jueves, 25 de junio de 2020

Celuloides, bandas y bits

HEAT. Michael Mann





datas tu corrupción en originales eras 
de latrocinio y nombres, en papeles
 de convulsa realidad tomando vidas 
como décadas de paz, pactos nihilistas 
con números y escenas de totalidad.
Falseas hipótesis contra observación
 como método restaurador, sucesos
 planos de ocultas intenciones
 con tu doble riéndose tras los cuerpos 
como un ente separado: rumores
 infundados, actores que soportan 
la materia como realidad, conocerse 
desde el tiempo como un desconocido 
del siempre que mantuviera su amistad, 
un pesar comunicativo que intentara
 enfrentarte. Fuiste fuente, numinosa
 inspiración que estructurara oscuras
 reuniones con la invisibilidad, eones
 de paz, un río de extraordinario
 universalismo

me emociona tu calor distribuyéndose
 como fuego contra tus nervios, 
humana dirección de lo artístico
 revelándose música inaudible
 que tu alma captara. Montas
 burbujas de grafías sin mesura, 
veneras las cenizas de tus ojos 
que daban crédito a los dramas 
de existencia que tú mismo 
regentabas, a las empresas
 de afinidad entre los contrarios

resumes el calor en obras categóricas, 
lo distribuyes en simetrías de aparente 
perfección, grandiosas escenas del drama
 existencial como crisálidas en boca abierta

la paz en el longevo río es un vals
 restaurador, niveles que se desenumeran
 en un calor inclasificable,​ una lista 
atemporal que no admite índices​

tu paz tiene cargos, papeles de convulsa 
realidad, tópicos, a prioris humanizantes
 diferenciando partes. Contiene explicaciones, 
tramas de entendimiento, manías puntuales, 
vicio ideado, los pies de un cazador alerta
 ante lo eterno, una vigilancia vagabundeando
 por lo que no se dice, un puntillismo pictórico
 que te habla su trama mudo, que no olvida 
instante alguno como holografía de sucesos, 
momentos sin precio sobre la palma de tu mano

resumes convicciones como pequeños afluentes 
dirigiéndose hacia las bóvedas de la vida 

y yerras por la división que estableciste,
 robas la paz que crees ver fuera,
 derivas por experimentos vitales 
desmantelando caminos, viejos 
opuestos, leyes que desafían
 al otro en el reparto del calor

yerras como un otro envejecido, 
te sorprendes en futuros imposibles
 dueño de creencias y principios
 inquietantes. Va la información
 en silla de estrellas interpretando
 tus encuentros, papeles convulsos
 repartiéndose el calor, juzgando
 las presencias en sus órbitas 
mientras hablas de las formas con talento. 
Llevas detalles que parecen magia
 a las cimas de lo humanizable 
como personajes de un magnífico 
retrato. Escribías soledades, sueños
 irrealizables acumulándose
 en un inmenso cuerpo de deseos
 como magnético campo que, iridiscente, 
conversara contigo. A cada traición
 lo vuelcas todo en incomprensibles
 dudas, lo mejor de ti

tu paz tiene ríos, un vals de crisálidas 
viajeras midiendo el mundo, frutos
 rojos venerando a las zarzas, pequeñas
 justicias domésticas sin dueño, 
las cenizas de otros ojos que juzgaron 
tus santas libaciones entre los guijarros

existes número entre los papeles, 
trama de lados y miembros traicionados,
 grupo espectral de veneraciones y justicias 
linchadoras, trabajo apadrinado escenificas
 persecuciones y fugaces plenitudes, 
una dualidad apalabrada impactando
en tu entorno, inefables implicaciones​

muerte y vida viven en ti como restos 
de personas que fuiste, se filtran 
a la tierra como huellas de futuro 
persiguiéndote hacia la unicidad,
 compromisos banales en la confusión
 de tus pasos. El no entender 
como liberación 

llevas tu defensa como peso, que te dieran
 algo, persigues pensamientos que alivien
 tu carga entre las leyes que te diste
 en blanco y negro, sino esquematizado
 en ejes cardinales, una taxidermia 
de amalgamados personajes que parecen 
moverse por la historia. Sentir
 el movimiento en la grísea bruma
 de los amaneceres, sentir tras él 
la nada dotándola de partículas
 por nacer, la humanidad de los protozoos 
aliviando tu mineralizado origen,
 tu común vulgaridad excretora, el mundo. 
Clareas a veces en la inidentidad, 
brillas ocasión reflejado en los espejos, 
una pantalla de social imaginario

tu paz fue opción laboriosa, protagónico 
esfuerzo por un respeto trascendental, 
una decisión contra la que aún luchas
 intoxicándote en los excesos, papel
convulso en las convulsiones del mundo, 
conflagraciones de las rocas fundacionales, 
breves papeles en la secuencia cosmológica, 
una opción interpretada en la oscuridad​

este bazar de los calores toma
géneros y voces, explora amoral 
tu tiempo en presencias emocionales,
 leyes que obvíen tu excretora vulgaridad,
 imaginaciones inseparables de la materia
que generan; apuesta por el riesgo
como impulso biológico que rabia
entre las venas, arde convulso
como el núcleo del planeta, imana
la atmósfera en sus aceleraciones, 
densa los cuerpos hasta reventarlos,
 reparte los papeles de tu atelana
 en el horario cosmológico. El mundo
 te piensa por detrás de tu pensamiento 
sin juicio alguno. Lejos, titánicos ríos
 o helados mares subterráneos cursan 
su rol indiferentes a tus trascendencias,
no paran de retar a tus leyes de cualquier nivel,
 ese calor primigenio, presocrático sacándonos
 los colores en los dramas de la existencia, planos
sucesos de tus escenificaciones. Dibuja, purifica 
con halos místicos tu humanidad, tu soledad
 patológica, tus sentimientos movedizos, 
tu historia de eternidades imposibles 
viviendo en la muerte, tu añoranza
 que tronara fatal en tus tormentas, 
la ambigua e insuficiente realidad
 de tus sueños. Paga tus deseos 
cumplidos por ser lo que no eres

tu visual desprendimiento acalora
tus iniciaciones: azuladas noches
fondean en tu alma como fotogramas
 de un magisterio antiguo. Colaboras
 con los ríos lejanos en los hechos 
incontrolables que luego trivializas, 
principias llamaradas de expectación
 que sellan realidades, y en ellas
 te confundes. Hay tardes que te conectan
 con tramas de inmensidad, te roban ego
 sirviéndote señuelos monumentales 
de sutil liberación, informes longitudes
 proyectándose en la pantalla de lo visible. 
Creador, transformas a semejanza la materia 
sin asumir tu rol, trabajas el tiempo
 como un relojero labrando imágenes
 prescindibles de la historia

me emocionan tus enamoramientos
 representándose en los guiones 
biológicos, enviando tu impacto
 a las líneas temporales, transformando
 cada esquina del espacio, tu entorno
 variando su frecuencia con ese brillo 
ocasional, clareando filosófico por los segundos 
de otro tiempo hasta regresar a ti. 
Me emociona tu vida recreándose 
en los vacíos hasta las entrañas
 de lo inamovible

tu vida cubre de letras la muerte
 por darle una vida que ya es,
 camina divorciada de ella en tu forma: 
ya eres lo que persigues, ya eres
 lo que te persigue, tus pies alerta
 de cazador y presa en los asombros mundanos, 
aquel magisterio de un amor olvidado


EL CARTERO DE LAS NOCHES BLANCAS. Andréi Konchalovski




criticas órdenes numéricos casando
lugares y fechas, usas tus encuentros
 como útiles de cocina a orillas 
de un lago reviviendo soledades 
 rutinarias, personas de una epístola
continua cartografiando los cielos
nocturnos, una soledad acompasada
por pasos de un infatigable más allá.
 Planteas la unión más cercana

tus cartas celestes blanquean tus noches
oscuras, beige la piel de los recuerdos
  dirigiéndose valientes a las ánimas
despiertas, sin timón, sin vendas,
 silíceo cristal y molusco fosilizado
musicándose entre las arterias.
Te has escorado por ver el drama
eterno, por oír los pasos del más allá
cercano, por acompasar su afinidad

te sitúas tras los ojos de un otro
 por pausar tu historia, tus personas
de la epístola, arrastras los tiempos 
de tu obra por cantos rodados sin ritmo 
aparente, y cesas como bajel varado
en tu esfera. Adquieren tus cartas
 blancura, aire de persona

has narrado arrogante regiones
del ser, orillas de un lago primigenio,
  ellos como vida propia, trascendentes
simplicidades de la existencia
en rutinarias soledades que se repartieran
tu espíritu, un diario de empobrecidos 
contrarios sobre el majestuoso fondo

tus útiles culinarios perciben narraciones,
 otros ojos domésticos desde románticos
 cénit y nadires, contraponen encuadres 
en la proximidad de esa unión cercana.
 Has narrado realidades derrotadas 
por la gracia del paisaje, desdenes
superados por arte de las plantas

 tienes pasados, turbias vecindades
cartográficas, viejas hambrunas 
que te embriagaban perspectivas

y sin embargo blanqueas, se orean
 las noches con sus pasos lejanos
dejando promesas, tramas sensoriales
 de nuevo cuño llegando a la orilla.
 Abusas de su contemplación
hasta la anterioridad, hasta el exceso 
 visionario, hasta la escena preferencial
de un deleite argumentado, deseo.
  Acabas en un desdén que ya conoces,
 en panorámicas que te ocultan
 tu propia sombra, se agiganta.
 Es hora del paraje reponedor,
 de la alejada anterioridad, recuerdo.
 Es la noche veterano ritmo 
contemplándote ahora como cosa
mundana, explícito sinsentido, sutil 
desgarro que le resulta grato,
un aspecto de la excelencia cosmológica

sí, visionaste ojos comprensivos,
  profunda rutina de los días
 arrastrando los tiempos de su obra,
liberando tu frente de los visores
dolorosos, levantando mundos
 a tu alrededor. Has llamado 
a tus pasados gratificándote 

me inquietas, blanca estrella oreando
 a las personas del verbo, apareciendo
  espacial, táctil, brillante a mi pecho.
 Paras en mi frente liberada
 que renuncia a saber borracho
de redención, de plantas arcanas 
que me intoxicaran de mágica creación


