viernes, 6 de noviembre de 2020

Confonía (2)

Concierto para piano. Edvard Grieg 



se encendió tu obra al morir
conocimiento que de transciencia
se estira con la forma de los siglos,
un cúmulo de breves llamaradas
tu aprendizaje acelerado, rápida
radiación de mental albura, convulso
movimiento de las ideas ascendentes,
de números revisados en hazaña matemática.
  Llevaban pensamiento como hálito 
 en pequeñas cápsulas conceptuales,
música fácil que construyera memoria,
populares carismas para lugar común.
Se revolucionó de colectiva propulsión,
imaginaria necesidad, de obra menor
puliendo cada innovación con hechos.
Hay ilustres identidades, hay diáfana
atracción entre emisor y receptor

surge a veces la montaña
de la bruma más cerrada,
surge mar de la memoria,
inefable inmanencia. Surgen
truenos de infancia, el impacto
de tu propia deslealtad, quebrado
espíritu de tu propia duda. Avanzas
en la bruma hacia aquella cima
intuida, exploras maleza, espinoso
arbusto, extraña emoción, diversa
suerte de cada pensamiento. Tienes
la pasión montaraz del niño
 
me desconciertas con tus claves
animaloides, la ilógica de tu obrar,
tu emocional penuria, esa unicidad
que tu cuerpo desmiente; desbaratas
mi paranoide lógica de ataque
y defensa tras el daño hecho
con doméstico conjuro, tu piano 
de útiles caseros, tus conciertos
de rutina iluminada. Y orquestas
el irisado tono de mi risa,
los detalles de una estrella
 olvidada, su romántico guiño
 a la oscuridad que nos anda

me reinventas lugar común
donde juntar tus piezas, mi cadáver 
viejo exhumas donde juntar
tus más ambigüos lados, críticos
rostros del susto mortífero, cara A
y cara B de tu relación con las cosas,
 o seres, global animismo ancestral.
 Llamas al más allá de los detalles
compartiendo la creatividad 
que te vincula al tiempo, piensas
tu escucha estudioso del ser
en los conservatorios del alma

 siempre tuviste asistencia:
casas, paisajes, objetos, seres.
Animados, inanimados, orgánicos,
inorgánicos. Asiste a su vez tu estudio
como amor otras músicas, otra vida
enviudada de orígenes, sus piezas

 y ascienden las ideas en sus cápsulas
por otros tubos digestivos, visitan
tu campo de acción, tus recuerdos,
muestran su lista de tareas, sugieren
casos del verbo, modulaciones de voz,
jóvenes referencias mundanas 
que inocular de autenticidad, cinismo
de tantas vidas vividas. Y frunces
el ceño descreído, poeta amargo. 
Tañes las cuerdas de una guitarra
antigua, evolutivos cordófonos,
maneras de mirar en miniatura
por abrir su periférica capacidad.
 Surge de la bruma la montaña,
tu monumento a esa ascensión

somos afines, desafinamos
en un caos inconcebible,
separamos tonalidades, rompemos
partituras. En un luego, lugar común,
se rejuntan cachitos, dispersas notas,
creíamos. Exhumas mi cadáver 
en un acto de memoria creativa.
Tu influencia, gravedad planetaria,
densa masa de pensamiento estirado.
Me recompones en lúdica revisión,
estudiosa escucha, tan pensada

vas y te personas fiel 
a mi febril sentimentalismo, 
te ajustas a mi humor ubicuo
sin un ápice de heroicidad,
triunfas como asumida tradición,
siglos de una animal supervivencia
 
no hay exótico origen, sean 
tus latitudes talento orográfico, 
tu creativa topografía del alma,
los frescos de un pintor ido
que un volcán dejó a perpetuidad.
Evidencias una emoción cosida
a tu especie, línea que se hizo 
hueso, vertido verbo del vértigo 
creacional, evolutivo. Joven espíritu
del tiempo recompones formas, 
conciertas los nuevos bocetos 
de un cosmos apetecible, desapetecible,
sellas mundos viejos como irreales,
un niño especulando con burbujas
al que, de repente, ya no interesan

