Fifteen Men (Bottle of Rum) - Roger Wagner Chorale
...
Me costó no
reírme. En cualquier caso el bayusero no veía, apenas podía abrir los bombillos,
como un púgil al que se los hubieran cerrao a purita ostia. Le ‘ejé explayarse
un rato, a ver si conseguía emitir alguna vocal conocible que uniera aquella
suerte ‘e consonante velar fija. Nananina. Tuvo fortuna. Me sabía el número ‘e
su habitación. La cogió y apoyándose ‘e espaldas en el mostrador, luego en la
pared, fue acercándose al ascensor.
Funcionaba por radar, o por sonar, pero este ‘ebía estar también embotao. En sus cálculos no estudió la escalera que bajaba a cocinas. Oye, cúmbila, rodó como saco hasta abajo ‘el to’o. Ni un rasguño, ni síntomas ‘e dolor. ‘Ebía llevar tremendo material en el cuerpo que se bañaba en un mar ‘e morfina. S’ irguió con ayuda ‘e la pared, ‘e su espalda y ‘e sus bastones. Y allí se quedó como dormitando. En un alarde ‘e supervivencia se le abrió un ojo y ‘ebió ver las puertas metálicas ‘el ascensor enfrente ‘e él. Estiró el remo, pero no llegaba al botón. En realidá, entre él y el ascensor habría unos cinco metros ‘e distancia. Cuando se dio cuenta ‘e ese ‘etalle, s’ hizo a la idea. ‘E repente, s’ empuja con su espalda, se llega hasta el botón, lo aprieta y como si algo tirase ‘e él vuelve marcha atrás contra la pared. Paciente espera. Suena una campanita. S’ abren las puertas automáticas ‘el ascensor y ahí que va el galleguito a to’a leche propulsao ‘e nuevo por su espalda. Esta vez calculó mal. S’ impulsó con ‘emasiada fuerza. ‘Esaparece en el aparato, choca con el fondo y vuelve a salir disparao ‘e espaldas hasta la pared. S’ oyó un gruñido. Creo que intentaba reírse ‘e sí mismo ante semejante ‘espropósito. Pero el pobre ni eso podía.
Estuvo como asimilando
semejante talla por un tiempecillo. Un respiro en esa tremenda expedició'
amazónica que había emprendío hasía una hora ya camino ‘e su habitación. Cogió
fuersa y en esta ocasión consiguió que lah puertas ‘el ascensor se cerraran
tras él. Eso sí, la teja que se sonó contra el panel ‘e fondo no se la quitó
nadie, se oyó por to’a la recepción ‘el hotel. Esta vez, en el rebote, había alargado
los remos pa que le frenaran.
Estuvo viajando
a paso ‘e jicotea arriba y abajo ‘el edificio hasta que en una luci’ez asertó
con la planta. Segunda planta. Antes, en la quinta, por donde salió a cuatro
patas en la oscuridá ‘e la noche, fue a dar con una habitación que ‘ebió pensar
era la suya. En el ruidoso intento ‘e introducir la llave, va y abre mi
compadre Lásaro. El muy cabrito s’estaba chingando a la alemana Kärstin. S’emparrillaban juntos cada dos por tres. Había interrumpi’o al Lásaro agarrando
con la jeva, pleno cuchún, ambia...
Pic: Habana club - The Pic-Poem Book - Cities
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