DERSÚ UZALÁ. Akira Kurosawa



tu empatía contempla visos
de conmiseración, días incómodos 
en las habitaciones sin aire, tu casa 
que se asfixia en el frío parecer,
  gélida taiga de las premuras 
cuando la noche te deconstruye 
como hojarasca quebradiza

no se adaptan los recuerdos al ser 

cazabas libros que te narraran
como ríos la cuenca de tus vidas,
  la parte de ti que no ves, un oriente
  desconocido reflejado en lo Otro,
  las tribus que te salvan de la fría apariencia
 guiándote por entre los años

preciosas pantallas de vida captan
tu animismo intuitivo, tu nómada
mente arqueándose a cada aspecto,
tu pertenencia a lo antiguo. Conociste
 la espiga dorada y los bosques inmensos,
 los cedros y pinos en círculo
como altares de un chamán olvidado,
las manos del océano explorando
la luz. Esos viajes cartografían tu alma,
 fijan regiones nombrando transcursos
por donde navegarán tus recuerdos

cazabas imágenes que te generaran
voz, originales páginas de sentido,
 un tocado de las maravillas mundanas,
la epopeya de lo edénico, los paisajes 
de la calma. Gélida taiga inmisericorde
curte amorosa tu carne de verdades
microscópicas, de universo entrañable
 al paso de los días, humano libro
 granulándose en tu piel de arena
a los ojos del cosmos

 vivías la pérdida olvidada como sufrimiento,
y cazabas. Tus ciclos prueban lo que crees,
 adaptas, te adaptas; vivías ciudad
como un desierto sin regreso, región
de promesas ilusorias, muerte
como período numérico, libro
inacabado, inacabable tumba
de los pensamientos en tu gélida taiga:
te adaptas, adaptas. Y cazas

no se adaptan los recuerdos al ser

 alternas tus antojos mentales
en las longitudes del tiempo, el bosque
y el árbol, usas ángulos que se fragmentan
  en microrrelatos magistrales, elípticas
 barrocas alardeando de forma,
 el diálogo animista de las plantas
y el cielo, del animal y la tierra,
el feroz espíritu que nos alimenta

crepitas en tu enseñanza
del fuego primordial, susurras
el momento, y callan los pájaros.
 Cantas como tormenta poderosa
alternando con el sol

 aprendes constancia, humano libro
de las longitudes como rastro cosmológico

tu libro es una rueda en la Siberia
de tu mente, gélida taiga donde escenificas
 tu peso gravitatorio, el tiempo.
Ruedas parlanchín por las páginas
 poniendo nombre a los susurros

no se adapta tu libro a los recuerdos

a cada aspecto arqueada, tu nómada
 relaciona sus antojos, iguala
lo inigualable, cree imponer su carencia
al feroz espíritu que lo alimenta
con la lacónica paciencia del animal
extinto, civiliza su libro

 animal y tierra, cielo y planta
ríen entre los susurros señoreando
lo invisible, amenazan tus certezas
 como bestias sin fe, crepitan
primordiales habitando tu inconsciencia,
feroz espíritu que no distingue
entre bosque y árbol, entrañable
universo al paso de los dioses,
tus días caen ciegos en tu regreso,
amados ciclos de lo humano
entre géneros y especies, la idea omnímoda


LA MIGLIORE OFFERTA OST. Ennio Morricone


                        


impúberas piezas de tus automatismos
mentales llevan tus invenciones lingüísticas
a los siglos del asombro, a la luz
de escenas señoriales, a los fondos
 etéreos donde el impostor se mimetiza,
y se apropia del sentido. Diriges
tu mirada hacia los actores ​
que ofrecen su mejor apariencia.
Bella coraza plagia músicas
milenarias que te vieran danzar.
Presupones materia, recaudas​ afinidades

en los triunfos secretos, silenciosos,
 premias tus dádivas generosas,
  entregas tu mejor apariencia
  al impostor amagado, y resuenas
 en tu señorial escena rejuvenecido,
 revestido de sincréticos milenios ​

has argumentado avalanchas de arte,
la experiencia subastada en los gozos
del prestigio, días de deseo vendido,
 las herencias de lo antiguo, tu fobia
al nunca vista por la enormidad
 en órdenes vitales, una vejez
anticipada que ama los desenlaces.
Tu experiencia del arte protagoniza
 virginales apariciones, repara el tiempo,
tus impúberas piezas dubitativas
 sobre el teatro de las obligaciones
automatizadas. Óbice la misteriosa
claridad inexplicable a la lógica
asumida, un cliente de lo desconocido
donando su emanación al tiempo.
Eres la claridad heredada inagotable

en los secretos triunfos se citan
pequeñas obras de bondad, retratos
de antiguos encuentros que restauran
 las grietas dolorosas; aparecen
mentes copiosas apenas petrificadas,
  seres solares obrando libertad,
  las obras que vacían tus análisis,
tu nacimiento virginal

tus retratos coleccionan siglos
de fascinación, célebres o no versionean
 según espejo el conocimiento tolerado,
 tiznan purpúreos la belleza iniciática,
  fragmentan la vida en sus piezas
automatizadas, un juego de damas
sobre el tablero de los cielos.
Muerdes el veneno de tu loto
  con blanca boca de eremita,
de viejo que anticipa una nueva versión,
que sajó su propio busto en el tablero.
 Una dama anciana tañe filo
de estrellas de nebulosa en nebulosa
 y abre tu joven alma su ventana,
se viste de andrógino emperador

no te sientes correspondido,
tus procesos ruedan milenarios
 por las regiones de triste resistencia,
 la claridad te sitúa de nuevo en camino,
 donde las obras se citan


CAPITAINE CONAN. Bertrand Tavernier




los nuevos tiempos decían de torres
 personificadas, de poderes que cuestionaban
 todo centro de conversión, una lucha 
que combatiera la inherencia salvaje,
guías de brutal belleza bélica, albas
trabajosas que labraran precisas desolaciones
 sin nombre. Capitaneabas el origen
del nuevo drama, dirigías un relato
del vértigo tecnológico, conatos
de producción masiva, un cosmos
sin música destapando sus luces,
verdes murallas que vistieran tu protagonismo.
Las torres se enriquecían con nuevas visiones,
con datos y cifras venidas de lejos,
nuevos subgéneros del drama cosmológico,
brutal belleza, percepción corregida,
reforzados lenguajes de la total sincronía

las huellas cavernarias de las futuras torres
 no cesan​ de nombrar lo otro, van
 incluyendo lo diferente en espiral
camino de estrellas, guiando ancestrales
tus revelaciones, tus elecciones presenciales
o no, telúrica fiesta de tus síntesis

el cuando firma armisticios de unidad,
  capitaliza rumores estelares, te alía
con nuevas civilizaciones sin luchar 
contra ti mismo. Inmóvil, moralizas
sobre el hundimiento de anteriores epicentros,
 comienzas a defender la vida. Los centros
de conversión te obligan a un hacer
sin imputaciones, brutal belleza,
a nocturnos vacíos que se pueblan
de voces, de robadizos pensamientos
que anegaran tus errores con livianas sentencias

sin lucha estallan nuevos feudos
del pensamiento, un cuando transitivo
que los traslada de un punto a otro
de la espiral, de un río humano a otro
 atacando su presente, acciones cognitivas
 sobre un vacío previo, tu prisión.
 Liderabas sombríos regresos a las huellas
primitivas por descubrir heroico tu sino.
Las torres del conocimiento simulan
coeficientes y tenencias, escenas
de abundancia como recuerdos, bulevares
de la palabra enriqueciendo el árbol,
 generalidades perezosas escoltando
a las aves de rapiña que violan
la armonía de tus fórmulas, brutal
belleza que no claudica, escoltando
levantiscos aires de contradicción, 
olvidos letales de aquellas primeras huellas,
 granados tonos de la complacencia
como vigilantes y fieles letanías 
de la decepción. Escarbabas solsticios
en círculos de piedra por enriquecer
los granados tonos de la perpetua creación,
ordenabas los flujos de abundancia
por dominar tu hora, digno soldado
del agua y de la tierra, lumínico
ángel de la inteligencia resonando
en las arterias, una razón
en permanente duda receptiva

 llegas desde el hijo al juicio,
buscas los desiertos donde escuchar 
la Historia, donde creerte, ensalzar
tu inocencia recobrada, oficiar 
la disolución de tus contrarios,
 llevar la razón al sinsentido, nueva
huella, antigua línea de tu frente 
donde revivir la pérdida, dolor
antiguo por donde la luz penetra,
razón que se acciona entre los opuestos​

eres infancia cósmica, una frente
rocosa de cognitiva belleza, bélico
cazador de lo invisible oficiando
la idea, orgánica élite de los microbios
estelares: liderabas el carisma
de sus sistemas, de sus líneas de energía,
de su noche en el tiempo, tu prisión
de brutal belleza despreciando lo único




LA GIOVINEZZA. Paolo Sorrentino


los modos hablan poderosos más allá de la sugestión, 
traman hermosura, corazones expectantes
 de una magia apalabrada, de silencios prestados,
 embriagarse por todo

guías sutiles sensaciones atravesando pérdidas,
 goce contemplativo, la belleza del nunca
como universo iniciático, el viaje
que te sume en un poema, 
 el despertar experiencia en la memoria. 
Los siempre se rebelan mención

tu juventud orquesta montañas, pasos de ruptura 
 explicando relaciones, estrellas aparentes
 que te piden el siempre, hermosas flores 
 aferrándose al instante, grandeza encarnada.
  Reparte humanidad en horas, la constancia 
del paso, fugas de melancolía, esos modos
 devastadores de la consciencia que impactan
en el sí-mismo como meteoritos

 confeccionas poéticas de luz captada, 
versos fotográficos de los paisajes verdaderos,
   puestas de largo de la música que te escoge 
 momento, presencia, pertenencia única,
 significado y potencia juvenil, una lógica 
de la fascinación que te abandona 
en el nunca

 desesperas a la vida donde seccionas
sus festivales de creación, rezumas 
evocación intrascendente