 me hallas verdadero, falso,
te dicta la riqueza de tu entorno
invisible el juicio, un río 
de emociones sincronizadas
que en natural apoteosis 
sólo el mar remanso le diera.
No hay núcleo: aparece,
desaparece; se mueve, no,
subatómico lirismo de tu música,
pasión montaraz del niño anciano,
el vértigo creacional que te desborda.
Me desconciertas: romántico guiño
de la oscuridad a mi estrella olvidada,
donde la inocencia, común lugar.
Te imito, amor, esa turbulencia 
del ser que incesante se estudia.
Tañes guitarra antigua: no es magia

media el quizás por atenuar
la revolución de tus giros,
tu voz magnífica llamando
voces, hermanando un sueño
que modifique formas sin fractura.
No hay secreto a la conciencia,
una emoción cosida a tu médula,
fiel a tu inmaculado origen


Sinf. n.4. Sibelius





 tratabas mi intensidad dramática
 asimilando melodías, la fácil comprensión,
tus recuerdos rejuveneciendo sinfónicos
al escucharme, amores, épocas, música.
  Sibilinas variaciones de tu poesía 
corporal desprendiendo enigmas 

los años se componían de cachitos
de conocimiento, pequeños centros
 luminosos que volvían a extraviarse.
Su música provocaba estilo, un ir
  erigiendo presente, absoluto 
acontecer de sentida humanidad.
Me tuviste chispeante brevedad,
me traspasaste de reflejos interiores,
 de significativos subrayados llamando
 al estudioso trato con la mente

obras menores a partir de lo incomprensible
  estrenaban años difíciles, el caluroso
 movimiento de lo inmoderado, sombría
 fatalidad como tema desarrollándose
en las formas. Y  te reafirmabas
como viento que adquiriera fortaleza,
las llamas de un eco terminal, te exponías. 
Acordaban las cuerdas una
de sus infinitas posibilidades, su desarrollo
 en aquel viento iniciático recapitulando
milenios de sentido, de inversa percepción,
solitaria cuerda de tu corazón

 intentabas salir de tu cuerpo
en cálidas tonalidades, buscar 
la ilusoria expresión perfecta
que siguiera la línea vibrante 
de la cuerda pulsada, la idea
que comulga destrucción y creación

el cálido movimiento alberga
la viva correspondencia, chispeante
brevedad, el brusco eco terminal

 criticas mi escucha, evidencias
tu lucha contra el desespero
 escribiendo los presentimientos vaporosos,
 probabilidades del inconsciente, ficciones
que detecten atmósferas que juzgas
ominosas. Estallábamos en los terrores 
nocturnos creyendo extirpar el miedo,
los tumores de una garganta extenuada. 
Los días escribían vidas inconstantes,
 temores que se aparecían mortecinos
como sombras cerniéndose sobre la piel.
Los días criticaban mi escucha
 dando apodos a mis gestos, despiezando
mi alma en una sinfonía de la destrucción.
Tenía hambre de siglos por llegar,
 precipitada evolución comiendo 
del hacendoso árbol de la ciencia

tintineaban tus vidriosos fragmentos
en el intento de establecer realidad,
momentáneos reflejos de quietud;
 insistías en las notas sorprendentes
 de cálido movimiento, la sinfonía 
que como amor desolado se cierne,
sin ritmo, sin melodía reconocible

ese movimiento se alargó
 informe hasta ser pensamiento,
 un caminar atmósferas de extrañeza,
un vagabundo de las almas sin refugio.
Me traspasaste de reflejos interiores

ese movimiento escribía formas
circulares que rondaran tu entorno,
 cuatro notas tintineando entre cristales:
 de tu presencia avisa un campanario.
La fatalidad como tema aporta ópticas 
a la oscuridad, donde los reflejos.
 Te uso, deslizo mi arco sobre tus cuerdas
como un solista envanecido, la peculiar
 intensidad de un momento iluminado,
 chispeante brevedad que nunca atrapas.
Defíneme, me retas, define enteridad. 
Ese movimiento regresa humanidad sentida,
un eco terminal de acordes sin cuerda

