miércoles, 16 de julio de 2014

Rusos, Edward Rutherfurd
























 Rusos es una meganovela histórica de 989 páginas publicada en su momento por Ediciones B. Edward Rutherfurd (Salisbury, Inglaterra), historiador por Cambridge, es un narrador capaz de resumir milenios de Historia en gruesas y amenas novelas donde los hechos recogidos por los historiadores se dramatizan a través de bien cincelados personajes que nos enseñan del devenir de toda una identidad nacional.
 Esta inmensa narración recoge, según palabras del propio autor, "la naturaleza oriental del país, el despotismo tártaro, la herencia mongol, ese poder violento y dictatorial que logró convertir cualquier atisbo de influencia occidental, democrática, en un elemento secundario, sumiso".
 El autor define a Rusia como un país sin carreteras, sin líneas rectas, un lugar de paisaje vago, ambiguo, marcado por largos y zigzagueantes ríos. En esas vastas extensiones uno no sabe dónde está: "Ese no saber fatalista es la seña de identidad rusa. Si les preguntas qué va a pasar ahora, te dicen que habrá guerra civil. Si preguntas entre quién, contestan que no lo saben, que eso no es una pregunta rusa". Edward Rutherfurd habla con fundamentos no sólo históricos, sino personales, pues viajó a Rusia. Su abuelo había vivido allí muchos años en el siglo XIX.
 El autor describe su largo trabajo de documentación y escritura del libro como un período de su vida bastante depresivo. Según él, la cultura rusa resulta "mórbida, enfermiza, marcada por la miseria más absoluta y por esa violencia familiar que se respira en la autobiografía de Gorki, por ejemplo: esa tradición terrible es muy real".  Rutherfurd, aunque halaga la belleza de la herencia ortodoxa en su música y en el arte religioso de la Edad Media, señala al tiempo su criba por la conquista mongol, a la que acusa de anular el desarrollo de la producción colectiva y destruir la base comercial imponiendo a sangre y fuego la identidad oriental de los rusos, "a pesar de que en el XIX el encuentro con Occidente produjo algunas de las mayores cumbres literarias de todos los tiempos".



















 Así, para Edward Rutherfurd, los sóviets fueron la justa manifestación de la naturaleza rusa, "despótica y oriental", incapaces de crear riqueza en cooperativas aún si se les llenaba la boca con ellas.
  "Pedro el Grande, que era tan terrorífico como Iván el Terrible, fue a Londres y vio a dos tipos con peluca. Cuando preguntó, le dijeron que eran abogados, y él contestó que en Rusia sólo había dos abogados, pero que cuando volviera iba a mandar ejecutar a uno": Rutherfurd criticaba pues esa ausencia de leyes tal y como se entienden en Europa.
 El autor desarrolla 'su Historia' a través de una extensa saga familiar que parte del siglo I y sobrevive hasta nuestros días, y lo hace, como se indicó más arriba, apoyándose en los personajes más que en los hechos sin por ello perder un ápice de interés la contextualización 'histórica'.  Para Rutherfurd "la verdad histórica no existe salvo en la mente de Dios, lo importante es resultar auténtico y contentar a las diversas corrientes historicistas".
 Edward Rutherfurd no veía un futuro esperanzador para los rusos: "Yeltsin bebe como un auténtico ruso. La economía sigue en la indigencia. Hace el mismo frío de siempre: trabajan seis meses y paran otros seis. Y aunque siga habiendo individualidades de gran talento en todas las disciplinas, no creo que sea posible tener muchas esperanzas de que la cosa mejore". Quizá se equivocaba inmerso en 'su corriente historicista'. Quizás me equivoque yo, admirador de los históricos extremos grandiosos de semejante cultura. 

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