Martín Luther King
tu fin es una afirmación,
y me usas para justificar
tu sensorial error, soy medio
en cualquier caso de este choque
de contrarios, un pensamiento
más del infinito, pez del abundante
océano que crees poder controlar.
Predicas tu siempre
en la más violenta tempestad,
práctica pureza de la idea
en galáctico torbellino,
en roca milenaria que aún así
cincelan el viento y el agua
para una forma nueva.
Sí, te uso para justificar
mi error pétreo, este monumento
a lo efímero. Tu fin es una negación
que te persigue con millones de rostros
acechantes de los que angustiado
te separas: te crees especial, distinto,
autónomo, te crees causa, y luego su efecto,
un ente separado de la realidad que observa,
sujeto que mide su objeto con científica
asepsia, filósofo que tira el cubilete
del mundo con el número acertado,
político que ondea masas
como pequeñas banderas de trapo,
actor genial de ilusorias audiencias,
iluso receptor al que alimentan
su aceptada carencia de amor
el fin que perseguimos te deja
claro ante el caos, meta tras meta,
alcance tras alcance evolutivo,
la justa afirmación, y sin embargo
un todavía. Soy sacrificable medio,
y sin embargo, no me resigno
parar a los reyes como justo sino
de lo dispensable, tu origen es
en sí reino, un significado sin error.
Te vengas de ti mismo por la ley
que te diste, te defiendes de ti mismo
ante el espejo en tu simétrica dualidad,
violento te debilitas en la espiral arbórea
hasta devenir raíz, hambrienta lombriz,
alucinógeno hongo, crisálida, rama
desnuda, de nuevo pájaro. Engendras
encíclicas salvacionistas que, de nuevo,
te separan del todo, dividen, de nuevo,
vida y muerte con groseros grosores.
Buscas incesante lo otro, y no hay otro.
Un lugar, una persona, un tiempo,
el origen de la materia, y eres lugar,
persona, tiempo, origen. Matas
en nombre de la abundancia,
de un mal externo, de un número,
de la causa imaginada, de una otredad,
visible, invisible. Te debilitas, desciendes,
crees morir, resucitas: un guión
tan antiguo como el espacio, como tú,
querido tiempo. Se multiplica tu saber
hasta el absurdo fractal mientras va
creciendo el árbol en tus narices,
filamentosa mucosidad nasal
que obstruye el aire. Cuidas tu productiva
mentira, tan rentable, tan ajena a la verdad,
esa que crees esconder en un rincón
oculto de lo que llamas tu mente,
una pequeña estantería en el cuarto
de los huéspedes. Parar a tu ambicioso rey,
ese glotón de materia que por ella mata,
castra, silencia bajo la máscara
de una ética fabricada para él. Eres tú,
querida reina que creyó haber perdido
su reino. Eres tú, querida y ruidosa voz
de la conciencia que aún se confunde
con lo que ve. Sigues añadiendo puntitos
de atención en la oscuridad, profunda
noche del alma pintando soles
como estrellas, luz y sombra
en tu cuadro escindido.
Una veladura de amor lo cubre,
pero no lo puedes ver: esa fue
tu elección, ese tu dolor.
Y te anestesias
cada foto mental una neurona
que chisposa se enciende, tú
que eres rey y reina de tu tiempo,
el espacio como emoción trascendente
que agita tu ser: has detenido,
eternidad, microsegundo, la percepción,
estás en todo
carteas a estrellas que te responden
con tiempo, bendita luz extinta
desobedeciendo a tu razón.
Se va civilizando tu ira, sacrificable
medio de la evolución, pacífico
índice entre razas, especies, categorías.
Justo, injusto: indiferente. Eres
el instigador del cambio, afirmación,
negación ondulantes, acción irracional
que razonar, materia que redimir
de su grosor, violenta desesperación
del sinsentido. Me afirmas, me niegas,
mar calmo, encrespado, un glosario
de etiquetas en esquizofrénicos vaivenes,
profunda sima entre lo vivo y lo muerto,
tu propia escisión, tu dolor
te escribes esperas infructuosas,
significados imposibles, un siempre,
un nunca desobediente a tu realidad
generando verbo, signos recolocados
que alivien tu angustia, leyes con barrocos
ornamentos, rococó giro, poética justicia.
Estás creciendo
sobre los hombros de un gigante guerreas
la ilusión caduca, aquel rey decrépito
que te traicionó, la erótica reina
de los sentidos. Redefines realidad.
Y levantas monumentos, nuevos bustos
como mojones del camino. Fluctúa
la energía, tu poder creativo se democratiza,
libélulas infinitas en la noche.
Hasta empobrecer tú mismo, olvidadizo,
complacido, tu propia obra. Militas
el entonces con animaloide utilidad,
una nada asfixiante, una lucha
absurda, eres medio sacrificable,
productiva espalda, obediente flujo
con impersonales muchedumbres te carteas
mientras marchas hacia la última síntesis,
cómoda, sencilla, en el cero diluyéndose
te incluye la bondad en esa disolución:
salvó tus relaciones para un banquete
celestial, ineludible cita sin palabras. Es
la demora toma de conciencia, tu tiempo,
el amor que se te dió
tu fin vida, reinado efímero, electrón
desapareado en tu radicalidad,
violento chisporroteo de un poder
que desconoces. Te me amotinas
en un vacío ineficaz como algo
ajeno a la naturaleza, a tí mismo.