me describes atmósfera, vapor
lingüístico, región de otoño perenne,
 un pensamiento sibilino y amargo. 
Crees salir de ti como viento
que adquiriera fortaleza, motivación,
impulso de nueva partitura, el anuncio
de un rejuvenecido advenimiento, tú.
Tus guerras se mueven en ti
como inmoderados adagios
con las tonalidades del caos, vivos
llamamientos a una muerte sostenida,
allegros de la ambigüedad más pura

son tus temas giros cosmológicos,
 un torno de tensiones entre la armonía
y la estridencia, surges de una colisión 
de partículas subatómicas que aceleras
en cálidas tonalidades, tu ilusión
de movimiento creativo, la distancia 
que crees establecer con la otredad,
breve chispa de tu encarnación. 
Ese choque da los tonos de tu realidad,
perenne otoño de colores murientes
que sin embargo en tu alma fulgen.
Hay entre tú y yo un vacío
que no nos dice, recapitula milenios
de sentido, un movimiento inexistente.
Caos, orden, una coda en lucha
como movimiento básico, animal.
Asciende, desciende, series eónicas
de disonancias encadenadas, de armonía

tu pieza más sencilla se invierte 
en la visión ajustada: un aire
de quietud. Lento movimiento te da
 lugar, tiempo, apertura nueva.
Rápido orquesta el orden, una vez más,
la suntuosidad de tu barroca realidad 

breve chispa tu intervalo,
un tono dominante, melódica 
 pieza de vidrio recompuesto,
 una forma de aparente compleción
 que te reafirme viento de la diferencia,
breve inmanencia en la oscuridad:
deslizo mi arco sobre tu cuerda.
Da un fagot su aliento a mi corazón


La noche transfigurada. Arnold Schoenberg




radicalizaste tus segundos en un paso
 atónito, escribiste tu entusiasmo vital
al descubrir orígenes de la materia
en lo invisible, despedazados sonidos
que embargaban tu razón: no había
 tiempo. Reemplazabas la sensatez
en períodos irreconciliables, pasado roto 
cuyas piezas recomponías sin nostalgia.
  No aflojaste la tensión de esa cuerda
rigurosa, esa escritura hiriente, sus filos
en la metódica ruptura acerados.
Ese paso atonal como estilo 
desintegró cualquier aspecto anterior
de ti mismo, vació tu paso de espacio

 la fantasía se encordaba a tu espina
dorsal con los coros antiguos, figurabas
rostros a la noche en hipérboles emocionales, 
 personas del verbo en cada objeto, apasionadas 
tensiones en los límites del sentido,
tu respuesta a un mundo incomprensible.
Sentías un más allá armónico
de suprema sencillez, reconciliable

me obras en cada música, podas
mi exceso junto al rosal más espinado,
 invitas a la extrañeza a herrar mis pies
 tocando mi rústico gesto con el celo materno

los rostros de la noche versionan
las formas de la vigilia, cuartean
episodios matinales rehaciendo
 percepciones, reescriben la partitura 
de los sonidos que no escuchaste,
   cuerdas revisadas por una entidad
desconocida. Versionan posiciones y tempos 
curiosos, significados y olvidos, razones 
que ahora resultan absurdas. Y ríen.
Las formas se relativizan, espacios
que se reinterpretan como organismos
independientes, me obran inexpresivas, 
 desafían a mi palpitante cerebro
con una riqueza inabarcable, 
me implican en niveles de entendimiento
inasumibles, me despiezan hasta el vacío.
¿Cómo vivir la fascinación creativa 
en el ámbito de la destrucción? 
Divides tus ojos entre magnificados centros, 
flagrantes disonancias de la apariencia 
irresoluble, una virtud endiablada

trascienden los rostros su débito
terrestre como sonido impreso
en el alma del mundo, se saturan
 de cromáticas variaciones en el límite 
de lo reconocible, poemáticas tonalidades.
 Poseen peculiares armonías 
que se desestabilizan en acordes 
invertidos a la percepción, categorías
no descritas previamente, rechazos.
 Obran lo ininterpretable como existencia

