El oso y el lince
Se retiraba del café como un oso negro cigarrillo en mano. Ya habíamos departido más allá del bien y del mal sobre este o a aquel asunto, pero sobretodo, ya habíamos reído a pesar de los chuzos de punta: la crisis, la enfermedad de tal o cual amigo, el abuso de las compañías farmacéuticas o de cualquier forma de poder, fuere Iglesia, Parlamento o Dictador, Concejalía, Junta de Vecinos... A él, que curaba a la gente con sus manos y las plantas del campo que recogía sencillamente caminando por los alrededores del pueblo, lo de las farmacias le ponía.
Tenía el cuerpo macizo y el símil con el oso, más bien el grizzly, por el tamaño de sus piernas, robustas y firmes, sigue sin ser exagerado. Era hora de marchar a los lindes del pueblo y dejarse hablar por las plantas y los arbustos silvestres que nadie ha cultivado, ni tan siquiera pensado, tanto que carecen de nombre para la inmensa mayoría, no ya del pueblo, sino del globo terráqueo.
El invierno pasado, en una de esas matinadas en que el oso y yo, quizás lince, por contraponerle un animal de hábitos furtivos y solitarios, nos encontramos en la oscuridad helada de un nuevo día por amanecer, más silenciosos, más huraños ambos, me ofreció, por pura simpatía, en vista de mis toses de fumador, recogerme un herbario de sus medicamentos. Escéptico, o más que escéptico, acomodado en los jarabes, sobres y demás pastillas de la química moderna, le acepté igualmente por simpatía, o digámosle sintonía, esa buena vibración que va más allá del rostro y el lenguaje oral, incluso del lenguaje corporal. Así, conservo desde entonces, encima de la caja de medicinas químicas, una bolsa de plástico con bolsitas de papel etiquetadas a mano con nombres como Cola de Caballo, Tomillo, Maravilla, Eucalipto, Abrojo, Hipérico, Hierba Luisa, etc. Y al lado, con amorosa mano también, el órgano u órganos sobre los que actúan: bronquios, nervios, piel, huesos...Ambos paquetes, la caja química y la bolsa herbaria, conviven uno encima del otro en uno de los armarios de la cocina: difícil suerte de armonía, pero allá que están ambos como en acto amoroso de difícil cópula.
A veces miro al grizzly, aquí, en su ausencia, en mi soledad compartida con árboles, plantas, animalillos y estrellas,y no puedo evitar a los personajes de La Montaña Mágica de Mann, ambos abrigados del frío hablando de todo, de cualquier cosa, de ellos, del mundo, de nada. Pero, mejor que ellos, al despedirnos, cada uno a su 'curación', limpios, vacíos, llenos de aire, hasta el siguiente y casual encuentro. Es curioso, cuanto más y mejor nos conocemos, menos nos hace falta hablar y crece el grado de complicidad en las sonrisas silenciosas o los gruñidos de disgusto ante este o aquel vecino y sus manías, querencias, tendencias, iteraciones, sin malicia, sin fuerza alguna en contra, dejar pasar. Esa es la la buena sintonía entre el oso y el lince. Y por supuesto, un "no nos vamos a hacer daño, ¿verdad?" en los gruñidos tan propios de los animales salvajes.
Allá que va, dejando el peso a una pierna, luego a la otra, junto a los pequeños parterres alineados a lo largo de la calle, que sus plantígradas suelas dejen buena constancia en la acera, en los caminos de tierra.
Quizás hoy le acuda algún vecino de la comarca aquejado de insoportables dolores de articulación, de columna, hernias, gastritis, jaquecas, interminables constipados...Gentes cuya armadura de caballero o de princesa, de rey o de reina, se está resquebrajando día tras días por mantener la imagen que de si mismos les enseñaron, desde muy chicos, a mantener a toda costa en el pensamiento de que, de lo contrario, el mundo, un tremendo lugar darwiniano de lucha y supervivencia, te devora, desde tu hermano a tu vecinita de enfrente si bajas la guardia...
---Sí, tiene su belleza---, me decía el oso esa mañana---. Es así y lo gracioso es que no somos responsables de que sea así...
