(Tr. Eng-Spa from a review in Shvoong)
En la novela alegórica Rebelión en la Granja de George Orwell,
una revolución animal retrata el posible éxito del comunismo y las
desviaciones de los revolucionarios en la Revolución Rusa. Los animales
apoyan una revolución y luchan por el "Animalismo" en la creencia de que
acabarán con la tiranía que han soportado. La revolución de la Granja
Animal no detiene, no obstante. la tiranía, simplemente intercambia el
opresor. La revolución en la Granja Animal viene provocada por el
discurso del Viejo Mayor:
"¿No está claro como el agua,
entonces, camaradas, que los males de esta nuestra vida surgen de la
tiranía de los seres humanos? Sólo deshaceros del hombre, y el producto
de nuestro trabajo será nuestro. Casi de la noche a la mañana podríamos
ser ricos y libres".
Estas son las palabras que provocan que los otros
animales crean que si desalojan al hombre, todas las miserias de su vida
se desvanecerán instantáneamente. Tras la muerte del Viejo Mayor, el
impulso de la rebelión persiste con Snowball y Napoleón como los líderes naturalmente designados. Expulsan con éxito al granjero Jones
y, aunque, "lo que va a cuatro patas es un amigo", Napoleón no tarda en
desterrar a Snowball y volver a los demás animales contra él. A partir
de entonces, Napoleón asume el papel de líder, ahora como dictador.
Eventos similares se han producido en la historia,el Viejo Mayor es como
Karl Marx y Lenin, que inspiraron a
muchos con sus ideales del comunismo. Tras su muerte, Stalin y Napoleón
adoptan sus ideales pero rápidamente se desvían debido al poder y se
convierten en dictadores.
Como resultado de la rebelión en la
granja, una vez más granja totalitaria, conductas familiares parecen
resurgir. "De alguna manera parecía que la finca había crecido más rica
sin que los propios animales fueran más ricos—excepto, por supuesto, los
cerdos y los perros". Aunque se promete igualdad, más trabajo manual
presiona a los animales de trabajo de la granja, como construir el
molino y la cosecha de los cultivos, mientras que los cerdos simplemente
dan órdenes y disfrutan de los lujos que otros crean para ellos. Los
animales trabajan tan penosamente como lo hacían con Mr. Jones, si no
más, y siguen sin recibir ninguna recompensa. Incidentes similares han
ocurrido en el pasado, como cuando Stalin también
aumentó la cantidad de trabajo para los trabajadores con el lanzamiento
de una serie de planes quinquenales y, aunque produjo grandes cantidades
de alimentos para la exportación, millones de su propio pueblo
sufrieron hambre.
Asumido el liderazgo de los cerdos, estos empiezan a ajustar los modos
de explotación para mejor beneficio de sí mismos sin apenas
preocupación por los demás. Napoleón explota su autoridad para aumentar
su propia opulencia. Los Siete Mandamientos, que fueron
creados para mantener la igualdad, se alteran subrepticiamente en
beneficio de los cerdos. La revolución comienza con la creencia de que
todos los hábitos del hombre son malvados:
"Incluso si los habéis
vencido, no adoptéis sus vicios. Ningún animal debe nunca vivir en una
casa, o dormir en una cama, o llevar ropa, o beber alcohol, fumar
tabaco, o tocar dinero o participar en el comercio. Todos los hábitos
del Hombre son malvados. Y, sobre todo, ningún animal nunca debe
tiranizar a su propia especie".
Sin embargo, los líderes son arrastrados
al mal camino por su codicia, dando lugar a que hagan todas las cosas
contra las que la revolución original estaba. Se dedican al comercio con
otras granjas dirigidas por seres humanos y consiguen ganarse la
admiración de los seres humanos de esa granjas vecinas, como cuando los Aliados
pensaban en Stalin como un "héroe mundial". Cuando los Siete
Mandamientos son compendiados por última vez, en una simple lectura,
"Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que
otros", es evidente que los cerdos han convertido con éxito la granja en
una dictadura. "[Los animales] trabajaban diligéntemente… sin saber si
tener más miedo de los cerdos o de los seres humanos". Los animales de
trabajo de la granja son tiranizados nuevamente, y viven en el temor
constante de su opresor, ya no el Sr. Jones, sino de los cerdos. Los
animales de la granja no se benefician de la revolución en forma alguna;
de hecho, las cosas parecen volver rápidamente a la forma en que solían
ser, y en efecto, sólo intercambiaron a un tirano por otro. George
Orwell es cínico sobre el éxito potencial de las revoluciones. En
Rebelión en la Granja ilustra que las revoluciones no alivian el pesar
de la tiranía, simplemente intercambian el opresor.



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