lunes, 7 de julio de 2014

de La Isla del Recuerdo Ancestral [with Tycho+Sea of Evenings remix]


Coastal Break - Tycho (Sea of Evenings remix)

20/7/08

 Levantarse con el sol aún desperezándose, indirecto y tibio, los pájaros durmientes, poner la cafetera y desayunar sin prisas, sin horarios. El Ritual del Café: las sillas dispuestas en sombra, los rayos del sol quebrados por las ramas de la ullastra y los pinos, el hornillo con la cafetera encima como una ofrenda, el sonido del fuego azul, del hervor, el incremento de trinos y graznidos, toda una estética del despertar.
 Fornells era el destino: charters náuticos, buceo con botella, el faro del Cap de Cavalleria y la atalaya de Fornells, la información recogida por Lady D apuntaba hacia allí.


















 Una bahía magnífica asoma de repente por la ventanilla del coche, un dedo de mar penetrando la isla, agua de azul pálido bullendo de actividad náutica. Un velero sale en ese momento por la bocana natural de roca cincelada por el viento y la lluvia. Fornells, con sus casitas veraniegas de blanco pigmentando el lado oeste de la bahía, está entregada al juego de velas con el mar en un desafío constante a la tramontana.
Subimos el camino hasta la ermita rupestre de la Virgen de Lourdes: oscilan en la sombra de un sol pleno algunos cirios, ramilletes como exvotos adornando. Más arriba, la torre defensiva, siglo XVIII, para los 442 habitantes ante semejante golfo natural, maravillosa guarida acuática, fábulas de piratas berberiscos, contrabandistas y otros entes de relato histórico-fantástico. Desde aquí se divisa el Faro de Cavalleria, los distintos promontorios y calas que recortan caprichosos la isla, los reflejos chispeantes por doquier invitando a ahogarte de belleza en sus fuegos de plata.


















Las Platjas de Fornells resultó ser, al otro costado de la atalaya, un enclave turístico artificial. Tal llegamos con nuestra sombrilla, toallas, chanclas y demás artilugios de guiri, dimos media vuelta. Volvimos a Fornells. Contratamos una salida en catamarán para el próximo jueves y el chico, expresivo y abierto, nos aconsejó las calas de Cavalleria para un baño en playa virgen.


















 Unas gafas de bucear para sumergirte en la onírica dimensión de esta fauna y flora submarina. La cala elegida, menuda y hermana de otras dos a los lados como anillos de agua transparente que pusiéramos a la Mola de Fornells, está llena de pequeñas medusas que, con sus barbas, dejan un recuerdo, borrable, en tu piel. Al otro lado, en S’Olla, hay una cala de roca agreste y salvaje donde por fin estreno mis gafitas de buceo, desnudo sobre una plataforma granítica oteando la atalaya de Fornells, lanzándome en solitario a la presencia de erizos, de peces cuyos lomos reflejan el sol en fogonazos, de crecidas hierbas ovosas danzando en el fondo submarino, de súbitos claros de arena, de pasajes secretos entre las moles de piedra persiguiendo a los peces que han venido a saludarte, a jugar contigo.


















 De repente miras mar adentro y figuras, pensamiento equívoco, una tintorera o una raya gigante surgiendo de aquella oscuridad y viniendo hacia ti. Esa ilusión acelera el pulso, dificulta la respiración al malgastar oxígeno, te vuelves a tranquilizar, a confiar en madre natura, a jugar con ella.
 La playa de Cavalleria es de arena roja, una suerte de arcilla seca y granulosa por el hierro abundante que tiñe a la montaña que le da cobijo. Donde agua y tierra se funden, la gente aprovecha para embadurnarse de lodo rojizo. Es playa abierta y los bañistas andan el trecho largo que la separa del camino para disfrutar del día en la arena. Sólo a los lados algún peñasco desprendido atrae a los snorkellers. El fondo, incluso en la orilla, está poblado de miles de pececillos verduzcos que permanecen sobre la mullida arena quietos y contemplativos a no ser que un pie venga sobre ellos.


















 Hay fiesta caballar en Es Mercadal, entre Mahón y Ciudadela. La isla entera parece acudir allí al atardecer. El desfile de monturas y habilidades proseguirá hasta la media noche. Huimos del gentío. Dicen que Maó-Mahón, de origen púnico, debe su nombre al hermano de Aníbal, Magón. Colonia, pues, cartaginense, hacia donde regresamos antes del anochecer. Compramos fruta fresca: piña entera, nectarina, peras de agua, plátanos, algo de pan y queso, jamón: cena tranquila.

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