concibe el despiece futuros
 acuñándose en épocas, haberes
 que te recuerden la amargura pasada, 
e ironizas social sobre su contenido.
 Prohíbes en aras de armonía, 
hasta su propio caos. La mirada
se invierte y chirrían los acordes,
 tu propio sustrato emocional.
 Deviene tu realidad inexistencia

 concibe tu originalidad arreglos
como sonoros parches de sensatez,
se revisa a sí misma en simetrías
 decorosas, frecuencias transfiguradas,
 se agitan los rostros nocturnos

has maleado todo ensayo bienintencionado
 al sentir la profundidad de tu apego,
 has convertido tu obra en piezas menores,
seccionaste el movimiento en estructuras plausibles, 
poemas de tu permanente metamorfosis 
 narrándose en bucle sus distintas apariencias

figura la noche inspiraciones 
de las que apropiarte, colectivos
 sueños que embadurnan al poeta,
 que combinan influencias irreconocibles,
  tiempos amalgamados en una frase.
Extrae el morboso jugo del vacío

es tu poema precognitivo sueño,
 presciencia indemostrable, solitaria
agonía del sueño colectivo, poema 
 bosque que la luz lunar filtra
en tu pecho como un secreto 
obscuro agitando a tu entorno.
 Es tu poema amante que se va
impregnando de extrañeza, de reflejos
 sesgados, de incomprensible tristeza 
 confesándote su inutilidad, tu apego.
Hay sensoriales interludios de aceptación,
de nueva página y graciosa indulgencia,
de límpida mirada que cerró los libros,
que desterró la rueda de las venganzas,
el dogma viejo de los miedos. Hay universos
 relucientes de armónico movimiento 
donde redescubrir tu inocencia, 
la silenciosa escala cromática sin dogmas,
un puntillismo de astros anotándose
en el pentagrama que se estira, tonal,
atonal, indiferente: se para la rueda
de afrentas y venganzas como principio 
de cambio, el movimiento se percibe
como objeto, serial, regido, igualitario,
autoritario. Trae la noche sus rostros
  descendiendo como un linaje de estrellas,
y me obras anotación melódica en el pecho, 
lejana influencia, lírico roce 

estás hecho de épicas y retratos,
 de luces vagabundas horadando
 tus noches, de luna fría quejándose
de su abandono, apasionado celo
 del poder que no tienes. Estás
hecho de rostros transfigurados 
por obra de los vientos y las cuerdas 
imprevisibles, por el movimiento 
seccionado de músicas recelosas,
de inspiraciones sin aire, de poemas
que te conocen desde los albores
 
eres poema bosque enfriándote
en tu viaje, mortal camino sin luna,
 roble que se curva infinito
como esqueleto de lo visible
pero presumes erguida espina
de tu dorso encendido, luz 
dividida entre lo creíble y
lo increíble, pecho desnudo
 a la plenitud del vacío.
Vives perpetua maternidad 
de hallazgos que malear, entrega
 temblorosa de tus brazos cicatrizados,
 y creces multidireccional de vacilación 
en vacilación, de mirada en mirada, 
oblicua, transversal, paralela, tangencial, 
opaco foco de una mente aturullada

te sigue la luna fiel
como celosa alma 
de tus pensamientos.
  Mira tu brillo sin darse cuenta
de que es el suyo en esta oscuridad.
Te envuelve un universo
que atraviesas llameante
hasta apagarte en su seno.
 Inspiras, duermes. Un niño
 en brazos de su luna,
los rostros de la noche


