jueves, 29 de febrero de 2024

El jardín de Claude Monet. LLORAR DE ESTILO


va por el jardín tu paisajística influencia, va ganando siglos de entendimiento 

tienes constancia de tus primeras creaciones, ese río amarillo que discurre por tu valle, esa dinastía de artísticos parques por donde campaba el noble espíritu, donde flechabas palabras, el fruto prohibido. Esos cultivos contenían primitivas inscripciones, tallas sobre el caparazón terrestre, caracteres ideográficos sobre los que las aves se posaban, las plantas esplendían. Esas dinastías te convirtieron jardín, una imagen antigua de la que no sales, geométrica figura con símbolos como muro, planos para estructuras con un estanque en el medio. Un granado crece

fuiste rebelde jacobita y su deliciosa confusión, una influencia por renacer; carolino desprendimiento fuiste para futuros diseños, marcada tendencia hacia la síntesis de políticas simetrías, arquitecturas de poder elevándose ante las muchedumbres. En mi pequeño jardín la casa es un bajel a la deriva. Conserva en sus sentinas encuentros, castillos florales, una desinteresada sencillez, incluso reinos distantes sin corona (el joven rebelde se sublevaba) 

la terraza del espíritu fabrica reyes y puntos cardinales, capitales de la poesía más voraz 

contrasta mi formalidad sus paisajísticas influencias, fuerza su rigidez alterando tópicos; pulcra, recorta sus topiarios y parterres lingüísticos, deja crecer sus parlanchines arbustos con medido artificio. Hacen los siglos sus axiales simetrías, por ellos ascienden las prominentes tradiciones que pueblan tu jardín. Miro y les escribo cosas bellas, elijo obviar sus defectos en aras de orden interno, la simetría adecuada. Mi tullida formalidad trae ese reino originario, diseños sobre el diseño, simétrica redundancia, una gratitud natural

soy rey de mi paseo por el parque del espíritu, soy el ciervo de inmensa cornamenta en su cima, y aún así me arrodillo ante sus criaturas: hay un brillo que las acompaña. La grulla ha regresado y, a la orilla del río, resplandece 

antes de la forma lumínicos balbuceaban los significantes remugando significados, los posibles encuentros que desarrollaran tu diseño, el continente al que dar contenido. Va ganando siglos esa paisajística influencia, de lo doméstico a lo universal, éticas estéticas y sus prácticas diferencias con sus énfasis temporales, perpetuo contraste en transición, matices de una misma ilusión. Se complementan pensamientos en esa arquitectura de humana voluntad, aún si se conciben como espacios independientes; se disponen en cultivos exhibicionistas que el arte ornamenta, y en arreglos complejos se anudan en la misma exclusión,  entrelazados setos de Historia, aromáticas hierbas como marcadores de un libro. Alguien abre el nudo por donde discurrirá la arena dejando flores a su paso en mis topiarios y parterres. Se elevan a veces, en ese llano, reservadas terrazas para la contemplación donde lo complejo se desata 

pasea el rey por su parque: en el estanque de centro burbujean los peces 

traje de lejos artesanías extrañas, la ambrosía de numinosos conocimientos, de bosques y grutas ocultas. Sus estilosos artificios crean florales dianas como medicina natural, pequeños regresos sin reglas a una armónica  proporción de mí mismo. Se integran las superficies de agua en las secciones correctas 

gobiernan las dunas de arena el sur de mi persona, una plataforma de literaria observación donde mi historiador fabula sus bosques de vino y carne. El bajel, varado, se reviste de pulidas piedras en recuerdo del mar, de las islas donde planté árboles. Cuelgan de las ramas gotas de eternidad. Filosofa el rey en su decadencia

mi jardinería se reconoce en el discurso de los siglos, en los símbolos de viejos conceptos evocando utopías, aquel edén personal de abundancia y joven plenitud. Conoce el conflicto amagado del que surge su opuesto, laborioso jardinero al que va instruyendo, y del que, a veces, se apiada. Asomado a la terraza, sentado en la duna, se contempla

juegan ahora primaveras y otoños a las sillas musicales, traviesa dinastía de elaborados parques; me inician ladera abajo conectando imposibles pensamientos, descubriendo subterráneas galerías de mi ser. Junto al lago miro mi rostro en el agua, un dragón azul surca el cielo. Recuperan mis cansados ojos su fuerza. Y van detrás de los dragones 

un coro de informales voces remontan la ladera, son milenios contándose sus historias, recogiendo migajas de información extraviada. Datan períodos, protegen palacios, nombran arquitecturas, señalan a coro 

traigo de lejos textos antiguos que mi filólogo traduce, traigo detalles de otros jardines, de árboles en forestas extrañas

pasea el noble rey por sus jardines de placer, breves primaveras bajo carpas de alegría. Boté una barca en su estanque central, la de los suntuosos banquetes, la del festín de vida. Van por allí los siglos ganando entendimiento bajo las carpas, aquella paisajística influencia 

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