The Hunter. Daniel Nettheim
siempre dispuesto al letargo ruidoso remitiendo
a la otredad como causa separada, clásica
dormición de la insuficiencia, tu cazador
ancestral al acecho de su triunfo, pacato goce
eres mercenario del ruido circundante, baratos
talismanes usas que dotar de significado, de un poder
que no tienen, pastilla o crucifijo, preciosa piedra
o voz profunda, capturas hitos salvacionistas
que dejas como mojones de un camino, solitaria
vía ciega a sus paralelas y tangentes, el profundo
deseo de vencer a la muerte, un miedo que oscurece
la vida, un zoo piramidal donde escalar
entre depredadores. Desapareces mimetizándote
sugestivo en la aventura cotidiana, el drama
exótico sobre el que escupir y defecar, y te santiguas;
nigromántico escenario de las islas furtivas
donde te encuentras a ti mismo, la fealdad
que no quieres en una presa de tu tamaño,
tu cazador especializado cumpliendo su función:
materializar supuestos, extinguir tu horror.
Y te hospedas en esa selva frondosa alerta
entre sombras, tus propios cepos mentales,
regiones tenebrosas del más arcano salvajismo,
hasta ser selva. Subsistes aún la tala de tus ramas,
ctónico lazo que te ata a tierra, bosque de búsqueda
de tu ansioso animal, correoso mimbre algorítmico
cuyo origen desconocemos. Se desarrolla un irregular
relato floral, hechos legendarios ultimando extinciones,
un desprendimiento hierático de todo saber, pasado,
especie, productivo estajonovismo de laboriosa abeja
polinizadora. Gustas de existir resurgimiento, un amor
que planetario evoluciona rítmico en el incesante diálogo
entre vacío y materia, selváticos segmentos y desierto,
reflejo mítico y presente, la belleza del paisaje infinito.
Rebosas mistérico vigor, e irradias ese amor salvaje
en esa fauna y flora de tu entorno, verde, cálido, frío,
nocturna nieve, diurna fiereza: gustas de existir
nocturno, gustoso atardecer de preciosa piedra,
paraje asceta, talismanes del alma a la eseidad
vulnerable: sonríe tras tus máscaras escondida,
música imprimida que estremece física tu piel,
emite química sus maravillas. Son tus taras
guión antiguo, genética loca, confuso montaje
evolutivo que se ríe de tu casuística, personaje
escénico buscando motivaciones, un otro funcional.
Y se te va de las manos. El cazador es ahora presa,
el punto reflexivo, lugar ignoto de revelación,
cósmica conmoción. Quizás la paciencia te desarme
para paisaje nuevo, agreste armonía, solitario viaje,
abigarrado trance eres tu elección como realidad,
una cuesta imaginaria que otros recorrerán,
una obra impersonal con su escasez filmándose
piedra a piedra, una jornada que ya atardece
exploras eremita las sincronías de tu supuesto
interior con tu cambiante exterior, rastros
de vida descubres pretérita, divina ciencia
en cada biológico eco, inferencias de tu deseo,
tu personal ambición, necesidades que descartas,
tu propio antagonismo, tu ojo humano. Te ves
en el tiempo, este humilde plano. Y sonríes
No hay comentarios:
Publicar un comentario