La Consagración de la Primavera. Ìgor Stravinsky 





una estructura consagrada a lo concreto
se dramatiza hasta su abstracción, 
puro continuum de cuadros aislados,
una existencia indiferenciada, manierista 
incoherencia desencadenándose en el ritmo
de tus pasos, timbres internos de emoción.
Tu aparente caos sigue cálculos biológicos,
  duraciones celulares de una simpleza inaccesible, 
repeticiones moleculares en episodios
de tu vida, números invisibles extraviándose
a cada hecho, estos acentos abruptos
encabalgándose como súbitos meteoritos,
social fenomenología que te dota de las piezas 
evolutivas consagración de tu camino

se adora la materia a sí misma, tierra
 melódica que temas te introduce, citas
 referenciales, memoria colectiva. Y al venir
me recuerdas mi genealogía como un monte
por mis ancestros poblado, la noche más fría,
 preludios impostados sobre mi ladera defectiva,
mi relación con el mundo cuarteada.
 Danzan abducidos por el frío exorcista. 
Ya no combaten, no se resisten, abrazan
el invierno como reverso de mismidad,
 primitivos, salvajes, rítmicos. De su música 
el misterio, las marcas de un misticismo
olvidado, las víctimas y los verdugos
de un nuevo ciclo, estos acentos abruptos
como espíritu de esa evocación ancestral

 vienes y bailas sin escuchar mi silencio
como tremenda doncella del sacrificio, 
rítmico ostinato de la selección natural.
Tu entera desnudez es drama evolutivo,
 idea afluyente y su alarmante primitivismo. 
Impresionas mi alma con tu polirritmia
cardiaca, tu abrupta métrica, tus señales
corpóreas contradiciendo tus palabras,
 el sonoro brillo de tus ojos. A ti
me unen precipitándome en la escucha,
la vaga sensación de inquietud politonal,
 motivos absurdos, opuestos infranqueables, 
 evidencias disonantes, formas rígidas
como líneas que al infinito trazaras.
Y no coincidimos sino en vertical 
intemperancia, horizontal disputa 
de fiero diatonismo, una polaridad 
enervante que, sin embargo, nos une.
Impera tu forma. En el monte nocturno,
en la noche más fría, se decolora

lumínico disco me dice tu estela,
tu astral sonido. En ti se columpia
con mundana inteligencia, uno más 
en su amor por la armonía, 
esa ecuación emocional cuyo sujeto 
es objeto, esa simpleza del ser 
inaccesible, indescifrable incógnita.
Eres mundo orquestándome 

primaveral me consagraste 
de certeza,  rompiste mi lugar 
en el mundo, agradable vértigo
sin idea de fondo, sin obstáculo 
emocional, auténtica deformación
de los supuestos vitales, ceguera.
Hasta el delirio de la sospecha

molecular episodio de lo fugaz 
 con su coro de arabescos espirituales,
su estridente flauta de perdición,
 la trompeta obsesiva de lo macabro
 preparando bocetos de sacralidad

 tenías piedras antiguas, sacrificiales,
que no te pertenecían, piezas del tiempo
 concebidas antes de ti, sus derivaciones
en el tuyo provocando fricción, errores
necesarios. Su diálogo era vida, tu coreografía 
 imaginada, tu memoria genial, tu ignorancia.
 Mostrabas elementales convencimientos
 como pilares de existencia, una imaginación 
ordinaria objetivándose en tus gestos,
banal erotismo de las cosas como forma.
  Te aventurabas en lecturas imprecisas
 interpretando coreografías mentales
sin contar con la letra, sin mas compás 
que la música de tu corazón. Dividías
 conceptos, decidías voces y números,
  formas del humo en su elevación

tu sacrificial presencia es un ancestro
 llamado por los acordes colectivos,
su desasosiego arítmico, una culminación 
 percutida por el miedo masivo, un papel
asignado en la aceleración del tiempo 
por el pánico repentino, tu ladera defectiva.
 Pero vuelves a escalar aun si disonante 

 escribías tu jornada como memoria:
recreas. De puntillas pasas sobre el barro
 congregando fantasmas, impresiones 
modificadas, parecidos útiles. Son pájaros
marcando tu rutina, compases desbordándose
de un cerebro hiperactivo, risas, abucheos,
  deserciones, la protesta furiosa del silencio.
 El grito es la escucha de tu delirio,
 verbal violencia de una degeneración,
una física emocional de la ecuación 
irresoluble. Apagas la luz de las cosas
en los lugares más insospechados, 
y atenuas esa descomposición, 
despacio te abandonas a la sordina
de un llanto silencioso, sin público. 
Primaveral me consagraste partitura 
de lo bello, tiempo de arte innovador,
  danza orgánica de mi primitivismo. 
Me definías con tus vísceras encendidas
 añadiendo místicas gotas en mi vasija
sensorial, y escribí mi muerte. Paso
de puntillas sobre el barro más romántico
siguiendo las notas de una flauta infernal.
  Clarinete a veces, oboe discordante otras,
 tu dulzura de fagot, su contrapunto,
   pragmáticas tubas, el trombón más profundo,
timbres internos de una emoción acallada.
Mi orquestal volumen se expande hasta 
su propia disolución, y me consagras