---De hecho es lo que nos ha traído hasta aquí a nosotros como especie---le interrumpí---. Eso, al menos, es lo que se nos ha enseñado en las escuelas, ¿no, grizzly?
Y yo meneaba mi oreja de lince entornando un tanto los ojos en ese lenguaje corporal de los felinos que expresa entre sumisión y paz.
---A lo mejor podemos verlo de otra manera, querido grizzly
---¿Ah,sí? Dime, lince.
---Igual ese gasto de energía es lo que llaman amor u odio y mantiene los átomos de sus mundos cohesionando, colisionando, unidos, desde su casa a sus trabajos, a sus seres queridos. Vete a saber, ¿no, grizzly?
---Y yo qué sé, lince. Bueno, me voy a cuidar mi pequeño jardín, que luego viene una vecina que no puede con sus hernias.
---Te conozco, grizzly. ¿A qué fuerzas invocas para que sanen a través de ti?
---No me hagas hablar, lince, que también te conozco y eres capaz de burlarte de tu sombra.
---Da miedo hablar de esas cosas, ¿verdad, grizzly? Es preferible hablar 'científicamente', si no la gente se asusta. Bueno, entiendo que avanzamos a ciegas y muy poquito a poco, pequeños hallazgos demostrables, que tu santo Tomás se quede tranquilo. Lo demás, en privado, no vaya la gente a murmurar de locuras y otros extravíos. ¿Cómo es la gente, eh? ¡Cuánto miedo!
---Pues hombre, por desgracia abundan los que se aprovechan de los miedos de los demás para forrarse...
---¿Acaso no lo hacen todos los gobiernos de forma 'legal', democrática, querido grizzly? Incluso las Iglesias del mundo, ¿no abusan del miedo de sus 'fieles' para mantenerse en el poder 'legalmente'?
---Bueno, bueno, lince. De eso ni me hables---, y detectabas en el oso una vieja punzada, un viejo juicio sumarísmo de la jauría humana. No quise hurgar en esa herida.
---Bien, grizzly. Marchemos. ¿Hemos arreglado el mundo hoy? ¿O es perfecto tal es, sin juicios? ¿Sirve de algo esta suerte de lamentos, o reproches, o tan sólo son nuestros propios lastres mentales en el camino?
El viejo oso me sonreía. Volvíamos a reir.
---¿De qué me sirve en mi día a día, digamos trabajar, cocinar, atender, estudiar, jugar, etc, de qué me sirve saber que mis hermanos de Orión hace eones que andan aprovechando toda la energía de sus sistemas solares de manera limpia para expandirse por el universo buscándose a sí mismos o reflejos de un origen remotísimo?
---Ja, ja, lince, ¡cómo te pasas!
---¡No, grizzly, dime!¿Qué sentido tienen las cientos de tonterías por las que discutimos al día?
---No sé, lince. Quizás tenga que ser así. Quizás es nuestra forma de crecer, una pulla tuya por una mía y corregimos errores, ¿no crees?
---¡Ah, ya veo! Vale, pero sin sangre, ¿no, grizzly? No sacarás tus garras, quieres decir, ¿no, animal? Ni yo las mías ni mis destrezas, pero deben estar ahí por algo. Je. Esto me suena a Hegel, a Rosseau, a Hobbes, a Nietzsche...Pero en forma de fábula, ja.
---A mi no me hables de bichos raros, lince. Aquí, tú y yo, mano a mano
---Bueno, bueno, querido grizzly. A los pragmáticos prácticos practicantes de lo práctico y los resultados, los objetivos, los incentivos y los refuerzos positivos estas cositas les ponen muy nerviosos, pero luego les encanta una buena película, un buen discurso poético o no, un buen libro, una cena bien presentada, un buen polvo, etc, etc, etc, y lo gracioso es que para eso hace falta mucha imaginación, creatividad, y son ellos mismos, los prácticos practicantes de objetivos y mejoras los que la petrifican, encorsetan y matan día tras día...
---¡Grrrrr, lince, que te vas! Deja que cada cual cumpla su función, animal. Igual esa es la tuya, bicho: darles alivio al corsé que ellos mismos se ponen...