J'ACCUSE. Roman Polanski




contienes emociones como puntos
de energía adaptándose a la fría forma,
a códigos y protocolos de secano terruño
 porque tus veces dialoguen entre sí.
Drenas tu cordialidad con el arte
de la perfección, una sensibilidad paradójica,
 crees ocultar tu conflicto acusando
con la precisión de un relojero, puntos
 de energía que explotarán sin determinación 

 oficias originales dramas como historia,
  diriges esa sequedad con la propiedad
del jurado requerido, y acusas. Das
alas a los hombres dorados que hierven
a la luz de su protagonismo. Es tu jardín
de hierba a granel bizantino aroma,
almizcle animal que empapa tu olivo,
tu mesa de banquetes, tu incontinencia.
El daño a tu bondad es un rufián
nocturno que hierve sin consuelo
en la magnánima luna, que niega
la polaridad de las cosas con los laureles
de un bosque petrificado. Chillas
bruno a las rosas relucientes al ver
sus espinas cifrándose en género.
Estás suspenso en tu drama
de incierta durabilidad, tus minutos
babélicos en compañía de leyendas,
eres un circo de datos que se contradicen

y al acusar renuncias a ti mismo, 
te caricaturizas exaltando lo histórico,
 te crees a salvo sin quizás, una valentía 
raposa recreando errores primordiales.
Entrañas sistema, sombra, la fascinación
por la ignorancia y su contenido, audiencias, 
un pesar interminable dialogando contigo
mismo, el tono de una voz que se estructura
  en dorados cuerpos farfullantes. Hierves,
chillas sin consuelo al fondo de abisal armario,
crees corromper el amable escollo, tu inocencia

indícame centros, siglos, jardines
 donde se oficia el drama; nómbrame
  inteligencias que ejerzan sus descubrimientos
  falseando realidades; condéname a la ilusión
de omniscencia generalizando tus secretos;
impera como riesgo de verdad
que nos libre del error. Sí, drena
tu cordialidad en la prisión de los sentidos

has abierto mis planos al desfile
de las luces, cámaras de inocencia 
de donde arranca toda proyección.
 Anega tus décadas con las semillas
  que sacudirán tu olivo, centra 
 las figuras verdaderas que destapan
 falsedades, drena tu adentro de lo instituido
por mostrar las espinas del rosal

repartes picudas hojas a granel,
dimanas paulatinas mónadas que se estancan
 como protozoos en un mundo flagelado,
rufianes dolosos del pensamiento homínido.
Juzgas incansable el afuera 
cuando afuera no está sino tu proyección,
ese bosque que se va petrificando de basas, 
pedestales, columnas, capiteles, de frontones
divinos culminados en sufrientes acróteras.
Y sólo hay un árbol. 
Hierve, compadre, en la ilusión
de vida, reármate dialéctico para el clan
de lo prevalente, de la razón imperiosa
corriendo delante de la muerte. 
La rica polisemia de tu alma 
se expande en cualquier caso
por todos los planos del ser.
Demándame augusta cordialidad
montándose en alas de mariposa
sobre la hierba a granel, bizantino
aroma de las cúpulas doradas,
un billete hacia el hervor primordial

me has hablado de puntos volátiles
 hechos evidencia, de estrafalarios jardines
 donde presenciar nuestra evolución, 
de cambios inimaginables registrados
en las brutales cribas de un cósmico cernedor.
Eres actor como punto chispeante
que interpreta el peso de su existencia,
una Historia expresándose incierta
en frontones derruidos, una frase
estirándose desde el big bang que va cortando
la luz en planos, un tono ramificándose
en los púlsares y supernovas de los que naces.
Te secas, cambia tu apariencia,
callas asombrado ante lo desconocido,
y elaboras detalladas proezas de búsqueda.
Ríe del caos subsidiario: encarnas
 el sentimiento vertiginoso de todo un universo
 que tu imperiosa razón no alcanza.
Disculpa tus brutales cribas: el niño
reproduce por amor y no juzga.
Y sin embargo, tus magníficos frontispicios
 se agrietan de nuevo en los planos
que percibes, tu insondable amante

 oficias tu liturgia vital espiando
lo otro por conservar tu orgullo,
una identidad en el vacío. Indícame
centros, la aprobación de tus congéneres,
  el sitio donde agregar mis críticas,
donde tirar los tomates que se pudren.
Revísame promedios, pondera mi tamaño
moral, califica mi basa, mi columna,
da capitel a mis pensamientos​, inspírame
que escriba la novela imperfecta, el asunto 
que drene mi cordialidad cosmológica
en aras de una Historia. Titúlame 

tu compleción existe a pesar de ti,
  fuiste y eres: no hay leyenda sino continuum
olvidado. Dorados seres te requieren

márcame las veces, trabaja la anterioridad
como ajena mente, adáptame a los fantasmas
del tiempo como carbonizada figura 
pompeyana tras la fulgurante deyección​

me establecí en la liturgia racional;
crece el olivo y muda sus colores
que me extraditan a lo irracional.
Tu gobierno rechaza los momentos
que fiscalizan tus actos. Y pones el mantel

  

VERANO DEL 42. Michel Legrand





 decidiste concentrar la experiencia 
 enamorándote de la llamada, eras 
 isla desconocida sin provisiones, 
una amistad con lo invisible 
que te esposaba a lo inmediato, 
un deshacimiento, la relación 
con la noche perpetua, los días 
que tras el amanecer fallecen.
 Descubrías islas a cada encuentro 

tu memoria es sus memorias
recorriendo tus islas, entrecruzándose
 como relatos de vida que pasaran
por tu ventana originando pensamientos,
diminutas luciérnagas en la noche
perpetua, homenajes de la invisible amistad,
 una medicina del alma cuando el día
fallece, una muerte en tu presente.
​ Tus batallas desatienden estrellas.
 Combates sucesos con tan limitada 
información, motivos de un guión 
fragmentario, pero creces, juntas piezas
del puzzle cósmico tras el miedo, tu ignorancia
infantil del Nunca conversando entre las islas:
trasciendes la persona ​

recuerdas la música original que te conoce,
flujos estacionales sin nombre,
técnicas mentales que amortiguaban
la materia, el dolor como energía,
hilas los guiones fragmentarios
en los pentagramas del vacío
como fotogramas musicales que te surten
emociones, sonrisas y lágrimas sin protagonismo,
la grima de tus errores, el hogar
de las luciérnagas que se miran
sin rencor: cifrabas los años como drama
de la durabilidad visible, los idiomas
lumínicos que te acompañan desde el origen

el Nunca es Siempre, y ves 
tus encuentros relatándose 
como aislados episodios que cíclicos
se estrenan desde ángulos cambiantes,
  Cuandos epistolares del Ello adocenándote 
con su caligrafía identitaria, relatos 
que te van conociendo​ más allá 
de la vida en su cósmica durabilidad, 
años sentidos sin culpa indicándote 
la soterrada alegría de lo ignoto. 
Eras isla reconociéndose
atemporal en el drama celeste,
 paisaje de las memorias perdidas,
 un guión inabordable sin durabilidad.
Narra la isla tu silencioso romance 
sin argumento, tu amistad incorpórea
 donde chisporrotean las luciérnagas
 sin edad. Te enamoraste de la llamada
  casándote con la inmanencia, y brindas 
al amanecer por su amistad, una muerte
que te culmina, un romance actualizado

la grima del supuesto error primario
te da el aliento, su amistad odiosa
 llenándote de extrañeza, su llamada
oculta en el ruido, tu mujer, 
tu hombre como rol de seducción, 
y sus reminiscencias 


CODE 46. Michael Winterbottom




me traes noticia de críticas dilapidando
el corto alcance de la estupidez, proyectas
tu código vital sobre siluetas ralladas
por el filo de rumores viajeros:
estás investigando aspectos del Sí-Mismo 
que crees separar de ti, emites
una falsa seguridad en la extrañeza
de un futuro incierto. Crees escapar 
y sin embargo tensas la atadura. Crees
controlar, y el mundo te sobreviene

me tonifica el momento, como 
de tu mano inmensa, bandeo 
tus sonidos incluyéndome en el ruido,
 motivo tu llamada ancestral como 
destino genial donde os encuentro,
me reconozco en vuestras impresiones: 
sana esta sensibilidad enfermiza

 sabemos suelos y culturas dejados
 de lado, estilos interiorizados tramando
 futuro, creí­bles narraciones del mundo 
 planteándonos seres, parecidos, la empresa 
cívica de una libertad sintonizada

tu problema ambienta atmósferas
donde plasmar tu ingenio, importas
  aspectos desconocidos del vacío,
secundas tragedias cruciales al tema: 
cumplir los requisitos de tus leyes
físicas que has untado de ética.
Argumentas Peros como tratamiento
poliédrico de tu puesta en escena, 
unes tu escasez al brío hormonal,
actúas pálido en el asombro incesante,
en ese campo de fuerzas irreverente
con tu raciocinio, con lo que crees
te conviene, la sustancialidad escondida.
Siempre echas en falta algo,
perpetuo sentimiento de pérdida,
la emoción arcaica de tu escisión,
 secundas las cruciales tragedias del cambio

hay partes de ti adornadas 
con la espectacular sonoridad 
del cosmos, impresiones experimentadas
 desde el enigma añadido de tu ceguera.
 Te mortificas en los principios
ilusorios de un pasado inexistente,
 atraes tus reflejos con la intensidad 
de tu pasión, interpretas el viejo guión
 disminuyendo milenio a milenio
  toda emoción perturbadora, bordas
un mosaico de tu cosmos, como Penélope,
que restituya la indivisibilidad primordial,
 estás inmerso en tu trama del tiempo
(una noche más en el carro nocturno)

te vuelcas en tu fantasía productiva,
  llenas de áridos segundos una imaginación
prefabricada, una morbosidad impactante
como apuesta destructiva. Argumentas
tus Peros en romances imposibles,
 fondos de trágica dimensión que justifiquen
tu apuesta, criminalizas todo contexto
  amoroso como subversivo, falsificas
realidades como salvoconducto social.
 Concédeme mi incertidumbre como voluntad
ajena que reajuste mis parámetros creativos,
una imaginación sin destino que ría
incólume de tu fatalidad, la revelación 
inoportuna de mis vínculos estelares.
Déjame aclarar el porvenir de códigos 
y títulos, de nombres y fórmulas, disponer 
de tus prohibiciones como excrementos
 relacionales que sirvan de abono al tiempo

 pesas anterioridades en ese fondo
trágico; aciertas siempre, aunque despacio,
los rasgos de tu deseo colectivo reprimido;
 planteamos seres posibles como siluetas
de nosotros mismos en lugares inalcanzables;
 ideas difusos acabados de lo concreto
 por tramar futuro, relaciones novedosas
con la Otredad como genética del cosmos,
 estilo interiorizado: gustas de cábalas 
motivando una imaginación ilógica. 
Revela tu problema aspectos de ti
en lo Otro, ambienta la explicación 
creativa que da la causa contrastada,
un mínimo de certidumbre a tu trama,
 cosas que ocurran predictivamente
en las pantallas de tu mente, una historia 

tu parte adornada interpreta 
 inquietantes roles que te acostumbren
a la materia, a ver la fragilidad
como tierna madre del cambio, 
tu fidelidad como genial protagonismo
histórico, tu fuerza en la aceptación. Dependes 
de actores invisibles de franqueza cruel 

has trazado seductores diseños 
del mundo, reconocibles huellas 
del mínimo común denominador
 donde se proyecta tu inteligencia
menuda, los vectores de tu tema olvidado
 desertizando corazones, la severa alteración 
de tu naturaleza original en luces
de neón clonando tu vacío. Despierta,
 libera la luz dimanante de la oscuridad
que no viaja, el salvoconducto celeste
y sin centro donde no existe el movimiento.
Ambienta esa sugerencia inverosímil
que todo lo envuelve, abarata
tus escenarios de orgullo en los cielos
 fabulosos del máximo común

no sé tu nombre, no lo tienes,
te vio mi parte inasequible en un idioma
informe; no hablas si no es por mi sordera,
 no ideas fondo alguno donde precipitarme,
eres especie que desconozco

 cercano, atestas mi entorno
de signos inhumanos, de puntos 
de improbable certeza, del privilegio 
de tu amistad. Tienes dicha en tu seno,
  una compañía de enamorados tintineos
 que sopesan mis tímpanos, noches
que deciden no volver a morir.
 Usas mis dedos por sangrar tu amor

 mézclame de parecidos, de refrescantes
 ahoras que no palidezcan en el asombro;
déjame visionar ucrónicos futuros 
 con la sensación de haberlos visto 
antes; cercano, haz plausible 
mi indigencia emocional como inocencia

tu fondo trágico estira sus futuros
como ficciones cercanas al alma,
como ciencias reveladoras del vacío
posibilista, una estética actoral en rebeldía


