jueves, 21 de octubre de 2021

SINFONÍA DE LOS AVATARES

Martín Luther King




tu fin es una afirmación,
y me usas para justificar
tu sensorial error, soy medio 
en cualquier caso de este choque
de contrarios, un pensamiento
más del infinito, pez del abundante
océano que crees poder controlar.
Predicas tu siempre
en la más violenta tempestad,
práctica pureza de la idea
en galáctico torbellino, 
en roca milenaria que aún así
cincelan el viento y el agua
para una forma nueva. 
Sí, te uso para justificar
mi error pétreo, este monumento
a lo efímero. Tu fin es una negación 
que te persigue con millones de rostros 
acechantes de los que angustiado 
te separas: te crees especial, distinto, 
autónomo, te crees causa, y luego su efecto, 
un ente separado de la realidad que observa, 
sujeto que mide su objeto con científica 
asepsia, filósofo que tira el cubilete
del mundo con el número acertado,
político que ondea masas 
como pequeñas banderas de trapo,
actor genial de ilusorias audiencias, 
iluso receptor al que alimentan 
su aceptada carencia de amor

  el fin que perseguimos te deja 
claro ante el caos, meta tras meta, 
alcance tras alcance evolutivo,
 la justa afirmación, y sin embargo
 un todavía. Soy sacrificable medio,
 y sin embargo, no me resigno

parar a los reyes como justo sino 
de lo dispensable, tu origen es 
en sí reino, un significado sin error. 
Te vengas de ti mismo por la ley
que te diste, te defiendes de ti mismo 
ante el espejo en tu simétrica dualidad,
 violento te debilitas en la espiral arbórea 
hasta devenir raíz, hambrienta lombriz, 
alucinógeno hongo, crisálida, rama 
desnuda, de nuevo pájaro. Engendras 
encíclicas salvacionistas que, de nuevo, 
te separan del todo, dividen, de nuevo, 
vida y muerte con groseros grosores. 
Buscas incesante lo otro, y no hay otro. 
Un lugar, una persona, un tiempo, 
el origen de la materia, y eres lugar, 
persona, tiempo, origen. Matas 
en nombre de la abundancia, 
de un mal externo, de un número, 
de la causa imaginada, de una otredad, 
visible, invisible. Te debilitas, desciendes,
 crees morir, resucitas: un guión 
tan antiguo como el espacio, como tú, 
querido tiempo. Se multiplica tu saber 
hasta el absurdo fractal mientras va 
creciendo el árbol en tus narices,
 filamentosa mucosidad nasal 
que obstruye el aire. Cuidas tu productiva 
mentira, tan rentable, tan ajena a la verdad, 
esa que crees esconder en un rincón 
oculto de lo que llamas tu mente, 
una pequeña estantería en el cuarto 
de los huéspedes. Parar a tu ambicioso rey, 
ese glotón de materia que por ella mata, 
castra, silencia bajo la máscara 
de una ética fabricada para él. Eres tú, 
querida reina que creyó haber perdido
 su reino. Eres tú, querida y ruidosa voz 
de la conciencia que aún se confunde
 con lo que ve. Sigues añadiendo puntitos 
de atención en la oscuridad, profunda 
noche del alma pintando soles 
como estrellas, luz y sombra 
en tu cuadro escindido.
Una veladura de amor lo cubre, 
pero no lo puedes ver: esa fue
 tu elección, ese tu dolor. 
Y te anestesias

cada foto mental una neurona 
que chisposa se enciende, tú 
que eres rey y reina de tu tiempo, 
el espacio como emoción trascendente
 que agita tu ser: has detenido, 
eternidad, microsegundo, la percepción, 
estás en todo

carteas a estrellas que te responden
 con tiempo, bendita luz extinta 
desobedeciendo a tu razón.  
Se va civilizando tu ira, sacrificable
 medio de la evolución, pacífico 
índice entre razas, especies, categorías. 
Justo, injusto: indiferente. Eres 
el instigador del cambio, afirmación,
 negación ondulantes, acción irracional 
que razonar, materia que redimir 
de su grosor, violenta desesperación 
del sinsentido. Me afirmas, me niegas, 
mar calmo, encrespado, un glosario
 de etiquetas en esquizofrénicos vaivenes, 
profunda sima entre lo vivo y lo muerto, 
tu propia escisión, tu dolor​
 
te escribes esperas infructuosas, 
significados imposibles, un siempre, 
un nunca desobediente a tu realidad 
generando verbo, signos recolocados 
que alivien tu angustia, leyes con barrocos
 ornamentos, rococó giro, poética justicia. 
Estás creciendo 

sobre los hombros de un gigante guerreas
 la ilusión caduca, aquel rey decrépito 
que te traicionó, la erótica reina 
de los sentidos. Redefines realidad. 
Y levantas monumentos, nuevos bustos 
como mojones del camino. Fluctúa 
la energía, tu poder creativo se democratiza,
 libélulas infinitas en la noche. 
Hasta empobrecer tú mismo, olvidadizo, 
complacido, tu propia obra. Militas 
el entonces con animaloide utilidad, 
una nada asfixiante, una lucha
 absurda, eres medio sacrificable, 
productiva espalda, obediente flujo

con impersonales muchedumbres te carteas 
mientras marchas hacia la última síntesis, 
cómoda, sencilla, en el cero diluyéndose

