jueves, 13 de agosto de 2015

La Isla del Recuerdo Ancestral

 29/7/08


















 La Bahía de Fornells guarda un par de islotes casi en su centro. Esta vez la penetramos: una lanchita con toldo nos permitió gozarla en plenitud dándonos una mirada distinta sobre esta población costera entregada a la vela y el viento.


















 Echamos el ancla en la cala más cercana a la bocana natural de la bahía---lady D la bautizó, con razón, la "Calita Esmeralda" y así quedó en mi corazón para el resto de los días---, solitaria, rocosa, inaccesible a pie. Con aletas y gafas me sumergí a fijar el ancla en una roca a unos ocho metros de profundidad. La ligereza de la lancha permitía arrastrarla, motor parado, desde el agua y, como si sólo nosotros hubiéramos tenido esa inspiración, pudimos ser los únicos visitantes de aquel templo cristalino, tan desnudos como la roca litoral y la roca posidónica del fondo, tan silenciosamente rumorosos como el agua que lamía la piedra.


















 Veíamos fuera cruzar la bocana, más allá de la maciza puerta de la cala, insonoros, laúds, menorquinas, veleros, yates y lanchas, grupos de kayaks y de aprendices de vela hacia mar abierto dejándonos lo azul en ondas.
 Al navegar, sentir las gotas de mar refrescando tu piel, la brisa entrante al acelerar la motora que planea ahora sobre las olitas empujadas por los yates más grandes mientras descubres, cala a cala, rincón a rincón, la luz de la bahía: lujos de un día impagable.


















 Fritura de mariscos, chipirones y mejillones a la marinera frente al puerto de Fornells. El sol cae a plomo hoy, se agradecen la sombra y la más breve brisa.


















 Una ruta nueva, entre Es Mercadal y el Cap de Cavalleria, nos lleva entre predios y colinas a una de esas zonas de calas que no aparecen en los mapas más comunes: Binimel.là y Pregonda eran nombres, lo de menos, aún si la memoria ya me traicionó. No hay asfalto y asciendes por un camino pedregoso, apto sólo para todoterrenos, hasta vislumbrar otro pequeño paraíso. Descendemos cargados con sombrilla, toallas y equipo de buceo por la montaña, intuyendo apenas algún recodo al final. Y allá abajo, oculto a la vista desde tierra, surge un microedén reservado a los nudistas lugareños, desconocido a cualquier agencia turística. Y que dure: sólo aparece si buscas por tu cuenta. No tiene nombre, no consta en ningún mapa de los que manejamos; se menta la zona, el enclave lo encuentras o no según tus elecciones sobre la marcha.


















 Cuando creías que la "Calita Esmeralda" sería insuperable, hallas aquí un remanso inolvidable: cuevecitas donde adormecerse a la sombra de un sol todopoderoso, agua de manantial cristalizada por las piedras preciosas del fondo y un mundo submarino fascinante e inacabable con grutas, túneles, estrellas carnosas, cientos de peces de multitud de especies y, la guinda, una hermosa morena de amarillentos destellos serpenteando en un claro del fondo y mirándote candorosa en gesto de mutuo respeto. Abre la boca y muerde el agua advirtiéndote de que estás en su casa, de que te ha visto: "¿No ens farem mal, veritat?", parece decirte. Y desaparece en Posidonia, su reino, al que ha tenido a bien invitarte.


















 Se pone el sol de nuevo. Sobre el promontorio que cierra al noroeste esta reserva marina, unos fuegos boreales brotan y fluyen como gases inocuos y multicolor tras la línea rocosa y oscura. A veces esos rayos atraviesan lo imposible, la materia sólida.

 30/7/08

Vaguear el día entero.
 

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