martes, 26 de septiembre de 2023

Going somewhere but not here. Porcupine tree

fabrica el creador su teselita maestra en eléctrica distorsión de lo que es, juega sordo a la saturación mundana, sus agresivos extremos. Voces solistas despachurran cerebros como quien parte nueces sin más alternativa que un enemigo común. Cómo pieza que no les encaja creen excluirte de algo, bendito regalo del todo. Sin cuerdas la oscuridad domina, da igual el nombre 

las palabras altisonantes son metálica absenta para cualquier progreso, epicentros de temerarias sacudidas emocionales: se vanaglorian de un pasado que ya no es, aglutinan miedos en un saco que batanear. Dicen su mundo con nombre y apellido, una psicodelia de profundas raíces, delicia turca, vaporosas leyendas, un abestiado barco cargado de recuerdos que adormece el ahora. No hay  sustituto posible para tí, te enrolaste en tu propia singularidad con toda su filiación, un árbol de crecientes niveles, los hechos necesarios para reconocerte en su totalidad. Decidas lo que decidas dudarás, sigues el patrón de tu propio diseño lo llames magia o ciencia, escondido tesoro de un genio oculto. Experimentas hasta el extremo opuesto embriagándote de la floral absenta, animal, bacteriana. Vas conociendo de la más remota fuente, un agua interior, la única que tu sed sacia. Puedes visualizarla con minuciosa atemporalidad 

se llena el árbol de animales salvajes y frutos que tañen sus colores al mundo, elevan su frecuencia en abierto agradecimiento a tan genial despliegue, que hasta inexploradas razones se estira. Son. Y añoro la compleción de su nombre 

no sé, con este árbol se atreve mi espinada lengua, una historia que a cada palabra se renueva, una ilusión de progreso sensorial, la verdad como matemático límite ad infinitum, un terreno pantanoso que mi corazón irisa frente al miedo. Me avisas con tus silvestres compañeros de ese no tiempo como imposible obra, a ella me rindo, opulenta celebración de la que no me daba tiempo a hacer la existencia que tanto te mereces 

haces veredictos tan pasajeros como los minutos que te cambian, esa embriaguez de la absenta mundana. Haces patente de corso con la idea ajena, ese estridente mundillo del blablabla, ese caos emocional al que das cabida y hasta tocas con la punta de tu espinada lengua. Quieres la solución definitiva al polvo de tu casa cuando en realidad te barres a tí mismo: barres tiempo. No hace falta tocar, puedes sentir en elongado segundo la nota que pulsaste. Puedes odiar o enamorarte de la imagen que fabricas hasta deformarla, romperla, quemarla, dejar que se desvanezca. Quieres novedades con la voracidad de la alimaña nocturna, clavar picas de futuro con ansiedad de hambruna. Y recoges cable para dar forma a tu supuesta invención 

das vida a la historia aportando escenas en progreso que tú emoción tiñe, hay olvidos interesados que aún así laten en potencia, toda una cirugía emocional que no por ello resta volumen al ser, detalles que la creativa memoria, el ahora, pule con tierna mano. Un cambio sutil a cada trazo, una caricia donde hubo desprecio, una elevada sublimación donde sólo había inabordable comunicación entre células. Echas mano de algún y cliché simplificador que tape agujeros. Tira el genio de la evolución de un cordel infinitamente ramificado donde el tiempo carece de fracciones 

prodigas el juego con tu especie y lo proyectas al resto, deslizas esa inspiración de puro fluido con esmerados soliloquios, sigues siendo una composición inexacta. Ese ambiente te respira desde tu más cruda infancia, esa odisea espacial tan buscona sin más hilo umbilical que tu corazón. Tus personalidades ensayan sobre diferentes escenarios, se sueñan hasta el más secundario de los actores en pantalla. Aparentemente cercanos, aparentemente distantes, pero todo te suena y en todos te puedes reconocer. Hoy has elegido al protagonista principal. Lo pones en tercera, en segunda, en primera persona, ejercicio casi inconsciente, méritos, deméritos, arrancados galones, fulgurante estrella 

voy directamente a la excelencia de un encuentro totalitario de amanecer, a un crepúsculo incendiario donde la información del día combustiona, benditos ojos iniciáticos dándote las muestras de tus cambios en la claridad de las cosas. Potencia, pasos curvados, preciadas voces de una acústica arropada por los cielos. Anterior, posterior, mundos superpuestos, astral fuerza de una ordenada marea; alineado, rotante, múltiples detalles del todo entre la calma y su tormenta

los espacios se abren en esos lúdicos ensayos, sin gravedad pestañeas eléctrico bajo la colina, transmutas el trabajoso olvido en creación, en la algarabía de alocadas aves cazando sus presas. Contrastas tiempos, los instrumentas a tu beneficioso antojo, casas luz y oscuridad en cósmico balance, luces 

hay más, siempre hay más. Y te maravilla. No hay pérdida. El árbol vibra constante, con sutileza, o rotunda sacudida, de juego infantil a crimen adulto: variación de volúmenes, delicado arreglo, insoportable contraste. Potencia. Se añaden almas en esa electro-acústica, coros sin etnia abriéndose al infinito, una indistinguible amalgama de lo posible y lo imposible, un concierto sin tema

te conozco entre los colapsos de la luz, querida Tierra, gentes y temas en perpetuo giro, ecos que apenas se definen confundiendo pasado y futuro, sónico hechizo, magistral sencillez del canal por el que corren: tú. Toman cuerpo otorgada su función

se hicieron ceniza tus labios al besarte, un respingo emocional, todas las cuerdas del sitar vibrando, una avalancha de ecos ladera abajo. Me envolvían el tronco con sus juegos armónicos, su clave holística, su pasmosa sencillez. Toca el siempre con sus baquetas de luz 

suave me demuestras a diario tu magnánima potencia, se iluminan las teclas necesarias de colores pintadas, me sorprende tu letra sabia abocándose ladera abajo, sugestivos paisajes se dibujan y hacen el amor con el viento. Nada que añadir. Brotan flores de mi piel por explorar el nuevo día, una tesela más 

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