miércoles, 25 de septiembre de 2013

de El Libro de Elías



Uncertain Weather - Genesis

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 Los niños miden su entorno como los murciélagos, según la respuesta al terrible quebranto de sus gritos, de sus lágrimas de cocodrilo. El niño no desprende agua de sus pupilas cuando exige tributo. Arruga su frente como un viejo y entorna los ojos en señal de amenaza. Los padres dicen eso de "sólo es un niño" sin advertir el semblante de la criatura, la inverosímil capacidad que tiene el niño de cronometrar con su reloj interno el tiempo de reacción y la calidad de la reacción. Edúcalos o sopórtalos, decía el sabio. El problema es conocer el significado de la palabra educar
 Existen modelos de aproximación al niño según las épocas, pero en cualquier caso, cada parto supone el nacimiento de una bestia, un primate, una alimaña incivilizada, caníbal que se va a enfrentar al modelo de visión del mundo que sus padres le imponen. Papá y mamá. Existe equilibrio cuando uno dice "sólo es un niño" mientras el otro le replica "odo niño, si parece un monstruo", da igual quién ejerza el papel de intransigente, ambos percibirán siempre con retraso las evoluciones del animalito que acaban de engendrar. 
 La madre receptiva, la que intenta apaciguar a un padre desquiciado ante las salvajes acometidas de su lechón, que desde que nace declara la guerra al mundo y a cualquier modelo de aproximación a la realidad que se le quiera imponer desgarrando sus cuerdas vocales, ejercitando la potencia máxima de sus pulmones, cagando y meando por encima de sus posibilidades, probando la ilimitada paciencia de la madre y el sistema nervioso paterno. La madre, capaz de oír el grito infantil desde la caverna del sueño más profundo, de alzar su cuerpo como un resorte después de noches sin dormir. El padre, capaz de botar al bebé contra el colchón mullido y aprovechar su vuelo convulsivo para rebotarle en el ataque de desesperación. Hasta que se dan cuenta, no viene en ningún manual, no existen cursillos para padre. Le ponen a dormir alejado, al final del pasillo. Y el bebé resiste como un héroe, noches enteras sin dormir, a pleno gas, a romper los cristales de la puerta y comprender, primera lección del modelo de realidad imperante, que debe cambiar de táctica, buscar algo más sutil, esperar su ocasión.
























 Los carros estelares navegan sobre lazulita. El frío afila las siluetas, los objetos cobran una intensidad sencilla, se mueven sobre sus ejes sin violencia, seguros de sí. Los árboles, los perros solitarios que andan por el barranco, las cañas, la luna, ¿será aquello Orión? El universo viaja para desmentir la astrología mesopotámica y yo no sé identificar las osas del firmamento. Porque el universo se expande yo no soy Virgen, sino León. Una hormiga me cosquillea la nariz, otras producen corrimientos de tierra en el caballón. El abono alimenta a los frutales, también a la mala hierba.
 Enseñar a los padres, desde el comienzo, que no hubiera dudas, el principio de los contrarios, que lo absoluto es inalcanzable para nosotros, bacterias consumistas del planeta que devoramos. La felicidad es una secuela de la desgracia, la sensación de miseria un reflujo de la armonía, y dárselo a entender. Aún más, hacerles saber que semejante tontería es una mera invención de las susodichas bacterias, que en realidad ellos, como el hijo mismo, brotan y vuelven al subsuelo, como quien no quiere la cosa, desde el marasmo del tiempo. Así que no preocuparse.
 Luego se cae en la cuenta de que eso es una incoherencia, porque definitivo, lo que se dice definitivo, para las bacterias, no hay nada. Esa es la segunda lección de los progenitores: Ética. Uno debe buscar la coherencia interna, crearse una ilusión de Yo aunque a veces tenga la sensación de que sólo es un amasijo orgánico sujeto a los más imprevisibles cambios. 
...

Pic: the meaning of past, The Pic-Poem Book - The Artist 

sus huellas en aquella playa
imborrables aquí y ahora,
borrascosa mañana de otoño
cuando vivíamos el mar 
como una jornada más
aún si al pisar mi cuerpo en soledad
aquella orilla no queda sino 
la arena de un mar cualquiera
aqui y ahora ese amor
que late el pecho
con más fuerza si cabe:
de sus huellas no queda rastro sino
del amor que nos dimos

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