La isla mínima. Alberto Rodríguez Librero




tu sencillez aísla mi poquedad
en las tardes visionarias, erizan
mis fracturas como un país sin memoria,
adormecen la fe en el ello

 es género abierto​ a la obtención​
atípica de sacro instante, monte
musical de rosas plañideras, un verano
de compañías dibujándose entre chicharras.
Cierras los ojos y ves
la fácil trama de tus relaciones,
vives aire en los afines ojos 

precede su inteligencia a cualquier razón,
 demuestra desde el digno elogio
su hablar atento, el certero detalle. 
Ocurres como exhalación aleatoria
 estructurando inicios, conjuntos alternativos,
 conclusiones posibles. Incorporas
lo aéreo como capítulo aparte,
como sentido que midiera principios.
 Me interesa tu gusto, verte
 en la excelencia del día, aprovechar
tus atrevimientos orales, la trama
de tus silencios. Formas razones 
que dan aspectos a mis niveles

 largas presencias seccionan mi tiempo, 
 recibes los galardones del atardecer
como conchas que lejano mar trajera. 
Tu plata es una gruta antigua
por donde se escribe mi vida,
los pequeños triunfos del silencio,
la obtención del sacro instante​

 súmame a tu respiración, co-crea
  secuencias de la ficticia memoria
 persiguiéndome en tus sueños;
 anochece en mí en forma de lluvia, 
de campo donde se narra sencillo
el decorado de nuestras vidas. Caerás
 en la magnificencia de estrellas sonrientes,
una emoción a cada llamarada, el
placer de infinito del que mueres 
si abusas. Tu excelencia es un día
que se perpetúa en la retina, un ojalá 
que llena de gracia tus manos. No tires
  ese registro, reconócetelo como cierto,
el fácil hallazgo en el ello de tu esencia.
Te quiero en este autoengaño consentido,
 la cosa verdadera que tira de la superficie,
 a ti, pensamiento de los infinitos pensamientos
 tomando la forma de un ser humano,
el secuestro de toda razón pantanosa

mis principios interpretan la paridad
sensorial, investigan los casos del verbo,
 son el ambiente que creo. Se mueven 
las emociones como el viento airado 
 supones sistemas nerviosos cerrados
que el entorno moldea, actores
encerrados en sus camerinos linfáticos
 sacando lo mejor de sí mismos. Conviertes
el todo en un reparto de funciones
que optimicen tus fines, un medio 
racionalizado que calme tus llamaradas,
la agilidad de tu furia animal. Eres víscera
del universo clamando en los silencios,
 fuerza y ritmo tras la contemplación. 
Tu sencillez aísla mi poquedad
en una locura consentida, 
simple cita de un origen perfecto 
 que conoce tu eternidad. Tu lenguaje 
es materia evolucionando desde la inteligencia
de un recién nacido, historias 
 encargadas de resolver tus incertidumbres,
la flexión de tu verbo en casos 
que irán desapareciendo forma tras forma, 
la cosa que se perfila en el borde de las cosas 

 has sido asfixia, erizo de mares
 sutiles inspirando nuevos escenarios
en las marismas del arte, la obtención
de luz fresca en la oscuridad. Lees
el tiempo en columnas silenciosas 

 género abierto me llevas 
a los altozanos próximos por erizar
mi piel entre los matorrales, honras
mis nombres con la cualidad
de tus espinas, con el tesón de tu existencia 
pequeña en el país desmemoriado.
Tus cabezas obran noches
de un sol giratorio quemando
lo inservible, de lluvia monzónica
limpiando a mis prisioneros, celda 
donde todo se confiesa y regurgita.
El niño de las estrellas se pliega
al borde de las cosas, luz mínima
 creando noches de rendición donde todo 
está narrado ya, secuencias de inacción

galardona este ocaso su plata 
jurada a ti por un festival de colores,
forjada por la longevidad de tu ficción,
el drama mundano y la risa enjugada
a sus delirios. Diriges tu protagonismo
hacia las grutas musicales buscando 
originalidad. Y plañen las rosas
su mejor llanto entre los matorrales​

cuéntame de tu cándida obtención,
tu ocasión sacra destacando en tus paisajes, 
de tus creaciones impalpables como rutas
del alma recorriendo los escenarios posibles,
del rodaje de tu sistema nervioso
en la comprensión de los fenómenos, 
de tus lugares inaccesibles en que nadie te acompaña
pero todo el mundo conoce. Distintas 
islas afincándose en tu memoria
donde no se veta nada, ni a nadie.
 Sordos, ciegos, verborreicos, metálicos,
 se broncean en brazos de Morfeo​

mi pequeña inteligencia puebla
los rincones de la casa, marismas
domésticas de un arte evanescente.
 Desaparezco en las flexiones del verbo,
segunda, tercera persona, plurales, neutro.
 Envíame un desde, o un hacia 
que ubique identidades, esquemas
de lo clásico y de la paridad creadora.
Inspecciona el resquicio entre mis palabras 
por contraponer tus prejuicios, imágenes,
rumores, formas comprensibles que se adecúen
a tus medidas del mundo: piensas
como subsistencia, y sin embargo no es tuyo.
Enfréntame como singularidad
en lo múltiple,​ investígate en la oscuridad
sin dañarte, pacífico uso de la Otredad.
Y en los resquicios la revelación,
minúsculas epifanías cotidianas
que no merezcan piedra alguna,
ningún exvoto milagroso, religión
alguna que arrastre a las masas,
tu pequeña red casera para los peces
de colores que adormecen tu ansia,
sonrientes silencios de aquiescencia
 desterrando cualquier obsesión.
Repárteme como cenizas lanzadas
a los montes donde plañen las rosas 
salvajes, canto rodado por la pendiente 
de mis laderas, su difícil sencillez 
en tiempo cosmológico por esta gruta
de los árboles parlanchines, 
de las chicharras que a coro 
vibran a cada llamarada. Aíslame
pues en esta poquedad que, fractal,
se transformará de nuevo en cuerpo.
Rocíame, madre, con tu fragancia,
háblame, padre, con tu silencio.
Y tú, hijo, recrea mis nombres sin juicio:
déjame a mí el caos


La luz entre los océanos. Derek Cianfrance 
 (Historia de: M.L.Stedman)





 acabas por comprender, necesaria mirada
que sencilla te confiesa la enormidad.
 Los velos admitidos nunca quisieron
realidad, sin culpa, aprendes
tu otredad en un significado último

mueves comienzos, manías estancadas,
  transformas ubicaciones como muelles
de futuro, grabas las nuevas rutas al alma​

tu mirada es un hueco por donde miran
las estrellas, su embrionaria nebulosa
donde confrontamos planos de existencia.
Nota sus pareceres en las partículas del aire, 
su vertiginoso gigantismo como vacío, 
partículas desinteresadas del Yo
 adscribiéndose a nuestras conjeturas.
Nota sus efectos sin poder controlar
ni agente ni tiempo, esa física perfecta
 complementando deseos. Derriba
tu aislamiento sensorial infantil,
surja la más indolente de las calmas, 
un horror que se transforma en paz, 
un vacío que se llena de vida
donde toda forma es posible, tus ojos 
extendidos, tu identidad despedazada
hasta los confines del universo. Rómpete
en cada creencia, vive en cada partícula
viajera, su emoción primordial sin duda, 
cada gesto de la naturaleza circundante 
como un dejo inesperado ajeno a tu control,
 enfrenta el vértigo de esa perspectiva 

se escriben tus oceánicos dramas
 con los nombres que pones a las olas,
  protagonizas tu sueño con el guión
que ya olvidaste en la luz

crees aislarte del mundo siendo mundo,
cerrar la puerta al ruido siendo ruido,
 rasgas delicado el cortinaje celeste
siendo cielo inmenso al que la forma
tienta, y zabordas entre las rocas
de tu propio pensamiento. Acabas 
por comprender, necesaria mirada,
la milimétrica física de tu universo,
pues eres ella y su función, onda,
partícula, una confesión de enormidad,
la voz inaudible que recorre inmanente
su sistema nervioso intercambiando 
mirada. Puedes ser mera expectativa, 
 sentir el drama colectivo de los cambios,
  abrir al romance iniciático lo inevitable.
 Sabes a fruta estelar, elemento
pesado que llega en la llama,
a voluntad creativa propagando la vida

tu calle es un puerto con cámaras
 ubicadoras. Incluyes informaciones
  exploratorias como sondas biológicas
que renueven lo viejo, pequeñas
 prisiones mentales donde te encierras
con el que eliges como enemigo,
dunas de árida apariencia donde la vida
surge a pesar de ti, procesos de aprendizaje
 en la ciudad que construyes. Llevas 
a cabo el movimiento como prueba
de vida, santificas tus nombres de certeza​

es amor bastardo, miedo camuflado,
 absurdo compromiso, lazo asfixiante
que necesitara de infalibilidad. Pruebas 
nuevas apariencias en la esperanza
de alivio, naces de nuevo, miras
a tu vecino de imperturbables maneras
en el doloroso camino de la separación.
Has ubicado vigías de edenes
lejanos, amantes del cielo intachables
en un pasado sublimado, miradas
innecesarias de la desesperación amparándose
 en los momentos de luz que un faro
antiguo guiñase al drama oceánico.
No confías en su profundidad oscura,
ingobernable. Erras por los fragmentos
de tu desinformación uniendo cachos,
 das vaivén a tus olas, estrépito, calma, 
predicción. Acabas por comprender
 significados que se abisman más
y más hasta salvarte de su necesidad.
 Es amor concibiéndote semejanza

titúlame la luz, entra mi océano
desconfiado en sus acantilados,
diseña relaciones con el guión olvidado
en la partitura primera, desplántame
de mi jardín imaginario por ver
la tierra nueva, dame el crédito
de tus cifras y tus fechas, de tus países
de ensueño generando su drama.
Endurece mi tiempo con el idioma
de las rocas basálticas que escupió 
tu alma, hazme partícipe de tus días
que su movimiento me entretenga,
tus datos, tus fechas, tus afinidades

me indicabas amorosa tus sinopsis
celestiales, tus encuentros con la forma,
tu deriva espiritual de niña extraviada
 llorando la muerte. Sabías del suspiro 
hondo que te mira desde los vértigos.
 Y el vacío se llenaba de emociones

trabaja tu sueño sus luces oceánicas,
 proyectas nuevas longitudes al espectro
de tus pensamientos, admites nuevos seres
 que amplifiquen tu sensibilidad nerviosa,
el alcance de tus filamentos estelares.
 Serás lo que ya eres descarnado

tu esencia luce, habla su absoluto
en la emoción de su aprecio, vida
  correspondida por vida, época 
tolerante a sus errores de percepción. 
 Crece sus mares atisbando sus dudas, 
 posibilidades en el regreso a su faro 

casan onda y partícula uniendo
 los fragmentos fabricados, remontan
los días hasta el cadáver del tiempo,
 crían protagonistas nuevos del drama
oceánico dando luz a los pensamientos
aislados. Marido y esposa renacen
apariencia novedosa de conciencia amplificada.
Preciosas conchas, afrutado nácar, reflejan
ocasos en mi orilla como faros diminutos

luce tu gracia floreciente
de niña venerada por las aguas,
de león marino bendecido por las piedras,
luce tu gracia de recién nacido

la más indolente calma hiera
tus cerradas cicatrices, arda tras el horror
tu luz rasgando el cortinaje


