Benavente, Zamora
10/04/07
El atardecer los reflejos rojizos
en los edificios antiguos
La Plaza Mayor hace las veces de aparcamiento,
un sello medieval
A la búsqueda de un hostal
se van diluyendo las extensiones verdes y arcilla de estas vegas
Las horas de conducción pausada que las pupilas se llenasen
de esa luz difusa por las nubes de abril
compartidas ahora por los benaventinos. Dan su paseo
crepuscular por las callejuelas peatonales de la ciudad antigua
Cristalinas risas de niños plaza tras plaza,
parejas de ancianos con adusto gesto de brigeciense astur
11/04/07
Sólo en esta liviandad sin roce
la ausencia de error y aún así
la que debió ser casa consistorial en obras,
la ilusión de un mundo virginal proyectada
en las tibias luces del atardecer
Café, un impersonal bar
de la Plaza Mayor, Manchester U.7–Roma1
el televisor rompe
cualquier posibilidad
de virginidad al amanecer
Hostal Universal, tras la Plaza de Sta.Margarita,
una noche solitaria, inmóvil, un tránsito oscuro,
pacífico: ducha, cama, lectura, sueño inocuo
El sol matiza de naranja
los ladrillos de la Plaza Mayor
mi anhelo de escapar de esta cafetería con escaparate,
los ruidos del miedo del TV
de los que no consigo zafarme
Ansío sin dramas la ilusión de libertad,
la movilidad que se transfiere
a los ojos, el viaje, desatar
los nudos de la materia, los nudos de la mente
salir hacia Vigo sin importar el destino
que surja trayecto, mente, alertas,
cualquier vibración
del paisaje urbano, natural, humano
No hay huida, hay encuentro, imágenes del pasado
deshilachándose
como nubes tras la tormenta
Detrás sólo estoy yo,
el mundo dos hostales-club, una residencia geriátrica y
un bar de carretera con mesa de billar, loterías, tabaco,
curiosa combinación en medio de nada
Miento: al otro lado de la carretera
cientos de pájaros celebran
la lluvia del sol entre olmos y álamos
Los trinos diferenciados se mezclan
con Prefab Sprout: una radio
en la terraza del bar pone nombre a las cosas
Pasar la noche en compañía asoma
como posibilidad, un cuerpo
que pide movimiento y silencio
Dentro algo pide quietud, centro,
la inutilidad de todo movimiento externo,
ver pasar los coches, no más
Pero la vida empuja desde los mismos intestinos, el vientre
reclama su cuota de paz
La autovía de Ourense
Vigo
12/04/07
el lado norte de la ría lucía anoche
su franja marina de avenidas y casas encendidas
Un banco sobre césped natural servía de testigo bajo
las nubes rosadas por un sol de ocaso
Esa línea floral rayaba el horizonte
sin coordenadas
dividiendo tormenta y azul celeste: sombrero tricolor
trayendo la noche sobre estrecho e islas
Sólo la mirada pura,
sin fantasmas ni voces, brinda
la majestuosa paz del momento
Cuando Es, el único sonido en la noche es un grillo,
algún trino de despedida
El autobús 15B recorre la línea costera de la ciudad, lleva al centro
gallego cantarín, su tonada aguda, resuena por las calles
Les gustan los perros de raza exótica,
les gusta comer bien, tapeo, vinerías, asadores...