Te me llenas de moral, de una fe parcial,
te ofendes como niño destetado,
y expandes tu ruidoso miedo, estiras,
retuerces números, fabricas enfermedades
y su antídoto en jugosos negocios,
un balancín de guerras y paces,
causas y efectos que justifiquen
el paradigma consensuado
llega carta de una estrella extinta,
su luz en mis pupilas susurrándome nanas,
escribes tiempo en el pentagrama
de un alma que no te pertenece,
pero en tí se manifiesta.
Se ha fragmentado el rey hacia infinito,
carece de género la reina, devino
inútil todo sacrificio, desvanécese
toda letra en el espacio, se hace
la carta inefable océano vibracional
Kalki
te traicionas a menudo calcando
imágenes, últimas encarnaciones
de presunto azar jugando
con el tiempo; en ríos
te purificas de fieles infestados,
en libros repletos de calcomanías
termíname, beligerante hermana,
hasta el último filamento,
prende mi olivo con tu incienso,
termina tu calco de deidad antigua,
desciende, una vez más,
por mi tronco a dar sentido
a mis sentidos, e indícame
lo tangible de tu persona
que trasciende el mundo
te sigo, hermano, como calco
purificado de un final anunciado,
este juego de las eras cosmológicas
como puzles de espacio, cubos
polidimensionales que, divertido,
recolocas: te veo caminar en la noche
con ánfora de agua rebosante.
Ángel, demonio, esa mente escindida
entre el día y la noche, su éxtasis,
su tormento; ese giro inefable
que te atrapa. Hay un caballo
salvaje de afiladas crines
junto a mi fuente. Brota aquí
un agua helada de glaciar antiguo,
restaura ese frío el equilibrio aún
el polvo que cae de mi bolsillo.
Calco de nuevo imágenes celestiales,
subterráneas, ctónicas, arbóreas,
fotovoltaicas tras un ápice de Verdad,
hambriento vagabundo estelar, microbiano,
polvoriento. Y corren mis hijas valles
y colinas por engendrar nuevas plantas,
de luna nostálgicas, de sol lujuriosas
me conoces desde pasadas existencias,
y aún requieres mi presencia,
esta cita con el tiempo
eres texto enumerando avatares,
poeta de los números que encarnan,
una tabla de mandamientos
que se quiebran hasta el cero.
Eres pureza originaria citándose
en la materia, presencia de un tú
disolviéndose en un yo, ese él
que te incomoda; de un vosotros
en un nosotros diluyéndose,
ellos, por los que percibes
movimiento
eres verbo surgiendo del vacío,
palabra corchea sin etimología
que, copiosa, se va multiplicando
tiempo, río infestado de amantes
criaturas fluyendo por tu mente,
la criba brutal de los fenómenos
planetarios, metáfora de creación y
destrucción: en un soplo se desvanece
Francis Bacon
semejas movimiento, ciencia del tiempo,
e implicaciones reconduces ladeando
lo especulactivo, una física de la separación,
la progresiva medicina de los datos,
esta astronomía de los cuerpos organizados,
esta biología que aparta lo inorgánico,
la atomización del saber hasta el vacío,
donde rancias metafísicas vocean.
Satélite brazo experimenta por ti
para enunciar nuevos límites,
esta escolástica del bocado frutal,
la verificación necesaria fiel
a tu ancestral elección, carnal,
hambrienta, apenas controlable.
Soy el engendro de aquella escisión,
soy ardiente naturaleza pensándose
ininteligible, un número especializado,
la tentación de una egolatría suprema,
este discurso al silencio abocado
rompiste método, efectos agotados,
divinos apogeos. Oteas lejanías, vuelcas
tu mental instrumento por laderas
de cimas recién avistadas. Has consumado
devastadores combates con la lógica
imperante, hollado tierra con tus círculos
mentales, has herido tu propia obsolescencia
con la afilada duda de una razón temeraria
adquiriste, hermana, la aparente autonomía
cognitiva, centro difusor de un nuevo proceso
experiencial, criterio de ruta histórica, modo,
hermano, de nueva moda, validación moral
de tus precisas matemáticas. Yo, lerdo,
aplaudo maravillado estos asombros cosmológicos
cuando, torpe aún, consigo sentarme en los anillos
de Saturno. A veces, despavorido, descansan mis nalgas
en algún punto indefinido de infinita masa concentrada,
sin razón, sin cuerpo definible, una suerte de sonrisa
me colocaste experiencia personalizada
en procesos de tiempo rellenando espacios,
esta tarta creativa de pisos innumerables;
voz me diste que impone criterios, determina
objetos verosímiles, las paredes de mi casa.
En el espejo me investigo, que al mirar,
se deforma, ligera filosofía del marco
se escapa, rebelde, lúdica, y se oyen
por los pasillos lejanas risas, tiernas,
estridentes, pequeñas teogonías domésticas,
teatrales, cómicas, trágicas. Oscila mi ciencia
funambulista sobre un trapecio de predicciones,
fórmulas, silogismos, antítesis, conclusiones
danzan convulsas en mi pecho herido.
