jueves, 29 de enero de 2015

The Lay of the Last Minstrel (1805, sir Walter Scott), Introduction. Translation Exercising

























Las palabras escogidas por sir Walter Scott revelan costumbres y modos de vida en las fronteras de Inglaterra y Escocia, usos que el Romanticismo del autor ensalza. Así, sus habitantes son una imagen bucólica, pastoril, o guerreros imbuidos por el espíritu caballeresco y el afán cinegético situados en escenarios poéticamente recargados. La descripción de paisaje y costumbres, tan propia de los poetas románticos, requería mayor libertad métrica, de ahí el uso del romance antiguo que también permitía el encaje del hecho narrativo sin que el poema pierda compostura. Igualmente, su flexibilidad métrica cede con facilidad a los cambios del ritmo.
 El exceso de refinamiento de la poesía moderna podría haber redundado en una falta de verosimilitud respecto a la rudeza de los tiempos a representar. La sencillez de la balada, del romance tradicional y popular encajaba mejor. El poema se pone así en boca de un antiguo juglar, el último de la raza, que, superviviente de la revolución industrial, recoge algo del refinamiento de la poesía moderna sin perder la sencillez de su modelo original. La trova sitúa los hechos, que se desarrollan en tres días y tres noches, hacia la mitad del siglo XVI.

Introduction
















The way was long, the wind was cold,
The Minstrel was infirm and old;
His wither'd cheek, and tresses gray, 
Seem'd to have known a better day;
The harp, his sole remaining joy,
Was carried by an orphan boy.
The last of all the Bards was he, 
Who sung of Border chivalry;
For, welladay! their date was fled,
His tuneful brethren all were dead; 
And he, neglected and oppress'd,
Wish'd to be with them, and at rest.
No more on prancing palfrey borne,
He caroll'd, light as lark at morn;
No longer courted and caress'd,
High placed in hall, a welcome guest, 
He pour'd, to lord and lady gay, 
The unpremeditated lay:  

Era largo el camino, era el viento frío, 
El Juglar estaba enfermo y anciano;
Su mejilla marchita, y gris la cabellera, 
Semejaban haber conocido mejores días;
El arpa, la única alegría que le quedaba, 
Era llevada por un huérfano.
Él era el último de los bardos,
Aquel que cantara a los caballeros de la frontera;
Porque, ¡qué pena!, su época se esfumó,
Todos sus hermanos de armonías habían muerto;
Y él, abandonado y angustiado, 
Deseaba estar con ellos, y en paz.
No más a lomos de un retozante palafrén, 
Canturreaba él, ligero como alondra en la mañana;
No cortejaba ya, ni acariciaba, 
Situado en alto en el salón, un huésped bienvenido, 
Vertía, a los ufanos señor y señora,
Su espontánea trova:

William Turner's Melrose Abbey






















Old times were changed, old manners gone;
A stranger filled the Stuarts' throne;
The bigots of the iron time 
Had call'd his harmless art a crime.
A wandering Harper, scorn'd and poor,
He begg'd his bread from door to door. 
And timed, to please a peasant's ear, 
The harp, a king had loved to hear. 
He pass'd where Newark's stately tower 
Looks out from Yarrow's birchen bower: 
The Minstrel gazed with wishful eye---
No humbler resting-place was nigh,
With hesitating step at last, 
The embattled portal arch he ass'd,
Whose ponderous grate and massy bar 
Had oft roll'd back the tide of war,
But never closed the iron door 
Against the desolate and poor.

Habían cambiado los viejos tiempos, marcharon los viejos modales;
Un extraño ocupó el trono de los Estuardo;
Los fanáticos de aquella época de hierro
habían calificado su inofensivo arte de crimen.
Errante Arpista, despreciado y pobre,
había mendigado el pan de puerta en puerta.
Y calibrada, por complacer los oídos de un campesino,
El arpa que un rey había amado escuchar.
Pasaba por donde la señorial torre de Newark
se eleva sobre la enramada de abedules del Yarrow:
El trovador contemplaba con ojos anhelantes---
Ni el más humilde lugar de reposo a la vista,
Con vacilante paso al fin, la asediada bóveda del portal cruzó,
La que de pesadas rejas y enorme barra
Tan a menudo había reducido a los aluviones de la guerra, 
Sin cerrar nunca la puerta de hierro
Al desolado o al pobre.