---No, si eso a mi no me preocupa, como si se ahogan de tanto apretar, no soy responsable de eso. Me preocupa lo inconscientes que son al proyectar su carencia e imponer el corsé a los demás sin ni siquiera darse cuenta de que lo están haciendo y si te descuidas culpan a cualquiera 'distinto' de él, o ella. Y cuando se ahogan, entonces si, buscan a la persona en vez de al rendimiento o la función, y entonces miran a sus hijos, a sus parejas, a sus 'seres queridos', y sabes, aquello de a dios rogando y con el mazo dando, grrrrrrr...
---Bueno, lince, me voy. Ahi te quedas con tus gruñidos. Pórtate bien, y no te hagas mucha pupa con eso, que cuando das una patada aquí te vuelve por allá, lince gruñón, no te vaya a salir un rey que te diga "¡Que te calles!"
---Bueno, mientras no se vaya luego a matar elefantes, je, je ...
Allá que va, dejando el peso a una pierna, luego a la otra, junto a los pequeños parterres alineados a lo largo de la calle, que sus plantígradas suelas dejen buena constancia en la acera, en los caminos de tierra.
Pic: the bearlynx, The Pic-Poem Book - Nature
El megaterio y don Armadillo
No śe cuándo apareció por La Cueva Musical este gigante que, según cuentan, estaba extinto. Un megaterio ("gran bestia", del griego) le llamaban, un oso perezoso descomunal que dicen no sobrevivió al Holoceno.
Mi primer contacto con él en este tabernáculo de caza y cazalla, este antro de los amaneceres donde solemos reunirnos los animales más variopintos, no fue visual. Fue acústico. Alguna bestia hacía retumbar el aire con su poderosa voz. Y hablaba de rock, rock de ultratumba, combinándolo con el humor más incorrecto posible, el más morboso y, si la fauna del momento lo permitía, el más oscuro con la risa más grave y doliente posible.
En cualquier caso era y es un feroz combatiente de lo común y más agónico de la rutina y eso, el buscar continuamente la carcajada del otro como si de un alimento bendito de la tierra se tratara es lo que, a mis oídos, le disculpaba de su perenne rebuscar en la basura de la noticia animal más cochambrosa y absurda.
Frente a la monótona frecuencia del noticiario oficial---el señor Tejón, el pibe dueño del bar que llegó desde la Patagonia tiene el televisor a todo volumen desde el amanecer por tener a los animalitos al día---, don Megaterio escarba con su hocico en la inmundicia de su móvil hasta encontrar la contranoticia rocambolesca y compartírnosla a los presentes cuando aún la noche, fría, acoge en su manto a las estrellas. Venus crepita alarmada con sus carcajadas:
---"...Un hombre es atendido en un hospital tras inyectarse su propìo semen en vena creyendo que curaba una supuesta enfermedad...¡Claro! Es que no se inyecta en vena"---exclamaba don Megaterio rematándolo con una risotada de arrastre.
Tenía días más afinados.
Uno de sus mayores admiradores era y es don Armadillo, de dura escama, tanto que ni la lepra le afectaría. Gasta cuero en cazadora y pantalones y una larga coleta medio rizada que le sitúan en los ámbitos del heavy-metal, es decir, muy próximo a la sintonía de don Megaterio.
Así como este arranca con anís, don Armadillo adereza sus amaneceres con un vaquerito, no sé si de bourbon o de escocés, que da color a sus blancas mejillas. Ambos se sientan junto a la puerta. Aquí don Megaterio calla y deja hacer al armadillo cuya distorsión de lo real, como si de la curvatura de la luz (y el tiempo) en las macrodistancias se tratara, consigue reeditar lo que el mundo ya sabe bajo las expresiones y frases delirantes de un niño asombrado. Así, la Historia consensuada, con mayúscula, deviene una suerte de cuento carrolliano, una nueva mitología de personajillos infantiles o grotescas marionetas, un teatrillo del absurdo renovado.