No ceja por ello una aspiración atemporal
de aguzarse como helado viento, de aguijar
a las pobres neuronas con rayos y sismos,
el necesario tacto de las cosas, nuevo método,
la síntesis más lozana saliendo de su concha,
afrodisíaca perla del conocimiento, tu derecho
a saber más allá de tus vínculos, tu futuro
y aún así eres inmanencia, origen
mismo, desmemoria voceando terrosa
por los caminos, pidiendo en las formas
su extraviada trascendencia; ves género
escindido en el espejo, desterrada especie
en granito de arena, inconsolable soledad
de un cuerpo que marchita. Rabia, rabia,
decía el aedo de mundo intoxicado
delante de su agujero negro. Acá, terrenal
sillón, políticos, actores, locutores, rockeros,
popes de la ciencia y de la religión, literatos,
vendedores de fármacos, de tecnología y hostias
consagradas entretienen por igual con sus grandes
pantallas cavernícolas, sus alfombras voladoras
por las que acuden a desplegar sus coloridas colas,
a dar vueltecitas en sus puertas giratorias.
Y nos sentamos en la cueva a ver el espectáculo
(unos chorizos con traje y corbata van
a urbanizarla por buen pellizquito). Voy
dando tumbos patizambo por esta senda
de opiáceos legales, ilegales, su negocio,
la distorsión de esas miradas
que no me pertenecen
cantos rodados, cachitos de tu yo,
ruedan pendiente abajo, amorosos
pedazos de saber milenario,
prediluvianas criaturas que aún
respiran en el embrión humano.
Ponen en guardia a cada una de tus células,
asociada prensa de gratuita información.
Venían de tan lejos, ese esperma
galáctico en óvulos estelares.
¿Es la materia madre? ¿Es la información
padre? ¿Se alternan los roles? ¿Qué o quién
los asignó? ¿Son reales? ¿Por qué?
Quedó la hetaira apartada del ritual
en los templos mesopotámicos,
se defiende el matriarcado en Lesbos,
llegaron los indoarios con su padrecito,
te echaron del templo los hijos de Sem.
Estudias fenómenos siendo tú misma
fenomenología inobservada, perpetuo
hallazgo a cada obstáculo que propones,
esa razón que se autoclasifica adecuándose
a cada contingencia, maravillado biólogo
de otredad que al mirar sin darse cuenta
se transforma. Y es lo otro quien le avisa.
Sólo queda el propio misterio, tu origen.
Clasifícame una vez más, califícame
desde tu nuevo pedestal ontológico,
te dé esa leve referencia de seguridad
temporal, esa frágil ubicación espacial.
Lo aprendiste en tu camada, el roce
invisible de los juicios petrificados
por la historia, la adaptación de tus células
al devenir de tu entorno, tus pisadas
dejando huellas por los caminos.
Por allí escapa tu verdad como ciencia
de revelaciones apenas susurradas.
Y te va conociendo la materia,
tu propio espíritu magnificado
desconozco, mi relación con el todo
limité, práctica supervivencia
que accionó a la instrumental criatura,
los sentidos necesarios por descubrir
la rama verde, el rosado fruto,
velar por el tronco, revelar
lo que ellos mismos ocultan de raíz
eres miembro de la realeza estelar,
naturaleza que a cada hálito se piensa,
ahora y en todo momento, corpóreo,
incorpóreo, un embajador del tiempo.
Mueres padre de una herencia significativa,
naces hijo consagrado de raíces y lodo,
reina de todo espacio por roturar, monarca
de tus excesos y carencias, de tus umbrales
de dolor y sus perlas elijadas, tu reino
de promesas imposibles de cumplir,
ese anhelo que te impulsa. Y mueres
madre de la tierra fértil. Bárbaros
cultivos ensayas, innecesarios barbechos,
clonaciones absurdas, bancarrotas del alma,
las increíbles expediciones de tu espíritu
sin más perspectiva que los hielos mundanos
reconcíliame con mi sombra, tú
que me explicas cómo es el mundo,
combate la rigidez de mis hábitos
de pensamiento, la vena escolástica
que obstruye mi sanguineo fluido
accionando los miedos y su violenta
respuesta, la que fracturó mi alma.
Deja que la onda adecuada impregne
mi esófago, vibre mi estómago
con los neutrinos de Andrómeda
que en ti han danzado desde siempre.
Desintoxícame que de nuevo me intoxique
con la planta exótica, la sonrisa deslumbrante
de un estambre enardecido, fragante estigma,
esta danza amoral de androceos y gineceos
perpetuando especies, desestimando otras.
Déjame ser artificial, déjame ser concreto,
metódico, caótico, concepto, aire, veneno,
antídoto, cayado y varita mágica
de mis rebaños mentales, átomo,
vacío. Déjame heredar lo que tu razón
olvidó tras la primera célula, materia
oscura que me contradice, el átomo
eterno de Demócrito alzando su copa
en un excelso huerto de frutales.