Le collier rouge. Jean Becker
(Historia de Jean-Christophe Rufin)




tu pasmosa sencillez reposa secreta
 en emociones inexpresables. Cruzas
 lo deparado por la vida como lección
constante, austera economía del verbo
 que media amoroso entre tus personajes. 
Secundas el apenas bosquejando guiones 
que se esfuman como sueños, esa trampa
del deseo y la voluntad que busca 
desenlaces. Te complace el minuto 
deshojado, el estilo volátil de tus galanteos
con el mundo, de tus dudas cosificadas

tus años heroicos guerreaban
en desiertos, las puertas de la noche 
se abrían a campos de agotada tierra, 
 seres simples te esperaban juzgar
  por resolver sus propias dudas
 principiando causas, claves 
para un drama de lo externo.
Criticas la levedad materializando
enfermedades, conflictos inexistentes,
el Nunca como desvío del Ahora.
 Y esperas la imagen enfocada
que te equilibre la existencia,
la efímera certeza de estar vivo 

dúrame esta vez, descríbeme
  relativo entre mis percepciones,
juzga la hermosura de mi prisión
en el tiempo. Pero déjame 
adentrarme en la memoria colectiva 
oculta, en mi aparente vida anterior 
cuando me traicioné. Presume 
mi relación santa con el universo 
en las aristas de tu piel, perpetuo 
nacimiento de mis células 
en cada pétalo arrancado, 
mis equívocos a cada máscara. 
Estarás en mi años como una firma 
estelar, una placidez contemplativa.
 Paseas tu luminosidad por estas ramas
donde prevalece el antiguo culto 
a la tierra que me acoge

 es tu sencillez profunda, rosario
de puntos que cuentan brevedades, 
saber contenido que me embarga
de otredad. Y los diriges
hacia una belleza cotidiana,
un abecedario de las tramas
rutinarias llenándose de sentimientos,
de obliteradas intenciones persiguiéndose
en la oscuridad, de espectadores 
fantasmales que salieran de un proyector
desconocido convenciéndote de tu vivir. 
Brillan los puntos como una firma, 
 sencilla, íntima, asocial, estrellas 

eres humildad pequeña realizándose
 como un rufián nocturno, prístina 
puntuación de los abismos mentales
 cercando posibilidades, el infortunio
creativo de tu erróneo juicio
 que indaga en su ignorancia, tu guerra
interior condecorando realidades
con hueras honorabilidades. Dúrame
esta vez, desfila joven por mi campiña 
 hasta la noche abierta, llámame
 amado al interrogar mis revelaciones,
 juzga en mí la existencia nítida, mi nunca 


Tinker Tailor Soldier Spy. Tomas Alfredson




déjame entrar en tu ceñido cinto
de tradiciones y romance, suspéndeme
de tu erigida figura idílica, esa historia 
que escribes con las palabras que aplastan 
 disparos. Surges pletórica en tu conciso
 silencio, impasible en mi piel escénica.
 Cristales esmerilados contienen verdad 
visible en sus reflejos, hasta deformarse.
No puedes palpar esa sombra ubicua
 tras las lentes fragmentadas, se escabulle
 la verdad cuando buscas. Me permites
bits de información que se integren
en la constante perturbación, engañar 
una vez más vez mi amorosa carencia.
Pobre espectador de lo insondable
arrastrado por el vértigo, te entregas
a una inteligencia herida, un miedo
camuflado. Llenas la historia de símbolos
huecos, de pasados inexistentes, 
de los secretos de un niño magullado. 
Y conspiras contra el mundo con formas 
novedosas, te haces la guerra que mitigue 
ese dolor ancestro. Ese amor incomprensible
 te utiliza como peso en la balanza cosmológica:
tu orden, tu desorden, mero juicio
que el tiempo te impusiera, fungible pantalla

hemos crecido en la bélica traición
de nuestro origen, apartado procesos
y componentes, fabricado los vericuetos 
sombríos de la luz, atrapado bits viajeros
en la red neuronal de nuestra elección 
primera, magnífica escisión prometeica
  que nunca destruyó su primordial esencia

mi viejo futuro linda con magníficas
cumbres que solitario cielo bendice.
Como de sus restos repartidos
por la espiral serpentígera que intuyo,
poderosas columnas de la luz 
que me perpetra hasta aprenderlas.
Extiendo tronco y ramas alzando
la cabeza que savia nueva me recorra,
ubicuos protones a cada inspiración,
luz transformada a cada exhalación
que traspase imperceptibles. Estás 
ahí, amor, sobresaliendo del laberinto 
que fabricamos, mirando un horizonte
encendido que en mi pecho crepita.
Te quema la luz, te adaptas al frío
en tu pantalla de sombras, acarreas
tu literaria figura primando el reflejo,
 acciones menudas, arduo movimiento
de un solo dedo, imágenes invasoras
a cada fórmula narrativa, secreto mérito,
piensas. Trabajas tus probabilidades
 adaptativas hasta la mismísima extinción,
o su opuesto, la creación. Fechas supuestos
como obra conjunta acarreando su literatura,
de lo esotérico a lo exotérico y vuelta.
Has novelado la autoría del mundo
 llevando tu visión a lo sólido,
 siglos como laboriosas hormigas 
girando en su búsqueda, desenmascarando
agentes genocidas, los abusos del miedo,
topos sin aire en su laberinto,
sacrificio, dolor e ira como motor
de cambio, búsqueda externa como causa.
 Eres agente escindido, plenitud
oculta en el frío pesar de la materia,
trabajas rituales de rutina fiel 
al diseño de tu pantalla, tratas
 los rostros en tu interior poniendo 
 los mecanismos que les mueven, actúas
 maneras que retraten tu propia imagen
guerreando con tu discurso, un escenario 
de realidad manipulada hasta en los sueños.
Helado, nada es lo que parece, cualquier
 poder es en ti. Traicionas tu presente
al componer ajenas realidades, filmas
 brillantes lejanías que apacigüen tu desazón
 transmitiendo complejas sensaciones 

¿quién te quiere, a quién quieres?
¿O qué? Esperas tu imposible, un olvido 
fraudulento, lazos inquebrantables
 que se aprietan en antítesis creativas,
y espías a tu oscuridad. Te has acostumbrado
al roce requirente, una atención perpetua
que en el sueño alarga sus vellosas
hojas, su globosa cabezuela de nacaradas
flores. Masticas durmiente su realidad
 inverosímil hasta despertar de asombro.
Abre la boca, respira, ven despacio
al amanecer dando tu helado hálito 
al nuevo sueño, reaparécete estructurado,
identitario, recompuesto de tu tiempo.
 El hielo hibernal protegió tu relación
con el mundo: ¿te quiere? ¿quieres? ¿Qué?
Comprenderás, requirente, entenderás

tus personajes sonríen cuando el sol
rompe la silueta de montañas. 
Les confieres el absoluto presente
en la apariencia de silencio, pausas 
la vida en imágenes sin secuencia, señalas 
 comportamientos perturbadores, restos 
 pasajeros de imperturbable gentileza,
te abandonas a los rayos de luz 
que concisos borran toda percepción
desgastada. Apenas hablan las abejas 
inquebrantables, su paciencia sincrónica,
la astronómica elongación de los cuerpos.
Te conviertes en virtud vegetal, sintonía 
inducida, serpenteante disolución 
de la forma. Topa lo que llamas pasado 
con la excelsa santidad de tu respiración,
el ritmo escénico de una inteligencia inabarcable

topas con la memoria, recuerdas
 maneras de realidad imaginada, futuros
innecesarios intercambiándose gafas,
la gruesa nadería de sus emociones
 ocultándote tu verdad. ¿Qué quieres?
No son visibles tus ojos 
que tanto me cuestionan, esa retina 
camuflada entre tus vellosas hojas;
estás en el ruido apagado de los insectos 
más molestos, en la callosa mano 
de un desconocido, silencias mi voz
que conviertes en mera vibración
indistinguible. Sí, estás narrándome 
en lejanías que tan solo puedo figurar.
Me has acostumbrado al roce requirente, 
una historia de amor sincrónico,
y me persigues aire a cada alvéolo
que se inflama, cada mirada que se pausa


Gorky Park. Michael Apted





 valoras momentos leídos, la enrevesada
 consideración de una originalidad ficticia,
 tramas del siendo que complicas 
con las cosas sin dejar de ser. Aclárame
  fácil tu expectación, este ya sin guión 
que excede lo dicho, este bien pacato
 sin mal alguno que se cosifica
en eslabones de una cadena impredecible.
Ayúdame en la herida estupenda 
que nos dotó de tramas y potencias
infinitas, de lados recurrentes de materia
finita que tanto amas por un ansia 
de ilusoria libertad. Márcame con el filo 
de tu dolor escondido tras un parque 
de esperanzas cuyo nombre se realice.
Colectiva memoria como mar del ahora
donde las flores exhalan tu inmundicia
 ubicándote en un yo aterrorizado.
 Es un río largo, sin centro definible,
kilómetros de un bautismo incesante 

 cadáver andarín te apareces 
mutilando la mirada, campeas
 confiado por el parque de los vivos
  dibujando rostros y relieves de una arcadia 
olvidada, rencores y heridas vanas 
con la honesta y meticulosa saña 
de un inspector ocioso. Asignas
significados, casos lingüísticos, nombres
que se realicen ante tus ojos. Averiguas
futiles extensiones de tu espacio familiar
 como ocurrencias inocentes que te salven
del mal, mi querido cadáver andarín.
Reconstrúyeme el rostro de víctima
propiciatoria conforme a tu verdad, 
acércame a los afloramientos de otras verdades
que amenacen tu control, más y más,
 obstaculiza el fluir de lo que te trasciende
 sin arriesgar tus resoluciones creyendo
que guardas tu enigmático tesoro. Caso,
acusativo de un dativo nominativo
que pare la vida en propicia instantánea.
 El misterio rompe las cabezas 
de sus fieles, presenta místicas cifras
de cábalas sectarias, tu expectación.
Espérame en tu sospecha que desolles
mi asombro infantil, niégame incansable
 que así la especie rabie de supervivencia,
 resuelve mi existencia corrupta complicando
las cosas, trama, entretén, produce
 las preguntas que obtienen su respuesta

viste mi parque y sus ciclos
transmutando tu dolor, tu llamada
olvidada confundiéndose en mi,
nombraste mi suelo por volver a pisar,
 hectáreas de inocencia donde emplazar
tu nuevo jardín, lagunas, recreación,
el diseño de un arquitecto constante

se agranda la herida hacia la inmensidad,
un siempre magnético que te mantiene
 embelesado en lo creíble, tu aptitud
  fresca comiéndose el mundo a casos. 
Ves carisma como un vaho 
que emana de ti en realidad, 
tu aliento entregado a los inviernos
de la historia, paupérrimas demostraciones
de tu potencia original: tramas excesos 
enmascarados de moral, comparas 
tu alumbramiento con pasadas ficciones

no llego a medir esos accesos, 
la gratuidad de tu violencia, la estación 
varada en calles que resuenan de cultura

te serví de inspiración para tu parque 
de tóxicas flores, nominativo el caso,
 te hice de viento sin abrir la boca,
te usé, me usaste como lugar 
de tránsito para corregir gastadas 
percepciones, renovar mis nombres