te incluye la bondad en esa disolución: 
salvó tus relaciones para un banquete
 celestial, ineludible cita sin palabras. Es 
la demora toma de conciencia, tu tiempo,
 el amor que se te dió 

tu fin vida, reinado efímero, electrón 
desapareado en tu radicalidad,
 violento chisporroteo de un poder 
que desconoces. Te me amotinas
en un vacío ineficaz como algo 
ajeno a la naturaleza, a tí mismo. 
Te me llenas de moral, de una fe parcial,
 te ofendes como niño destetado, 
y expandes tu ruidoso miedo, estiras, 
retuerces números, fabricas enfermedades
 y su antídoto en jugosos negocios,
 un balancín de guerras y paces, 
causas y efectos que justifiquen 
el paradigma consensuado

llega carta de una estrella extinta, 
su luz en mis pupilas susurrándome nanas,
 escribes tiempo en el pentagrama 
de un alma que no te pertenece, 
pero en tí se manifiesta. 
Se ha fragmentado el rey hacia infinito, 
carece de género la reina, devino 
inútil todo sacrificio, desvanécese 
toda letra en el espacio, se hace 
la carta inefable océano vibracional


Kalki



te traicionas a menudo calcando
imágenes, últimas encarnaciones 
de presunto azar jugando
 con el tiempo; en ríos 
te purificas de fieles infestados, 
en libros repletos de calcomanías

termíname, beligerante hermana,
 hasta el último filamento,
 prende mi olivo con tu incienso, 
termina tu calco de deidad antigua, 
desciende, una vez más, 
por mi tronco a dar sentido 
a mis sentidos, e indícame
lo tangible de tu persona 
que trasciende el mundo

te sigo, hermano, como calco 
 purificado de un final anunciado, 
este juego de las eras cosmológicas 
como puzles de espacio, cubos 
polidimensionales que, divertido, 
recolocas: te veo caminar en la noche 
con ánfora de agua rebosante. 
Ángel, demonio, esa mente escindida 
entre el día y la noche, su éxtasis,
 su tormento; ese giro inefable 
que te atrapa. Hay un caballo
 salvaje de afiladas crines
 junto a mi fuente. Brota aquí 
 un agua helada de glaciar antiguo,
 restaura ese frío el equilibrio aún 
 el polvo que cae de mi bolsillo. 
Calco de nuevo imágenes celestiales, 
subterráneas, ctónicas, arbóreas, 
fotovoltaicas tras un ápice de Verdad, 
hambriento vagabundo estelar, microbiano, 
polvoriento. Y corren mis hijas valles 
y colinas por engendrar nuevas plantas, 
 de luna nostálgicas, de sol lujuriosas

me conoces desde pasadas existencias,
 y aún requieres mi presencia, 
esta cita con el tiempo

eres texto enumerando avatares,
poeta de los números que encarnan,
una tabla de mandamientos 
que se quiebran hasta el cero.
Eres pureza originaria citándose
en la materia, presencia de un tú
disolviéndose en un yo, ese él
que te incomoda; de un vosotros
en un nosotros diluyéndose,
ellos, por los que percibes 
movimiento

eres verbo surgiendo del vacío,
palabra corchea sin etimología 
que, copiosa, se va multiplicando
tiempo, río infestado de amantes
criaturas fluyendo por tu mente,
la criba brutal de los fenómenos
planetarios, metáfora de creación y
destrucción: en un soplo se desvanece


Francis Bacon




 semejas movimiento, ciencia del tiempo,
e implicaciones reconduces ladeando
lo especulactivo, una física de la separación,
la progresiva medicina de los datos, 
esta astronomía de los cuerpos organizados,
esta biología que aparta lo inorgánico,
la atomización del saber hasta el vacío,
donde rancias metafísicas vocean.
Satélite brazo experimenta por ti
para enunciar nuevos límites,
esta escolástica del bocado frutal,
la verificación necesaria fiel
a tu ancestral elección, carnal,
hambrienta, apenas controlable.
 Soy el engendro de aquella escisión,
soy ardiente naturaleza pensándose
ininteligible, un número especializado,
la tentación de una egolatría suprema,
este discurso al silencio abocado 

rompiste método, efectos agotados,
divinos apogeos. Oteas lejanías, vuelcas
tu mental instrumento por laderas
de cimas recién avistadas. Has consumado
devastadores combates con la lógica
imperante, hollado tierra con tus círculos 
mentales, has herido tu propia obsolescencia
con la afilada duda de una razón temeraria

 adquiriste, hermana, la aparente autonomía
cognitiva, centro difusor de un nuevo proceso
experiencial, criterio de ruta histórica, modo,
 hermano, de nueva moda, validación moral 
de tus precisas matemáticas. Yo, lerdo,
aplaudo maravillado estos asombros cosmológicos
cuando, torpe aún, consigo sentarme en los anillos
de Saturno. A veces, despavorido, descansan mis nalgas
 en algún punto indefinido de infinita masa concentrada,
sin razón, sin cuerpo definible, una suerte de sonrisa