Brindan Bohm y Einstein complacidos
provienes de un esqueje sideral,
hacendosa rama elegiste, afortunada,
un cachito de privilegiado tiempo,
de un saber exponencial aplicándose
sobre la materia riguroso, materia
que estiras como harinosa masa
en el festín hasta la transparencia.
Es la intriga del nuevo vástago
estímulo a la rama, distancia
necesaria, el árbol intuido
sucédeme conversión extraordinaria,
una proficiencia del alma que aprende
sabiéndose veterana, ese parlamento
creativo que acaba imponiendo
su gracia, la confianza restaurada
asignando nuevos nombres a tu relación
con tu tiempo. Sucédeme en este ministerio
de la sinrazón que nimba tu rostro,
responsable tan solo de tu luz,
tu privilegiada prerrogativa.
¿Acaso crees que sé algo que tú no sabes?
¿Crees que oculto algo oscuro?
¿En mi vesícula tal vez? ¿En mi pecho?
¿Son mis genitales freudiana amenaza?
¿Quizás estas manos tan obedientes?
¿Anidan tus células en un limbo secreto?
Despierta tu realeza el abestiado recelo
del que se aferra a sus tenencias,
faraónicos dueños de una tierra,
de pequeños reinos familiares
por el que pululan los cuerpos
como gallinas descabezadas,
gestores deformados de tu tiempo
leíste mi bondad como estupidez,
mi amor a la vida como ignorancia,
mi silencio como cobardía, mi pasión
como abestiada posesividad, mi dolor
como renuncia, la ajustada respuesta
del cosmos corrigiendo mis lecturas.
¿Lo aceptas? ¿No? ¿Endurecerás tu regreso
enquistándolo? ¿Reconocerás tu siembra
como viajero del tiempo responsable?
¿Sobrevivirá tu cuerpo el envite brutal?
Esa homeostasis necesaria por desdecir
la segunda ley de la termodinámica:
irreversibilidad del tiempo, una entropía
desdibujada, una mecánica estadística
desestimada, una biología contradicha
por el propio milagro de la vida.
¿Lograrás vencer el miedo de semajante
contradicción entre las leyes que te diste?
¿Crees te tranquilizará la ecuación de Dios?
Maravilloso proceso de tu expansión
exotérica, no olvides tu jardín, madre.
Implícame en el monopolio de tu cuidado,
de tu natural dignidad sin reyes ni dueños,
de tu civismo interplanetario, de tus bienes
que no producen sino equilibrio, admisible
entropía en la que danzan libélulas,
vida más allá de mi vida, madre.
Me consagraste, padre, con tu dolor
oculto, con todos los aromas de la vida,
con tu vino excelso supurando de la tierra
hasta experienciar su raíz más profunda,
mi propio perdón tras el envite brutal
opongo nueva lógica, maestro,
una escolástica del ahora, una patada
a lo que crees saber, tu lógica anclada
en inductivas rigideces, binarias
dialécticas que en sopita cuántica
se disuelven entre los fideos, hipótesis
interesadas de una Historia incorregible
mientras me afeito en el espejo. Me descaro
ante tus dioses fosilizados en tronos
y templos a ambos lados de su falsa
dualidad. Aroma excelso me invade,
se hinchan los pulmones, cada bronquio
un protón danzarín, y caen mis dientes
de pasión pura. Rabia el corazón
en su materno apego. Por más que alargo
mi perceptivo brazo no alcanzo el fruto
de la dorada rama al fondo del jardín.
Brama salvaje el ciervo al acoso de los lobos.
Elementos que portáis el conocimiento
que interfiero, contaminadme de vuestra ciencia
atemporal, usadme de conducto inductivo,
dadme vuestra escolástica estacional
aquí en la tierra, desembocadme números
universales entre los espíritus del rocío,
la experiencia fidedigna a la sustancia
relatándose en las cosas, la duda peregrina
que incita a la imaginación más subversiva,
bases, columnas, capiteles de nuevos fenómenos
sintomáticos, las palabras concretas de una fe
renovada en el terreno que estoy pisando,
la inestabilidad de los péndulos históricos
corrigiendo los errores colectivos.
Atácame de galáctica trascendencia
revertiendo mi posición espacial,
mi relativa temporalidad, dogma erige
nuevo entre los arbustos del jardin
es la cosa pequeña gigante cotidiano,
una revelación lumínica infrarroja,
naturaleza desreglada, protón danzarín
y caprichoso produciendo súbitas
razones en campos de palabras,
santa fuerza de las fuerzas de partida
es tu relación sistema indeleble
de adimensional naturaleza,
puntual concreción en una forma,
otra, un aspecto, otro, un nivel,
otro: nunca te moviste de sitio,
solo varió la apariencia
de tu inseparabilidad; nunca
pasó un segundo: sigues
contemplando tu interior
manifestado, tus más profundas
creencias. Es tu relación sistema
irreductible a fórmula, a silogismo
alguno, ni al poema más hermoso,
ni al mas santificado o maldito
de los libros, papiro, manuscrito.
