miércoles, 10 de abril de 2024

A, por, desde William Carlos Williams. POÉTICAS

excéntricas ramas me anudan
a los extremos del cosmos, 
viene el viento de allí 

la tierra con sus visiones
me arrasa, y verdes flamean
los árboles con sus puntas brillantes volcándose luz.
Las flores, abajo, se ladean
en sumisa reverencia 

tu amor aviva el poema,
un sol que se derrama.
En todo flota
con suprema liviandad 

se han encendido las orquídeas 
de violenta apropiación 

he hecho mía la inmensidad,
poetisa docta que me llama hombre, que muerde mis sentidos con palabra cierta, que tras de mí
camina con infinitas formas
simulando movimiento

azuzan las punzantes ramas 
todo un corpus de pensamientos
comprimiendo la tierra,
un atajo hacia sus frutos 

por ese amor 
la nueva primavera
en completa ascensión 

habrás de bajar a la llamada
de una memoria creativa,
logros de especie renovando 
iniciados en lugares apartados,
implicando a las hordas del destino en alterados movimientos,
abandonándote a tu suerte 

y ese pero rezumará indefinida mente extendiendo tu tiempo 

el supuesto error es aliciente de territorios insospechados, 
una composición del entonces 
que abre nuevas rutas, un cruce 
de caminos que te ha devuelto 
a tu centro donde, por un instante, 
te creerás perdido. Sí, bajaste 
a la blanca llamada 
de los recuerdos 
como composición 

la imagen correcta restabléceme,
viene el viento de allí 

el ocaso despierta a sus sombras, viven el muriente brillo 
de la vigilia, parece apagarse 
en tí el sol de la mañana, apacigua una bendita somnolencia 
la voracidad de los deseos matutinos, la noche avanza 
hacia un amor conforme 

anhelas resurgimiento,
la lucha del amanecer,
un llegar temprano

habrás de bajar la desesperanza
duna abajo en un desierto, caer 
en el sueño profundo 
donde todo está velado,
añorar tus ojos despiertos 
a la suntuosidad de la vida,
dar la vuelta un giro más llenándote de amor, indestructible ciclo 

me colgué de tu rama y sigo vivo 

fue la ventisca de ayer nevosa
furia paralizando las horas, 
fue pereza emocional arrastrando 
los sedimentos del pensamiento 
caduco hacia profunda sima.
Se habían hecho los años maraña
helada, una arboleda entera 
que talar por oscuros callejones 
con manos congeladas, salvaje
soledad sin retorno. La ventisca 
iba cubriendo huellas 

la lengua se dividía y encogía
en disparatadas ramificaciones, quería abarcarlo todo 

a todo llamaba el dolor 
con lumínica velocidad,
crujían del alma los témpanos
en las noches más frías, mis pasos
deformados por cada línea 
de nieve rígido de ventisca 
en el claustro de las sombras. 
"Hay una puerta, niña..." sonaba
detrás de las piedras. Ella,
por encima de cualquier atisbo 
de enfermedad, cruzaba el atrio 
sombrío con gélida sonrisa.
Algo susurraba Azrael! Azrael!
Y creía ser yo.
Se abre una puerta al fondo:
ilumina la luz una escalera 

hay aire en ese impulso,
hay un luego que ondula
en mis narices 

el sol está tejiendo sus líneas 
a través de mi cuerpo, y corre 
su aguja por mis venas transmutando miseria 
en compasión

"decayendo lento sobre la acera"
gemía el vate aginebrado
en su patética hemorragia 

el embargo del estilo llegaba
desabrochándome las formas,
los botones de un nuevo vestido 
en habitaciones desconocidas,
otoños de estampa entre mis manos, los hilos de un cuerpo 
de seda. Mis venas se hinchaban con sórdida apetencia 
que el invierno esculpiría,
gélido viento arremolinado 

saben los árboles de lo que hablo,
sus troncos crujen cuando al viento se lo cuentan

callada mastica mi alma vieja  
los frutos concedidos, alienta 
la savia que pinta de verde,
afila la punta de su rama 
que maduren sus brillos. Sabe 
lo que hablo, sabe 
el joven mundo a ella 

cualquier estilo que fuere
se deshace en mitad de nada,
viene el viento de allí 

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