 me colocaste experiencia personalizada
en procesos de tiempo rellenando espacios,
esta tarta creativa de pisos innumerables;
voz me diste que impone criterios, determina
objetos verosímiles, las paredes de mi casa.
En el espejo me investigo, que al mirar,
se deforma, ligera filosofía del marco
 se escapa, rebelde, lúdica, y se oyen
por los pasillos lejanas risas, tiernas,
estridentes, pequeñas teogonías domésticas,
teatrales, cómicas, trágicas. Oscila mi ciencia
funambulista sobre un trapecio de predicciones,
fórmulas, silogismos, antítesis, conclusiones
danzan convulsas en mi pecho herido.
No ceja por ello una aspiración atemporal
de aguzarse como helado viento, de aguijar
a las pobres neuronas con rayos y sismos,
el necesario tacto de las cosas, nuevo método,
la síntesis más lozana saliendo de su concha,
afrodisíaca perla del conocimiento, tu derecho
a saber más allá de tus vínculos, tu futuro
   
y aún así eres inmanencia, origen
mismo, desmemoria voceando terrosa
por los caminos, pidiendo en las formas
su extraviada trascendencia; ves género
escindido en el espejo, desterrada especie 
en granito de arena, inconsolable soledad 
de un cuerpo que marchita. Rabia, rabia,
decía el aedo de mundo intoxicado
delante de su agujero negro. Acá, terrenal 
sillón, políticos, actores, locutores, rockeros,
popes de la ciencia y de la religión, literatos,
 vendedores de fármacos, de tecnología y hostias
consagradas entretienen por igual con sus grandes
 pantallas cavernícolas, sus alfombras voladoras
por las que acuden a desplegar sus coloridas colas,
a dar vueltecitas en sus puertas giratorias.
Y nos sentamos en la cueva a ver el espectáculo
(unos chorizos con traje y corbata van
 a urbanizarla por buen pellizquito). Voy 
dando tumbos patizambo por esta senda
de opiáceos legales, ilegales, su negocio,
la distorsión de esas miradas 
que no me pertenecen

cantos rodados, cachitos de tu yo,
ruedan pendiente abajo, amorosos
pedazos de saber milenario,
 prediluvianas criaturas que aún
 respiran en el embrión humano.
Ponen en guardia a cada una de tus células,
asociada prensa de gratuita información.
Venían de tan lejos, ese esperma
galáctico en óvulos estelares.
¿Es la materia madre? ¿Es la información
padre? ¿Se alternan los roles? ¿Qué o quién
los asignó? ¿Son reales? ¿Por qué?
Quedó la hetaira apartada del ritual
en los templos mesopotámicos,
se defiende el matriarcado en Lesbos,
llegaron los indoarios con su padrecito, 
te echaron del templo los hijos de Sem.
 Estudias fenómenos siendo tú misma
fenomenología inobservada, perpetuo
 hallazgo a cada obstáculo que propones,
esa razón que se autoclasifica adecuándose
a cada contingencia, maravillado biólogo
de otredad que al mirar sin darse cuenta 
se transforma. Y es lo otro quien le avisa.
Sólo queda el propio misterio, tu origen.
 Clasifícame una vez más, califícame
desde tu nuevo pedestal ontológico,
te dé esa leve referencia de seguridad
temporal, esa frágil ubicación espacial.
Lo aprendiste en tu camada, el roce
invisible de los juicios petrificados
por la historia, la adaptación de tus células
al devenir de tu entorno, tus pisadas
dejando huellas por los caminos.
Por allí escapa tu verdad como ciencia
de revelaciones apenas susurradas.
Y te va conociendo la materia,
tu propio espíritu magnificado
 
desconozco, mi relación con el todo 
limité, práctica supervivencia 
que accionó a la instrumental criatura, 
los sentidos necesarios por descubrir 
la rama verde, el rosado fruto,
velar por el tronco, revelar
lo que ellos mismos ocultan de raíz

eres miembro de la realeza estelar,
naturaleza que a cada hálito se piensa,
ahora y en todo momento, corpóreo,
incorpóreo, un embajador del tiempo.
 Mueres padre de una herencia significativa,
naces hijo consagrado de raíces y lodo,
reina de todo espacio por roturar, monarca
de tus excesos y carencias, de tus umbrales
de dolor y sus perlas elijadas, tu reino
de promesas imposibles de cumplir,
ese anhelo que te impulsa. Y mueres
madre de la tierra fértil. Bárbaros
cultivos ensayas, innecesarios barbechos,
clonaciones absurdas, bancarrotas del alma,
las increíbles expediciones de tu espíritu
sin más perspectiva que los hielos mundanos
 
reconcíliame con mi sombra, tú 
que me explicas cómo es el mundo,
combate la rigidez de mis hábitos 
de pensamiento, la vena escolástica
 que obstruye mi sanguineo fluido
accionando los miedos y su violenta
respuesta, la que fracturó mi alma.
  Deja que la onda adecuada impregne
mi esófago, vibre mi estómago
con los neutrinos de Andrómeda  
que en ti han danzado desde siempre.
Desintoxícame que de nuevo me intoxique
con la planta exótica, la sonrisa deslumbrante
de un estambre enardecido, fragante estigma,
esta danza amoral de androceos y gineceos 
perpetuando especies, desestimando otras.
 Déjame ser artificial, déjame ser concreto,
metódico, caótico, concepto, aire, veneno,
antídoto, cayado y varita mágica 
de mis rebaños mentales, átomo,
vacío. Déjame heredar lo que tu razón
 olvidó tras la primera célula, materia
oscura que me contradice, el átomo
eterno de Demócrito alzando su copa
en un excelso huerto de frutales.
Brindan Bohm y Einstein complacidos