Estás marcado por tu naturaleza
cognitiva, tu arduo y lento retorno
de concreción en concreción,
de división en división clasificando
fantasmas, esferas, panteones, límites
del saber, objetivos objetivables
eres naturaleza incidida, divino rayo,
idioplasma ideológico navegando
por el halioplasma estelar, voraz
gen de vida perpetuándose indiferente
a tu credo, a tu moral de moda, rayo
refractado incidiendo sobre materia,
la tuya propia, un nivel, otro, otro
median tus sentidos, del infinito
brutal te protegen, vital estrategia
salpicada de sensuales chispazos.
Vibras en los fenómenos, y les das
significados, amoroso acto
de reconocimiento tiñéndose
de ti, sensación pura que la razón
transcribirá hasta el rito
te manifiestas hasta en sueños,
incansable creador de formas,
palpitante cerebro, inagotable cúmulo,
matriarcal nebulosa gestando luces
de la oscuridad, ese roce de tus dedos
con lo que crees real. Ves ahora sí
irisarse constelaciones enteras
donde la vida bulle tal se enciende
tu cerebro. Intuyes, ahora sí,
el juego de luces y sombras, de masa
y vacío a semejanza de tu dualidad,
tu propia insignificancia antropocéntrica,
y te aferras como hormiga a su hormiguero,
a tu poderosa arquitectura de dominio.
Sigue tu jardín revelándote sus cuitas
séme breve, me pides, metódico
que te entienda, por favor, fácil
caracterízame como residencia
de tu pensamiento, una constante
más de la constante inicial, dame
tu nutricia sensibilidad que luego
razonaré y clasificaré, dime tu origen
que te ponga en un estante; te añadiré
colores, psicologías, lineales causas
de tus desventuras, te situaré reflejo
de mi propia vida, serás cuerpo causal
despreciando toda inteligencia, mi espejo:
"Espejito, espejito, quién es el más...?"
te requerirá el adjetivo de tu carencia.
Hazme paquete sin fisuras. Y luego
lo rompes de hartazgo, quebradiza
ilógica del devenir, emocional inmanencia
de tierra y agua, de fuego y aire. Regreso
a Mileto con el rabo entre las piernas.
Papel y boli: rellenas logos cual pavo
trufado para el banquete ritual,
ajustas lenguajes tal mecánico
en los talleres de la idea. Y echas
a andar piolet en mano a escalar
la próxima montaña, desconocida
validas método como un murciélago
induciendo objetos entre frases y risas,
gritos y las melodías que llamas armoniosas.
Adaptas tus ecos a las salientes aristas
de la cueva, al gruñido de los animales
que la habitan, al vacuo insulto. Paras:
¿es el eco el que burila mi entorno?
¿Es mi voz la que cincela la roca?
Sí, se comunican. Bidireccional:
la onda vuelve. ¿Cómo? ¿Cuándo?
¿Es acaso este inmenso lago finito?
La explosión cámbrica, la extinción
pérmica...¿Milagro? ¿Catástrofe?
¿Será mi propia extinción un dejar
de ser? Dame axiomas como ansiolíticos
("...y no sació mi sed el agua..."),
tomad y bebed hasta reventar.
Dame la física de la esperanza,
el manifiesto de la liberación,
la doctrina del todo y de la nada
que muera con una sonrisa en la boca.
Benditos sean los hijos del hombre,
benditas las hijas de madre naturaleza,
aquí y en las lunas ocultas de Andrómeda.
Sea mi doméstica metafísica jardín
privado abierto a toda celeste entidad
estás separado de nada, no eres
consecuencia de algo, procesas
el aire reelaborando información,
y no es tuya. Juegas con ella
como un niño con su mecano,
una niña validando formas,
aspectos que se instauran
como metódica realidad, nuevo
enunciado temporal como reflejo
de una aceptación colectiva, perro
fiel a su ganado indeciso, tea
iluminando las pinturas de la cueva.
Eres absoluto lienzo donde imprimes
tus imágenes, rayo que das el fuego
a tus procesos, la interfaz
entre partícula y onda, su emoción
apabullante que modifica continentes,
el mundo que adquieres, la prueba
de tu poder, de su miseria, de tu gloria.
Eres materia que en un lapsus se evapora,
acuosa molécula que el sol transforma
en aire, bit que poliniza mi huerto,
una inmanencia etérea en un punto
de infinita densidad antes de vibrar
sí, allí me encontraste, aquí aireando
mis narices, cualquier punto del trayecto
establecido: vibra mi sistema nervioso
sacudido por ondas incomprensibles,
se electrifica mi piel, el rayo carga
su brazo por acariciar receptiva tierra,
se afilan los sentidos como salvajes
sensores de lo invisible, fabrica
el cerebro infinitas secuencias
sobre el celuloide cuántico,
las hojas tiemblan, todo parece
acelerarse a tu alrededor, se agita
el movimiento percibido, parece faltar
el aire a tus pulmones esforzados.
Lanzas hipótesis, especulas posibilidades,
barajas los naipes, del caos al orden,
del orden al caos según tu juicio, entropía.
¡Qué motor es este que me subleva
a experimentar desde un yo
insustituible! ¡A especular allende
ciencia! ¿Es ella? ¿Es él? ¿Ello?