Junto a una vinería té verde
servido en minúscula tetera de plata sin bruñir,
pesada, sólida para el ritual del no-tiempo
Desfilan frente a la terraza porticada
mujeres de toda edad y condición, apenas hombres
Una anciana se sienta a mi lado: sólo quiere descansar,
la camarera consiente conocedora de su rutina paseante
ando despacio en la deseada impregnación
de Vigo
da igual el lugar, la hora: tu mirada Es
lo único, tu gozo, tu tristeza,
lo que pintará o no
las calles y gentes de un color u otro
Límpiala de imágenes irreales, abre los ojos
Compré fruta a la vuelta,
un banco húmedo aún por la rociada del atardecer,
tibias olas llegando a la orilla,
frugal cena o comunión con las Cíes y el cielo nocturno
13/04/07
luce el sol, no se avista
nube alguna. El mar liso
con estelas de pesqueros solitarios
El manto de humedad calinosa difumina
el contorno y las figuras de la costa enfrente
Aquí en la terraza se enredan
las plantas y los trinos de pájaros sin árboles
Tan sólo un falso naranjo en el jardín de al lado
Panxo, hacia el sur de la ciudad, es penetrada
una y otra vez por calas diminutas, solitarias
con ropa de invierno
Tumbado en una de ellas la sintonía
de lo natural,
del agua y la luz,
las rocas cinceladas en aristas y huecos negruzcos,
arena blanca almendrada
por los infinitos moluscos del tiempo
crujiendo bajo el cuerpo, los pinos que se vuelcan
en lo alto
sobre el mar desde donde toda especie de ave retoza
en su terraza marítima,
auténticas casas de diseños únicos pueblan aquí y
allá la costa entregadas al mar
Solo allí y entonces sin nombres ni voces
formas parte indiferenciada de esa vibración
...sin fragmentos...
al atardecer, en la avenida de Samil, una de sus playas,
la gente baja de la ciudad a estirarse
en la arena, disfrutar del sol
Algunos se bañan, los más retozan
en la arena, o dormitan en las rocas
El agua fría deshace toda ilusión
que la mente haya ido fabricando a lo largo del día
Renaces
al volver a sacar la cabeza del agua
Sencillamente vives
Y ves vida alrededor, la sientes
La Ermita de la Virgen Guía monte arriba
pasado el puerto de Vigo es
una ascensión colmada
de cipreses, álamos, piceas y cedros multicolor,
el Parque de la Guía. Enfrente
Cangas en las sombras del crepúsculo,
sol poniente a sus espaldas montañosas
Vigo y Cangas dibujan la pinza
por donde la ría transcurre
Chicos jóvenes aprovechan la pendiente
para hacer ejercicio al atardecer,
amigos, parejas que discurren en peregrinación pausada
derramando oraciones de rutina, de la jornada,
de toda una vida entre árboles a vista de mar
Las primeras luces se encienden,
cesa la actividad portuaria
Es la magnitud de Vigo desplegada
sobre las colinas, una cascada
de viviendas y edificios del gris al blanco yendo al mar
Cazuela de huevos rotos con pollo salteado,
cebolla caramelizada y pimientos en el centro de la ciudad.
Debe ser lugar de moda, acude gente de apariencias,
trajeada. Al lado, el perro de una pareja da la nota
cada vez que pasa otro perro, violento sobresalto
en mitad de los huevos: el chico padece,
cómo recomendarle a la dueña diván y psicoperro
14/04/07
el Cabo Home, donde la ría de Vigo pierde
su título en el mar, guarda
una playa solitaria entre salientes rocosos:
la playa de Melide
Horas serpenteando en la arena blanca acariciado
por la brisa, azotado a veces
por el viento frío del norte
escribo en la terraza-jardín de un mesón junto al hotel.
Se disipan los fantasmas del miedo que la soledad
trajo ayer a la Praia de Melide consumiendo
mi energía, a punto de tirar la toalla
en las espesuras del pasado,
regresar a Valencia
El desayuno con Paz, su hija y su madre, con Guillermo, con Fran, con la mujer de la limpieza, resulta familiar. Forman un grupo cálido, acogedor, el motivo de mi estancia, lo que percibí al cruzar la entrada, invitan a la convivencia, me invitan a una excursión en velero por las Cíes y la Ría a través de Henry, un amigo.
