Crepuscular.
Principios de Diciembre. Los otoños se estiran en esta tierra madre como sus luces, esta placenta del retorno vence a la frente oscura, a las bajas presiones. Ved la flor de un día aguantando semanas el azote del viento, las hojas abrazan su rama madre, rehuyen la alfombra de grama, ronronean y silban al viento rogando clemencia.
Ese azul
celeste se apaga sin aliento de rayos. El manto oscuro empapa gota a
gota la tibieza del color. La tierra predispone su cuerpo a la humedad
exhalando apenas. Una mosca farandulera ronda el caballón, busca el
último hogar sin inquilino del día, caracolas, hambre, no tengo hambre, ¿es
posible?, esta fragancia que emerge lenta, todo el huerto se alza mojado, abre
el apetito. Siempre me ha incitado este olor a tierra húmeda, aunque sólo
fuera una naranja.
Albaricoque briñón, peras de San Juan, cascabelillos, limón y naranja,
un par de almendros, membrillo. Y un
cerezo, el pequeño gran huerto de frutales, mi pedazo de tierra sobre el
planeta, una micra de globo desde la estratosfera, la única posesión y aún así incierta. En la
albarrada de abajo legumbres y hortalizas. Más allá el barranco, la torrentera
de piedras que empuja la lluvia. ¡Qué fuerza cuando se hace río! Río perenne y
el paraíso. No, no es reproche. Los momentos de paz, el aislamiento, saber que
siempre puedo volver, recomponer mi
vida, mi fin.
El dolor en el pecho, no siento el ritmo del aire, ¿respiro?
Debiera percibir el peso del cuerpo sobre la tierra, el frescor del alba. No, es
la noche quien cae ralentizada por los
brazos del aire, como una sábana de azul marino. No es rocío de madrugada lo
que impregna la piel, es humedad nocturna, tanta como augurio de invierno.
Principios de Diciembre. Los otoños se estiran en esta tierra madre como sus luces, esta placenta del retorno vence a la frente oscura, a las bajas presiones. Ved la flor de un día aguantando semanas el azote del viento, las hojas abrazan su rama madre, rehuyen la alfombra de grama, ronronean y silban al viento rogando clemencia.
Sin perfume en el jardín, ¿se oculta rancio en el poderoso
olor a hierba mojada? La tierra se abre,
que la tierra guarde mi cuerpo en este lugar, mi vida en un
agujero, un santuario, mi cuerpo es un almacén de paraísos, el centro del que
emanan mis sueños. Vida, si la materia
es energía…No, la inmortalidad es difícil recurso, ausencia de respuestas, mi razón
se extravía, ¡ilusiones!, sólo hay idas y venidas de la memoria, el fracaso
del tiempo, la memoria de ti en los
otros, que te recuperen, que te desarchiven.
La noche arropa mis párpados. Yo inmune al frío sobre el
caballón de tierra. Sobre la tierra andan los niños, los niños se suben en alas
de una lógica desconocida, primigenia, son cuerpo indistinto de todo lo que les
rodea, son la madre, el excremento que ofrendan a sus progenitores. Los padres
deben valorarle al niño la hez como a él mismo, ni una mueca de disgusto porque
el olor no tiene componentes culturales, es su misma fragancia. La luna es el
pecho materno desprendiéndose del néctar que calma los impulsos del hambre, el
lloro irritante la atrae, es un seguro de vida. Y aún el pezón rocoso se
resiste a mi mordisco, la leche tibia me llega a borbotones ridículos, agotado
como estoy de buscar el aire.
...
Pic: A child, The Pic-Poem Book - Nature
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