hará tu narración la trama de ambiguos excesos, el giro verdadero sin tocar esencia, la precisión de cada defecto a corregir. Tu ruidosa redundancia narra lo discutible con parcial habilidad, devuelve momentos en enrevesada confusión con su exceso, dificulta la empatía activa, inconsciente, dejándote espectador pasivo. Intercambian tus personajes sus funciones abruptas rupturas, registran nuevas emociones desde el humor a la tragedia con extravagante entrega, nuevos clímax te sorprenden dándote de recursos psicológicos, tu coctelera del alma, tan agitada a veces que tiras espuma por la boca. Te es indiferente el estilo, buscas el compendio aglutinador de culturas, abordas sus brillos en el estrecho corredor de tu tiempo
agito al azar los puntos de vista en una magnitud digerible, una técnica lúdico-numérica de impecable factura que se ha hecho hábito, su extensión infinita. Corretean esos puntos con artística diversidad deshaciendo estamentos, deslicalizando hitos, eligiendo exóticos ropajes, locos atrezzos. Esa inconsciencia será consciente en el tiempo, sólo en el tiempo. Pintará su luz tras el amanecer impregnándose de colores, velando la revelación original, sombreando su verdad. Esta minuciosidad ha condensado innumerables imágenes en sugestivas síntesis, una sola palabra de absoluta coherencia donde el diálogo Ello-Yo cesa, un absoluto desencuadre
cada expectativa es un muelle de ilusión renovada, una trama que irá espesando, la épica doméstica del héroe rutinario sobre el que todo impacta. Las salpicaduras del río se mezclan con desigual intensidad, se convierten en tonos de diferentes frecuencias, del exceso a la carencia, secuencias de nuevos diálogos con rostros diferentes en un continuo ir y venir a través de tus días, estrechos pasillos las más de las veces, un palacio ocasional, los reyes que conspiran ambiciosos. Son todos tú en el ambiguo exceso
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