SINFONÍAS ELEMENTALES
ELFOS
derivas referencias de eseidad
con tus mitos como criaturas
de lo etéreo, desmenuzado aire
presentándose a tu olfato cavernícola,
a tu bosque nervioso que adora
el color y los fragantes sonidos
de lo orgánico, lo vistes de tiempo,
le das nombre a su longevidad
varía tu origen según tradiciones,
acuerdas casos nominativos, espíritus
de la otredad, tu propia humanidad,
tu propia animalidad, tu rocosa
plataforma a lo orgánico. Te mencionas
en seres abyectos, feneces en cada leyenda,
cada cruz en la que te personas
fabulas Historias como monedas
de cambio, criaturas monstruosas
que vistes de belleza pasajera,
de perecedero saber. Te escribes
en narraciones eventuales, y marchas
hacia nuevas edades: oscura, renaciente.
Caen manzanas del árbol, brillantes,
podridas a fertilizar el suelo. Eres
embajador del cosmos que te impulsa,
eres el viaje de la luz. Y el fuego
que la propele, ahora, cada momento;
el agua oscilante de tus emociones
ante la enormidad. Eres la Tierra
que maltratas, que llora, imperecedera,
tu ignorancia: sigues adorando
estatuillas de barro en las pantallas
mediáticas, parecen decir, parecen
pensar: sólo eyectan su miedo,
del que te alimentas. Crees
en la separación
eres hábito vinculándose
a la fértil protección
de lo que escribes, tomas
conceptos como hostias
consagradas adaptándolos a tu mito,
una obra inclusiva de hermosas criaturas
oníricas, un libro en blanco que garabateas
niño y señor del infinito
eres marco de límites señalados,
dual existencia que en ti cohabita
en posturas petrificadas.
Y te contemplas hasta disolver
los incontables puntos de atención,
esas luciérnagas multiplicándose
en la oscuridad. Dejas de creer,
un hábito de sanación sensorial,
magnánimo reconocimiento de tu ignorancia,
tu mismísima inmensidad impoluta,
donde realmente estás. Brilla
la luna ahora entre pacíficas nubes,
asilvestrados seres dorados gimen
a su embriagador hechizo, salvaje
sana la palabra justa, me adivinas
en la oscuridad, hábil ladeamiento
de tu creacionismo como poción
de misterioso origen. Varías aspectos,
formas, sin dejar de ser curativa
naturaleza. Me dices la causa extraña,
extremos del ser que desconozco,
te siento ondulante por mí estómago
como amenazante amor,
y me defiendo en mi ignorancia
recreas la leyenda de la noche
de los tiempos, extiendes tu mano
de rojo pigmentada en la cueva
que de estrella en estrella
se va abriendo, describes hábitats
impensables, células, virus, bacterias
que te piensan, que fulgen en tu sueño
como amenazantes entes a ti ajenos,
distintos de ti, separados, cósmico
esperma a un profiláctico planeta.
Nace la luz bosque a tu verbo,
tu propia naturaleza personificada.
Estás ligado, fecundo óvulo,
a las estrellas, interminable
cópula del arriba y el abajo,
la bondad de la que reniegas
longeva magia del entramado
infinitesimal, de ese caldo
de inmortalidad, ese flujo
invisible que se hace micropunto
de infinita densidad con estas leyes
de una mecánica que, a la sombra
de un árbol, aprendes a predecir.