Le pacte des loups. Christophe Gans




usas el mito para contarme
tu abestiada historia de los hombres,
 me entretienes con tus retratos ficticios
de sociedades que ya no son, épocas
que parecen historia, mundos
que serán reflejo de tus miedos, cambios, 
que no son, de humanidades mutiladas, 
hechos formales de esquemática sencillez
 que reduzcan lo infinito a tus complejos
sin luz, tu gracia en las sombras del mito, 
tu bestia demonizada por la tecnología

me intrigas a cada acción que pactas 
con tus sombras, me aventuras
 en investigaciones absurdas que entretengan
mis miedos, me regalas siglos narrativos
con la intensidad de un niño asustado,
  siniestras místicas que tapicen 
la realidad con tramas irrelevantes,
 políticas como relatos de perfección hacia 
el vacío mejor argumentado. Se me escapa 
la vida entre tanta información

es mi entendimiento un pacto
transitorio con su imposibilidad,
  desenlaces escuetos de escasa significación,
  venganzas menudas a su incongruencia,
  puntos y comas que cortan mi aliento,
un constante desconocer tapizado
de sistemas que se diluyen en el ocurrir,
y creo ir y venir visitando infiernos y 
paraísos, descifrando mensajes inexistentes, 
aspirando a una inmortalidad incomprensible
que me arrastra a nuevos continentes,
a nuevos planetas, a nuevas extensiones
inconcebibles. Viertes tu tóxica 
ansiedad como flor nocturna, tu sangre 
en absurdos sacrificios, me convences 
con tus múltiples aspectos revestidos
de política sastrería en permanente apocalipsis.
Usas el miedo como historia y viceversa,
tu desamor se metaliza como segunda piel.
 Perdiste algo en el camino, crees.
Se cae tu rostro a cachos
en el espejo, dominas a la bestia
que tú mismo satanizaste 
al mecanizar el mundo. Vuelves
a casa a veces, pero ya no lloras.
Te arrancaron el corazón, crees,
 tu animal sagrado escindido en ti

 mereces mi reverencial respeto,
una mística intransferible, mirarte
desnudo, realizarme en ti sin fantasías,
entonar la vibración correcta
al unísono con la tierra, co-crear.
Acorde sin época te prefiero

me curioseas como existencia,
me haces real, sea reflejo preciso
de tu propia frecuencia, un hecho
que ya sucedió bajo otras formas.
Me diste lugares, leyendas celestes,
 me diste dentelladas de estrella
y el misterio de vivir, mi bestia
en un espejo inevitable, mi propio mito,
mi propia constante cosmológica,
mi poderosa sucesión en la materia
 
 opino y tajo mi entorno
con los recuerdos de otros,
  creo fragmentar el espíritu
de lo que me rodea, y reverbera
en la ilusión mantenida como canción
pegadiza. Embriaga su sensualidad
hasta romperse como burbuja
dentro de otra burbuja, su pretendida
magia sino desconocida física
del árbol que elegimos. Pasas
sonriente por mi alma con la luz
primigenia destilándose en tus ojos,
la inocencia que en mi habita.
La absurda sastrería de los silogismos
se lanza a tapar esa proverbial desnudez
por venderte los parabienes de la muerte,
su guerra interior, una paz que ya eres. 
Me guías a pleno sol oculta 
tras los falsos dilemas, respetas 
a mi criatura densa e intocable 
con atisbos de sentido.
No te persigo ya, querido yo

y te presentas trascendente en sueños
libidinosos, humana y reconocible

criticas lo que ya no soy, pateas
tu realidad como si fuera otro, ríes 
ante el espejo donde te atrincheras
 expulsándote a ti mismo de lo que es
  igual que un antropólogo aprendido;
   viajas por dentro de ti escudriñando
  al usurpador que te vigila 
como si fuera otro, ese compañero 
 ilustrado que te diferencia del resto,
  querido yo pretencioso que se lastima 
y no quiere saber por qué. Reservas
 un vosotros cegado por la información
que crees tener, tabúes sociales 
que amordazan tu lengua y ponen 
en guardia al usurpador: duerme
tu genio en su tumba ancestral.
 Y me cuentas tu ficción histórica, 
me habitúas a la guerra pequeña
en una granazón de arena, secesiones
continuas de la ilusoria fragmentación
productiva, la falaz independencia 
de mi razón autofágica como supervivencia.
Y me confundo con el ello 
por identidad, un desamor aprendido,
enseñado, una invención pasajera,
 un género, una especie, una patria
de animales redimidos, un final 
inexistente que genere inexistentes
comienzos, una superación de tu vacío
iracundo, un banquete a los sentidos.
Y tomas, y bebes, y vomitas en círculos 
agotadores, y ríes y hablas y 
bailas hasta el hastío sensorial

 mezclé en alquimia compulsiva
 contextos y montajes imposibles, 
tracé una línea entre lo natural 
y lo sobrenatural. Y la borré.
Acuden las moscas a curiosear
mis provincias más íntimas. Salvajes,
 vienen a morir en filosófica armonía
con mi nunca más absurdo.
Desprecian mi miedo a la muerte,
son maestras de mi basura emocional

 brutal, genial, da las gracias mi animal
a su muerte constante; solo espera
el momento oportuno, cuando no piensa 
el usurpador que piensa. Su cerebro 
es un cosmos autoconcedido, y lo ejercita.
Ha sido vulgar bacteria, virus
compulsivo, claridad ígnea, detrito 
 cobrado, sentido señor de otros días.
 Será actor enajenado de aparente
cambio, bosque naciente de terraformados
planetas, inundación de súbito júbilo,
la tristeza de un hálito extenuado
 
ven, véndeme tu majestuosa ilusión
que nos arrastre en tu búsqueda, 
disfraza tu ira con el objetivo más vacuo, 
déjame engañarme con tu frustración
revestida de política sastrería. ¿Y si...?
Critica, patea tu mundo, sazónalo
de verosímiles relatos que las bestias
rujan en la oscuridad. No hagas
 obvia tu locura, esa psicopatía
socialmente aceptada, magistral teatro
de las marionetas maquilladas de virtud,
 género, especie, raza, mi razón. Pactas 
con mi sombra, de la que no escapas. 
Y vienes en sueños libidinosos,
humana, reconocible, aullando
a la luna llena que me arrastra.
Pactaste con tu bestia su misterio 


The Remains of the Day. James Ivory





tu anecdotario se hizo de ébano,
de locuras rodantes peinando horizontes,
 llevabas contigo la costa plateada,
 escenas anunciadoras, tu compromiso 
menudo con la esperanza sin darte
cuenta de que todo te afectaba. 
Casi acaba contigo tu enfado, el llanto
profundo de tu propia pérdida.
Contabas tus supuestos con una mente
 exclamativa, tus adioses circulares
con perfecto desprendimiento. 
Viajabas por parajes que sacralizabas 
como mansiones mentales donde perpetuarte,
 como etapas de esplendor sin dueño, 
 aristocráticas aras personales donde reunirte
con cualquier aspecto que fueres: 
tu casa, una de tus moradas. Tus personajes 
obran su influencia a través de los años,
 crucial futuro de tus circunstancias,
el permisivo testimonio de tus conversaciones 
convirtiéndose en hecho, momentos
sin tiempo por valorar tu vida, ahora.
Sufres la espera de lo inesperado,
 del cambio paradigmático que te trasciende,
 la llegada de un nuevo manojo de llaves.
Hallas afinidades en mis ojos,
lo que ya habita en ti, hasta agotarlas,
crees. Estiras esas notas puras
hasta el frío de la impotencia, hasta
el extremo de un silencio doloroso.
Respondes servil e imperturbable
a desconocidos principios que te revelan
 escenas nuevas del yo, mudas, absolutas

los planos se desdoblan, encuadran
nuevos refugios del alma que la lluvia
fertiliza. Visitas deshechos de ti mismo, 
 vacíos repentinos, equívocas soledades,
 vidas que ya no puedes ensuciar.
 Algunas escenas te arrebatan de nuevo
 como libros de extática mesura

todo transcurre en un comienzo, 
un segundo de ideales destrozados,
sin ética, sin la seguridad de los números,
sin saber de ese servilismo trascendente,
sin margen cuántico porque eligieron
por ti, sin razón alguna a la que acudir.
Escuchas el devastador zumbido
de tus límites, la rugosa quiebra de tu vida, 
sin dignidad, sin buenas ni malas intenciones

eres todo consumiéndose en fogonazos,
una crónica del ser multiplicada
hasta infinito, un compendio de vidas
 leales a su trascendencia, diligente
virus de la luz que se hace tiempo.
Has creído perder algo en su historia,
  momentos de calma, la infantil 
impasibilidad, un orden que nunca fue

tus encantos silenciosos envuelven
la vida de querencias peregrinas

interprétame, señorea inigualable
en mis dudas, apalabra mi boca
con descripciones verosímiles, miente
 soberbio con tu gesto de aserción.
Mírame como forma sin credo, actor
orgánico o inorgánico manipulable.
 Interprétame como esperanza queda,
 genial humanidad armándose de vida
servil a su propia trascendencia.
Me tambaleo en la expectación constante,
mi propia historia de amor con el sí mismo,
muero de química y miradas estancadas,
de la impotencia al beso infinito

 señoreas con tu nuevo manojo de llaves
por los brazos del silencio, y osas
 dar pasos más allá de los límites
admitidos. Tus sentimientos adquieren
rostro, técnicas, nuevos sonidos,
impensables fantasías, la excelencia
de un nuevo vestuario, la posibilidad
de una morada desconocida. Brillan
tus llaves bajo el sol naciente

me saludas, esperanza, desde viejas mansiones,
  regentas mis ocultas y aristocráticas aras
 prendiendo ramilletes de paz a mi cabello
en esta inmensa campiña de la guerra 

me enamoré al nacer de ti, y aún
te insinúas en apagones de luz,
en súbitos aleteos de aves reconocibles,
en esquivos momentos de intimidad. 
Trabajas en mis mansiones delicado
sin señales de esfuerzo, tu vejez 
 cumple su función en los días,
y me cenas huérfano de muerte 
sin pérdida con el salvaje amor 
de un glotón desbocado

estropea cuanto quieras tu anecdotario
con notas discordantes, olvida escenas 
y libros extáticos, aparta tu química
 apasionada en sutiles rincones nocturnos.
 Tus mansiones en bruma ignoran tus sombras, 
no se conmueven ante tus necesidades

tu queda esperanza en los días
 se hace delicia sentida en tu expectación, 
se hace tiempo ajeno a la historia


