Ya sabíamos que en realidad lo que se llamaba 'mente' no respondía a los procesos individuales que el cerebro de cada persona o animal llevaba a cabo durante su vida, pues estos no eran sino una respuesta fisiológica de los sentidos al entorno inmediato. Más bien, y trascendiendo las pequeñas 'fabricaciones' y 'transmutaciones' individuales, la Mente sería el no-espacio ilimitado donde se contiene toda la información necesaria y original para la expansión de nuestra propia obra: nuestro universo.
En una suerte de espiral ascendente de error-corrección de esas percepciones colectivas, que en muchas ocasiones se manifestaban artística y/o matemáticamente a través de un individuo capaz de contener, galvanizar y dar expresión a millones de chispazos individuales de entidades corpóreas o no, es decir, más allá de tiempo-espacio concreto, habíamos conseguido reeducar a la especie a través de un programa concertado minuciosamente a lo largo de centurias a la manera de un gigantesco mandala a partir de la ecuación básica de Einstein pero incluyendo, aceptando en él el factor anti-materia y una apertura total hacia lo infinito de la creación de vida desde lo cuántico, otorgando así a las ondas del pensamiento su cualidad primigenia de creación y transformación.
Aparte de las cuestiones animales de comer, dormir, andar y controlar las funciones corporales o mente instrumental, los chicos...
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