Ya no lo llamas magia. Lo llamas
ciencia, renombras la leyenda,
acotas tus visiones, das cálculo
a tus órbitas para un nuevo salto,
se ondula el flujo en tu danza,
transgredes en sueños tus leyes,
estiras, cortas, rejuntas elementales
en tu desesperada búsqueda:
renuevas el mito
ahíto de tu ruidosa herramienta,
cae el silencio como sigilosa gracia,
parecen los sentido sintonizarse
con una vertiginosa inmensidad
sin movimiento, milagrosa destreza
Devas
me resumes tu poderosa visión
en seres nocturnos que traerán
el día, que, tañendo campanilla,
se acercan a recordar tu frágil
carnalidad, acechantes peligros,
tu evanescente humanidad. Voces
me figuras como cualidades
de infinitud, benévolas, e irascibles,
un rostro hermoso que se transforma
celestes asteriscos a los que respeto
en su brillo nocturno, susurrada voz
que mi nuca eriza, ancestral idioma
lumínico en el templo arbóreo
que un druida en mí oficia
como recuerdo imperecedero,
cognadas derivadas lingüísticas
me construyes dando forma
a las realidades que mis sentidos
ocultan. Eres chispa entre chispas,
un pensamiento más entre infinitos
pensamientos dándose formas
a cada universo. Y aún sufro
cuando la apariencia que te di
en mi tiempo desaparece. Fue
tu voluntad salvar esa relación
de su irascible rostro. Sí, vuelves
generoso pensamiento en la frecuencia
etérea ajena al tiempo, una probabilidad
inmensurable que escapa a tu instrumento
de medida, sin término, sin clave definida,
pentatónicas escalas del ser, una lengua
absuelta de sentido, elevado trance
son reales tus creencias, no su objeto;
en todas las razas naciste, gen inmortal
de cercana estrella, transespecie figurando
cada amanecer, cada crepúsculo, cada estrella
que en nube se extinguió cuando a la noche
miras en aparente soledad, esa muerte
del tú, ese bigbang del yo omnipresente
que toda singularidad amalgama, almas
fibrilándose en supercúmulos, Laniakea
madre acunando tus fulgores, tu oscuridad.
Eres hombre que trae paraíso, e infiernos,
mujer que vela virtudes, y vínculos, el animal
que te habita, planta amada que fertilzas
mis hábitats, amante polen que mi pecho
fecundas. Oteas el horizonte siendo
horizonte mismo de sucesos, tu agujero
negro, blanco, el poder tuyo y la gloria,
la mismísima miseria de tu desamor
son hijos tus realidades bastardas,
a tu mesa se sientan cada noche
como última cena. Te mira
una estrella. Y ya no estás
benévolas, iracundas expresiones
de tu rostro planetario, esa pared
de blanco donde tallas los templos
se llenan tus mitos de seres polimorfos,
benévolos, malditos, escalas deificadas
donde proyectarte, los vertederos
de tu rechazo, dañinos nódulos
emocionales haciendo masa, corpúsculo,
bolsitas de bien y mal para el té de las cinco,
domésticas conversiones que ocultar,
una sabiduría de andar por casa, tan humano
ahora esotérico, ahora exotérico
tal hubiera línea que separara
tu tiempo, ese muro que levantas
entre el afuera y el adentro, esa preciada
voluntad de la que presumes y vendes
en los mercadillos mediáticos, ese árbol
que te estorba en el jardín, el río
que desvié para llegar a tiempo
a mi oficina, tener más luz en mi salón,
ese pensamiento que creo oculto
tras mis labios lanzando su onda
mágica en busca de sus gemelos,
deseo transfigurado, anhelo insatisfecho
habitando supuestos universos paralelos
que no satisfacen a mi ego, ese gobierno
corrupto como iglesias petrificadas
en paraísos fiscales, roca, monumento,
falsa sacralidad del rito caducado,
emocionales nódulos, cancerígenos
corpúsculos del miedo que atraerán
al genocida, al salvador, ese opuesto
que hipnotizará a la pobre gente
con su iracundo rostro, su discurso
en manifiestos de piedad redentora,
de catártica y violenta ira, benévolo
rostro, iracundas fauces, el viejo mito.
Se matan entre sí las abejas en mi jardín.