se adora la tierra a sí misma
y tema me introduce existencia.
 Incontables referencias extraen
  detalles de ti haciendo melodías 
 llamativas, registran tus formas
agudizando percepción. Timbre e
 instrumento tumulto se confunden
 hasta el choque más burlesco,
el hallazgo de una ausencia dolorosa.
Y el tema evoluciona, puntea 
en tu pecho como pájaro carpintero,
como sonoro viento trepidante
acompasando a tus piernas, brotes
de ira confluyendo armonía, nimios
 episodios, trascendencia en pasaje
oscuro. Belleza captas en esta danza
 imprecisa de los números y agorera. Sí,
primavera me consagras con tus ojos
y en el río me bañas de tus voces
 graves, de tus equivalencias mentales,
agudos indivisibles, invertida
ejecución de mis propios acordes,
  séptimas reiterantes sobre mi pecho,
 violento intercalado de tus cuerdas
más vibrantes. Sí, puntos me dibujas
cardinales para tu viento de regreso,
quitas y a mi rostro acentos pones,
 síncopas al compás de mis manos,
 pasaje oscuro, hecho nimio que crees
no ver, periodos que ahora piensas,
compases escondidos, este ballet
de la completa enajenación 

ráptame de nuevo con tus juegos
del aprecio y el desprecio, tu tímbrica 
cambiante, calma, agitada, contraste con
 o sin transición, dilúyeme en tu escucha
mientras primaveral me consagras

tus crescendos me aceleran 
repentinos episodios de muerte,
etérea suspensión sonando
 politonal en otro mundo de irisadas 
nebulosas hecho, sin identidad.
Adquieren tus acordes la energía
de una pausa celestial, me contraes,
me dilatas como cercana estrella

 se dividen los episodios
 en pequeñas percepciones
que melódicas giran, paréntesis 
engarzados como cadenilla
de emociones transeúntes, líricas
ondas de vida para otro,
otros juegos de la dualidad 

percibes mis episodios
como ritual biológico, 
sonoridad de fondo, subsónico
trémolo ostinato de mis cuerdas,
bendita elección

tu misterio es un comienzo
encantado, evocadora voz
del caos primigenio, primera
célula reconocible, ancestros.
 Danzas en mí sin forma 
quebrando toda lógica,
mágica cortejando sabiduría

divides sí mis episodios
como fruta madura a la mesa,
por mi frente en procesión 
pasan consagrados, queridos
sabios del invierno, anciano
 y solemne niño de la nada

se adora la tierra
preservando tu amor,
dance tu pasión santificada
por el volcánico magma
 de tus entrañas, fundido
episodio de tus cuerdas

adora la tierra tu fondo
inescrutable de engarzadas
emociones timbrando agudas
como hacendosas hormigas,
rocosos timbales su gravedad,
dance tu pecho marino fondo


Concierto de los ángeles. Paul Hindemith 




último en tu movimiento,
la total creación se une
escénica en su expansión
 climática, wagneriana ópera.
Basas tu idoneidad 
 en el asalto a lo grotesco,
 enfrentas tus elecciones 
con humano rostro 
en tu eremita santidad.
Es explosión tu movimiento
batiéndose en los cielos
con el terroso viento,
canto antiguo, majestad 

ve, escucha el viento
que de cerca te visita,
aprende su idioma más
insoportable como amante
a la materia herrado,
una huella avistada en el aire,
un sonido sin autoría aparente,
su emanación más clandestina.
Ve y dura en los minutos,
clarea entre las ramas espesas,
lejana campanada oye