A cada giro ahondas en vieja veta,
recurso nuevo, anécdota revisada:
no puedes soltar pues no fabricaste
tú esa onda, solo entregar al canto
helado del Himalaya, rugiente
y puro gemido del puma en el altiplano,
lamento celta entre los robles, tribal
danza selvática, el rezo rítmico
de tu ancestro en las praderas.
Al silencio de tu última montaña.
Te mira el tigre hambriento,
y aún así bendices su perfecta
belleza antes de que te devore.
Eres lejana onda interferida.
Jovial pasea tu razón sus a prioris
y sus a posteriores a justificar
sus pasos, su camino. Procaz
disecciona mis células por dibujarse
una mecánica de la vida. Algo se escapa
a la observación más fidedigna,
se queda corta la última ecuación,
huye despavorida su incógnita
por un atajo, la persigo con denuedo
hasta el colapso. Y muero.
Despedacé la lógica del discurso,
rompí el discurso de la lógica,
el culto al falaz relato del poder, tan
pobre, tan escaso, tan embrutecedor,
por nadar en la cresta de la onda.
Aulla la luna en el jardín
a mi casual ingenuidad sonrío,
papel sin mácula donde me rayas;
sí, mi piel inestable rallas con eras
de fenómenos cambiantes, grácil
lectura selectiva de mis posibilidades,
sensible inducción de mis razones,
ese pesado avance de la sierpe
por tu jardín. Sujeto y forma
se adecuan miméticos en su ambición
cognitiva deshaciendo prevalencias,
de escalón en escalón, de giro en giro
con axioma nuevo como pica
en planeta extraño. Y me propones
región oscura del cerebro, año luz
de aparente vacío entre los cúmulos:
eres mi héroe, desconocido viandante,
mi heroína, inexperta astronauta,
tú, pensador solitario en una jaula
de grillos o de feroces bestias.
Bajas a veces la escalera de Jacob
por traer ancestrales presentes
a este zoo de las especies engarzadas
(mi familia y otros animales)
en vajilla de plata me sirves
tus más exquisitas fórmulas, tus voces,
tu humana particularidad en copas
que al percutir vibran en distintas
frecuencias, armónicas, chirriantes.
Lloran mis ojos de incondicional amor
ante tu irreductible empeño biológico,
error tras error, acierto tras acierto
por encontrarte entre las formas,
por dominar a tu propio animal
sin tocarle ni un solo pelo,
ni un solo sacrificio más. Nunca
se te exigió: solo las formas de poder
aquí lo exigen, lo venden, comercian
con él por mantener su jerárquico orden.
Se adaptarán, te aceptarán con tal
de seguir ahí. Te harán incluso símbolo
influyente, un producto más que cotice
al alza, a la baja, te quiere, no te quiere.
Disfruta del viaje, no hay meta
una lógica original va escalando
hasta su disolución, una inmanencia
cognitiva que sin razón alguna es.
Traen mis sentidos escenas ya vistas
que nuevos personajes reinterpretan:
¿qué has aprendido, niño?, ¿qué eliges
esta vez?, ¿sufrir, agradecer, bendecir?
¿Te vas a quitar los regalos que diste?
¿Romperás los que se te dieron
como animal herido de venganza?
No brilla el sol por ti, ni llueve solo
en tu jardín. Esplenderá la hierba
incluso a pesar de ti: no lo verás.
Le otorgaste poder a lo que no lo tiene.
Ausencia, presencia, off, on: ¿estás ahí?
No me reduzcas a mera forma, aparta
de mí tu pobre juicio mundano
filosofa esta naturaleza inmensurable
con la lógica de lo viviente, vasto cerebro
que pone en jaque a las neuronas,
las enciende, las electrifica, las conecta
con flagrantes supernovas, tortilla de ondas
que sintonizan con sus semejantes, en banda
corta, en banda ancha, pareja frecuencia,
incesante tormenta creativa reproduciendo
aquí y ahora su origen; sutil vibración,
sublime forma, pragmática aplicación
que te alivie de tu masa gravitacional
hallarás propósito a tu vida más
allá de tus hambrientas células,
una función diáfana a tus piernas,
una ciencia revelada que te abrirá
las esclusas del mar entero, otro nivel,
otro misterio desvelado, otra posibilidad
me sabes en una memoria olvidada,
en una armonía sin relieves, un equilibrio
imperturbable cuyo único discurso
es lumínico allende la luz que ves
Aristarco de Samos
creí en mi estrella infinita
alejándose en inobservable
paralaje, una relación movediza
de solitaria percepción, una elección
simple, una visión eventual procesando
mi impiedad en reposado cielo.
Giraba oblicuo al mundo
hasta la ruptura, cosmológico eje
de astronómicas consecuencias;
formulaba patéticos versos
como indisciplinado discípulo
de lo antiguo, un matemático
que olvidara la causa primera,
la inicial magnitud de su problema,
la distancia entre tú y yo. Obraba
cálculos erróneos a propósito
seducido por las formas, separado
en la carencia de mi percepción,
un instrumento más del vórtice
vital, un relato químico del existir,
un reloj que te narrara sus tic-toc
de sonoros gránulos de arena
mirándote como caedizos ojos
de un cosmos que, gélido, se vacía.