Se les fue haciendo chiquito
(y ni siquiera presumen de identidad,
si acaso tu propia territorialidad corporal,
ese reverso de tu belleza animal)
articúlame de nuevo,
reedítame libro en blanco,
principio inmaculado
de reino desconocido
contienes seres que habitan
tus gozos, te recompensas
desde la célula a los niveles
que escapan a tu control,
renaces como esotérico sol,
receptiva tierra a tus cultivos
te admiran tus pequeñas deidades domésticas,
celosos daimones y querubes por igual;
flechan, subyugan tus pasiones menudas
con el fuego que les das. Tienes
el doble título de onda y partícula,
alivio y dolor en una lista de colores
eres tu propio panteón adornado
con los exvotos del tiempo, varón
ígneo, hídrica hembra, brutal
encuentro de todas las fuerzas
que sostienen lo que ves, esposa
fiel a tus sentidos, ido esposo
en las oscuras noches del alma,
dolor y alivio en un pensamiento
tus derivadas verbales abren
pantallas de posibilidad, pequeños
dioses acústicos creando agujeros
blancos, su oscuro reverso.
En toda raíz arbórea éstas
desde la primera onomatopeya,
cacofonías de una emoción
compartida con animales y plantas,
con la roca obra de artística lava.
Así derivas por las aguas
hacia nuevas islas, tus pequeños pasos
trinitarios sin que tu animal
lo perciba, razón andarina
crees ser tu nombre y así lo haces
creer, común, propio, aquel brillo
primero que eructó su Yo soy,
este cielo que miras absorto;
eres madre, eres hijo y la onda
que los comunica, tu propio panteón
adornado en tu tiempo con los corazones
de una melancolía ancestral, doradas chispas
contiene el aire que respiras
toda medicina, cada hoja
que tu amor te habla. Complácete
en su bendición que libere las toxinas
de tu supuesto pensamiento: eres
la causa de nada, no puedes ser su efecto,
antiguo eslabón de una ilusión interesada
recorres planetas, andas continentes,
peregrinas por paisajes que alivian
tu búsqueda, mecas, templos y ermitas
que ya estaban en ti antes de nacer,
esa ilusión de movimiento que te renueva.
Cierras los ojos, aquí, ahora: todo te habla
te piden nombre esas derivadas, número,
una estantería donde encajar, futuros
aledaños connotados hasta su denotación.
Surgirán criaturas inimaginables,
evidencias que retorcerán significados viejos,
textos ocultos en las cuevas de un desierto
a la luz que no ves te lleva
de la mano tu aparente opuesto,
cualidades de infinito, aquel lugar
donde creíste desasirte de tu par
y al que a menudo una música
te transporta. Nunca has estado
sola, querida alma, tan amada
tu posterioridad viene a erizar
tu nuca asimilando tu presente,
disculpando tus creencias, su verbo,
ese alfabeto por el que caminas,
esas fórmulas con las que saltas,
ese sistema que se quiebra
como viejo monumento en el que colocar,
amorosamente, tus exvotos. Me indicarás
la nueva luna que explorar, pequeña
enana roja que tus ojos te ocultan,
un nuevo sistema solar donde expandirte,
el lugar donde quizás te encuentre.
Y no estás allí.
me das pistas sobre ti cada vez
que me adjetivas, esa etiqueta
que te reafirma, te da falaz
seguridad. Derivas en tus cognadas
derivadas mentales tal exploras
el universo: te vas conociendo,
pequeño pez que se come la cola,
gigantesca sierpe prometeica.
Sólo tú apagas tu brillo
en tu texto te buscas por lingüísticos
vericuetos, atajos, punto muerto,
punto y seguido, abismos. En tus números,
hermosas fórmulas que no te salvan
de ti mismo. Tu elección sin más allá.
Ríes, lloras, aseguras tus pies,
vas perdiendo cualidades, se hace
piedra lo divino, callan las estrellas.
Ruego me impregnes con el polen
de una luna recién descubierta;
descríbeme infinito en nueva fórmula
aún si al observarlo se escapa, esconde
mi arrogancia, mi orgullo, mi ignorancia,
maquilla mi rostro carnal
que no me duela el tiempo
no cabes en tus devociones,
dices dioses que no son sino aspectos
de ti, por lo que ya tienes imploras
a tu propia sombra en la oscuridad
camuflada, devoto hijo haciéndose
padre, madre, polvo fertilizante,
divina cualidad de infinito
eres principio y fin en ególatra lapsus,
una diferencia que se desdibuja
en la aceleración de los planetas,
cada giro galáctico, cada burbuja
que al roce con otra se revienta.
