trae el día ecos, sorbos de vino
deleitoso con el candor
de la juventud compartida.
El paladar se apropia de ese jugo
que fue.
En el regazo tus palabras
subiendo por mi médula
hasta la caída de los párpados:
flota el balcón en su melancolía,
las cosas me contemplan
con un amor pausado, su fragor como un río
pronunciando su elaborado discurso, inflándose como el abazón rosado de algún animal,
el paso firme, no mira atrás.
Viene el día pregunta que empieza negando hasta su propia bruma,
toda una vida de progresiva aceptación, incluso vidas
todo es un después suspendido con la durabilidad que le das,
un ir que enseña
lo que experimenta, quizá un atajo al que acudes creyendo en destino, alzando pluma para un punto final.
Sólo era un punto y aparte. Gira
el paso: en una brevedad tu vida
como hermoso don, lecho
de un tálamo repleto de pétalos.
Acude aroma, un placer agridulce
trabajas tu aburrimiento con juvenil empeño, esperas el tiempo
donde los meses marchan a paso ligero, te lanzas ciudad
que el bullicio te adormezca,
pequeños deseos que regalarte,
una carnalidad tensa que ocupe
tu ser, placentero sueño
al que abrazarte poblado de figuras
reverbera tu cuarto sombrío
en el tedio solitario,
las sombras vagan huyendo
de las ventanas sin consuelo.
Se busca el yo entre las figuras
hechas eco, ninguna le satisface. Irrumpe luz abrupta
poniendo en desbandada
a todo personaje. Tiránica,
impone su inusitada desnudez
cansados ojos vuelven a mirar
el mundo, se han procurado palco
protegiendo el iris de la extrañeza,
una pizca de belleza
en la oscuridad, una juventud pensada capaz de relatar el tiempo,
capaz de conmoverse.
Esa lánguida contemplación
ha refinado las pupilas,
se ha vuelto el sueño fascinante:
estamos juntos
va y viene el invierno,
se han intercalado pequeños veranos que han venido a sentarse en mi cabeza. Esta, vigía, otea
el ahora pregonando un aquí corto,
anulando un allá ígneo, apagando el fuego inapropiado, pequeños júbilos con mínimo esfuerzo.
El crudo roce de noche y día
ha sido ungido por el pensamiento
más distante. La anhelada señal externa surge en la espera
del tiempo, una felicidad
minimalista donde la duda
se pierde, toda expectativa liberada. Las cosas recuperan
su sabiduría, otea la vigía
en el vigor de la suposición fresca,
se han alisado las lumínicas aristas sin hacer mucho ruido.
Pizca de belleza, semilla
a la que acuden irisados seres
que, gráciles, merodean y cantan.
La espera salió hacia arriba
camino del siempre, del linaje
de lo cierto. Nadie dice algo,
una escucha absoluta
por puro deleite: compartido sorbo