la espera del tren que no pasa, ese ondeante celuloide de imágenes que descontrolado te empapa en oleadas, un matiz nuevo que no percibiste en este último revisionado; remezclas prismas, si acaso rebautizas con nuevo adjetivo: la interminable espera
debutó el nombre con lluvia de meteoritos, en esa lluvia paseábamos sin rostros bajo la tutela de incipientes fuerzas. Se apreciaban notas corales carentes de síncope. Nos recitativan melódicas su versión del mundo, en noche volcánica nos lanzaban celosos números por segundo relumbre de una feroz naturaleza. Esa luz noctívaga no alcanzaba su plenitud: esperábamos. Aquel tren de perseidas parecía pasar de largo
alcanzó el tren su objetivo, un reino fiero de líquenes y musgos, de alborotados hongos alucinógenos en sus vagones, matices de drogas definidas recopilando información estanca
su particular fonía, tan joven, tan silenciosa fallece nada más nacer, una edad hermanada con su origen, su comunicativo sello. No éramos pioneros en esa íntima creación, ni siquiera amigos de su sonido primordial. Echamos de menos, una muerte permanente en vida, una espera de etérea anunciación, alto voltage emocional de la aparente soledad
al final de ese estudio mañana nueva te despierta con su montaraz llamada, te opina el tiempo con su escisión entre el aquí y el allá sin descanso por el mundo laureado, un ejercicio de superación. Van cojeando mis letras por el camino
y épico te me apareces como registro de eternidad: el día a día me proporcionas entre mentiras y veras
emparejado siempre me incluyes en los salones mentales, de ellos me retiras inopinadamente, industrioso ir y venir sin ápice de movimiento. Me refundas puntual a cada momento, mágico ingeniero de caminos, brutal creador de todo estudio
sí, ardía la noche como regalada luz, ardían vuestros sueños de brutal creatividad, celuloide ondulante
No hay comentarios:
Publicar un comentario