jueves, 29 de junio de 2023

Dear Sarah, Andy Leech

sucedes tiempo en el temor de su extinción, notas la impactante belleza de esta singularidad, esta infinita información oculta a tus sentidos. Levantas palacios a la imaginación desbocada vertiendo tu angustia por sus alcantarillas, el miedo invasor tras el ruido. Eres rehén de tí mismo, un invitado más de tu propio sueño. Y crees impresionar con tu riqueza deslumbrante 

estás de pie en medio de la noche, te mira tu alrededor sin ponerte atributo alguno, es posible la imaginación desatada, su cautivadora expresión, la honda negritud de su mirada. Acuden incomprensibles reflejos de una realidad desconocida, la tristeza de un ser no reconocido, una historia por escribir. Van haciendo hogar ella y su amado 

le dimos a una forma sublimada de la vegetación nuestros estimados votos de respeto, le encomendamos nuestras propias plagas y el instrumento para combatirlas, una razón esposada. Esa génesis numinosa sigue llameando hermosa aún revestida de tiempo. Tienes la auténtica belleza de la creación alcanzándote a cada lapsus, invisible manto de la materia sobre tus hombros, todo lo que no sabes, ese ubicuo observador que crees ver en los ojos del otro: eres tú sin necesidad de sublimación alguna. Van ella y su amado haciendo hogar 

vives de la mano de un otro que el tiempo te entrelaza, próspero par giratorio que transforma su entorno y su percepción del sí-mismo, de la abundancia a la carencia y giro. Su vital artesanía comercia con apariencias y formas, tira tabiques y remodela, abren sus pertenencias al mundo. Él y su amada intercambian el invisible género de pasivo a activo y vuelta, de la euforia a la melancolía y vuelta; intercambian los años en el puzzle del autoconocimiento, su hogar. Es su rezo absoluto silenco, absoluta comunión, inefable júbilo, la tentación de una formal sublimación. La esposa, tierra, razón, evolución, civilización, se encariña de ese etéreo no saber 

te mira el pensamiento paisaje desde su más lejana ventana, al balcón se asoma limpiándolo de endurecidos abrojos, se siente verdad agasajada por exquisitos manjares. Tienta ese lujo sensorial, vivir otra vida en esa suntuosidad emocional, aquella vieja ciudad de la abundancia a la que abandonarte faraón de tu propio reino. Pero eres leal a tu realidad, tu práctica y sensata esposa, tu medioambiental matrimonio. Eres 

estás dispuesto al dual discípulo-maestro alternándose, a dejar atrás lo conocido, años de barbecho, años de siembra, lugares incógnita en tu laberinto, difíciles perspectivas en drásticos giros, aprender a ciegas sin más demostración que tú pálpito intestinal 

mi cobardía me miente en crítica permanente, asegura pacata realidad, las razones del listo a corto plazo, natural prevención animaloide. Ambos sabemos el propósito de la nada, el reto constante, la formación de realidades, una seguridad bendecida, una arqueología demostrativa. Tu rareza es un secuestro del mundo, una decisión imprudente, una falta de humildad. Ella te mira desde lejana ventana 

crecen posibilidades en la vieja ciudad abierta, hablan sus ruinas al visitante, surcamos el río que la cruza descubriendo rincones con valiosas enseñanzas, destinos imprevistos, prósperas ideas. Abarrota gente sus calles, parten innumerables navíos de sus muelles, huelen los bazares a copiosa humanidad. Y te imagino bulliciosa metrópoli del alma conociéndose a sí misma. Sus habitantes los nombres olvidan etimologías en hermoso lapsus 