   provienes de un esqueje sideral,
hacendosa rama elegiste, afortunada,
un cachito de privilegiado tiempo,
de un saber exponencial aplicándose
 sobre la materia riguroso, materia
 que estiras como harinosa masa
 en el festín hasta la transparencia.
Es la intriga del nuevo vástago
estímulo a la rama, distancia 
necesaria, el árbol intuido
 
sucédeme conversión extraordinaria,
una proficiencia del alma que aprende
sabiéndose veterana, ese parlamento 
creativo que acaba imponiendo
su gracia, la confianza restaurada
 asignando nuevos nombres a tu relación
con tu tiempo. Sucédeme en este ministerio
de la sinrazón que nimba tu rostro,
responsable tan solo de tu luz,
tu privilegiada prerrogativa.
¿Acaso crees que sé algo que tú no sabes?
¿Crees que oculto algo oscuro?
¿En mi vesícula tal vez? ¿En mi pecho?
¿Son mis genitales freudiana amenaza?
¿Quizás estas manos tan obedientes?
¿Anidan tus células en un limbo secreto?
 Despierta tu realeza el abestiado recelo
del que se aferra a sus tenencias,
faraónicos dueños de una tierra,
 de pequeños reinos familiares
por el que pululan los cuerpos 
como gallinas descabezadas,
gestores deformados de tu tiempo

leíste mi bondad como estupidez,
mi amor a la vida como ignorancia,
mi silencio como cobardía, mi pasión
como abestiada posesividad, mi dolor 
como renuncia, la ajustada respuesta
del cosmos corrigiendo mis lecturas.
¿Lo aceptas? ¿No? ¿Endurecerás tu regreso
enquistándolo? ¿Reconocerás tu siembra
como viajero del tiempo responsable?
¿Sobrevivirá tu cuerpo el envite brutal?
Esa homeostasis necesaria por desdecir
la segunda ley de la termodinámica:
 irreversibilidad del tiempo, una entropía
desdibujada, una mecánica estadística
desestimada, una biología contradicha
por el propio milagro de la vida.
¿Lograrás vencer el miedo de semajante
contradicción entre las leyes que te diste?
¿Crees te tranquilizará la ecuación de Dios?
Maravilloso proceso de tu expansión
exotérica, no olvides tu jardín, madre.
Implícame en el monopolio de tu cuidado,
de tu natural dignidad sin reyes ni dueños,
de tu civismo interplanetario, de tus bienes
que no producen sino equilibrio, admisible
entropía en la que danzan libélulas,
vida más allá de mi vida, madre.
Me consagraste, padre, con tu dolor
oculto, con todos los aromas de la vida,
con tu vino excelso supurando de la tierra
hasta experienciar su raíz más profunda,
mi propio perdón tras el envite brutal
 
opongo nueva lógica, maestro,
una escolástica del ahora, una patada
a lo que crees saber, tu lógica anclada
en inductivas rigideces, binarias
dialécticas que en sopita cuántica
se disuelven entre los fideos, hipótesis
interesadas de una Historia incorregible
mientras me afeito en el espejo. Me descaro
ante tus dioses fosilizados en tronos 
y templos a ambos lados de su falsa
dualidad. Aroma excelso me invade,
se hinchan los pulmones, cada bronquio 
un protón danzarín, y caen mis dientes 
de pasión pura. Rabia el corazón 
en su materno apego. Por más que alargo 
mi perceptivo brazo no alcanzo el fruto 
de la dorada rama al fondo del jardín. 
Brama salvaje el ciervo al acoso de los lobos.
Elementos que portáis el conocimiento 
que interfiero, contaminadme de vuestra ciencia
atemporal, usadme de conducto inductivo,
dadme vuestra escolástica estacional
aquí en la tierra, desembocadme números
universales entre los espíritus del rocío,
la experiencia fidedigna a la sustancia
relatándose en las cosas, la duda peregrina
que incita a la imaginación más subversiva,
bases, columnas, capiteles de nuevos fenómenos
sintomáticos, las palabras concretas de una fe
renovada en el terreno que estoy pisando,
la inestabilidad de los péndulos históricos
corrigiendo los errores colectivos.
Atácame de galáctica trascendencia
revertiendo mi posición espacial,
mi relativa temporalidad, dogma erige
nuevo entre los arbustos del jardin

es la cosa pequeña gigante cotidiano,
una revelación lumínica infrarroja,
 naturaleza desreglada, protón danzarín
y caprichoso produciendo súbitas
 razones en campos de palabras,
santa fuerza de las fuerzas de partida

es tu relación sistema indeleble
de adimensional naturaleza, 
puntual concreción en una forma, 
otra, un aspecto, otro, un nivel, 
otro: nunca te moviste de sitio,
solo varió la apariencia
de tu inseparabilidad; nunca
pasó un segundo: sigues 
contemplando tu interior 
manifestado, tus más profundas
creencias. Es tu relación sistema
irreductible a fórmula, a silogismo
alguno, ni al poema más hermoso,
ni al mas santificado o maldito
de los libros, papiro, manuscrito.
Estás marcado por tu naturaleza
cognitiva, tu arduo y lento retorno
de concreción en concreción,
de división en división clasificando
fantasmas, esferas, panteones, límites 
del saber, objetivos objetivables
 
