construyes imaginarios edificios tal biográfico divo de la fragmentación, das fondo oscuro a tus personajes, un collage de tiempos para tu holográfico relato, una política mental que va trillando el camino. Con trascendental lógica me usas en tu proceso evolutivo, en caprichoso sometimiento me persigues como tozudo recuerdo sacudiendo hechos, irregulares formas de aparente caos cuya estructura desconozco, una esencia ajena que sólo atisbo en el silencio. Cada elección es un cacho de conciencia, una autoría desestimada donde palpita la vorágine de la vida
hazme una sinopsis del yo, alárgame esta estación del desamor, con tu decadente vuelo ennobléceme com heraldo de intelecto, teje trama de inconsistentes relaciones, un fastuoso centro de dimanación. Servil, escribirás nuevo libro fuera de todo pragmatismo con la indolencia de un perezoso en su árbol. Domíname con tu desfile de insistanciales poderosos tan huecos como la mismísima materia
resulta incomprensible el olvido ante la gran belleza de tu nombre, esa apuesta por el riesgo arrebatado, sus formas narrativas, la tradición absurda. Huye la certeza compartida de cualquier polémica, no hay opinión encontrada, ni causa personal. Su paso es una palacio vacío, una radical forma de impiedad por tí mismo. La ambigüedad obvía lo obvio, un relato convencional de sintaxis sin riesgos: la vida se pone de canto. Supone una coherencia quebradiza, reaccionaria, una total falta de entendimiento. Da igual, lleva en sí universo, es también respuesta oracular, relativa. Cree en tí lo absoluto, y te fascina, y le pones imágenes, una emanación libidinosa de la Vía Láctea, una conjunción sobresaliendo de las formas, aún si crees que piensas. Esa necesidad de comunión carece de código visual, te dota de la osadía del riesgo, una virtud temporal. No sabemos leer esos mapas a tus sentidos ocultos, la grand belleza, el espacio reservado a lo incomprensible, tu sagrado enlace. Reclama Buonarroti su pintura
el insoportable peso de tus emociones con el que te alimentas va corrompiendo tu primordialidad, pátina cegadora otorgas al tiempo, tu resistencia a la vida. Sucumben tus tejidos de cualquier nivel a esa decadencia del espíritu, se refugia el niño en su cueva con la vieja Amaltea, su vía láctea como cura. Has desertado del reino de las sombras, ya no finges felicidad en decrépitos banquetes, esa muerte en vida. Brillan las estrellas en su torrente lácteo, atemporales rostros lucen en ellas henchidos de belleza, es ahora su gloria antídoto frente a lo efímero, un panteón eternos de seres anónimos, una capilla celeste con todos sus personajes en movimiento, mundos desconocidos atesorando futuros, creativos recuerdos en visionarias metáforas sin más pretensión que una paz jubilosa. Artísticos me redimen de mi propia fragmentación
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