no sé blanquear ese momento hecho de oscuros atributos, los hijos de alcobas mentales ensombrecidas, los frutos del matrimonio entre sol y luna, las novias de primorosa infancia. Forjo unidades significativas que secunden mi realidad, dorada mies a trillar en desolada era, relaciones que me separan de una identidad desconocida. Con lengua fuera redondeo mis números sobre el tapiz que dibujo, sostengo teorías que blanquear en el contraluz, mi capacidad de aumentar la extensión de mi universo. Y me muestras tu sensual cantidad como vida
me blanqueas y por ello te bendigo, con tus apodos te emborronas decelerando tu percepción del tiempo, amor sin nombres apelando a tu hemisferio metafísico, donde se agitan las cuerdas
bromeas irresponsable con arriesgados supuestos, aumentas tus derivadas mentales persiguiendo respuestas, aceleras tu tiempo. La vida muere constante sin perderse una sola gota de sus zumos, su canto te dedica eterno en la historia invisible, apócrifa, te pierdes entre los años oficializados como excusa para no conocerte, sublimas la materia con músicas de época, la antigua epopeya
cuando me componías recolocabas mis piezas en clave de aparente novedad, musicabas mi ánimo en estados de emocional embargo, madurabas mi tiempo añejo vino, solista mosto, un arte de crianza en humilde seno, un lugar imprescindible al canto, sin tiempo
es tu voz animal sensualidad, blanca época de almas fundidas en una inflación constante donde todo y nada establecen su absoluta equivalencia, donde luz y oscuridad resuelven toda contradicción, brecha sensorial que coquetea con lo eterno. Por allí surgen juveniles aves a robarte los ojos, la tierna sonrisa de una docella celeste. Hay maestros escondidos entre los pétalos, desconozco sus nombres, sin historia, sin templos. Saben conjugar tu animal habilidad con el romántico arte de la figuración, el fin y su término, ser y referir, rudeza y ternura de sus infinitos aspectos, blanquear tu oscuridad desde el rostro que tú elijas
hay genios engrandecidos por la música que de tí emana, legados que merecen la atención de tus neuronas, el reconocimiento de su amorosa presencia en tu entorno. Marcan giratorias eras de abundancia discursiva, sonajeros del alma mundi avanzando nuevos tonos, salas que irradian nuevo clasicismo
era tu música un es que ahora reverbera por esta sala sin tabiques, una indefinible mediación de lujuriosa sabiduría, un pensamiento que chispea como luciferina de un ctenóforo en el jardín licuado, amorosa luciferasa nocturna que acompaña tu sueño, una impagable intimidad. Acallan los oídos todo ruido externo, adormece el tímpano como un gong todo ruido interno: la brecha. Hace el momento mismidad como una nota sostenida, absoluta certeza, bendito mundo
tus letras se igualan en su escucha, cifran acordes que quizá algún día suenen, y pasan por los años como recurrentes temas que irán blanqueando tu propia agitación. Me incitas rienda por la pasión de vida, tu preciada sensualidad
has pasado cualidad por el ser, abierto el marco de mis cuadros mentales, tectónico ritmo que obviara la palabra, florido ámbito donde los insectos polinizan. Brota aquel acorde oculto en el desenfado pélvico prestigio de una apabullante naturaleza, una invitación a la salvaje pureza de su fuerza. Me decía estrellas, una luz sensual de almibarados tonos: todo renace en su blanca ubicuidad. Me roban sus ojos el yo

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