Ante semejantes incoherencias y carencias donde las verdaderas raíces históricas y paradigmáticas han sido suprimidas de cuajo, don Megaterio, animal leído, levanta las cejas y le responde con una creatividad que cualquier artista envidiaría. Con su voz grave, siempre alta, contundente con o sin público, el perezoso gigante reexplica la Historia al armadillo con una lógica invertida, zarandeada, doblada, transmutada, una intrahistoria de personajes absolutamente deformados por los espejos de la telebasura actual.
El armadillo ríe como un niño con las ocurrencias de su gigante amigo. Yo, callado en el pasmo ante semejante perspectiva y reescritura de los acontecimientos del pasado que yo creía conocer, procuro discernir si don Armadillo es real o un subproducto de mi química corporal. ¿Es así o se lo hace? ¿Es una celada a mi docta intervención de lince solitario o el armadillo es un ser inocente tal cual emite semejantes gruñidos verbales del así llamado saber animal?
El invierno pasado, en una de esas matinadas en que el oso y yo, quizás lince, por contraponerle un animal de hábitos furtivos y solitarios, nos encontramos en la oscuridad helada de un nuevo día por amanecer, más silenciosos, más huraños ambos, me ofreció, por pura simpatía, en vista de mis toses de fumador, recogerme un herbario de sus medicamentos. Escéptico, o más que escéptico, acomodado en los jarabes, sobres y demás pastillas de la química moderna, le acepté igualmente por simpatía, o digámosle sintonía, esa buena vibración que va más allá del rostro y el lenguaje oral, incluso del lenguaje corporal. Así, conservo desde entonces, encima de la caja de medicinas químicas, una bolsa de plástico con bolsitas de papel etiquetadas a mano con nombres como Cola de Caballo, Tomillo, Maravilla, Eucalipto, Abrojo, Hipérico, Hierba Luisa, etc. Y al lado, con amorosa mano también, el órgano u órganos sobre los que actúan: bronquios, nervios, piel, huesos...Ambos paquetes, la caja química y la bolsa herbaria, conviven uno encima del otro en uno de los armarios de la cocina: difícil suerte de armonía, pero allá que están ambos como en acto amoroso de difícil cópula.
A veces miro al grizzly, aquí, en su ausencia, en mi soledad compartida con árboles, plantas, animalillos y estrellas,y no puedo evitar a los personajes de La Montaña Mágica de Mann, ambos abrigados del frío hablando de todo, de cualquier cosa, de ellos, del mundo, de nada. Pero, mejor que ellos, al despedirnos, cada uno a su 'curación', limpios, vacíos, llenos de aire, hasta el siguiente y casual encuentro. Es curioso, cuanto más y mejor nos conocemos, menos nos hace falta hablar y crece el grado de complicidad en las sonrisas silenciosas o los gruñidos de disgusto ante este o aquel vecino y sus manías, querencias, tendencias, iteraciones, sin malicia, sin fuerza alguna en contra, dejar pasar. Esa es la la buena sintonía entre el oso y el lince. Y por supuesto, un "no nos vamos a hacer daño, ¿verdad?" en los gruñidos tan propios de los animales salvajes.
Allá que va, dejando el peso a una pierna, luego a la otra, junto a los pequeños parterres alineados a lo largo de la calle, que sus plantígradas suelas dejen buena constancia en la acera, en los caminos de tierra.
Quizás hoy le acuda algún vecino de la comarca aquejado de insoportables dolores de articulación, de columna, hernias, gastritis, jaquecas, interminables constipados...Gentes cuya armadura de caballero o de princesa, de rey o de reina, se está resquebrajando día tras días por mantener la imagen que de si mismos les enseñaron, desde muy chicos, a mantener a toda costa en el pensamiento de que, de lo contrario, el mundo, un tremendo lugar darwiniano de lucha y supervivencia, te devora, desde tu hermano a tu vecinita de enfrente si bajas la guardia...
---Sí, tiene su belleza---, me decía el oso esa mañana---. Es así y lo gracioso es que no somos responsables de que sea así...
---De hecho es lo que nos ha traído hasta aquí a nosotros como especie---le interrumpí---. Eso, al menos, es lo que se nos ha enseñado en las escuelas, ¿no, grizzly?
Y yo meneaba mi oreja de lince entornando un tanto los ojos en ese lenguaje corporal de los felinos que expresa entre sumisión y paz.