Y ves ahora aquel paralaje incorrecto,
ves tu estrella cada noche cambiar
su puesto por una gozosa lágrima
de comprensión, la insignificancia
de mis propias manos al trasluz,
de mi diámetro pectoral ante tu luz.
Sí, con tus ojos me trasluces
se destaca la duda en lontananza,
la voz de intuiciones acientíficas
susurrándote una fórmula nueva,
apolíneo verso para una hipótesis
transgresora, otra obra caediza
mirándote en la oscuridad,
cristalino ojo de arenas movedizas
que el olvido apartará hacia corrientes
subterráneas, una impiedad colectiva
sedimentando lodo para sus catedrales.
E inquieto mueves planetas arisco
reafirmándote contracorriente,
remueves la tierra que pisas
prendiendo fuego a cada idea,
turbas la atmósfera que te rodea
con tu sola presencia, creencias
agitas de astronómica raigambre
obviando toda mediación, siglos
de saber calcinados en un signo
es tu tiempo manojo herbario
de creencias plantadas hace mucho,
sistémicas obviedades ramificándose
rugosas mientras te piensan dadivosas
en tu quehacer diario, donde cielo
y tierra se encuentran. Me plantas
irreconocible en tu multitud, vienes
cargada de hipótesis minimalistas,
de pequeñas esferas colgando de tu pelo
desgreñado que luminosas giran,
tus pequeños problemas de incerteza
profesas lúcidas afirmaciones
que el olvido arrastra perseguido,
traduces mis errores a dichos
supresivos de cualquier matiz,
hechos y versiones fosilizados
palabra por asentar mi frágil fiabilidad,
términos invertidos en una piedad
de consecuencias astronómicas,
una receptividad nada ingenua.
Me suscitas un centro universal,
una religión de simple y llana
sintonía con la naturaleza, cada
insecto, cada estrella vibrando
en mí sin voz alguna, siglos
de evolución avanzándose
y viniendo a visitarte alados
planetas gemelos describen
tu trayectoria evolutiva, te dicen
nombres y vectores, te contradicen
tradiciones y movimientos en falso,
caducas formas, te quiebran círculos,
la aparente perfección de tu órbita,
te escriben conceptos inauditos
trabajas terco el presente,
sus tamaños y distancias, sabes
de alternativas minoritarias
que en tu conciencia acallas,
pequeñas esferas en la punta
de tus dedos, rectilíneo trazo
que rasgara el tiempo,
de las formas el velo,
toda separación anulada.
Describe planeta hermano
astronomías ariscas hipotecando
mercados, menciones vacuas,
fijaciones parciales, políticas,
yacimientos creativos en el centro
de tu pecho, tu giro proporcionado
que anula las distancias, la esfera
menuda que cuelga de tu pelo
eres paradigma andante
cual cruzado caballero,
teoría con patas cabalgando
tu mundo de bisuterías
y baratijas gastronómicas,
plantada creencia, tan modélica
(mientras bulle la conciencia)
Giordano Bruno
fui tu tiempo inquisitivo transfiriendo
el pensamiento reo del tribunal humano
de cada día, secular castigo al hereje
disonante, quemazón de vida desoyendo
su música, miedo irracional impuesto
por el extraño sentimiento de separación,
negación absurda como estético absurdo
involutivo, valido implacable persiguiendo
fantasmas, inquiriendo hogueras, cristales
rotos, muñecas despedazadas tus ciudades,
espíritu indomable de creación y destrucción,
los siglos de sombra partiendo continentes,
Columbia desgajándose en Rodinia,
Rodinia quebrándose en Pannotia,
Pannotia reamasándose en Pangea,
tú, su último y milagroso fragmento,
exaltada maravilla de materia, indócil
desafío a toda lógica, celda de infinitas
voces reverberando imágenes que forma
harás. Léeme tu poema sanguíneo
sobre pared virgen, gesticula airado
en tu convento laboral profesando
prestada idea, tu insaciable curiosidad
hecha de carne y nervio, de ignorancia
renovada, tu literatura de infusa ciencia
que los astrónomos te regalan, su finitud
frente a la apabullante infinitud
que te anula, te neutraliza. Equilibrio
en mí germinas modo, mente,
atrevida idea que ofende
a las piedras, doctrinal amor
rompedor de tronos, de silla
regia, de hegemonías pomposas
agrietándose de vida, mala hierba
para desconocidas flores,
el culto a un dios ajeno
vagaba por los campos ardientes
prisionero de la propia mente,
víctima de mí mismo expuesto
a las más feroces alimañas que,
con traje y corbata, con hábito
laboral, despellejaban mi cuerpo
fortaleciendo sin querer su espíritu:
indócil, se agiganta hasta diluirse
universo, mi verdadera mente,
pan de cada día, equilibrio.
Y rugen las bestias en la sombra.
