jueves, 17 de julio de 2025

Tipuana. SIN FONÍA (de los árboles)

siempre es tardía la descripción más correcta, y aún así caducifolia, alcanza apenas la altura necesaria, un cultivo denso que se extiende con sus ramillas péndulas, una copa que se derrama. Queda mi tronco resquebrajado oscureciendo mi piel, mi longitud troceada con persistentes durezas. Las hojas que florecían se ven subopuestas con juvenil alternancia, su raquis pubérulo con sensible pecíolo en esta elíptica espiral. Obtuso, quedan mis márgenes romos de tanto roce, se agrisan mis haces, se exaltan mis nervios a cada revés. Soy colgante racimo de hojas largamente pediceladas, cáliz mordisqueado con desiguales dentelladas. He rasgado mis estandartes que con manchas rojizas se ondulan como alas rotas queriendo desplegarse una vez más, son mis uñas blancos filamentos formando espirales, soy fruto estriado de color oscuro, futura semilla
 
pero aún cultivo viejos hábitos, mi tabla de multiplicar las semillas imprescindibles tratando con el Sol en las más variadas condiciones, tolerar las podas necesarias de mi ser, levantar mis ramas del suelo, airear las raíces sin plantar de más. Cerca, la madera me trabaja resiliencia, usa mi cuerpo como forraje para el invierno, me alivia su savia


hay aspectos de mi ser que en cada fruto, en cada flor, te detallan 

mi familia es un sinónimo que se extiende en el tiempo, una especia cósmica de boscoso origen, soy nativo de todo punto cardinal introduciéndose en cada cultivo, en cada nombre dado deriva entre estrellas, un árbol abundante. Especifican mis epítetos tus ilusiones, a toda probabilidad aluden, hace de aquella savia color. Siempre llega tardía su descripción 

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