---A lo mejor podemos verlo de otra manera, querido grizzly
---¿Ah,sí? Dime, lince.
---Igual ese gasto de energía es lo que llaman amor u odio y mantiene los átomos de sus mundos cohesionando, colisionando, unidos, desde su casa a sus trabajos, a sus seres queridos. Vete a saber, ¿no, grizzly?
---Y yo qué sé, lince. Bueno, me voy a cuidar mi pequeño jardín, que luego viene una vecina que no puede con sus hernias.
---Te conozco, grizzly. ¿A qué fuerzas invocas para que sanen a través de ti?
---No me hagas hablar, lince, que también te conozco y eres capaz de burlarte de tu sombra.
---Da miedo hablar de esas cosas, ¿verdad, grizzly? Es preferible hablar 'científicamente', si no la gente se asusta. Bueno, entiendo que avanzamos a ciegas y muy poquito a poco, pequeños hallazgos demostrables, que tu santo Tomás se quede tranquilo. Lo demás, en privado, no vaya la gente a murmurar de locuras y otros extravíos. ¿Cómo es la gente, eh? ¡Cuánto miedo!
---Pues hombre, por desgracia abundan los que se aprovechan de los miedos de los demás para forrarse...
---¿Acaso no lo hacen todos los gobiernos de forma 'legal', democrática, querido grizzly? Incluso las Iglesias del mundo, ¿no abusan del miedo de sus 'fieles' para mantenerse en el poder 'legalmente'?
---Bueno, bueno, lince. De eso ni me hables---, y detectabas en el oso una vieja punzada, un viejo juicio sumarísmo de la jauría humana. No quise hurgar en esa herida.
---Bien, grizzly. Marchemos. ¿Hemos arreglado el mundo hoy? ¿O es perfecto tal es, sin juicios? ¿Sirve de algo esta suerte de lamentos, o reproches, o tan sólo son nuestros propios lastres mentales en el camino?
El viejo oso me sonreía. Volvíamos a reir.
---¿De qué me sirve en mi día a día, digamos trabajar, cocinar, atender, estudiar, jugar, etc, de qué me sirve saber que mis hermanos de Orión hace eones que andan aprovechando toda la energía de sus sistemas solares de manera limpia para expandirse por el universo buscándose a sí mismos o reflejos de un origen remotísimo?
---Ja, ja, lince, ¡cómo te pasas!
---¡No, grizzly, dime!¿Qué sentido tienen las cientos de tonterías por las que discutimos al día?
---No sé, lince. Quizás tenga que ser así. Quizás es nuestra forma de crecer, una pulla tuya por una mía y corregimos errores, ¿no crees?
---¡Ah, ya veo! Vale, pero sin sangre, ¿no, grizzly? No sacarás tus garras, quieres decir, ¿no, animal? Ni yo las mías ni mis destrezas, pero deben estar ahí por algo. Je. Esto me suena a Hegel, a Rosseau, a Hobbes, a Nietzsche...Pero en forma de fábula, ja.
---A mi no me hables de bichos raros, lince. Aquí, tú y yo, mano a mano
---Bueno, bueno, querido grizzly. A los pragmáticos prácticos practicantes de lo práctico y los resultados, los objetivos, los incentivos y los refuerzos positivos estas cositas les ponen muy nerviosos, pero luego les encanta una buena película, un buen discurso poético o no, un buen libro, una cena bien presentada, un buen polvo, etc, etc, etc, y lo gracioso es que para eso hace falta mucha imaginación, creatividad, y son ellos mismos, los prácticos practicantes de objetivos y mejoras los que la petrifican, encorsetan y matan día tras día...
---¡Grrrrr, lince, que te vas! Deja que cada cual cumpla su función, animal. Igual esa es la tuya, bicho: darles alivio al corsé que ellos mismos se ponen...