Dans la Ville Blanche. Alain Tanner 




dices tu viaje flotando 
en la locura admitida,
una fábrica de grilletes,
de seres necesitados
anhelando una libertad
que ya tienen. Al ruido
 confinados, se estrecha
el sufrimiento en grados
subjetivos, cerebros 
disociados hasta la absoluta abstracción.
 Acuden voces de extraños
lugares, mundos de rara
mecánica sin noción
 de memoria, fuga anclado
a tierra. Digo mi viaje
sin movimiento alguno,
elongado momento
 sin materia, un estado 
de gracia que paz le trae, 
limpio iris de otro mundo.
Escribo el mito
conjugando estrellas,
 irrepetible momento
que rodará lejanos ámbitos, 
anónimos adquiriendo ritmo,
 idea, diseño, forma, muerte,
lo imperceptible en la rutina.
Se vacía el mar de las armonías,
contemplas tempestad como belleza
que de cuajo arrancará tu silla,
 pinta de blanco las neuronas.
Y no hay justicia en esa libertad,
 ni patria, ni verdadero o falso 

 dirijo velero frágil 
 por los puertos imaginarios,
por libros antiguos en mares
dorados. Comercio con el oro
de lenguas extrañas, plateadas
imágenes en el izado foque 

ha lugar tu vital rodaje,
 nárrame tu litoral abandonado 
al tiempo, hazme rutina tuya
salvando imágenes de posteridad
sin soporte alguno, lugares de alma.
Me visitabas idílico fascinándome
con tus silencios: describían infinitud.
 Me desembocabas en labios
húmedos de ríos lejanos, 
me cruzabas puentes de futuro
y piedra arcaica con la modestia 
de un peregrino inocente. Amable
 ánimo agitaba mi soledad
con vegetal clamor, la precisa
 compañía de mi ser. De belleza me
impregnabas como suntuoso polen,
de vida me empapabas. No 
te hace falta personarte: 
eres recuerdo creativo. No
me apremias, desordenose
el calendario del deseo, blanquean
las neuronas en esta ciudad
sin rostros. A veces se respira
un aire puro de anhelos librado.
Abro las ventanas del camarote
a la furia alegre del mar 
 como imposible amor, izo mayor
y hacia atrás andan los minutos,
la pantalla perceptiva se voltea,
en blanco los ojos para imagen nueva

hasta me sumerges mundos 
que vea el inicio de extremófilas
vidas, lumínicas reflexiones
 en superficie inverosímiles, 
series conceptuales inaceptables
a la vigilia, especies y géneros 
desconocidos estrenando realidad.
De toda crítica me liberas 

de mi armonía hiciste uso
hasta el caos, de mi caos
 armónica altitud hasta 
saturarme de extremos. 
Mi paso jalonaste de torpezas,
de involuntarios aciertos,
de alucinantes paisajes y ciudades
asombrosas, del ajetreo cotidiano
y la seguridad de mi rutina,
del sosiego de una plenitud
colmada. Hasta ausentarme
de mi propia antigüedad, tortuosa 
 escalera sin fin donde arriba
y abajo se confunden. Y ruedas
lejanos ámbitos, retiras tu cuerpo
del tránsito mundano, eriges
tu esfinge en un desierto,
sencillez de arena, fascinante
vacío donde todo se congrega,
atemporal mismidad de rebosante 
verdad, deshacimiento del miedo
 
eres inevitable como pensamiento
oculto, nerviosa intuición metafísica,
irracional metapsicología que eterna
escapa a tu observación en perpetua
transfiguración. Miro y transformo
sin acto de voluntad consciente, actúo
sin entender y le da sentido mi tiempo,
singular espacio. Y de belleza
 me impregnas, suntuoso polen,
silenciosa sonrisa de una entidad
que me trasciende. De nuevo libre,
terrestre magnetismo, humana gravedad,
terrible peso de tu libre albedrío,
esa belleza inadmisible. Blanquean
mis ojos entre causas y efectos
y llamo Dios a la masiva oscuridad,
duermo en la ciudad más humana

seguía tu imagen incrédulo
por calles desconocidas, se grabó
en mi pecho una muerte antigua.
Como a un pelele, me derrumbaba

 leía mi desvelo improntas 
arcanas, sensoriales poemas 
 de oscuros lugares venidos,
 manos de extrañas criaturas,
 rasgados ojos, piel verde
de lo imposible. Fue elección
la certeza. Se llenaban
sentinas y sucesivas cubiertas
de este barco fantasmal. 
Abandonados litorales 
me narraban tu piadosa 
tristeza cosmológica, captaban
verdad en cada criatura.
Sin puntos, sin comas,
aparente caos ficcional 
que recogiera tu dolorosa
libertad, inadmisible belleza 

escribes la voz oculta 
en cada acto, hablas 
la electricidad continua,
alterna, los signos captas 
invisibles del ahora. Me 
tomas, cáliz me dejas 
de tu vasto universo,
mar de las armonías tuyo,
tempestad abstracta que te moja,
una fuga a tierra anclado

 es suspensión mi decadencia,
tiempo escrito, engañosa apariencia,
ni río ni mar, interminable hilera 


THE SEA OF TREES. Gus van Sant



usas una vanidad santificada por el momento
absoluto, una atmósfera de plenitud ideada
en la infancia de tus ojos, recuerdos trabajosos,
el cruce de experiencias ominosas, mundos 
 de creencias como átomos de universo ganando
masa, desintegrándose como si nada valieran.
 Me retratas hombre por descubrir vida fuera 
de ti, afirmar la tuya a cada momento, 
 ser día y noche diciéndose contrarios

no sé en tu presencia, solo el minuto
de ausencia suma aspectos desconocidos
en el bosque inmenso, se hace tu mano 
etérea olvido del pensamiento superfluo,
  la triste querencia hacia una paz necesaria.
Anónimo andas sobrecogedores parajes
 del alma revelando significado a las miradas,
 desasosegantes ojos en el bosque nocturno,
el sonido inquietante de inocentes alimañas.
 Cruzas puentes hacia brumosas historias
  compartiendo tu escasez de luz,  tu consuelo 
menudo desde la pequeñez de tus pertenencias
 
purga tu itinerario suertes de pasado, 
libera futuro, desdice lo posible, sigue
ante tus narices resolviendo ahoras, aquís
sin más visión que el aire que respiras.
Se humedece el bosque con lágrimas
de tiempo, te mira entregado desde la copa
arbórea murmurando bajo tierra, te espera
sumiso en un momento, indómito en otro.
Fijan tus ojos tu paso, musgo, imprevistas
flores de invierno tardío, tu mano etérea 
como alado manto sobre las laderas
 
 de qué estás hecho que bulles como un mar
de entrañas irreconciliables, de infinitas
personas más allá de la Vía Láctea. Vives
terribles distancias, el roce minúsculo
de lo más cercano, la fractal enormidad
de los sentimientos más dispares, la elección
incierta con la frialdad del diamante.
A cada vida me aleccionas creyéndome 
engañado, solo el minuto de ausencia
suma percepción corregida, la virtud
que no perdiste. A cada paso me humillas,
crees, hasta la humildad, vas puliendo
el pensamiento soberbio hasta el saber,
hasta dejar de entender a través de él.
Divides entre lo divino y lo humano,
la vida y la muerte con una línea roja
mientras el bosque arrecia de infinito,
de voces que desconocen ese trazo, 
relato incesante de primorosa sencillez,
sin puntos, sin comas, sin mayúsculas,
los sueños de durmientes alimañas 

dolor, pérdida, enfermedad, cansancio,
rostros que te miran contraídos de miedo:
muestra el ser tu lado oscuro en un espejo
de andar por casa, pantalla que te engulle
hasta olvidar el puño que la rompe. Corre
un conejo reloj en mano a ninguna parte,
  un aire breve de eternidad que dispersa
los fragmentos infinitos de la chiquita mente,
un lapsus de infinita comprensión, una promesa
por descubrir, tu esposa sin rostro, su mano.
Ayúdame y te habré ayudado resuena
en el minuto de ausencia como causa
 ajena, acordes esféricos que giran 
y giran entre los árboles agitando
a las alimañas. Sonríe tu esposa 
maternal desde su ventana celeste,
gruñe tu alma animaloide en las mareas.
 Siempre junto a ti incluso en su forma
de nunca, nada que disculpar, todo
 que agradecer cuando el bosque acalla,
breve lapsus, grácil conejo, reloj parado.
Se alía de nuevo tu creencia en las cosas,
un siempre que se hace nunca, una dulce
ignorancia en la causa ajena, divino trazo

el dolor como causa sigue su cauce
sedimentando piedras aquí y allá,
 evitando otras. Se endurecen los pies,
algo queda en algún meandro del tiempo, 
aquel descanso en el camino. Arrastra
el río los cuerpos con la fuerza descomunal
y profunda de su misterio, hiere su brutal
manera de arramblar el siempre y el nunca

estás a mi lado, me observas
familiar en perpetuo reproche,
en mi vives como negación
contra la que rebelarme,
en mi con tu mano amiga
como delirante afirmación
contra la que atenuar el vértigo:
crecen del agua embates, calman,
un recodo y bajo tus pies sientes
  la afilada piedra, cambia el rostro
familiar, surgen extraños del agua
traídos por lo desconocido, vives,
o estás muerto? Ves el poder
 de las gotas salpicando la tierra,
sacas tu lengua por humedecer
el alma con su dulzura salvaje,
topa en tu pie la piedra, firme
se apoya por tomar impulso,
una sola mirada al meandro 
que ya dejaste, te lleva el agua
en su descomunal potencia

 imposibilidad es un pensamiento más,
una función matemática, una función
teatral, una variante elegida en el juego
de los prácticos vectores colectivos,
un eje de la cruz con que esquematizas
lo inaccesible (giran los brazos del Hombre
de Vitruvio, querido Leonardo, de Vishnu,
del acelerador de hadrones ginebrino,
querida Ginebra mi alma en su templo).
 Corre el agua salvaje
torrentera arriba, torrente abajo,
vertiginosas cascadas del cambio
paradigmático llenándose de violencia.
Ves su poder: muerto? Vivo?
Ciertas gotas reflejan supuestos pasados,
 el agua fría, helada, lapsus de eternidad;
corre conejo por la orilla reloj en mano,
jocoso te increpa en su santa relación 
contigo. Está tu esposa junto a ti, romo
filo de piedra da a tus pies su impulso

tu hombruna travesía depura artificios,
merma la lucha absurda, la furia hormonal
se transforma en el insecto que en tu mano
se posa: libélula, falena, mariposa, mantis.
Solo lo inmutable es cierto tras la criba,
una certeza que en forma de olor venía
a granel esta mañana, subrepticio aroma
tras la neblina fría agazapado, un regalo,
un lapsus mental que no sabe de nombres.
Solo te dejaste querer, aprendiste vida,
cuidaste de ti sin olvidar a nadie, allí
donde la delgada línea roja se desvanece.
Sí, marchitas, das tus pétalos a ese lapsus

 seguimos hasta aquellos cabos sueltos
sobre aquel mar virginal, tomamos, sí,
de una intuición que creemos propia,
 magmática, hirviente, capaz de quemar
el alma hasta ver su sanguínea expresión,
vida irrumpiendo por tu faringe
en forma de palabras, de grito, de gemidos
 al encuentro de tu origen, fumarolas
por donde el bosque magnífico escupe
el aliento de sus alimañas. Te abandonaste
esta mañana en la niebla fría a tu guarda
forestal, la mano etérea desdibujando
tu propio cuerpo en la neblina, vanidad
santificada, purgante itinerario. Caerás
de nuevo, cambiante meteorología, bosque
profundo de lianas, de espinosa enredadera:
viniste voluntario, recuerdas? Vivo? Muerto?