eres naturaleza incidida, divino rayo,
idioplasma ideológico navegando
por el halioplasma estelar, voraz
gen de vida perpetuándose indiferente
a tu credo, a tu moral de moda, rayo
refractado incidiendo sobre materia,
la tuya propia, un nivel, otro, otro

median tus sentidos, del infinito
brutal te protegen, vital estrategia
salpicada de sensuales chispazos.
 Vibras en los fenómenos, y les das
significados, amoroso acto 
de reconocimiento tiñéndose
 de ti, sensación pura que la razón
transcribirá hasta el rito

te manifiestas hasta en sueños, 
incansable creador de formas, 
palpitante cerebro, inagotable cúmulo,
matriarcal nebulosa gestando luces 
de la oscuridad, ese roce de tus dedos
con lo que crees real. Ves ahora sí
irisarse constelaciones enteras
donde la vida bulle tal se enciende
tu cerebro. Intuyes, ahora sí,
el juego de luces y sombras, de masa
 y vacío a semejanza de tu dualidad,
tu propia insignificancia antropocéntrica,
y te aferras como hormiga a su hormiguero,
a tu poderosa arquitectura de dominio.
Sigue tu jardín revelándote sus cuitas

séme breve, me pides, metódico
que te entienda, por favor, fácil
caracterízame como residencia 
de tu pensamiento, una constante 
más de la constante inicial, dame
tu nutricia sensibilidad que luego
razonaré y clasificaré, dime tu origen
que te ponga en un estante; te añadiré
colores, psicologías, lineales causas
de tus desventuras, te situaré reflejo
de mi propia vida, serás cuerpo causal
despreciando toda inteligencia, mi espejo:
"Espejito, espejito, quién es el más...?"
te requerirá el adjetivo de tu carencia.
Hazme paquete sin fisuras. Y luego
lo rompes de hartazgo, quebradiza
ilógica del devenir, emocional inmanencia
de tierra y agua, de fuego y aire. Regreso
a Mileto con el rabo entre las piernas.
Papel y boli: rellenas logos cual pavo
trufado para el banquete ritual,
ajustas lenguajes tal mecánico 
en los talleres de la idea. Y echas
a andar piolet en mano a escalar
la próxima montaña, desconocida

validas método como un murciélago
induciendo objetos entre frases y risas,
gritos y las melodías que llamas armoniosas. 
Adaptas tus ecos a las salientes aristas
de la cueva, al gruñido de los animales
que la habitan, al vacuo insulto. Paras:
¿es el eco el que burila mi entorno?
¿Es mi voz la que cincela la roca?
Sí, se comunican. Bidireccional:
la onda vuelve. ¿Cómo? ¿Cuándo?
¿Es acaso este inmenso lago finito?
La explosión cámbrica, la extinción
pérmica...¿Milagro? ¿Catástrofe?
¿Será mi propia extinción un dejar 
de ser? Dame axiomas como ansiolíticos
("...y no sació mi sed el agua..."),
tomad y bebed hasta reventar.
Dame la física de la esperanza,
el manifiesto de la liberación,
la doctrina del todo y de la nada
que muera con una sonrisa en la boca.
Benditos sean los hijos del hombre,
benditas las hijas de madre naturaleza,
aquí y en las lunas ocultas de Andrómeda.
Sea mi doméstica metafísica jardín
privado abierto a toda celeste entidad
 
estás separado de nada, no eres
consecuencia de algo, procesas
el aire reelaborando información,
y no es tuya. Juegas con ella
como un niño con su mecano,
una niña validando formas,
aspectos que se instauran 
como metódica realidad, nuevo 
enunciado temporal como reflejo
de una aceptación colectiva, perro
fiel a su ganado indeciso, tea
iluminando las pinturas de la cueva.
Eres absoluto lienzo donde imprimes
tus imágenes, rayo que das el fuego
a tus procesos, la interfaz
entre partícula y onda, su emoción
apabullante que modifica continentes,
el mundo que adquieres, la prueba
de tu poder, de su miseria, de tu gloria.
Eres materia que en un lapsus se evapora,
acuosa molécula que el sol transforma
en aire, bit que poliniza mi huerto,
una inmanencia etérea en un punto
de infinita densidad antes de vibrar

