puedo sino 
entregar mi dolor en ese giro, el don 
de verme en el tiempo. Sólo 
en la mansedumbre mi voz 
se acalla. Y aún cuando sin moverme 
me enderezo, te sientes perseguido. 
Engañado incluso.  No puedes soltar 
lo que es indivisible: sólo aceptar, 
puedan tus ojos volver a brillar. Va 
creciendo, despacio, la honestidad
 contigo mismo 

vivir una vida más en esta mi única vida,
 aún si el corazón se atrofia, aún si crees
que son muchas (es indistinto), cantar
 a lo irreparable deshaciendo su aparente
 lejanía luzca tu ser como árbol perenne 
en el jardín que día a día diseñas. 
Y si crees que escapas, mirar
 tus ramas allá donde creas estar
 
 tienes lugar entre los versos: es ahora 
aquella línea primigenia que luego serás.
 Y si te recluyes verás tu anverso, noche 
en el día, luna llena, una orquesta de grillos​. 
Hay en la huerta un naranjo que no había visto: 
plácido el tigre yace junto a El


Nadia. Jeff Beck




 empezó justo el acabar, llevarnos 
al siempre en un segundo, milenaria
 jornada, vago recuerdo de otras vidas, 
todas aquí y ahora, la hora
 de las maravillas 

 llegaste a parecer antropófaga criatura
 y no eras sino evanescente pétalo
 en mi jardín, un estado de sitio del alma
 con grilletes de lodo, una figura universal
 que en el no-tiempo se desfigura.
 Y sin embargo peldaño de conocimiento,
 libro abierto sin hojas ni letras, vana 
insignia de algún logro espiritual, 
una generación entera en ti. Revolotea 
de nuevo una bandada de coloridos 
tordos tras la ventana, mágico círculo de aire
 renovado, etéreo altar del pensamiento 
donde eres, inaudible música de un instrumento
 multidimensional sin más público que la absoluta 
conciencia. Me profesas un amor que me enardece, 
y en su más elevado pico, me electrifica. Me comentas
 hojas verdeantes que plañen legendarias canciones:
 mi yo las interpretará. Sigo eléctrico tu pensamiento
 prodigioso carente de estructura, o de estilo, su absoluta
 unicidad sin puntos, las metamorfosis que me procura, 
la revolución de mi entorno, las edades de la especie,
 mi rutina más menuda. Y ya no es. Se hace la altura
 subsuelo, savia fresca entre raíces húmedas, lombriz 
hambrienta del nutriente más básico, pesado pasado
 evolutivo, incontrolable azar del peatón desorientado. 
Uso la otredad para decirme las cosas, la pesada carga 
que me impongo, cada acorde una anotación, 
un gramo más de peso, una década vasectomizada, 
una civilización olvidada. Hay un músico en el jardín
 rasgando un cello, una entidad marginal a toda industria, 
un desconocido que sencillamente goza del gozo universal: 
sintoniza. Es lejana la palabra, tan ajena al conocimiento,
 son los nombres práctica recurrencia que las ondas se llevan,
 toda identidad corporal. No hay lástima, sencillo mundo. 
No hay gloria mítica ni leyenda: espeluznante realidad, 
infinita posibilidad. Visito de vez en cuando esté Botánico
 de la creación: no hay pérdida. Me comentas supernovas
 que arrasan con el aire, memorias en bits disueltas
 por la vastedad, la información subyacente 
tras el aparente colapso de un agujero negro. 
Y me hablas de su reverso blanco, me estás hablando 
de ti, de mi. Faltaste a nuestra última cita por empezar 
relato nuevo, la magnífica repetición de un arquetipo 
con caracteres nuevos, nuevos rostros, un exoplaneta 
con especies desconocidas, llevarnos al siempre
 en un microsegundo, el compromiso que nos dimos,
 lo entiendas o no, armónico o no, olvidado o no   

todo, o nada, como dos personajes del mismo relato, 
 sirven su propósito más allá de tu miedo, dotan 
todo nivel de información, una inmanencia brutal
 de la que tu aparato sensorial te protege. Lanzaba 
dados que al caer rompían la mesa de cristal, 
el terrorífico escenario de mi propio fraude, 
una mansión de los horrores donde apreciar
 mi propia fealdad, el vértigo de darle significado
 a todo, a nada, el dominio viciado de un tiempo 
que no es, el ámbito de la más desbocada fantasía 
de voces horadado. Le atribuía al cuerpo un poder
 que no tiene en presencia de su verdadera causa.
 La eternidad se resentía, todo magisterio evolutivo
 pisoteado, la blanca sábana de mis acordes mancillada. 
Me encadenaba a mis células petrificadas, olvidé 
mi origen. Y me abestié. Asisto desde ese dominio
 a lo coetáneo, un sol cegador que despacha sin más 
mis necesidades, sin más elegancia que la mera 
apariencia, pírrico, vano intento de acercar lo absoluto. 
Era amante de la ignorancia como salvación, del paso
 apresurado, de una anterioridad que ya no existe, 
el éxtasis de un control que no tienes




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