---No, si eso a mi no me preocupa, como si se ahogan de tanto apretar, no soy responsable de eso. Me preocupa lo inconscientes que son al proyectar su carencia e imponer el corsé a los demás sin ni siquiera darse cuenta de que lo están haciendo y si te descuidas culpan a cualquiera 'distinto' de él, o ella. Y cuando se ahogan, entonces si, buscan a la persona en vez de al rendimiento o la función, y entonces miran a sus hijos, a sus parejas, a sus 'seres queridos', y sabes, aquello de a dios rogando y con el mazo dando, grrrrrrr...
---Bueno, lince, me voy. Ahi te quedas con tus gruñidos. Pórtate bien, y no te hagas mucha pupa con eso, que cuando das una patada aquí te vuelve por allá, lince gruñón, no te vaya a salir un rey que te diga "¡Que te calles!"
---Bueno, mientras no se vaya luego a matar elefantes, je, je ...
Allá que va, dejando el peso a una pierna, luego a la otra, junto a los pequeños parterres alineados a lo largo de la calle, que sus plantígradas suelas dejen buena constancia en la acera, en los caminos de tierra.
Pic: the bearlynx, The Pic-Poem Book - Nature
El megaterio y don Armadillo
No śe cuándo apareció por La Cueva Musical este gigante que, según cuentan, estaba extinto. Un megaterio ("gran bestia", del griego) le llamaban, un oso perezoso descomunal que dicen no sobrevivió al Holoceno.
Mi primer contacto con él en este tabernáculo de caza y cazalla, este antro de los amaneceres donde solemos reunirnos los animales más variopintos, no fue visual. Fue acústico. Alguna bestia hacía retumbar el aire con su poderosa voz. Y hablaba de rock, rock de ultratumba, combinándolo con el humor más incorrecto posible, el más morboso y, si la fauna del momento lo permitía, el más oscuro con la risa más grave y doliente posible.
En cualquier caso era y es un feroz combatiente de lo común y más agónico de la rutina y eso, el buscar continuamente la carcajada del otro como si de un alimento bendito de la tierra se tratara es lo que, a mis oídos, le disculpaba de su perenne rebuscar en la basura de la noticia animal más cochambrosa y absurda.
Frente a la monótona frecuencia del noticiario oficial---el señor Tejón, el pibe dueño del bar que llegó desde la Patagonia tiene el televisor a todo volumen desde el amanecer por tener a los animalitos al día---, don Megaterio escarba con su hocico en la inmundicia de su móvil hasta encontrar la contranoticia rocambolesca y compartírnosla a los presentes cuando aún la noche, fría, acoge en su manto a las estrellas. Venus crepita alarmada con sus carcajadas:
---"...Un hombre es atendido en un hospital tras inyectarse su propìo semen en vena creyendo que curaba una supuesta enfermedad...¡Claro! Es que no se inyecta en vena"---exclamaba don Megaterio rematándolo con una risotada de arrastre.
Tenía días más afinados.
Uno de sus mayores admiradores era y es don Armadillo, de dura escama, tanto que ni la lepra le afectaría. Gasta cuero en cazadora y pantalones y una larga coleta medio rizada que le sitúan en los ámbitos del heavy-metal, es decir, muy próximo a la sintonía de don Megaterio.
Así como este arranca con anís, don Armadillo adereza sus amaneceres con un vaquerito, no sé si de bourbon o de escocés, que da color a sus blancas mejillas. Ambos se sientan junto a la puerta. Aquí don Megaterio calla y deja hacer al armadillo cuya distorsión de lo real, como si de la curvatura de la luz (y el tiempo) en las macrodistancias se tratara, consigue reeditar lo que el mundo ya sabe bajo las expresiones y frases delirantes de un niño asombrado. Así, la Historia consensuada, con mayúscula, deviene una suerte de cuento carrolliano, una nueva mitología de personajillos infantiles o grotescas marionetas, un teatrillo del absurdo renovado.
Ante semejantes incoherencias y carencias donde las verdaderas raíces históricas y paradigmáticas han sido suprimidas de cuajo, don Megaterio, animal leído, levanta las cejas y le responde con una creatividad que cualquier artista envidiaría. Con su voz grave, siempre alta, contundente con o sin público, el perezoso gigante reexplica la Historia al armadillo con una lógica invertida, zarandeada, doblada, transmutada, una intrahistoria de personajes absolutamente deformados por los espejos de la telebasura actual.
