domingo, 2 de febrero de 2014

de El Libro de Ash-Rael

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 Trajeron todos esos organismos y microrganismos que en sus procesos vitales, en su adaptación al medio por expandirse expandiendo la vida deshechan oxígeno hasta crear una atmósfera terrestre que genere la multiplicidad de especies. Habían bautizado a una de estas hermanas con uno de esos nombres rimbombamtes: Methylomirabilis Oxyfera, pobrecita. Carga con eso desde el anterior milenio. Pero sirvió para darnos cuenta de que, voraz devoradora de metano, debía estar haciendo ya su trabajo en, por ejemplo, Titán. Eso significa que nuestra intervención o interferencia simplemente trastoca el cómo percibimos la evolución en el tiempo, pues sin actuación alguna, mama-cosmos está constantemente generando vida sin nosotros ni nuestros limitados paradigmas histórico-científicos. ¡Qué le vamos a hacer!
 Claro, buscamos reproducir, como auténticos dioses o, sencillamente, animalitos, un Marte a nuestra imagen y semejanza, probablemente 'reproduciendo' lo que se nos dió como buenos niños del cosmos. Aún así, se proyectan experimentar en las lunas yertas del sistema---ya habíamos empezado con algunos asteroides---modelos de vida que no parten de la luz solar ni de temperaturas medias moderadas para recrear ecosistemas muy alejados del modelo 'humano'.
 Esto ya es antigüo, desde que se nos permitió descubrir la vida en fumarolas volcánicas llenas de oscuridad (para nosotros) en el fondo oceánico terrestre, los organismos como el antes citado en lagos de metano, tanto en la Tierra como en otros astros, los seres vivos en aguas heladas...La curiosidad, el ansia de entender, ya no nuestra casa, de por sí arduo, sino nuestro universo, verdadero hogar donde conviven formas de vida tan extrañas unas de otras, es un acicate genético de expansión sincronizado con cada luz, cada chispa lumínica que surge al vencer el miedo a (re)conocer-nos dejando de creer que somos el centro de nada, sino vecinos de la inmensa familia de la vida, y aceptando la función que se nos dio sin juzgarla, algo que no está en el cosmos.


 El edificio del Laboratorio Ferroplasma Acidiphilum ---otra hermana, o arqueobacteria, que se lanzó al mar de ácido sulfúrico que era el bebito Tierra hace miles de millones de años para ponerse ciega de pirita originando nuevos organismos---, al igual que el Centro Trilobites, deja de 'aparecerse' cuando ha cumplido su puntual función experimental para convertirse en un espacio de convivencia en los atardeceres. Estoy aquí ahora, en la hora justa, pues está orientado a estos maravillosos crepúsculos marcianos, abierto a los rozagantes besos solares del atardecer en temperaturas templadas que hacen más placentera la contemplación o moderan la calma de las conversaciones que esporádicamente surgen aquí y allá: poca cosa, trivialidades que no rompen el flujo de bienestar.
 Lo más alucinante es haber conseguido ornamentar este espacio-tiempo con la magia floral y acuática que surge como de la nada en la circunferencia de este lugar de ocasos, el tan querido y recurrido arquetipo del círculo. Una cascada allí, salpicando las fueguinas hojas y flores de las jacarandas; un bosquecillo de pequeñas aves cantoras que armonizan en sus trinos melódicos con los atardeceres; allá, una ladera escarpada con animales que se adormecen en la luz rojiza.
 Aquí todo sana. Sientes que cualquier caos que pueda surgir, cualquier dolor, puede ser mentalmente distanciado, separado del Yo que percibe para erradicar el sufrimiento que ese Yo quisiera asumir (ya lo hicieron por ti). Se deshace aquí esa falsa lógica de la percepción.
 Miraba un buey almizclero que en pleno frenesí de apareamiento se imponía a otros machos hasta cubrir a su hembra. Ese impulso básico agitaba, como pequeñas olas que se levantan, la apacible estampa del ocaso. Esta tarde habían elaborado un microclima más fresco con animales árticos y, aquí, sentado bajo las amarillentas flores de una tipuana, resultaba embriagador ver al isatis blanquear en la nevosa ladera.
 Sura emanaba ondas tranquilizadoras. Me recordó sin palabras la actividad del día siguiente: un encuentro con alumnos para su exposición anual de Proyectos de Vida Alternativos en el cosmos. No está a mi lado. Le basta con emitir la señal desde su cerebro sin necesidad de direccionarla mentalmente, ni mucho menos de corporeizar mi imagen. 
 De la misma manera llamaba yo a mis maestros allí sentado en el atardecer. Acudían según lo necesitara en cada momento en un apacible diálogo conmigo mismo sin que eso suscitara la más mínima contradicción o fragmentación en mí. Vivos o muertos, lo que mi maestro interno aprendió y aprende a cada instante con ellos, es una fuente inagotable de información para cada momento de búsqueda: lo importante es hacerse, desde el silencio, la pregunta adecuada.
 Entre esos maestros, quizás el más prominente fuera el padre, mi padre que, arriba como abajo, era y es siempre indicador de tu relación con el origen de lo visible, independientemente de si hablas de creación, de evolución, de voluntad trascendental o de un pensamiento mestizo, porque en cualquier caso trasciende tu ámbito espacio-temporal, tu propia vida corpórea y sensorial. Lo más destacable en esa conexión atemporal es que sus silencios dicen muchísimo más que cualquier maravillosa formulación matemática, artística o discursiva. Su silencio es el perdón total hacia su hijo, la absoluta falta de reproche alguno a ninguno de sus actos, la completa bendición de su vida entera entre los hombres y los astros, y con ella, de todo acaecer en el universo.
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Pic: dark vibrating matter creating music
      The Pic-Poem Book - Cosmic figures

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