lunar destacas en todas tus habilidades, sin explicación alguna te yergues en un acto de fe, una irracional emanación de tí mismo hasta devenir granítica torre. Y ves la ciudad desde ahí arriba, adoras su ajetreo, la vitalidad de tus propias células deambulando en su corta vida. Sí, puedes desde ese personal alminar dar la voz del más lúbrico almuédano, hallar la razón  verdadera, la respuesta fiable que padre tiempo validará. Madre espacio te dará su peculiar manifestación. Llamas desde la torre al respeto que en bandada sobrevuela nuestras cabezas. Excretan las aves su fecundo deseo con tímida solidez, su buena voluntad 

la profundidad te ama abisal en su terrena pasión, te ama hogar cercano por donde el tiempo corretea, una ilusión que evoluciona. Toda explicación estéril será sedimento para futura dicha temporal, vigorosa subcultura quizás de huérfana apariencia, un vástago más transcurriendo cambio 

con todo, tu filiación seguirá leal al trabajo acordado inmune al mundo, al miedo de la hambruna emocional, al riesgo evolutivo, a cada partícula fuera de control. Te miro y sé qué eres, aún si me entretengo. La causa no me pertenece, vivo en ella 

fui hasta donde tus emociones me llevaron, del dolor aniquilador a la tristeza infinita, de allí a la nostálgica melancolía, de allí al vacío donde el corazón se enroca hasta agrietarse y estallar, de allí al calmo y leve júbilo de la eternidad. Apenas pasa: el regreso es un cúmulo de vínculos enrojeciendo en su viaje al origen, un universo afectivo, una mirada sin ojos, toda pregunta cancelada. Sentadas, las ideas se ordenan en el juego de las sillas musicales quitándote el aliento. Te cuentan historias de sus lejanas parientes, te muestran hechos posibles, inquietantes, tranquilizadores; nómadas, te piensan posibles respuestas, reacciones, tu disposición al cambio

tu elección se presenta sola, extraño signo no lingüístico, una petición conyugal de tu espaciotiempo, una decisión que la propia materia facilita. Incita a una cómoda sensación de seguridad, anima tu paso de agradecido espíritu, una reflexión del tiempo que se cobra tus deudas. Y el camino se despeja 

el cruce posibilita los puntos cardinales, rumbos sin promesa, imaginación abierta, holística mirada, momentáneo éxodo de tí mismo. De nuevo te cautiva la belleza diversificada, sus ciclos per se. Transporta la mente el jardín a un lugar seguro, una génesis neuronal

te preparas viajera en tus dilemas, enfrentar esa práctica del nómada mental regalando sus dudas en los desiertos, ofreciendo su producto acabado en la ciudad. Puedes ir a todas partes con tus elaborados artículos, al bazar más lleno de vida 

no haces caso sino a tu voz interna: tiene la última palabra, ella marca el camino, y se fija en sus compañeras. Ella hace el relato, ella teje la red de tus vínculos, se gana a sí misma. Quién iba contigo de la mano?, se pregunta. Quiénes eran realmente? Eran? Tu lealtad les sirves en la absoluta soledad, tan rebosante, y les ves marchar. Escuchan ahora la paráfrasis antigua de la especie que el universo relata incansable. Detalla su vital reflexión aprendiendo de sí misma cuando la esperanza escasea, te envía maestros cuando caes, un pensamiento apartado 

serías un más difícil todavía, una arqueología imposible, una comodidad alterada. Tus fuentes viven en modestos silencios, agua corriente sin techo, etérea puerta, un cerrojo descorrido. ¿Sientes? La tierra fiera, la fiera amansada 

la caravana de viajeros espirituales se dispersa por infinitos afluentes, por tiempos posibles, algún momento inacabado, alguna emoción sin descendencia. ¿Acaso elegida? Rondan las ideas 

te despides de los mandatos cumplidos alejándote de su agotado desafío. Ella, cariñosa, te prueba sutil tu pertenencia, tu apego entregado al jamás que sigas adelante 

te preparas viajera en tus dilemas, lo tienes todo listo: seguirá tu filiación el trabajo acordado inmune a especie o género. Te acompañan los siglos a cada génesis neuronal. Voy contigo en el mandato ancestral sucediendo 

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