miércoles, 17 de enero de 2024

(A, desde, por) Emily Dickinson. POÉTICAS

se ensortijaba la brisa
sobre los árboles, y la mente 
erraba azulada por sus anillos,
peinaba cálida la hierba verde 

iba contando semillas,
iba sembrando escuetos futuros
que a su lado disponía
como reguero de flores 

desperté a la mirada sobresaltada
de tanta pureza, mi mano 
tocando el fuego de la tarde.
Era la brisa homogéneo ser, 
posesivo ahora devastando
recuerdos en el dorado ocaso 

me examina el cuándo 
con su más infinitesimal
gentío, bajo la hierba fresca 
yazco aspirando a brotar 

en este ensueño
se fuga la tierra
de entre mis manos, briosa
tocata entre arterias y venas 

haces nada, tu pobre pago
desnutriendo de ruido
al mundo, un Ello silenciado,
pacífico tránsito 

hablo al jamás de mí indistinto,
pequeñas visitas incorpóreas
sin más brújula que el aire 

crea el jardín su propia mortandad, la siega que ven mis ojos,
las abejas que el azar sortean,
las estaciones que de mí prescinden 

me ve el jamás 
en la incertidumbre inquieto,
yermo en el mar calmo
de una pequeña certeza,
aquellos ojos que te saben

eres debilidad y la fuerza
que la contrarresta, ese pasaje
por el que deambulas
sin más guía que tu origen

me rompe el día 
esa tenencia de inseparabilidad,
inclina sutil la balanza
granataria en el torrente
de ideas 

se aleja lo cercano
en mí, de la oscuridad
llega en silencio algún confín,
algún saber que desconozco,
errante azul sobre los árboles.
Me anilla el dedo 

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