movimiento ínfimo
la vívida grosería
de lo extraño, un retablo 
de miedos inconfesables
cerrando tu escena.
Abres la ventana
e inquieto niño se cuela 
buscando asilo, el aire
calmo de tu hermetismo.
Ilumina su llama
la ventosa ermita, brilla
un sol ascendente 
que cruza el paisaje 
de acordes mayores, 
tu antigua versión
 del mundo. Y cantan
los números sobre la mesa
emulando colores, salpicando
al viento sus sonidos, evocando
alígeros insectos, edénicos.
Hay pájaros como corcheas 
entre las flores, armonías
que tu viento distorsiona

sobre esta mesa papel
y dígitos me cuestionan,
religiosa mantis devora
mi cabeza en la ópera
total, y condenado pinto
 mi propia ficción. Verdea
la vida a mi alrededor, guerra
incesante de incomprensible
amor, perpetua sublevación
de las formas en que sucumbo,
siervo
y amo de los violentos giros que renombran a las cosas con ciega justicia. Sucumbo,
sí,
 a los ejércitos del interés más pacato, a la sugerencia en poder bañada

sobre tu mesa letras
interminables como hormigas
acaparando pan, migajas
de realidad filtradas 
por los colores elementales.
Armas tu piel de costra
prohibitiva, de voces
informes, drásticas alegaciones,
 infecto cuerpo de una mente
desquiciada. Ruge el viento
insinuando escena nueva,
la poda natural de tu desgaste.
Religiosa
mantis rompe tu tronco, generosa gradación, sin cortar lazo alguno 

se ladea tu odio
en amorosa oblicuidad,
sofisticado desprecio intelectual,
jardín privado de mantis
y de hormigas bulliciosas;
te expresas, saboreas
sobre la mesa tu libre
albedrío hasta la amargura,
 la más destructiva soledad.
Y se abre de nuevo el campo
de las probabilidades, un huerto
de experimentales hortalizas.
  Denuncias mis rarezas
aprendiendo lo que enseñas,
tus deseos reprimidos
 purgándose en lar doméstico.
Creíste cortar lazos,
religioso ritual, liberarte
 de una carga, producir
espacio nuevo, distinto
tiempo. Difícil suprimir
lo que Es. Sobre tu mesa
la magnífica disonancia
de la forma y su origen
verdadero, sin distancia. 
Eres disidente temeroso
al que persigue su sombra,
tan elaborada, tan real.
Eres un artista de las formas
ahuecándose hasta el humor,
una decadencia categorizada
por las filosofías de una moda,
una insignia entre políticos
 
movimiento último, mesa
que amoroso limpias 
de restos mentales, basas
tu idoneidad en migajas
decorativas, y en grotesca 
tumba me entierras.
Clavaste a mi tronco
tu no enfrentada culpa,
absoluta ópera de tu arte,
escénica 
evolución de tu fractura representándose hilera interminable de formas
 
así escribes tu historia,
volteada mesa vagabunda
de mares y continentes.
Inspírame intrahistoria,
déjame pintar altares
de gloria personalizada,
abadías de buenas intenciones
que pongan en fila a las hormigas.
Verdea a mi alrededor la vida,
brota fresca en mi huerto la hortaliza
y el viento ruge su feroz alarma.
A la mesa, viejos pensadores
ríen entre chanzas alborotados
silogismos, números saltarines.
Ciega justicia corretea 
por el jardín, perturbado 
niño de la abundancia
y la carencia. Un castillo
 estalla de mentales artificios,
verde vida a mi alrededor,
 bosque soñando a sus criaturas
que a los árboles sus miedos 
confiesan, alimentan sus raíces,
santificada evolución creativa


