lunes, 10 de febrero de 2025

Aire. Edvard Griegg

tu igual es toda una sinfonía decorando tu casa en todos sus pormenores, te habita a través de los amplios ventanales, te ve en el jardín con el agua de lluvia, pálido fondo de verde fundiéndose con el cielo. Es creador de paz

su aroma me sorprende a veces como música declarándose a los pájaros, un maestro de etéreas referencias

me embarga esa armonía buscona que los años pensaron, la durabilidad del encuentro, el sueño acompasado por sus vientos más dulces, la rústica ambientación sin perder un ápice de ilusión. Pongo empeño en esa unión natural, dejo de errar por un instante, comienzo un viaje de otro tipo, puedo echar nada de menos. Se ha hecho la vida concierto, un roce de corcheas amistosas, un saber originario 

es cierta tu nota recién salida de las aguas, la intimidad de ese paisaje sonoro nutriéndote de verdadero origen, tu médula espinal vibrando más allá de la montaña. Te da su amor llenándote el piano de notas, una amistad intransferible, todo deviene familiar. Excéntricas percepciones dan talento a tu animó, apadrinan tus composiciones y las envían allá donde reverberar 

trajo el verano regresos, un festejo personal al que todo acude, discretos jolgorios de puertas abiertas, el disfrute de largas caminatas por el tiempo. Conversan las tardes conmigo, se animan árboles y río, de belleza me colman los musicales brotes de las plantas en los rincones más lejanos. Restos de vida reposan en mis rocallas, una eterna inspiración

finalizo los viajes en aquellos tiempos que se estiran, de un  centro a alguna cultura antigua, del conocimiento al desconocimiento con amistosa humildad. Descubro himnos compuestos por jóvenes naciones indígenas, incluso su más fúnebre marcha en sus santuarios. Sin deseo, sólo escucha 

endurece el tiempo a veces sus diseños, edificantes pasiones llenas de entusiasmo. Dibuja a veces planos oblicuos con oscuros sótanos, cámaras de mortecina parálisis, relatos íntimos que nadie escribirá, kilómetros y kilómetros de aparente soledad

te ama la majestuosidad escénica que a pentagrama reduces, pequeños brotes de esa alegría que florecerán nostalgia, tú que defiendes esa excelencia silenciosa, que la eriges en musa de cada nuevo nacimiento 

van tus personas de paso entre tragedia y comedia, momentos que no mueren siendo la memoria tu cónyuge, una creativa brevedad que a todo te une. Me reúno con la vida tras ese nomadismo mental, verdadero hogar en realidad, y sigo reconociéndome en mis pasos por hacer del sueño algo hermoso. A orillas de mi casa las colinas 

tiendo a ensalzar el sentir vacío de animadversión, su parte musical que lo conserva, y valorarlo, que la canción del Sol alcance a la Luna con lírica batalla, su aureo impulso en lo dionisíaco apolíneo 

corretean mis sinfonías por estas grutas montañosas, hacen sus excursiones con unísona nota, suave suenan flotando con la placidez de la tierra, adquieren fuerza con el viento, se precipitan ladera abajo hasta alcanzarme en el valle. Visitan mi centro de pura vegetació, me acercan una comprensión que la vida volverá a fragmentar en ciclos, trocitos de hielo donde patinar poniendo a prueba mi equilibrio. Luego el verano devuelve una relativa fluidez 

me conjuro de nuevo contra el decaimiento, camino emprendo de la escuela un día más 

trato de escuchar al monstruo de la montaña, ese barítono con cuernos que emerge de las profundidades, hasta oír a sus duendes en los bosques, su chapoteo en el agua, su aleteo en el aire, el día. Esa bondad me tranquiliza 

defiende la tierra aquí su sentir con la música no escrita, la interpreto como a esposa primigenia, apasionada soprano de la más tradicional melodía, el pilar de mi creatividad, una efectiva similitud que merece mi reverencia, y a sus hechos apelo desnudándome de juicios 

tu origen te ve nacer día tras día y
morir en su olvido. Sí, laten recuerdos como estatuas de sal a orillas de tu casa, laguna estigia en que te sumerges por revivir emociones. Contemplas arcanos gestos con ojos dulces, y escondes tu verdadero rostro 

hay un barco repleto de almas que emprende su ruta de nuevo, un pasaje de mañanas componiendo futuras piezas, las venturas de futuras ambiciones que sólo el desinterés redimirá en el más bello canto. De nuevo navega por un valle de relucientes esmeraldas  junto a abruptos acantilados

el barco sale de mi pecho hacia lejanos fiordos de privilegiada belleza, montañas que juegan a las cartas con él, le hablan con suspirada música, odorífera lengua  

hace la piedra de pensativo pedestal, de siglos cogiendo estatura, de enfermedad y voluntad con regia actitud, de puertos donde reposar por un instante. Le perteneces 

es su aroma inequívoco, perfuma tus notas, advierte el aire su presencia, agudiza tus sentidos hasta una sobrecogedora cercanía, tiende a situarte como centro de esa emanación. Se hacen visibles las ánimas en algún puerto, te ofrecen su consuelo, apaciguan el salvaje río, que había enrojecido. La carne sana en todos sus pormenores 

No hay comentarios:

Publicar un comentario