En un hermoso jardín me establecí
que a duras penas cuido, un matrimonio
vinculante con esa danza de espíritus
que en elevada frecuencia se desata
sin que sensata razón la detenga.
Y en mi trono presido los fenómenos:
sonríe mi madre en el jardín,
a ella le sonríen los geranios
muy lenta se va ilustrando la mente
en la espiral que asciende, esa sierpe
a la que temes que tan despacio
se va desenroscando, esas dolorosas
convulsiones en sus retrocesos,
(guerra, pobreza, intolerancia, enfermedad...),
tu propia miseria animal imperando
mientras huyen los animales a esconderse
de tu propia autoaniquilación.
Redefines vida, redefines inteligencia
más allá de tu insignificante masa
cerebral, esa antenita que a veces
sintonizas con la enormidad,
que a veces colapsa de ruido,
ataque, defensa de pétreas
identidades, tú y yo, maravillas
que el viento va amorosamente
derruyendo, genuinos genios e ídolos,
estatuas que ahora derrumbas,
alfabetos que mueren en la jungla,
signos denostados en tu lucha.
Le haremos plañidero documental
la devota modernidad del paradigma
aceptado deviene dogma, grillete moral.
Son mis palabras ladrillos
para el lucido nuevo de mi fachada
y al revolver en mi basura, ese átomo
reciclable, esa partícula cargada
de energía, la cáscara de un plátano
reestructurando sus moléculas, un atisbo
de luz imperecedera alimentando mis huesos,
empujando al espacio mi voz agradecida.
Se nubla la vista, no distingue formas,
clarean certezas que como granos de arena
entre los dedos se escabullen. Toman forma
de tiempo, de aliento entrecortado,
de sorpresivos cambios, pequeñas
deidades domésticas farfullando
entre los platos por fregar: vas
reconociéndome más allá de la forma,
querida alma polisémica, querido
texto originario, primigenia voz
me tomas enciclopédico con tus ilustradas
objetividades, pasional me bebes
desde tu animal fueguino, esa pulsión
desdoblada que apenas controlas.
Apareces forma cuando no te pienso,
apareces luz cuando te pienso.
Mueres cuando te defino, me apago
cuando en la estantería me colocas.
Genios, ídolos, estatuas,límites.
Árboles, ríos, montañas, estrellas,
cosmos, universos, nada. Evolucionas
(desde cada involución: se estira la sierpe)
os re!aciono, soy elemental unión,
ese aspecto femenino de mi ser,
esa forma masculina de mi texto
se ha ido en la mañana Orión
a cazar sus presas, a vaciar
el cielo de fantasmas, este ritual
terrestre, incruento, estacional. Allá
que las lleva donde el pensamiento
es un planeta diamante, un gas
sin estaciones, desconocido
se ha puesto en marcha toda fuerza:
gime el frío, saludan los vecinos,
la luna se desvanece, irradia
el sol sus benévolos pensamientos.
Nadie juzga, ni a las urracas.
Se oye el primer tiro, primer juicio,
y van poniendo los albañiles
sus ladrillos de lo aceptable,
de lo inaceptable, van las hormigas
reloj en mano a expandir su territorio,
van los abejorros a zumbar porque sí,
van mis estrofas a ponerme peso,
las líneas van mi aliento a entrecortar
Dijnns
celebrabas en los desiertos
la dirección de tus plegarias
a los seres ejemplares
que te precedieron,
a los monarcas de mares
lejanos, sus poderosas aguas
linfáticas que recorrían
tus venas, sus llamas terribles
del calor salvaje, tu tempestad
interior arreciando colérico
viento propio de enfermizos reyes,
las presencias que te motivaban
hacia El Dorado de tu ser. Guardas
esa relación en jarra de mismidad,
en las leyendas y cuentos del genio,
en tu número escaso pero osado
eres el nombre primero, raza
de espíritus elementales embutida
en cuerpo magnífico como hechizo
maldito del tiempo, magia que irás
descifrando número a número, error
tras error aparente que en sí llevan
cada solución, cada pequeño paso
en tu oscura vastedad. Se quiebra
el jarrón en el centro de tu mesa
una vez más, pedacitos que una vez
más recompones en orden alterno
para una nueva manifestación
de tu genio. Arremolina pasiones,
corazones despedazados, desbocadas
emociones de pueblos enteros, de solitarios
portadores de la idea en su frente
encendida. Y te me derramas hermosa
en mi recipiente a duras penas
recompuesto, poderoso amor
elemental de tu tierra húmeda.
