domingo, 11 de agosto de 2024

Dead man. Jim Jarmush Celuloides, bandas y bits

no lamento ya mi muerte en vida, fuelle apagado que sin medida se tambaleara, aquella persecución de lo particular que daba sensación de avance, aquellos tramos de ritmo trepidante y constante inestabilidad, aquella narración vital que se me adueñaba creyéndome protagonista, aquellos espectadores apabullados que no daban crédito a semejante devoción poética. Rescaté su agudo humor del absurdo, sus tramos de contemplación 

me abandonó el aedo visionario en mi puesto de los inhóspitos cuentos, industrioso en ese embargo del tiempo cuando llegan las personas necesarias, visibles o no, los hijos e hijas como personificación del mundo, una afinidad que matizar 

la fortuna es una mente que de belleza muere, un final sin destino, el canto del cisne de las formas que escogiste, lírico plasma 

dibuja el poeta origen con la música que fascina, la imagen  independiente de autoría, los prodigios sin gobierno 

la prontitud te arranca formas poderosas, te llega a lo profundo con mecánica urbanidad, consigue recorrer tu embarrado cuerpo con franca visibilidad, el hábil manejo de tus ojos entre el espectador y el soñador. Sobre tus piernas se sienta a experimentar lo desconocido templando tu sentido de lo hostil, de la amenaza constante. Tu sensación acentúa de grácil juicio y su elaborada puesta en escena, su ambiental habilidad con lo números precisos, el familiar perfil de tus personajes, tu aparente protagonismo, poética ilusión. Interpreto una pléyade de papeles, del más fugaz al más vinculante 

es tu obra reflejo de absoluto, un perdón continuo, un tiempo aparte 

siendo te reconoces, todo género generado en ese deshacimiento del miedo, una certidumbre sin reticencias, el lugar donde los segundos singularizan, donde inspirar te aporta, una prontitud en confianza. Te ves fortuna sin temor, te cumples 

mezclo en tántrica fascinación mis viajes a través de los sentidos, los abismos de una conciencia hiperactiva entre el encanto y la condena 

se ralentiza el ritmo en su lírica cadencia, cobran las imágenes una fotográfica sabiduría, gracia imprimen a mis ojos hacia la perfecta secuencia, el esporádico brillo de todo personaje, las apariciones antológicas con las que alternar, círculos que se abrochan sin ser vistos 

se hace el canto sensorial homenaje al alma que nos contiene 

una banda de aves hace sonar la realidad cautivando mis evocaciones, casando materia y luz, extrayendo de las cuerdas ocultas el fotograma perfecto, la onda mínima 

blanco y negro apabullan con su cruda carga de paisajes entumecidos, sin infancia, una poética desnaturalizada, madre yerta que ya no lamento 

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