sí, allí me encontraste, aquí aireando
  mis narices, cualquier punto del trayecto
 establecido: vibra mi sistema nervioso
sacudido por ondas incomprensibles,
se electrifica mi piel, el rayo carga 
su brazo por acariciar receptiva tierra,
se afilan los sentidos como salvajes
 sensores de lo invisible, fabrica
el cerebro infinitas secuencias
sobre el celuloide cuántico, 
las hojas tiemblan, todo parece 
acelerarse a tu alrededor, se agita
el movimiento percibido, parece faltar
 el aire a tus pulmones esforzados.
Lanzas hipótesis, especulas posibilidades,
barajas los naipes, del caos al orden,
del orden al caos según tu juicio, entropía.  
 ¡Qué motor es este que me subleva
a experimentar desde un yo
insustituible! ¡A especular allende 
ciencia! ¿Es ella? ¿Es él? ¿Ello?
A cada giro ahondas en vieja veta,
recurso nuevo, anécdota revisada: 
no puedes soltar pues no fabricaste
tú esa onda, solo entregar al canto 
helado del Himalaya, rugiente 
y puro gemido del puma en el altiplano, 
lamento celta entre los robles, tribal 
danza selvática, el rezo rítmico 
de tu ancestro en las praderas.
Al silencio de tu última montaña.
Te mira el tigre hambriento,
y aún así bendices su perfecta 
belleza antes de que te devore.
Eres lejana onda interferida.
Jovial pasea tu razón sus a prioris
y sus a posteriores a justificar
sus pasos, su camino. Procaz 
disecciona mis células por dibujarse
una mecánica de la vida. Algo se escapa
a la observación más fidedigna,
se queda corta la última ecuación,
huye despavorida su incógnita
por un atajo, la persigo con denuedo
hasta el colapso. Y muero.
Despedacé la lógica del discurso,
rompí el discurso de la lógica,
el culto al falaz relato del poder, tan 
pobre, tan escaso, tan embrutecedor,
por nadar en la cresta de la onda.
Aulla la luna en el jardín

a mi casual ingenuidad sonrío, 
papel sin mácula donde me rayas;
sí, mi piel inestable rallas con eras
de fenómenos cambiantes, grácil 
lectura selectiva de mis posibilidades,
sensible inducción de mis razones,
ese pesado avance de la sierpe 
por tu jardín. Sujeto y forma 
se adecuan miméticos en su ambición
cognitiva deshaciendo prevalencias,
de escalón en escalón, de giro en giro
con axioma nuevo como pica
en planeta extraño. Y me propones
región oscura del cerebro, año luz
de aparente vacío entre los cúmulos:
eres mi héroe, desconocido viandante,
mi heroína, inexperta astronauta,
tú, pensador solitario en una jaula
de grillos o de feroces bestias.
Bajas a veces la escalera de Jacob
por traer ancestrales presentes
a este zoo de las especies engarzadas
 (mi familia y otros animales)

en vajilla de plata me sirves 
tus más exquisitas fórmulas, tus voces,
tu humana particularidad en copas
 que al percutir vibran en distintas
frecuencias, armónicas, chirriantes.
Lloran mis ojos de incondicional amor
ante tu irreductible empeño biológico,
error tras error, acierto tras acierto
por encontrarte entre las formas,
por dominar a tu propio animal
sin tocarle ni un solo pelo,
ni un solo sacrificio más. Nunca
 se te exigió: solo las formas de poder
aquí lo exigen, lo venden, comercian
con él por mantener su jerárquico orden.
Se adaptarán, te aceptarán con tal
de seguir ahí. Te harán incluso símbolo
influyente, un producto más que cotice
al alza, a la baja, te quiere, no te quiere.
Disfruta del viaje, no hay meta 
  
una lógica original va escalando
hasta su disolución, una inmanencia
cognitiva que sin razón alguna es.
Traen mis sentidos escenas ya vistas
que nuevos personajes reinterpretan:
¿qué has aprendido, niño?, ¿qué eliges
esta vez?, ¿sufrir, agradecer, bendecir?
¿Te vas a quitar los regalos que diste?
¿Romperás los que se te dieron
como animal herido de venganza?
No brilla el sol por ti, ni llueve solo
en tu jardín. Esplenderá la hierba
incluso a pesar de ti: no lo verás.
Le otorgaste poder a lo que no lo tiene.
Ausencia, presencia, off, on: ¿estás ahí?
No me reduzcas a mera forma, aparta
de mí tu pobre juicio mundano
 
filosofa esta naturaleza inmensurable
con la lógica de lo viviente, vasto cerebro
que pone en jaque a las neuronas,
las enciende, las electrifica, las conecta
con flagrantes supernovas, tortilla de ondas 
que sintonizan con sus semejantes, en banda 
corta, en banda ancha, pareja frecuencia,
incesante tormenta creativa reproduciendo
aquí y ahora su origen; sutil vibración,
sublime forma, pragmática aplicación
que te alivie de tu masa gravitacional 

hallarás propósito a tu vida más 
allá de tus hambrientas células,
una función diáfana a tus piernas,
una ciencia revelada que te abrirá
las esclusas del mar entero, otro nivel,
otro misterio desvelado, otra posibilidad

me sabes en una memoria olvidada,
en una armonía sin relieves, un equilibrio
imperturbable cuyo único discurso
es lumínico allende la luz que ves