Henry Pether's Newark Castle
















The Duchess marked his weary pace, 
His timid mien, and reverend face,
And bade her page the menials tell,
That they should tend the old man well: 
For she had known adversity, 
Though born in such a high degree; 
In pride of power, in beauty's bloom, 
Had wept o'er Monmouth's bloody tomb! 
When kindness had his wants supplied, 
And the old man was gratified, 
Began to rise his minstrel pride: 
And he began to talk anon, 
Of good Earl Francis, dead and gone, 
And of Earl Walter, rest him, God! 
A braver ne'er to battle rode; 
And how full many a tale he knew, 
Of the old warriors of Buccleuch
And, would the noble Duchess deign 
To listen to an old man's strain, 
Though stiff his hand, his voice though weak, 
He thought even yet, the sooth to speak,
That, if she loved the harp to hear,
He could make music to her ear.
The humble boon was soon obtain'd;
The Aged Minstrel audience gain'd.
But, when he reach'd the room of state,
Where she, with all her ladies, sate,
Perchance he wished his boon denied:
For, when to tune his harp he tried,
His trembling hand had lost the ease,
Which marks security to please;
And scenes, long past, of joy and pain,
Came wildering o'er his aged brain---
He tried to tune his harp in vain!


Se apercibió la Duquesa de su andar cansado,
Su tímido aspecto y reverente rostro
Y ordenó a su paje encomendar a los siervos, 
Atender bien al anciano: 
Pues ella había conocido la adversidad, 
Aún si nacida de tan alto linaje; 
En la soberbia del poder, en la flor de su hermosura, 
¡Había llorado sobre la tumba ensangrentada de Monmouth!
Cuando hubo esa bondad colmado sus necesidades, 
Y el viejo quedó satisfecho, 
Empezó su orgullo de juglar a alumbrar
Y empezó a hablar de inmediato, 
Del buen Conde Francis, muerto y desaparecido, 
Y del Conde Walter, ¡Dios le tenga en paz!
Nadie nunca tan valiente a la batalla cabalgara;
Y de todos ellos sabía la historia, 
De los viejos guerreros de Buccleuch
Y, si la noble Duquesa se dignara 
A escuchar los compases de un viejo, 
Aún si rígida la mano, aún si la voz débil, 
Aún así pensaba él, la verdad en su boca,
Que si ella quería oír el arpa, 
Podía él hacer música para sus oídos.
Obtuvo pronto la humilde bendición;
El Anciano Juglar consiguió la audiencia.
Pero, al llegar a la suntuosa cámara
donde ella, con todas sus damas, se hallaba,
Por ventura deseara esa bendición negada:
Pues, al intentar afinar el arpa,
Su temblorosa mano había perdido la destreza, 
Que da la seguridad para agradar;
Y escenas de júbilo y dolor, tiempo ya olvidadas,
Se abalanzaron sobre su cerebro envejecido---
¡Trató de afinar su arpa en vano!

Pic: Ralph Hedley's The Last Minstrel



















The pitying Duchess praised its chime,
And gave him heart, and gave him time,
Till every string's according glee
Was blended into harmony.
And then, he said, he would full fain
He could recall an ancient strain,
He never thought to sing again.
It was not framed for village churls,
But for high dames and mighty carls;
He had play'd it to King Charles the Good,
When he kept court in Holyrood,
And much he wish'd yet fear'd to try
The long-forgotten melody.
Amid the strings his fingers stray'd,
And an uncertain warbling made,
And oft he shook his hoary head.
But when he caught the measure wild,
The old man raised his face, and smiled;
And lighten'd up his faded eye,
With all a poet's ecstasy!
In varying cadence, soft or strong,
He swept the sounding chords along:
The present scene, the future lot,
His toils, his wants, were all forgot:
Cold diffidence, and age's frost,
In the full tide of song were lost;
Each blank in faithless memory void,
The poet's glowing thought supplied;
And while his harp responsive rung,
'Twas thus the Latest Minstrel sung.

Compadecida la Duquesa elogió su tono,
y le alentó, y le concedió tiempo, 
hasta que el alegre acorde de cada cuerda
se combinara en armonía.
Y dijo él entonces que de muy buen grado
Podría recordar un son antiguo, 
Que nunca pensó cantaría de nuevo.
No fue compuesto para groseros aldeanos, 
sino para distinguidas damas y poderosos barones;
Lo había interpretado ante el rey Carlos el Bueno
Cuando aquel tenía su corte en Holyrood
Y mucho lo deseaba aunque temía ensayar
Aquella melodía tiempo ha olvidada.
Entre las cuerdas se extraviaban sus dedos,
que inseguro gorjeo producían,
y agitaba él con frecuencia su canosa testa.
Pero una vez halló el compás entusiasmado,
Alzó el viejo el rostro y sonrió;
Iluminando sus apagados ojos,
¡Con todo el éxtasis de un poeta!
Con variada cadencia, suave o fuerte,
Rasgaba los acordes resonantes:
La escena presente, el futuro entero,
Sus esfuerzos, sus carencias, todo olvidado:
la paralizante timidez, el hielo de la edad,
en el melodioso flujo por completo se desvanecen;
Cada lapsus en el vacío de la infiel memoria, 
Una idea del poeta lo suplía luminosa;
Y mientras ávida su arpa resonaba,
Así cantó el último de los bardos:
...

No hay comentarios:

Publicar un comentario