The Fountain. Darren Aranovsky
has recibido nombres como doradas sondas
bandeando por lugares únicos, desplazando
tu sonido que cromara el nocturno cielo
ingieres vida con tu hálito original, generas
tu propia fantasía vital con sus dramas
profundizando en tus temas hasta el dolor
primero, colectiva veta del conocimiento,
enriquecedor lenguaje del amor numérico,
de la muerte en la palabra, una abundancia
escénica de poéticas imágenes, sonoras
combinaciones que amansen el vértigo
a la inmensidad. Me narras entrelazando
mundos imposibles, antagónicos personajes
que el tres resuelve en un signo recurrente.
Son tus espacios tiempos afectivos, una biblioteca
neuronal chispeando en las eras, una conquista de futuro
a veces resolutivo, te reeditas celular
como lozana planta, seminal como símbolo
andante entre las tumbas, resurrecto historiador
de las eras, vida a través de la muerte,
una identidad desluciéndose en los milenios
para crear un nuevo mundo. Oficias
tu propia herida abriéndose como garganta
en desfiladero de estrellas, perforación
de las eras hasta la simiente primera,
una causa que justifique la vida. Derramada
tu sangre brota planta nueva en tu jardín,
bamboléase tu llagado tronco de donde cae
la piel ajada, el pensamiento huero, líneas
de tiempo descartadas, se hace tu corazón
nebulosa cría de futuras estrellas, sin descanso.
Florece tu entorno color de idea nueva,
volteados temas, ilusionante tarea como hálito
vital, y aún si repites patrones giraste
el prisma en el vacío, vadeaste
por otro sitio, tu sueño enriqueciste
eres astronauta en tu milagrosa bioesfera,
esta bionave en viajera galaxia, oncólogo
del tiempo buscando cura al pavoroso vértigo,
nódulos como grasa acumulada en la historia
escrita, consensuada, un pasado inexistente
que rellenas ahora más veloz que luz, poderosa
inmanencia, un sentido demostrable. Y ensayas
piruetas evasivas desde la forma, concreta,
abstracta, material, espiritual como trazado
lógico de un avance, una evolución perceptible
tu esférico astro se dora a veces
albergando profundas meditaciones,
visiones que la tormenta desbarata,
anómalas compañías con mil nombres
alimentándote en la oscuridad. E irás
más allá de ellas en una suerte de muerte
germinativa donde todo fin se diluye,
su mera aceptación
es tu ensayo animal proceloso por el hambre
motivado, una llamada incesante de fuerza
desconocida, la prueba que te falta, perpetua
inspiración en la extrañeza. Derivas extraño
en tu árbol farmacológico, tu propio tumor
cognitivo
percibes tus pasos y los de lo otro, un ave
que cruza el horizonte y sin embargo parece
estático tu esférico astro, la quietud de tu jardín
o el horror de toda conflagración. Pero viajas
entretenido por la infantil casuística de tus problemas
vecinales, de tu asentamiento familiar o milenario
y viajas y viajas mundos conquistando ávido
arbóreos compañeros de vida, medidas
de tu búsqueda, prolongaciones de ti mismo
multiplicándose hasta doblar el ocho, un motín
constante contra el orden establecido. Te organizas,
cortas cabezas, y no se te revela el destino.
Te acercas extático a la cima piramidal,
la insoportable energía de una verdad absoluta
para luego rodar cateto hipotenusa abajo,
humano tubérculo de una tierra insaciable.
Cuando guerreas, ataque y defensa se parapetan
en el tablero de la inmovilidad, no gana nadie,
cíclico giro, monumental piedra de los caídos,
te capturaste a ti mismo con lazo temporal,
vuelta a levantar pirámide. Alguien llegó
a la cima. Y desapareció
regresaste a casa hace mucho ya, y ni siquiera
te diste cuenta, mirabas lejana nebulosa
como reflejo de tu propio inframundo,
un desfile de almas milenarias. Te mostraban
libros extraviados, escritos fuente primordial,
voces dormidas en el subconsciente colectivo:
deseaban despertarte de tu sueño, retomar
el poder de tu ahora, activar todos los eslabones
de tu serpiente genética, revivir tu creación
en doblado ocho. Me contaban silenciosas mi razón
de Ser. Y viajas, y viajas mundos como minutos o eones,
cúmulos o microbios, y te derrumbas, y caes, y te levantas
hasta entregarte. Te rebelas, regresas, añades ciencia
a tus miedos, curas, enfermas, transmutas, te desesperas,
respiras, te encierras en tu caverna cerebral, mueres:
mira un bebé su mundo inmaculado
duraste siglos inquiriendo silencio, satanizando
a la naturaleza, arraigando herejías por espantar
tu miedo, conquistando vírgenes territorios
por conservar tu poder. Buscas causa externa,
siendo tú mismo muerte, camino trillado,
una conspiración por asesinar al pavoroso
silencio donde tu mente reverbera como jaula
de grillos. Y buscas en la otredad que o quien
la detenga, terrible urgencia de la política corte,
misión imposible. Talas árboles, plantas árboles:
son ellos quienes te plantaron, eres su fruto
No hay comentarios:
Publicar un comentario