El mañana se estira angosto y oscuro
túnel que te roba el aire, un campo
de prisioneros mentales sujeto y objeto,
conductos por los que arrastrarse
en la tortura, tu cuota de sufrimiento
llameando en la oscuridad de los siglos,
un clavo a tu lengua, tu piel ceniza,
arena al fondo de un río incesante
quemas la casa periódicamente, rompes
cristales, incendias bibliotecas, quemas
libros, bosques, animales, personas:
lo llamas purificación. Y quemas nada.
Derrumbas estatuas, símbolos, templos,
te asumes causa, voluntad, fórmula,
saber, poder, cambio. Y destruyes nada.
Lloriquea un niño ante su mecano
derruido: alguien, algo, le ha quitado
su juguete de las manos
tenías el también como concepto, materia
de probable realidad, átomos impulsivos
que te diferenciaran espíritu mutando,
pan y vino que ojear hasta su vacío,
dogmas que falsear en el microscopio
de tu alma impersonal, una duda
que alimentar hasta saciarte, el calor
de tu soledad en un mundo helado,
el desorden de tus temas esperando
tu autarquía intransferible, tu mundana
herejía que el tiempo bendice materia
luce hoy tu cueva palatina vaciadas
sus mazmorras pestilentes, salieron
tus temores volando en forma
de paloma y de aguerrida urraca,
tu propia tortura aplacada sin ápice
de juicios, una refracción de poderosa
luz, una profunda reflexión liberadora.
Y vuelve a sonar la música del silencio
cae el presente totalitario abrazo:
primavera presiente bajo el hielo
acumulado, fugitiva frecuencia
ajena a tu guerra, a tu miedo
inquisidor, tu territoriedad
animaloide en su trono,
tus calculadas epidemias
de la amenaza constante
creí en ti por no creer en mí,
pedía lo imposible: convencer
a la nada de fútil comercio,
materia y alma, el crudo
intercambio de exacta física
manipulado a voluntad.
Me río de mi mismo ahora,
adorable ingenuidad que habré
de mimar, su pureza primaria,
la puerta de acceso al no-tiempo.
Son sus manos agua, aire, exacta
física de la posibilidad, hoguera
incluida, condena que deviene flor
eres un tres andante y no lo sabes,
eres tarde sin juicio que te habla
y no lo oyes tras la voz incansable
de la acusación que crees ajena.
Trabajas los años inquiriendo culpables
a tu desasosiego, declaras tu irracional
inocencia trampeando con los aspectos
de la realidad que tu animal escoge
sin asumir sus elecciones, una causa
sin efectos, incomprensible física
del Talión que dios alguno proclamara
nunca, una ristra de ideas como chorizos
colgando de tus vigas catedralicias,
de tus mercados de intercambio
en la tierra fragmentada, interesada
distorsión de lo visible, ingenioso
invento de tu capacidad de síntesis,
práctica simplificación que llamas
inteligencia emocional: se hace
la sima más honda, un vertedero
cuya miseria aflorará en otro punto,
otro tiempo, otro cuerpo. Y lo señalarás
de buena fe para salvarte. ¿De qué?
Hoy elijo fraile, o prostituto, músico, o juez,
deportista; excluyo político, o líder, animal;
cambio, actúo hoy el rol excluido, soy cosa,
viento frío llevándose recuerdos, calor
fueguino paralizando la vida, exacta
física en el acelerador de partículas,
la absoluta libertad en ser: eres ese dios,
eres su aspecto elegido ahora, y su invisible,
eres un tres andante y no lo sabes:
le das al cuerpo un poder que no tiene
has conocido pensadores inmensos,
sentidas poetisas de la vida, ideas
objeto revoloteando por tus árboles,
amigos del alma (dejaron tu tiempo)
ayudándote a aceptar el mundo tal es:
nada de lo que te ofrece te calmará,
solo te dará lo que le des, exacta física
sin magia alguna, matemática, hereje.
¿Cuál es tu obra? ¿Qué escena eliges
a representar en tu cuevecita? ¿Qué
causa-efecto eliges como justa? ¿Qué
imágenes proyectarás en sus paredes?
¿O te conformarás con cuadros y figuras?
¿Qué cuento contarás a tus hijos
como chamán nocturno: cruda
física numérica o tierna nana
de fábula zoológica? ¿Qué te apetece
ahora? ¿Ves algo que te estimule
en una dirección u otra? ¿Alguna luz
personificada que te salve de ti mismo?
¿Un libro, un lugar, un ser "vivo", "muerto"?
Te conozco, amor (lluvia y sol
en su continuidad): ginebrino
tiempo en atolones del alma,
invisible; rey aceptado, reina
disertiva en su siembra,
idea abierta a toda herejía,
itinerante alójame en la vida
filosofas indeciso supervisando
tus impresiones, obrando quedo
ante la magnitud silenciosa; alargas
tu viaje con un nuevo silogismo,
rehuyes la discusión absurda,
o entras en ella a saco por salir
al otro lado de ese nódulo; volver
a amanecer de voces prendido
que al viento entregarás
amor me conoces hallándome
noble y mortecino al andar,
y me enseñas traslaciones
imposibles, inalcanzable
conocimiento sin advertencia
previa, el riesgo emocional
de un absoluto infilosofable,
la oferta de un vacío incomprensible
sin lugares ni tejido, una inteligencia
inasumible, amor, tu inmensidad
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