partes los años en secuencias recurrentes, un turismo mental que desarrollas, un ambiente incipiente de calma o desasosiego. Tu tranquilidad se va en cuentas que se apagan, una espera constante sin más radar que tu eléctrica tensión. Submarino, trazas paralelas desde tu sónar reencendido que dibuje formas en la oscuridad, movimientos que definan el objeto a batir. Hay al fondo una isla en la que yacer
conoce tu presencia la humanidad profunda de su entorno, te encuentra en toda Edad ahora, hasta te construye sepulcros históricamente homologados, megalítico, de madera, volátiles cenizas de tí mismo dispersándose hacia la costa. Has descubierto islas funerarias donde hacerte tierra, has reconstruido restos de individuos confirmando la existencia de antiguas Edades, una población de años que instalar en tus líneas temporales. Tus épocas permanecen memoria colectiva con vestigios de verosimilitud, el paso de culturas remodeladas
mi tiempo es una dama exigente, una exégesis de organismos conscientes del equilibrio natural, un depender de islas tras reformar su autonomía, los consejos que te segregan del ruido
te refiero invadiendo tu voz, creo ocupar tu isla con los restos de un saber marchito, vivir en tus pozos de agua fresca para hacer mis aljibes, saquear tus plantaciones cual cruzada salvaje
fueres isla definitiva la poblaría de gentes donosas, nada erigiría por todo, fomento de una salitrosa virginidad mental que todo lo impregna y que todo animal sabe, dedicada santidad de sus ojos cerrados en esa musical salinidad, su fortaleza, su poder ante el pirata. Fueren las torres litoral definitivo, el tiempo en las olas, cada espuma un minutero construyendo la total dispersión, tu hogar. Medias entre las eras como fabulador de sentido
comandas tus neurológicas tropas por conquistarte una vez más, arribar a isla ignota, incorporar a tu reino nuevos habitantes del cosmos en pacificador relato. La libertad se escribe en esa inmanente mismidad, y tú harás la crónica sin más corona que un anillo planetario, un libro que ya fue escrito
no resta tu durabilidad a Edad alguna, más bien añade a cada renacer, y con aquellos isleños te reencuentras
tras mi expulsión poblé mi isla de recuerdos, hacía incursiones en el tiempo hacia formas de conocimiento ajenas, me repoblaba de lejanos espíritus
allí me coroné de una magnificencia incompatible con el mundo, noble tierra sin fechas donde poder señorearme. Allí me encuentras desprovisto de atributos, pura amenaza involuntaria a los valores mundanos, el ilusorio peso de tu esfuerzo. Mantienes el nombre como ligazón de los duales por los siglos de los siglos, una dama exigente
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