se muestra tu calma en tu inquietud reconvertida, un sosiego atravesado por ocasos, el dorado de sus atardeceres como pictórica maestra de las más diversas sensaciones, su inmanente transmisión
me piensa el paisaje, trae maestros que llegan a un acuerdo, deja fuera cualquier forma de competitividad
dicta el pincel su propio mérito, su descriptivo uso de lo inefable en un encantamiento
nazco y muero sin cambio de lugar, desclasificado en el más realista de los romanticismos, tan elemental
componen todas mis mitades los cuadros de aquel paisaje
cada llegada estudio con académico rigor, un imperio de las artes, cada clase un paisaje
es mi paso años de cercana creación, prolífica conversión del movimiento en quietud absoluta
allí se guarda el registro de todo nacimiento, inscrito en una inabarcable realidad, el nombre que te encuentra
suele el cuadro estremecerse a cada encuentro, maleable forma
fui tiempo de artísticos despuntes, de innumerables números expuestos al error
en todas las aguas me proyecto, ese temor a la incertidumbre que a duras penas transformo en respeto, esa inquietud acompañada de toda clase de emociones, eléctricas tormentas sobre mi frágil embarcación: el cuadro se estremece
viaja mi pequeño artista por los planetas reconocidos, pavoroso recorrido
azaroso guardo los paisajes en algún rincón neuronal del cosmos, el plasma de algún momento posterior que se hará idea
cada técnica admiro en su lumínica aplicación, cada capa de vida como morada de efectiva transparencia, finísimas creaciones como acabadas veladuras de aquella realidad inabarcable, líquidos pensamientos
en mis narraciones te reconozco, visito tu calma, quedo, inmanente transmisión
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