jueves, 2 de mayo de 2024

A, por, desde Kavafis. POÉTICAS

trae el día ecos, sorbos de vino 
deleitoso con el candor 
de la juventud compartida.
El paladar se apropia de ese jugo
que fue. 
En el regazo tus palabras
subiendo por mi médula 
hasta la caída de los párpados: 
flota el balcón en su melancolía,
las cosas me contemplan 
con un amor pausado, su fragor como un río 

llegan días como buques cargados de personas, cargados de pequeñas y grandes incertidumbres que no se dicen. Surge el día preparado con antelación 
pronunciando su elaborado discurso, inflándose como el abazón rosado de algún animal, 
el paso firme, no mira atrás.
Viene el día pregunta que empieza negando hasta su propia bruma,
toda una vida de progresiva aceptación, incluso vidas 

todo es un después suspendido con la durabilidad que le das, 
un ir que enseña 
lo que experimenta, quizá un atajo al que acudes creyendo en destino, alzando pluma para un punto final.
Sólo era un punto y aparte. Gira 
el paso: en una brevedad tu vida 
como hermoso don, lecho 
de un tálamo repleto de pétalos.
Acude aroma, un placer agridulce

trabajas tu aburrimiento con juvenil empeño, esperas el tiempo 
donde los meses marchan a paso ligero, te lanzas ciudad 
que el bullicio te adormezca,
pequeños deseos que regalarte,
una carnalidad tensa que ocupe 
tu ser, placentero sueño 
al que abrazarte poblado de figuras

reverbera tu cuarto sombrío
en el tedio solitario, 
las sombras vagan huyendo 
de las ventanas sin consuelo.
Se busca el yo entre las figuras 
hechas eco, ninguna le satisface. Irrumpe luz abrupta 
poniendo en desbandada 
a todo personaje. Tiránica, 
impone su inusitada desnudez

cansados ojos vuelven a mirar 
el mundo, se han procurado palco
protegiendo el iris de la extrañeza,
una pizca de belleza 
en la oscuridad, una juventud pensada capaz de relatar el tiempo,
capaz de conmoverse. 
Esa lánguida contemplación 
ha refinado las pupilas, 
se ha vuelto el sueño fascinante:
estamos juntos 

va y viene el invierno, 
se han intercalado pequeños veranos que han venido a sentarse en mi cabeza. Esta, vigía, otea
el ahora pregonando un aquí corto,
anulando un allá ígneo, apagando el fuego inapropiado, pequeños júbilos con mínimo esfuerzo. 
El crudo roce de noche y día
ha sido ungido por el pensamiento 
más distante. La anhelada señal externa surge en la espera 
del tiempo, una felicidad 
minimalista donde la duda 
se pierde, toda expectativa liberada. Las cosas recuperan 
su sabiduría, otea la vigía 
en el vigor de la suposición fresca,
se han alisado las lumínicas aristas sin hacer mucho ruido.
Pizca de belleza, semilla 
a la que acuden irisados seres 
que, gráciles, merodean y cantan.
La espera salió hacia arriba 
camino del siempre, del linaje
de lo cierto. Nadie dice algo,
una escucha absoluta 
por puro deleite: compartido sorbo

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