miércoles, 19 de marzo de 2014

de La Interminable Fábula del Oso y el Lince [with iiah]


Voyagers - iiah

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 Ayer desayunaba, como de costumbre, mirando arbustos y árboles, cielo sin horizonte. Empezando a escuchar el canto de la vida en los primeros trinos solitarios. Son estos silbos los que van abriendo las orejas del corazón hasta poder escuchar el ronroneo oculto de las plantas y la tierra dejando atrás los falaces entresijos del sueño, que, con todos mis respetos a las supuestas leyes oníricas o antileyes de la consciencia de lo físico, siguen siendo una trama del ego que adecua lo que vio para conformar otra realidad a su antojo. Nunca descansa el bicho. No por nada, la mente, todo, no descansa nunca, está en perpetuo cambio.
 Luego, entregando aún esas ilusiones al aire, al camino, a las plantas, esos cortaditos en compañía de otros animales del vecindario. La verdad es que el cambio de zona y de barecito supone también un cambio en las compañías. Si en Marines suele aparecer el Oso, acá en Portacoelli, o Puertas del Cielo, suele aparecer la Comadreja, un espectacular ejemplar por su robustez, su agilidad, y su nefasta capacidad para cotillear todo lo que ve y oye transformándolo, como en el juego del teléfono en que se empezó diciendo una palabra y acabó siendo su opuesta, en un verdadero embrollo de interpretaciones al gusto, o la carta del que mira.
 Nos conocemos de hace mucho. No hacen falta palabras. A una distancia prudencial, ambos sabemos de qué va el juego. Básicamente consiste en esperar sin esperarlo, cuando esa palabra vuelve, en qué se ha transformado, asombrarte, reír y deshacerla en ese mismo momento con un buen soplo de aire tal frágil pelusilla voladora. A veces, este tipo de animales, se alimenta de carroña, y cumplen una sana función ecológica más allá de cada individuo.
 Me gustaría presentarles también al Mastodonte, un mamut ancestral que como anciano guardían entre el centeno, vigila incansable que la ley se cumpla a rajatabla. Tiene mérito asumir semejante peso. Claro, paga su precio en articulaciones. Enfrente, huidizo ante semejante celo, el Mapache del antifaz, que tal parece estar aquí resulta que está allá no vaya a ser lo conozcan de verdad. Pero hoy nos quedamos con la Comadreja, que el Mastodonte necesitaría capítulos enteros para transcribir sus diálogos, llenos de sabiduría, y con el Mapache según sopla el viento.



















 Como buen Lince, llega un punto en que en todos ellos te ves, ves aspectos de ti y los bendices sin juicio alguno, pues eres tú también. Ya no en lo orgánico. A veces miras este o aquel árbol amigo con veneración y te ves enraizado por la atadura del pensamiento a tu tierra, que te colma de savia, minerales, agua, te ves creciendo hacia arriba en busca de aire, de luz, del glorioso espectáculo de la lluvia, del sol, aferrándote al suelo cuando el viento se desmelena o abriendo y desarrollando tu copa verdeante a los cielos sin saber muy bien hasta dónde, hasta cuándo.
 ---A veces, sólo a veces, se te regala el no confundirte con ninguna de esas imágenes, voces, aspectos, fragmentos de una totalidad que el ego ni entiende ni puede controlar. Sólo entonces ERES...---, me decía hace tiempo mi amiga la Ardilla, vecina de por estos lares también---.Si me sabes ver, verás más allá de mi cuerpo.
 ---Sí---compartí con ella---.Tras el regalo, que te cruza en todas direcciones, ¿qué das?
 ---Bueno, en teoría no debiera preocuparte pues darás lo que se te dió. Desde la lógica de acá, tiene sentido, no puedes dar otra cosa. Y si te empeñas en interferir, la dádiva no será tan limpita y ni tan fluida, mi querido Lince.
 ---Me alegro. Suelo dar música o poesía a cambio, mayoritariamente.
 ---Mejor para ti, jovencito. Disfruta de ese don.
 Y me sonrió, su mejor regalo.
 Mmm. La verdad es que con la Ardilla las vibraciones subían de frecuencia, y con ello nuestras palabras. 
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Pic: el río arbóreo, The Pic-Poem Book - Nature

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