Aristarco de Samos



creí en mi estrella infinita
alejándose en inobservable 
paralaje, una relación movediza
de solitaria percepción, una elección
simple, una visión eventual procesando
mi impiedad en reposado cielo.
  Giraba oblicuo al mundo
hasta la ruptura, cosmológico eje 
de astronómicas consecuencias;
 formulaba patéticos versos
como indisciplinado discípulo
de lo antiguo, un matemático
que olvidara la causa primera,
 la inicial magnitud de su problema,
la distancia entre tú y yo. Obraba
cálculos erróneos a propósito
seducido por las formas, separado
en la carencia de mi percepción,
un instrumento más del vórtice
vital, un relato químico del existir,
un reloj que te narrara sus tic-toc 
de sonoros gránulos de arena
mirándote como caedizos ojos 
de un cosmos que, gélido, se vacía.
Y ves ahora aquel paralaje incorrecto, 
ves tu estrella cada noche cambiar
su puesto por una gozosa lágrima
de comprensión, la insignificancia
de mis propias manos al trasluz,
de mi diámetro pectoral ante tu luz.
Sí, con tus ojos me trasluces 
 
se destaca la duda en lontananza,
la voz de intuiciones acientíficas 
susurrándote una fórmula nueva,
apolíneo verso para una hipótesis 
transgresora, otra obra caediza
mirándote en la oscuridad, 
cristalino ojo de arenas movedizas 
que el olvido apartará hacia corrientes 
subterráneas, una impiedad colectiva 
sedimentando lodo para sus catedrales.
E inquieto mueves planetas arisco
reafirmándote contracorriente, 
remueves la tierra que pisas 
prendiendo fuego a cada idea, 
turbas la atmósfera que te rodea
con tu sola presencia, creencias 
agitas de astronómica raigambre
obviando toda mediación, siglos
de saber calcinados en un signo

es tu tiempo manojo herbario
de creencias plantadas hace mucho,
sistémicas obviedades ramificándose
rugosas mientras te piensan dadivosas
en tu quehacer diario, donde cielo
y tierra se encuentran. Me plantas
irreconocible en tu multitud, vienes
cargada de hipótesis minimalistas,
de pequeñas esferas colgando de tu pelo
desgreñado que luminosas giran,
tus pequeños problemas de incerteza

profesas lúcidas afirmaciones 
que el olvido arrastra perseguido,
traduces mis errores a dichos 
supresivos de cualquier matiz, 
hechos y versiones fosilizados 
palabra por asentar mi frágil fiabilidad,
 términos invertidos en una piedad
de consecuencias astronómicas,
una receptividad nada ingenua.
Me suscitas un centro universal,
una religión de simple y llana 
sintonía con la naturaleza, cada 
insecto, cada estrella vibrando
en mí sin voz alguna, siglos
de evolución avanzándose
y viniendo a visitarte alados

 planetas gemelos describen
tu trayectoria evolutiva, te dicen
nombres y vectores, te contradicen
tradiciones y movimientos en falso,
caducas formas, te quiebran círculos,
la aparente perfección de tu órbita,
te escriben conceptos inauditos

trabajas terco el presente, 
sus tamaños y distancias, sabes
de alternativas minoritarias 
que en tu conciencia acallas,
pequeñas esferas en la punta
de tus dedos, rectilíneo trazo 
que rasgara el tiempo, 
de las formas el velo, 
toda separación anulada.
 Describe planeta hermano 
astronomías ariscas hipotecando
mercados, menciones vacuas,
fijaciones parciales, políticas,
yacimientos creativos en el centro 
de tu pecho, tu giro proporcionado
que anula las distancias, la esfera 
menuda que cuelga de tu pelo
eres paradigma andante
cual cruzado caballero,
 teoría con patas cabalgando
tu mundo de bisuterías
y baratijas gastronómicas,
plantada creencia, tan modélica
(mientras bulle la conciencia)
 

Giordano Bruno



fui tu tiempo inquisitivo transfiriendo
el pensamiento reo del tribunal humano
de cada día, secular castigo al hereje
disonante, quemazón de vida desoyendo
su música, miedo irracional impuesto
por el extraño sentimiento de separación,
negación absurda como estético absurdo
involutivo, valido implacable persiguiendo
fantasmas, inquiriendo hogueras, cristales
rotos, muñecas despedazadas tus ciudades,
espíritu indomable de creación y destrucción,
los siglos de sombra partiendo continentes,
Columbia desgajándose en Rodinia,
Rodinia quebrándose en Pannotia,
Pannotia reamasándose en Pangea,
 tú, su último y milagroso fragmento,
exaltada maravilla de materia, indócil
desafío a toda lógica, celda de infinitas
voces reverberando imágenes que forma
harás. Léeme tu poema sanguíneo
sobre pared virgen, gesticula airado
  en tu convento laboral profesando
 prestada idea, tu insaciable curiosidad
hecha de carne y nervio, de ignorancia
renovada, tu literatura de infusa ciencia
que los astrónomos te regalan, su finitud
frente a la apabullante infinitud 
que te anula, te neutraliza. Equilibrio

en mí germinas modo, mente,
atrevida idea que ofende
a las piedras, doctrinal amor
rompedor de tronos, de silla 
regia, de hegemonías pomposas
agrietándose de vida, mala hierba 
para desconocidas flores,
el culto a un dios ajeno
 
vagaba por los campos ardientes 
prisionero de la propia mente,
víctima de mí mismo expuesto
a las más feroces alimañas que,
con traje y corbata, con hábito 
laboral, despellejaban mi cuerpo
fortaleciendo sin querer su espíritu:
indócil, se agiganta hasta diluirse
universo, mi verdadera mente,
pan de cada día, equilibrio.
Y rugen las bestias en la sombra.
El mañana se estira angosto y oscuro
túnel que te roba el aire, un campo
 de prisioneros mentales sujeto y objeto,
conductos por los que arrastrarse 
 en la tortura, tu cuota de sufrimiento
llameando en la oscuridad de los siglos,
un clavo a tu lengua, tu piel ceniza,
arena al fondo de un río incesante