Llueve en el Mediterráneo. Sigue haciendo sol aquí,
una llave a la mirada plena, al corazón abierto
desde Cangas, de su mismo puerto, ves Vigo
al otro lado. Los megalíticos puentes que vinculan
la actividad humana de un lado y otro,
la acortan haciendo innecesario bordear
la costa hasta Pontevedra
La Isleta de San Simón, antigua leprosería, como alhaja
saliente que alguna vez cayera al agua:
un continuo de piedras preciosas
jalona este collar acuático, esta ruta en V
de árboles, reflejos marinos, puertecillos y barcas,
casas de viento y pequeñas poblaciones,
un permanente sabor a frutas del mar
Allá donde pares las gaviotas
imponen su grito hambriento. En el centro de Vigo,
los viandantes andan al paso de alguna
a la que le ha dado por visitar un cine,
o charlan en la puerta de un hotel
Dos tés, un brioche y una palmera
frente al puerto de Cangas: mi primera comida
a las siete de la tarde tan abarcado como quedé
por la Praia de Melide, la fuga al Atlántico
desde el Cabo Home. Y el cuerpo se resistía
a toda apariencia de movimiento,
al tiempo en aquella quietud interior
Abunda el acento argentino: los ‘gallegos’
han sido siempre su referencia ‘española’. Percibes
el parentesco musical, siempre en octavas altas,
en ese impulso de conquista, de expansión,
acostumbrados a superar orografía, clima, adversidad
La necesidad de escribir no es ya
el afán de poner nombre a lo vivido,
de recordar o lapidar la vida con palabras.
La necesidad es de compartir (‘ofrenda a los congéneres’)
que la soledad física sugiere.
Teléfono o el boca a boca limitan la capacidad
de transmitir aunque sólo sea simbólicamente,
fragmentariamente, la emoción de lo vivido.
Compartir emociones, creaciones, expande bienestar,
llegue a lo que le/a quien le llegue. Es indistinto. Te regalas
el don de la existencia
16/04/07
El patrón, Henry, sueco, exoficial
de la marina de guerra durante 17 años
Transmite seguridad al mando de su velero.
Sus cuatro amigas viguesas, Marta, Gloria, Susana y María habían encontrado en él al perfecto maestro de navegación. Esa noche la pasarían en el barco anclados cerca de las Cíes o vete a saber dónde, bebiendo Alvariño hasta quedar adormecidas en la bruma.
Llegué tarde al encuentro: Henry me recogió sobre la marcha saltando de un pantalán al barco en los muelles de Bouza: mostraba su magisterio sin titubeos.
“El agua aquí está más fría que en Suecia, 17 por 22 grados en esta época del año”, decía. Curiosidades. Aun así el ritual de imbuirse del espíritu de la tierra sumergiéndome en sus aguas. Lanzó un cabo y me dejé arrastrar en dirección al cabo Home. La luz de la tarde revelaba regatas aquí y allá, dos veleros de bandera portuguesa con los que navegamos a la par.
Marta se había preocupado de traer bebida y merienda con productos típicos de horno gallego, vino blanco de la tierra que animó a las mujeres y al capitán a contar anécdotas. Alguien llamó por radio. Un conocido de Henry se había quedado sin gasoil. Llegamos hasta Playa Larga, tiramos un cabo a la motora averiada y remolcamos a vela a la familia hasta puerto.
arroaces como pequeños delfines surgen
del agua dibujando, al igual que estos, surcos
de espuma y luz
La ardora nocturna explota
su plata lumínica las noches de verano en
la sal y el calor convirtiendo las figuras acuáticas
en siluetas estelares
Una gaviota cruza abanicos naranjas
Abajo le apuntan dedos de plata sonrojada
El agua fría esconde oscuridades
de la mente, que se niega a mirar
y urge al cuerpo a buscar
la orilla encendida de Vigo
Rostros verduzcos sacan sus lenguas blancas
donde, escamoteados, algunos playistas
garabatean hormigas en su arena
Se cierran los abanicos
y cobra vida el gorgoteo
de la noche remachado
de estrellas
Espárragos de Navarra en salsa, sopa de marisco y langostinos a la plancha en el restaurante que la intuición eligió. Cena de despedida. Un elegante quinqué ardía en un liviano remanso de tristeza.
Cruzar Madrid es jugar al scalextric
en un cochecito de juguete. Lluvia gorda
como la sal en la meseta, el cansancio de los ojos
siguiendo luces marchitas, desvío
en Cheste hacia casa
con las piernas encogidas
¿Ha habido realmente movimiento alguno?,
Sí, dentro, muy dentro
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