acaba mi certeza en un error
acallado, una canción cualquiera
llegan los huéspedes del invierno
con sus penas moqueantes;me acompañan sus pensamientos
en las jornadas más duras
que sólo la lluvia alivia.
Pero hay al fondo una hermosura,
un árbol sin follaje que se amiga
en mi temblorosa senda
de mojada hierba
se apropia la culpa de este ser
invernal, ahoga al ave y la música de sus alas
no cede la vida en su entusiasmo, nada impide su ritmo inquieto
como si nada hubiera pasado. Habla incesante a mi resignada escucha, habla alegre
con los pájaros que van y vienen
baten sus alas abriendo las puertas de la casa, las palmas aguantan
el jolgorio de sus brincos
habla mi escucha rebelándose
mientras se quita su traje
de humildad, marcha en la bruma
con su lengua viscosa
se posaba un pequeño verderol
en mi mañana: a cualquier afán mío desatento ladeaba su cabeza
como negando mi propia umbría.
Se aleja mi tosco deseo
en su canto
callan los árboles en mi desolación,
la tierra palidece en su belleza antigua, va mi corazón.
Hay verdad en su mirada, compadece mi ceguera
elegí saber hace tanto ya
que lo olvidé, de acto en acto
transito entre hitos rutinarios
el ayer me aprende con pegajoso amor, una ascética templanza
de nieve pura que a mi raciocinio siempre esquiva. Ella es
una inquebrantable alabanza
me elige el camino que al andar amarillea, oyes el lamento
de aquellas otras sendas
que tu imaginación tomó.
Recorres el ser viajero múltiple
queriendo atrapar el deleitoso paisaje en la contemplación, vano esfuerzo que te adormece.
Y entregaste ese artificio
por no enredarte en la maleza.
Un camino te lleva a otro
en aparente bifurcación,
algún reclamo de atractiva apariencia, un trecho de hierba fresca que sacude tu cuerpo,
un tránsito extraordinario
y sin medidas.
Yazco allí con un pijama
de virginales hojas
en una suerte de amnesia.
Quise volver atrás al despertar,
el viejo camino recorrido,
dolor y placer jugando a la taba.
Pongo palabras a la alternacia
de sueño y sobresueño: imposible
medir la distancia entre ambos.
Ya está, no hay camino, eres ya
va envejeciendo la noche
detrás de mi puerta de entrada;
mi estrella, anciana, se cubre
de brillos desconocidos. En torno
se ha hecho el mundo sombra.
Viene la luna a tender su mano
sobre mi lecho, protege mi sueño.
Su luz se inclina sobre los ojos cerrados, vacía la habitación
de recuerdos, el tiempo eclosiona,
se abre el espacio infinito
que los árboles mecen. Mi rostro,
plácido, sobre la nieve pura
se distiende tan blanco como ella,
con su luz intachable.
Duerme como los carámbanos
que del alero cuelgan, cálido
corazón. La noche le respira
celestial suavidad, campos que
guardan su soledad en compañía
la linde del bosque resuena con el leve cuchicheo de la vida y la muerte en su pugna perenne,
la tierra calla. Abraza el sol
en silencio que aquel susurro
alimente mi sueño, dora los espacios por donde flora y fauna conversan con amor ferviente, donde los planetas se alinean
en tan frágil y colosal equilibrio,
instante apenas de verdad. Reciben las flores a la sierpe verde,
al hecho que la mente observa:
deja crecer la hierba
ha intimado la noche conmigo
con su parlanchina lluvia,
el agua dulce con reflejos de luna
proclama el tiempo mi bondad
con ese dulce goteo de recuerdos
la calle grísea se estira
hasta la sencilla línea,
se cruza serena con tantas otras,
se ha hecho la mirada horizonte
una llamada lejana lo atraviesa
con sideral paciencia, luminoso
pecho que a su ritmo late
ese rumor profundo ha detenido
el mundo, no hay caminos, ya eras. Ya eres. Elige ahora tu canción
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