miércoles, 8 de junio de 2022

The fountain

The Fountain. Darren Aranovsky



has recibido nombres como doradas sondas
 bandeando por lugares únicos, desplazando 
tu sonido que cromara el nocturno cielo 

ingieres vida con tu hálito original, generas
 tu propia fantasía vital con sus dramas
 profundizando en tus temas hasta el dolor 
primero, colectiva veta del conocimiento,
 enriquecedor lenguaje del amor numérico, 
de la muerte en la palabra, una abundancia
 escénica de poéticas imágenes, sonoras
 combinaciones que amansen el vértigo 
a la inmensidad. Me narras entrelazando 
mundos imposibles, antagónicos personajes 
que el tres resuelve en un signo recurrente.
 Son tus espacios tiempos afectivos, una biblioteca 
neuronal chispeando en las eras, una conquista de futuro

a veces resolutivo, te reeditas celular 
como lozana planta, seminal como símbolo
 andante entre las tumbas, resurrecto historiador 
de las eras, vida a través de la muerte, 
una identidad desluciéndose en los milenios
 para crear un nuevo mundo. Oficias 
tu propia herida abriéndose como garganta
 en desfiladero de estrellas, perforación
 de las eras hasta la simiente primera, 
una causa que justifique la vida. Derramada
 tu sangre brota planta nueva en tu jardín, 
bamboléase tu llagado tronco de donde cae
 la piel ajada, el pensamiento huero, líneas 
de tiempo descartadas, se hace tu corazón 
nebulosa cría de futuras estrellas, sin descanso.
 Florece tu entorno color de idea nueva,
 volteados temas, ilusionante tarea como hálito
 vital, y aún si repites patrones giraste
 el prisma en el vacío, vadeaste
 por otro sitio, tu sueño enriqueciste 

eres astronauta en tu milagrosa bioesfera, 
esta bionave en viajera galaxia, oncólogo
 del tiempo buscando cura al pavoroso vértigo, 
nódulos como grasa acumulada en la historia 
escrita, consensuada, un pasado inexistente
 que rellenas ahora más veloz que luz, poderosa
 inmanencia, un sentido demostrable. Y ensayas 
piruetas evasivas desde la forma, concreta,
 abstracta, material, espiritual como trazado
 lógico de un avance, una evolución perceptible 

tu esférico astro se dora a veces
 albergando profundas meditaciones,
 visiones que la tormenta desbarata, 
anómalas compañías con mil nombres
 alimentándote en la oscuridad. E irás
 más allá de ellas en una suerte de muerte
 germinativa donde todo fin se diluye,
su mera aceptación

es tu ensayo animal proceloso por el hambre
motivado, una llamada incesante de fuerza
desconocida, la prueba que te falta, perpetua
inspiración en la extrañeza. Derivas extraño
en tu árbol farmacológico, tu propio tumor
cognitivo

percibes tus pasos y los de lo otro, un ave
que cruza el horizonte y sin embargo parece
 estático tu esférico astro, la quietud de tu jardín
 o el horror de toda conflagración. Pero viajas
 entretenido por la infantil casuística de tus problemas
 vecinales, de tu asentamiento familiar o milenario

y viajas y viajas mundos conquistando ávido
 arbóreos compañeros de vida, medidas 
de tu búsqueda, prolongaciones de ti mismo 
multiplicándose hasta doblar el ocho, un motín
 constante contra el orden establecido. Te organizas,
 cortas cabezas, y no se te revela el destino. 
Te acercas extático a la cima piramidal, 
la insoportable energía de una verdad absoluta
 para luego rodar cateto hipotenusa abajo, 
humano tubérculo de una tierra insaciable.
 Cuando guerreas, ataque y defensa se parapetan
 en el tablero de la inmovilidad, no gana nadie,
 cíclico giro, monumental piedra de los caídos, 
te capturaste a ti mismo con lazo temporal, 
vuelta a levantar pirámide. Alguien llegó 
a la cima. Y desapareció

regresaste a casa hace mucho ya, y ni siquiera
 te diste cuenta, mirabas lejana nebulosa
 como reflejo de tu propio inframundo, 
un desfile de almas milenarias. Te mostraban 
libros extraviados, escritos fuente primordial, 
voces dormidas en el subconsciente colectivo: 
deseaban despertarte de tu sueño, retomar 
el poder de tu ahora, activar todos los eslabones 
de tu serpiente genética, revivir tu creación 
en doblado ocho. Me contaban silenciosas mi razón
 de Ser. Y viajas, y viajas mundos como minutos o eones,
 cúmulos o microbios, y te derrumbas, y caes, y te levantas
 hasta entregarte. Te rebelas, regresas, añades ciencia
 a tus miedos, curas, enfermas, transmutas, te desesperas,
 respiras, te encierras en tu caverna cerebral, mueres:
 mira un bebé su mundo inmaculado

duraste siglos inquiriendo silencio, satanizando
 a la naturaleza, arraigando herejías por espantar
 tu miedo, conquistando vírgenes territorios
 por conservar tu poder. Buscas causa externa,
 siendo tú mismo muerte, camino trillado, 
una conspiración por asesinar al pavoroso 
silencio donde tu mente reverbera como jaula
 de grillos. Y buscas en la otredad que o quien 
la detenga, terrible urgencia de la política corte, 
misión imposible. Talas árboles, plantas árboles: 
son ellos quienes te plantaron, eres su fruto

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