El armadillo ríe como un niño con las ocurrencias de su gigante amigo. Yo, callado en el pasmo ante semejante perspectiva y reescritura de los acontecimientos del pasado que yo creía conocer, procuro discernir si don Armadillo es real o un subproducto de mi química corporal. ¿Es así o se lo hace? ¿Es una celada a mi docta intervención de lince solitario o el armadillo es un ser inocente tal cual emite semejantes gruñidos verbales del así llamado saber animal?
La hiena
Anoche cenábamos en armonía una animalidad variada. Mi pareja, una gata montesa de afiladas uñas siempre preparada, el oso hormiguero y su actual pareja, una ardilla temerosa pero grácil, y la pareja de hienas. El local abundaba en la multiplicidad de especies: gorrioncillos, un mamut como recordatorio de nuestros antepasados, su pareja, otra hiena, un topo solitario con sus ojos apenas abiertos, dos leopardas y sus parejas, un ganso y un loro, también un oso negro y su cónyuge, una gacela, viejos bueyes de tiro más allá rumiando tranquilos, etc. Había buen ambiente, familiar, festivo: jugaban al fútbol nuestros animalitos locales contra los animalitos vecinos. Ganaron los nuestros, lo cual a mi me tranquiliza porque siempre que eso ocurre mi entorno animal vibra en positivo por unos días. A algunos animalitos les afecta tanto la derrota de su equipo del alma que ir a tomar el café por las mañanas hasta que se les pasa el disgusto puede ser muy duro. Lo siento por ellos.
Todo iba bien en mi ánimo hasta que la hiena macho, a grito pelado y sin venir a cuento usó la expresión "los negratas". No sé ni en qué contexto ni a cuento de qué, pero conociendo al animal le hace falta poco para enturbiar el ambiente con adjetivos y sustantivos que hacen referencia a hembras, descapacitados, otras etnias, alternativos, rojos, distintos a él en general, de aquí o de otra galaxia (no quiero pensar el día que descubramos otras formas de vida, otros animalitos, bichos, microrganismos, plantas,etc, en los millones de exoplanetas o exolunas que ahora sabemos pueblan nuestra galaxia, por solo hablar de la nuestra, y que no seamos un grano de arena en un multiverso inimaginable a nuestra razón).
Como buen lince que soy, también me resulta pesaroso que a la hiena le hayamos atribuido, creo que fueron los leones los que empezaron, un papel tan lastimoso de carroñero grupal cobarde y aprovechado, y que a su gemido habitual lo hayamos calificado de maléfica risa. Pobre animal, al fin y al cabo sobrevive como especie tal como el entorno en el que evolucionó le ha dado a entender, ni más ni menos que como todos nosotros. Pero ahí acaba mi profunda disculpa.
También bendigo a mi buen amigo hiena y su pareja en el sentido de que su desagradable expresión despierta más y más mi conciencia, no solo planetaria, sino galáctica (por no ir más allá): sin ese punto de oscuridad no me afanaría en buscar la luz dentro de mí.
Mi querida gata montesa, muy hermosa anoche, estaba agotada tras un día duro con sus cachorros y no quiso sacar las uñas, como buena felina que es, aunque yo, conociéndola, siempre padezco porque sé cómo le afectan esas discriminaciones verbales absurdas en mitad de una convivencia que no queremos exclusivista, ni siquiera con el lenguaje cuando aparenta ser trivial. No, anoche mi querida gata no quiso estropearse la noche por una estúpida nota discordante en un acto, rutinario, sí, pero colectivo de multiplicidad animal en convivencia.
Dejé pasar, pues, como tantas otras veces, por no alterar la positiva vibración del momento con un rugido. Pero se ve que me lo llevé a mi madriguera. Esta mañana mi cabeza se preguntaba si es que perdemos la memoria colectiva, si es que, como los cachorrillos, necesitamos partirnos las piernas o los dientes una y otra vez en ciclos históricos y morir una y otra vez de dolor y culpa para reconocer que por ese o aquel camino vamos a parar a la total destrucción de nuestras propias vidas, de nuestro propio entorno.