eres el bosque a explorar, un pensamiento
más en el firmamento pensado, un final
que cree empezar, camino de infinito, río
grueso, piedra roma, filo pétreo en el que tu pie
se apoya. Todo lo ves aún si no lo viste. Dudas,
creces, error disipas en la siguiente página.
Andas, crees, piedra pómez, el pasado
delante, lija abrasiva, el futuro ficticio,
se suaviza tu contorno, tu itinerario

te mueve la curiosidad en círculos,
posible haces lo que otro llamó imposible.
 Se aúnan voluntades, hacéis historia, 
hecatombes, renacimientos, cerráis, abrís 
con vuestra fe racionalizada y viceversa
toda posibilidad. Ya no mides mi talla, crezco, 
clarea mi frente, brillan los árboles
en un bosque de brócoli aumentado.
Dolor, placer, enfermedad, salud,
fuerza, cansancio...tu itinerario
por mar de pétalos llovido. Sientes
distancias inabarcables, juicios 
derrumbándose al sonido de trompetas
extrañas. Caminas tu pasado con mirada
nueva, tu futuro ahora, punto, coma, punto
 y seguido en nuevo punto de secuencia,
frecuencias inaudibles que tu expansión
percibe ahora, color de templos que revive,
flores extremófilas en planetas que no existían,
piedra roma, afilada navaja de tus sentimientos.
 Terrible bosque, hermoso bosque, absoluto
momento de valle complacido, ladera
virgen que yace conocimiento puro,
 magnífico sueño de los sueños, pensado
firmamento de libélulas encendidas, falenas,
mariposas, ateas mantis, doméstico festín 
de la vida: bendita sea tu sagrada alimaña


Le Collier Rouge. Jean Becker 2




ama mi sinrazón los caminos alegres
que ocultan mis miserias, los reflejos
que aun condicionados sociabilizan 
con insectos y pájaros, época estacional
que trae su ser de biológicas maravillas,
incluso bioilógicas, lecciones de vida
con la muerte que aquí y allá salpica
una cuneta, un ribazo escondido.
Afloran sentimientos por el campo
con la pureza del color más básico.
Cabes ahí, donde el temor ancestral
  aprende de tu viajera humanidad  

la guerra mundana encarcela las mentes
 en patrones cuartelarios, exila a desiertos
emocionales en la puerta de tu casa, ladra
incansable al tiempo muy dentro de ti. Lees
 los campos recién arados, te instruyes
en su diáfana simpleza, su paciencia
infinita. Esperas su silencio sabio
que en paz resuelva la siembra extraña,
 claves del dramático subsuelo

te retiraste en la excelencia de tu sombra,
aquel siempre apenas esbozado, derribabas
contradicciones empíricas, diferencias
que el llamado raciocinio estableció,
retóricas del honor, la patria, de higiénicas
banderas para el instinto asesino, una moral
de hemisferios terrestres, cerebrales, genéricos.
Se hacía mi carne cañón destructivo, sacrificial
oblea que la animal demencia ideara, falaz 
siempre. Y me das a comer tu imaginación 
desbocada, ladras imágenes de tu miedo

leve es tu pensamiento, frágil burbuja
susceptible de densidad hasta la locura,
conflicto que se materializa hasta su explosión,
jocosa imagen que deviene artefacto, pasajera
 certeza, pompas que en la existencia 
se desvanecen

rojea a veces la humildad en tus ojos,
te realizas en pequeños gestos apenas 
perceptibles, prístina rosa sin autoría
que posas en un monumento invisible.
Solías beber del vino de Ispahan 
retando a la fortuna, ponías en jaque
tu vida indagando inconsciente
 los límites de tu instinto, desfilabas,
uno más, en la contienda mundana.
Te acompaña el temor en esa prisión
que te interroga por revelar tu culpa,
ilusión antigua, nítido yo identitario
que se cree causa y efecto, una pérdida
de tiempo. Andan prisionero y verdugo
su presunta guerra fieles a su hemisferio.
Hay pellejos en monumentos del horror,
lienzos y estatuas de supuestos vencedores,
un ángel y un dragón en tu espina dorsal.
 Ven, respira la placidez luminosa
de ese paisaje ancestral, civilizaciones
que fueron, la primera protogalaxia,
 el peso del aire, del azufre marino,
el olor del frío que preservó
 tu carne. Me acojan tus hojas
en su pátina húmeda deparándome
su hilillo de voz inaudible en mis venas,
su amorosa lección de austera síntesis.
Déjame bosquejar mis propias trampas,
 aquellas que incitan el deseo vano,
 volátil mundo de la duda superflua,
cosas vaciándose de significado, 
la íntima pulsión de mis cuerdas.
Hablas con tu jardín, te bendice

es el día todo día, país que nunca fue,
todo y nada, un cuento interminable
que ya acabó, la ballena blanca
 que siempre escapa, brevedad infinita
 por la que miras por volver a saber,
recordar desde el milímetro. Y puntúas
el vacío con infantil gracejo. Lloras,
ríes convencido de vida, de muerte, fácil, 
difícil, sencillo, complejo, con razón,
 sinrazón


Murphy's war




 tienes lugar en deltas emocionales,
días sin agua de extraña mecánica,
un mercadeo de tu fuego, naufragio
emocional: no brotaba de tu boca palabra 
alguna. Fueron tus últimos días 
 excesiva reacción de tu cuerpo
a las órdenes de una mente 
desquiciada, la agigantada amenaza 
que diseñó como bebé que del pecho 
materno no se distingue, los testigos 
fehacientes de una apabullante 
realidad probada, la poderosa 
mecánica neuronal de todo 
un cosmos bloqueada, el mercadeo 
de tu fuego interrumpido, náufrago 
sin agua, una muerte aceptada 
que da la mano al misterio.
Regentabas doctos pensamientos
de infinita compasión, tu adiós.
Tienes lugar en deltas emocionales
donde el agua fluye vigorosa
fertilizando las cuencas de mis ojos,
saber transcientífico cuyo único testigo
eres tú

era tu música un barrido emocional 
sin tronos ni prebendas, acción pura
sin movimiento alguno, melodía
quebrando amorosa el aire, una burla
a mis sentidos, a mi razón científica,
fotografías mentales difuminándose
hasta el borbotón de luces ambiguas,
una tensión distensionándose 
hacia el paisaje hasta la lasitud
de una bondad llameante, clamorosa,
gigantesco delta de la vida como entrañas
de una salvaje trascendencia. Húmedas
cuencas tras los matorrales cuentan 
su historia, sencilla, universal, melódica

una película de fino celuloide
sensorial se dramatiza aventurera
ante tus ojos, la irritante premura
de vivir entre los personajes elegidos,
entre decisiones que se te escapan
como cuentas de un ábaco que
racimo de rosas deviene, y viceversa.
Y caigo en el impulso primario
vengando mi propia indolencia
con el personaje elegido. E intercambiamos
papeles, género, incluso especie, espacio.
Su destrucción la mía, mi propio espacio.
Me fascinaba ante mi propia belleza
proyectada en esta magnifica pantalla,
 líneas de otredad obrando mis guiones,
la ciega explicacion de sus inconvenientes,
 la imposible sustitución de mis personajes:
hijo, padre, hermana, amante, tierra, lluvia,
una gaviota a orillas de una playa fastuosa.
Un mismo acorde tocado hasta su perfección,
deprisa, despacio, en sueños sin más objetivo
que entender. Tu piel, tus besos, un abrazo
de despedida o la libido onírica de una visita
como cuentas de un rosario que se hace ábaco,
la profunda humanidad de tus pasos inconclusos.
Está Ginebra en su limbo a salvo
mientras tu cuerpo pertinaz guerrea
con la materia, diligente cerebro
de ofensa y venganza, de ataque y defensa
que se llena la boca de paz, el empeño
imposible de su propia contradicción.
Muéstramela en mi costado que no aceceden
mis ojos a tan profunda herida, premura
irritante de una elección olvidada.
Y fabricas armas para dar miedo al miedo:
no cuadran las cuentas del ábaco, e invento
nueva fórmula que las cuadren en un esfuerzo
que te dignifica, reordenados silogismos
para una síntesis provechosa, afilado
ingenio por la punta de una estrella,
chocante relato para una nueva realidad.
Y te expones cuerpo al sacrificio
como pago del cambio, costado
sangrante de bárbara humanidad,
burlón espíritu del renacido
tras el bélico conflicto celular.
Se renueva el sentido de existir,
rige una cosmología nueva, 
y aceptas a los muertos
en tu mas íntimo circulo.
Sonríe la razón a su ornamental
pátina tras el hallazgo inesperado,
estantes de un museo universal

me tramaste desarrollo, etapa, navegante 
con tripulación contratada, extraña 
mecánica en aguas interplanetarias,
deltas donde depositarme sedimento,
capitán varado a cada nueva constelación,
superviviente involuntario a su muerte,
un piloto temerario explorándose
en la inmensidad del desconocimiento,
paisajes de los que no brota palabra
alguna, náufrago rescatado en costas
abandonadas sin más causa que el vacío,
la formulación de un nuevo sentido:
¿cómo no volver a morir? De colores
arrecia salvaje una barrera de coral,
el flagrante arrecife de un azar
que a mi sextante escapa. 
Y burbujean mis células blanqueándose 
hasta desaparecer de toda observación.
Llameante bondad, clamorosa,
hacia el paisaje tu lasitud
que al ego semeja muerte,
una incursión en la eternidad
donde el piloto se reconoce a si mismo.
Tienes lugar en un delta emocional

 

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