De tu altura caigo una vez más,
de un éter como agua de rosas
en el que desvanezco para despertar
mármol, pulida roca. Se detiene
el tiempo hasta invertirse cascada
de agujero negro, alma ardida
que recombinará toda su información
para crear nuevo mundo, profunda entidad
sin cuerpo nutriéndose de conocimiento puro
eres el fuego en mi vasija
de tosco barro, seca nafta
que a tu voz prende, molidos
huesos que con tu chispa
se articulan conjunto hermoso,
salvaje criatura que se lanza
al vuelo hasta carbonizarse,
una vez más. Navego tripulante
maldito esta carne apelmazada
de tiempo concreto, esta sangre
como vino dulzón evaporándose
hacia un templo de carnívoras
hojas. No logra mi espada ígnea
tajar tan poderosa maleza, formas
enredadas hasta su fusión identitaria.
Siendo ser, inteligencia no creíble,
destino cumplido sin profeta,
desconozco mi nombre, secreto
olvidado en la tierra de los muertos.
Trata la razón de convocarlos
por recordar con números, con palabras
aquel saber antiguo, prohibido anhelo,
una maestría ha ya mucho intuida
navega este barco maldito mares
sin ninfas, centelleantes aguas
de pura esencia. Lo miro en la jarra
de cristal, centro de mesa, bambolearse
en el día a día, su agua imperturbable,
sal que se evapora, piratas inútiles
vociferando como alimañas, hielos
que se funden a una voz tuya.
Es su casco ágil espíritu inhumano,
deleitosa profundidad cósmica,
su frágil osamenta ilusión causal
en un abismo de imágenes tortuosas
es mi tempestad porción de viento
pulverizado, liberación de recónditos
alientos huracanándose a mi popa,
velas temperamentales, caprichosas,
céfiro poderoso que tornado se torna,
temible manto sin patrón de los cielos.
De ahí a un desierto que engulle sombras
entre las nubes arremolinándose, una asfixia
a toda idea de orden, rara violencia mental
que arrasa directrices, desata muerte
cimitarra dorada blandía por imponer
un nombre, un relato, una voluntad
sin quiebros manifestándose elemento
que en la mente se agiganta, obediente
éter vengativo al servicio de un amo
desconocido, inmortal, una deidad
insaciable del conocimiento mas sombrío
te adoraba diosa de un culto
antiquísimo, tu tierra labraba
leal a tu vergel prometido, en ti
moraba reverencial comiendo
de tus frutos llenos de sabiduría,
de tu poder libaba hasta el temor,
hasta saber de tu poder destructivo,
de causas desconocidas como ofrenda
nueva, de tu ira implacable alimentando
naciones enteras, levantando y arrasando
templos, ídolos, palacios y chozas, ego
inmenso que en la luz se incendia. Froto
de nuevo la lámpara de los deseos
y el mago se puso la bata blanca
canalizando energía en números,
fórmula tras fórmula, cubo, círculo,
inmensidad en la punta de un lápiz.
Vuelve a mirar, una fuga, desconocido
objeto transita su sueño, desenfocado,
amenazante, un reto a su lápiz
como arcana maldición incesante.
Reside un desierto en mi cuerpo
donde extraños rituales pactan
oscuras involuciones, dolor
como acetre para nuevo parto,
la asunción de una nueva deidad
numérica, forma renovada, imagen
ampliada, enfocada ahora, un estante
más en mi biblioteca. Se arremolina
el aire colmado de sabiduría,
de la mentira aceptada,
mi propia toxicidad
exacerbada
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