jueves, 8 de junio de 2023

Vista de Delft, Johannes Vermeer


cuadras vehementes compendios con tus alegorías, das la espalda a los rostros taciturnos, tu musa es la Historia. Haces incursiones por entre tus venas y arterias, por tus huesos que tanto símbolo calcifican. Has pasado escena tras escena toda tu intimidad por los prodigios de tu luz, les has escrito música perla a perla, virginal tocado de azul 

silencia lo tranquilo tu cotidianeidad, ilumina las dudas en su barroco figurar 

resúmeme, mi querido poeta, el magisterio de tu color predominante, tu azul combinado, la osadía de tu verbal “sfumato" con sus lontananzas rebosantes de capas de sentido, tal te enseñó Leonardo haciéndote apreciar los graffitis de tu ciudad, leer los rayajos de sus paredes, abrir los ojos. Desdibuja mis contornos, querido artista, media con la mundana vehemencia y su neón deslumbrante, su estudiada técnica, su distorsión de toda perspectiva. Me llevas los alados pensamientos de los seres en su interacción medioambiental, a la cámara oscura me llevas de la coexistencia donde toda nitidez se diluye, donde la eficacia de toda ilusión queda en entredicho, iluminada duda, poético misterio 

oleaginosos marchamos en esta transmisión celular, hijos de un arte visionario, marchantes de creencias con que velar el mundo, de arte, perpetua transmisión desde el placer o el dolor en escenas cotidianas. Tu interior se representa fuera en un abrir y cerrar de tus ojos, tu hogar, el ámbito de tus relaciones inclusivas y exclusivas, tu amigo haciéndose enemigo y viceversa, tu hábitat llenándose de figuras, orgánicas, inorgánicas, de objetos que devienen sujetos hasta fundirse en un halo de energía 

todo, el ello-yo se plasma en densas pinceladas, liviana ahora, mera veladura, aplastante chorro que vuelve tus miembros pastosos: se iluminan, se apagan con la increíble magia de la mente, pura física incontrolable, un realismo realzado, obviado, nunca suprimible ni con el más voluntarioso exterminio: ese poder no es tuyo, y en tu más íntima oscuridad lo sabes, inasequible misterio 

no te interesa la narrativa causal, la historia de arquetípica acción. Dejas que el tiempo te contemple en cada reflexión espacial, no importan principio y final, solo  breve gesto de entregar. Una mano roza el brezo infantil, una cabeza se vuelve hacia los personajes de una escena compuesta con amor, caen letras sobre un papel como música sinuosa, oleaginoso me incluyo en esa brecha espaciotemporal: sí, estoy allí cuidando de mí mismo y mis personajes 

mi cámara oscura es artilugio compartido, una técnica a depurar, la magia de una física por descubrir, la posibilidad de infinita belleza 

el elemento esencial eres tú, sin visión, sin ángulos, una estancia que se hace ventana, una entrada de luz desnuda de ilusiones, un espectador sonriente. Y aún has de ir más allá de las luces acelerando perspectivas, pensando los pensamientos que cruzan la oscura cámara 

son las paradojas un rodeo vital obrando precisión, cumplido arte de la difícil coherencia, la suficiencia de una sencilla perfección, mundo utópico del que caen pequeños cachos de realidad que el tiempo, tú, vicia al exceder su contemplación, entendimiento interferido. Hacen historia esos aspectos en los márgenes del día a día, brevas que caen en la apropiada circunstancia, recreativas biografías de aquel arte paradójico. Me sostienes en un libro de inmortalidades 

"...dame pan y llámame tonto..." obra en habitaciones cerradas, cajitas en las que el saber se figura a salvo, muebles de perfecta horizontalidad. Lo vertical discurre en otro ámbito donde el espectador te mira, perplejo la mayor de las veces. No hay allí guía ni perspectiva trazada. Las baldosas del suelo recogen tu cabello caído, prodigiosas arena llena de lecciones en cada grano. Meditas ese arte a la altura de solitario cóndor 

vienes lloroso a añadir un grano a esas paradojas, elogias cada singularidad y juegas a las combinaciones estirando el sistema sanguíneo de tu cúmulo de referencia. Les das incluso color con excelsa imaginación, les das movimiento, incluso voz, el carácter de tus temas, y el necesario olvido temporal. Te impones una diferida compasión al transfigurar esas formas con los aspectos que el espectador toma de sus realidades. La cajita del daber se abre, delicioso tintineo de su música. Y vienes febril a añadir un nuevo grano 

engordan tus aspectos, arraigan extendiendo sus raíces, inspirada religión de la idea obrando cosas, movimientos, color, ensalzando épocas, personas, corrientes de pensamiento, en otros niveles releyéndose, rescribiéndose en texturas nuevas, escenificando ese magisterio en los hábitats recién descubiertos, una prosperidad que nos ilustra 

cumplo acá mi pena escogida, poco sé de su origen verdadero, hay datos dispersos circulando en el ahora, voy sabiendo sobre mi humanidad. Hago esporádicos retratos que quizá capten lo que no veo, horas de enfrentamiento con mi sensación de escasez, un aceptar mi limitada percepción en el que nada es mío, una esperanza de verdadero entendimiento. Repudia lo esencial cada contexto atribuido, histórico o ahistórico, vida o muerte, una liberación del yugo coronario, un final feliz. Veo mi adolescente vida alternando paz y brega, una sucesión de conflictos que sus potencias generan, la constante florescencia de mi cerebro en su óptima frecuencia y en su momentánea planitud encefálica. Esa escuela sabe de destinos sin analítica geometría alguna, sin metódica duda, sin más acción que el respirar, artesanal comercio con el cosmos sin cajas de depósito 

tu menú íntimo es una mujer escribiendo su lucha, una conmemoración trazada con los perfiles recordados, un retrato imposible que la cotidianeidad borra como mar sobre arena.  Son las paradojas un precisar esencia, láctea nocturnidad de la que mamas recién nacido, un abajo volcado. Esa dama escribe en las galerías del alma. Toca ahora una espineta sobre aurícula y ventrículo de tu corazón: se llena de luz tu galería. Al fondo, un fuego oculto 

naces seno familiar, longeva rama de aciertos y errores resonando viajeros por el tiempo, artesanal comercio, ecos persiguiéndose como letras de cambio, irresolutas deudas, sosiego, desasosiego. Tu intrahistoria es refinada reverberación de historia, la pena escogida 

la precision es íntima calma, el espectador de todo, una escena cuyas formas se desvanecen. Su obra es conocimiento desde la más simple cotidianeidad, siglos comprimidos para el artesanal comercio, ambientes asimilados en refinerías del pensamiento por cristalizar 

contactas, sí, cuando elevas la frecuencia dejando el mundo en volátil burbuja, información bruta que a duras penas artificias. Comercias en pequeñas posadas del alma universal donde te expones a la muerte, tu herencia 

cada pincelada una paradoja superpuesta, y algo parece escaparse entre las capas, alguna dimensión por conquistar, alguna instancia contemplativa, alguna herida que reparar, tu maestría. Otea el cóndor los anillos de Saturno 

tu herencia no es una cantidad, es una hermana llenita de poder, una ruina que levantar, hijos devastados por una causa incomprensible, su repentino testimonio, tu esposa 

perteneces a un caudal magnífico de familias interestelares, a casas del sosiego y su desasosiego, a gremios del saber qué soy, a maestros que te sostienen entre las reminiscencias de los claroscuros cosmológicos. Obras fases de perpetua transición hacia un pensamiento en formación. Recibes la visita de coronarios consejeros en tus talleres de comercio, donde cuadras tus compendios 

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