quemas la casa periódicamente, rompes 
cristales, incendias bibliotecas, quemas 
libros, bosques, animales, personas:
 lo llamas purificación. Y quemas nada.
Derrumbas estatuas, símbolos, templos,
te asumes causa, voluntad, fórmula, 
saber, poder, cambio. Y destruyes nada.
Lloriquea un niño ante su mecano
derruido: alguien, algo, le ha quitado 
su juguete de las manos

tenías el también como concepto, materia
de probable realidad, átomos impulsivos
 que te diferenciaran espíritu mutando,
 pan y vino que ojear hasta su vacío,
dogmas que falsear en el microscopio 
de tu alma impersonal, una duda 
que alimentar hasta saciarte, el calor
de tu soledad en un mundo helado,
el desorden de tus temas esperando
tu autarquía intransferible, tu mundana
herejía que el tiempo bendice materia
 
luce hoy tu cueva palatina vaciadas
sus mazmorras pestilentes, salieron
tus temores volando en forma 
de paloma y de aguerrida urraca,
tu propia tortura aplacada sin ápice 
de juicios, una refracción de poderosa
luz, una profunda reflexión liberadora.
 Y vuelve a sonar la música del silencio

cae el presente totalitario abrazo:
primavera presiente bajo el hielo
acumulado, fugitiva frecuencia
ajena a tu guerra, a tu miedo 
inquisidor, tu territoriedad
animaloide en su trono,
tus calculadas epidemias
de la amenaza constante

creí en ti por no creer en mí,
pedía lo imposible: convencer
a la nada de fútil comercio,
materia y alma, el crudo
intercambio de exacta física
 manipulado a voluntad.
Me río de mi mismo ahora,
adorable ingenuidad que habré
de mimar, su pureza primaria,
la puerta de acceso al no-tiempo.
Son sus manos agua, aire, exacta
física de la posibilidad, hoguera
incluida, condena que deviene flor

eres un tres andante y no lo sabes,
eres tarde sin juicio que te habla
y no lo oyes tras la voz incansable
de la acusación que crees ajena.
  Trabajas los años inquiriendo culpables
a tu desasosiego, declaras tu irracional
inocencia trampeando con los aspectos
de la realidad que tu animal escoge
sin asumir sus elecciones, una causa
sin efectos, incomprensible física
del Talión que dios alguno proclamara
nunca, una ristra de ideas como chorizos
colgando de tus vigas catedralicias,
de tus mercados de intercambio
en la tierra fragmentada, interesada
distorsión de lo visible, ingenioso
invento de tu capacidad de síntesis,
práctica simplificación que llamas
inteligencia emocional: se hace
la sima más honda, un vertedero
cuya miseria aflorará en otro punto,
otro tiempo, otro cuerpo. Y lo señalarás
de buena fe para salvarte. ¿De qué?
Hoy elijo fraile, o prostituto, músico, o juez,
deportista; excluyo político, o líder, animal;
cambio, actúo hoy el rol excluido, soy cosa,
viento frío llevándose recuerdos, calor
fueguino paralizando la vida, exacta
física en el acelerador de partículas,
la absoluta libertad en ser: eres ese dios, 
eres su aspecto elegido ahora, y su invisible,
eres un tres andante y no lo sabes:
le das al cuerpo un poder que no tiene

has conocido pensadores inmensos, 
sentidas poetisas de la vida, ideas
objeto revoloteando por tus árboles,
amigos del alma (dejaron tu tiempo)
ayudándote a aceptar el mundo tal es:
nada de lo que te ofrece te calmará,
solo te dará lo que le des, exacta física
sin magia alguna, matemática, hereje.
¿Cuál es tu obra? ¿Qué escena eliges 
a representar en tu cuevecita? ¿Qué 
causa-efecto eliges como justa? ¿Qué
 imágenes proyectarás en sus paredes?
¿O te conformarás con cuadros y figuras?
¿Qué cuento contarás a tus hijos
como chamán nocturno: cruda 
física numérica o tierna nana
de fábula zoológica? ¿Qué te apetece
ahora? ¿Ves algo que te estimule
en una dirección u otra? ¿Alguna luz 
personificada que te salve de ti mismo?
¿Un libro, un lugar, un ser "vivo", "muerto"?
Te conozco, amor (lluvia y sol
en su continuidad): ginebrino
tiempo en atolones del alma,
invisible; rey aceptado, reina
disertiva en su siembra,
idea abierta a toda herejía,
itinerante alójame en la vida 

filosofas indeciso supervisando
tus impresiones, obrando quedo
ante la magnitud silenciosa; alargas
tu viaje con un nuevo silogismo,
rehuyes la discusión absurda,
o entras en ella a saco por salir
al otro lado de ese nódulo; volver
a amanecer de voces prendido
que al viento entregarás
 
amor me conoces hallándome
noble y mortecino al andar,
y me enseñas traslaciones 
imposibles, inalcanzable
conocimiento sin advertencia
previa, el riesgo emocional
de un absoluto infilosofable,
la oferta de un vacío incomprensible
sin lugares ni tejido, una inteligencia
inasumible, amor, tu inmensidad

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