Bright Side Life.
Pat Metheny, Jaco Pastorious, Bob Moses




mezclé sonoridades urbanas
 que me aportaron lo evidente,
certezas sin misterio, asfixiante
oscuridad que no dejaba ver
mi propio sueño. Surgían formas
desafinadas tratando la misma variación,
complicando la original sencillez
del tema: madre e hijo, tierra y especie.
Había que ir más allá de lo que crees
tu secreto recuerdo, un viaje más allá
de lo que crees tu nacimiento, volver
a lo que llamas muerte. Y descubrir
que sigues vivo. Entre acordes infinitos
curioseaste la mente como algo ajeno
a ti, luz visible hasta su invisibilidad.
El tema de esta jornada va profundizando
anécdota tras anécdota en deliciosos giros,
los brillos inesperados, terror súbito, 
un rosario de cuentas pendientes
que el no-pensamiento en luz
 transmuta. Se quiebra a veces
la melódica línea en los eléctricos
cortes nervosos, tensional subida,
desplome de corriente, en un punto,
en todo el sistema galáctico, neutrino
borracho venido de un desconocido
antineutrino, tu vecino, tu hermano,
pareja, orden mundial...Te levantas.
 Tratas de escribir la melodía
 de este sueño: ya está escrita. 
Con maestría ejecutas el asfaltado
de tus rutas. Al lado, rústicos caminos
surgen infinitos, mala hierba en las grietas 
del asfalto que la lluvia riega. Oyes
 el superfluo nivel de lo dinámico,
de lo que llamas vida, celebras divertido 
 la habilidosa gracia de cada animal,
evocas el fuego originario. Te sigue
criando la visión concedida, das
paso a nuevas versiones del tema,
nuevos matices de forma, mejorada
sonoridad, un giro de apariencia
novedosa. Y a cada regalo deberás
su dorado broche, su mito afectivo,
un sonido propio en la polifonía,
el reflejo más preciso de tu genialidad

la vida es una artista del compendio,
una organizadora de eventos, de riesgo
decreciente aprovechando hasta el último
aliento, es fundamento de nueva vida.
Ocurren el querer y su desavenencia,
 hasta mirar en círculo, desalinear astros
para nuevos alineamientos, ocurrir entre 
ocurrencias como si nunca hubieras ocurrido,
quebrar la regla, su certidumbre, suceder
incauto en la engañosa juventud reciba
madre su agua bautismal. Maduras
en la deposición del engaño superfluo,
 e invitas a lejanas entidades a tu jardín.
Momentos, impulsos, frágil dignidad,
 albores de nueva ruta, un saber
que solo el silencio transfiere. Espera,
desespera, se alinean planetas, familiares,
exóticos, intuidos, caóticos, se obstina
la vida en tu cuenta, el fruto sin riesgo

me cuesta volver a escuchar 
la melódica línea tras cada giro;
sin renegar de lo dado, lo recibido,
del brillo de la estrella lejana
que cuando vas ya no está. Es 
tu realidad el brillo sin masa,
 recuerdo que iluminas. Y vas más allá,
prohibido espacio de lo desconocido,
su vértigo obstruyendo el aire,
 desestructurando lo conocido, 
liberándote del control compulsivo,
entregando lo que crees que sabes
a su origen. Cambia el ritmo latente,
no cambia la pulsión que lo genera,
aventura lo dinámico matices nuevos,
escénicos retoques de la mundana música
sin desmerecer lo ya vivido. Vuelve
a elevarse la frecuencia tras haber estado
atado a tierra, vuelves a soñar jardín

me hablas de astros remontados, 
de la magia como física sincronía,
de los desastres como impulso doloroso, 
de universos por descubrir. Me conoces
desde siempre, ves mi estrella cada noche
persistiendo al amanecer y, sin embargo,
ya no estoy ahí. Qué estas escuchando.
Con maestría ejecutas nuevos pasos,
trillados caminos que abandonas,
volver a aquella santa inmanencia,
a andar jardín como alado niño
 
tratas de escribir la melodía
de aquel sueño, dar tu ejercicio
infantil como partículas de una onda
sincronizada que intemporal avatar 
lanzara al cosmos, armonías 
evolucionadas que transformen
 la materia en sueño renovado:
 reinas por un instante, se hace
liviana la piedra en un suspiro,
fulge la estrella que ya no está.
Grabado en salina piedra está
 tu amor, dulzura de profunda
 dualidad, los alegres arpegios
 que salpican este traste de estrellas












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