No hace falta ir muy lejos en el tiempo. Mi querido amigo hiena, cuando escupe su mierda por la boca, cuando no lo hace por el ano, literalmente, con el único afán de provocar al resto como si fuera algo gracioso y sin consecuencias----indicador de falta de conciencia o grave limitación infantil de la misma---, o de imponer al resto su sello animal alfa primitivo, irracional, básico, parece, y no sé si es ignorancia o desmemoria, olvidar que una manada de hienas eligieron ver el mal en "el otro" (judíos, negros, intelectuales, gitanos, descapacitados, homosexuales de ambos sexos, artistas de vanguardia, y un etc que de haber perdurado en el tiempo les habría incluido a ellas mismas en el acto final de la autodestrucción, cosa que madre Tierra hasta agradecería por sobrevivir como planeta) e intentaron erradicarlo con una 'solución final' que por desgracia se basó en la Razón Pura.
Luego, esta mañana, mientras recorría mis sendas favoritas donde me encuentro con amigos gatos, ardillas, las feroces cornejas, mirlos agrupados, palomas reposando, alguna rata que otra que intento atrapar---¡qué listas y duras son!, las admiro---, un par de culebras despistadas, me dije también que no hacía falta irse tan lejos. Aquí mismo, en nuestra tierra, cuando aquella guerra civil de nuestros abuelos y abuelas animalitos. Cuesta generaciones de animales, de abuelitos a nietos, deshacerse del miedo y la destrucción que la liberación de nuestro desenfreno animal, primitivo, básico, depredador, puede llegar a generar, que de hecho generó. Muchos animales parecen no ser concientes de la carga vibracional, no lingüística ni corporal sino de Emoción Pura en forma de miedo (dolor, resentimiento, ira, resignación, enfermedad, culpa...) que nuestros progenitores intentaron ocultar a sus vástagos por darles mejor vida, subyace hasta ser sanada por una generación posterior en pequeños actos de reconciliación que reconocen, por crudo y doloroso que sea, el error. Y precisamente por esa falta de Juicio Crítico (ignorancia que ojalá les disculpe), reproducen esa vibración paterna/materna del instinto animal: la voluntad de dominio, le llaman algunos. Ya no se acuerdan las hienas y su querencia carroñera del lugar exacto al que conduce creer que el "Mal" está ahí fuera y elegir al "Otro" como el culpable.
Y me llama la atención que esas mismas hienas que se santiguan en el nombre de un antiguo avatar animaloide al que llaman Jesús, como las hay que invocan a otro gran avatar al que llaman Einstein, no hayan aprendido nada de ellos. El primero les escenificó en vida este mismo proceso de autocrucifixión, de que inmolar el mal a través de la Otredad es la propia aniquilación (que no sufran rocas ni plantas: a mamá Tierra le es absolutamente indiferente qué especie o raza "domina" el planeta, si dinosaurios, ratas, cucarachas o humanoides). No solo eso: según viejos preceptos de estos animalitos, si su misión es traer lo que llaman "el Reino de Dios" (multiplicidad de especies en continua generación evolutiva) a la Tierra, ¿por qué traen una y otra vez lo que ellos mismos llaman "el infierno" en vez del "cielo"? El segundo, mediante números, les demostró el infinito (una infinita multiplicidad autosuficiente).
Sé que a mi amigo hiena le motiva esa energía poderosa de la madre Tierra. Sé que liberarla en el momento y lugar adecuados te hace sentir bien al sintonizar con ella, parte de ella, ella misma. Pero cuando la confundes con la Razón de ser de las cosas y le das cauce removiendo de forma vírica o viral en los otros animalitos el miedo al otro, Emoción pura opuesta al amor, te vas a partir las piernas, vas a llorar, vas a crear el paisaje más desolador que tu falta de conciencia no puede ni llegar a imaginar (Dresde devastada, Tokio devastada, Hiroshima, Auswitz, Picaso pinta Guernica...), vas a tener que levantar los monumentos de la muerte.
Namasté, mi querida hiena; cuida que tus vástagos no usen al otro para hacerse daño.
Y como dijo un viejo amigo lince: "...no me olvido de que soy animal...historia universal..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario