lunes, 16 de enero de 2023

Memoria. Apichatpong Weerasethakul

es lento tu aprendizaje, pero infalible, haces tu ritmo vida en orgánica contemplación a sí misma, sin ficción, sin historia consciente, un entendimiento extrasensorial a tu encuentro, santa relación con los sucesos, ansiosa espera que no te decepcionará. Asimbólica, mágica literalidad de mente deslimitada, loca memoria creativa que se va acostumbrando a su excelso trabajo, una desfocalizada reflexión en todo. Te veo 
ser desprendiéndose de sus costras analíticas, país sin cifras forzadas, interna rima de musicada frecuencia donde lo aparecido y lo desaparecido conviven. Escucha. Me trae un estruendo tus calles, el peligro real y el irreal de la mano defendiéndose el uno del otro para contarte el viejo relato por superar,  masacre tras masacre, fosa tras fosa como nutriente impúdico de tu urbanidad. Tienes mundos gravitando a tu alrededor, ubicua presencia en la ciudad de tus pensamiento, allí donde hay una historia que contar. Tu planta animal se representa orquídea hermosa y tóxica saliendo símbolo de tu creatividad, un personaje más de tu sueño. Coleccionas destinos, un infeccioso acarrear de homónimas obras que buscan desarrollo, implicaciones que se demoran en su explicitación, años como túneles oscuros atravesando tus bosques mentales, sumas inocuas que van desfalcando tus recursos causales, la corrupción de tu hermoso jardín en la absorbente extrañeza. Te elegí para crecer, una historia que contar, una entrada a niveles superiores, la extrasensorial trama fiel a designios ancestrales, la vieja odisea heroica en homenaje al espacio que me dedicaste

vienes de un país de incesantes maravillas sin más control que sus dosis de conocimiento, saberes desprovistos de dualidad, lícita memoria de lo que se te dió depurando sus matices hasta la absolución de tus contrastes. El vidente escucha tu esfuerzo por captar tus dudas, la demostrativa aptitud de tus escenas, tu  conversación interna en los parajes del ruido. Pincharon tus líneas cosmológicas. Cuando evocas, te evocan; cuando atentas, te atentas sordo al sonido de todo cuerpo en tu campo de videncia. El abestiado estruendo se hace temor, factor de cambio, imposible trama que harás historia. Te acompaña inaccesible el espíritu que te comunica con todo sin más cable que la longitud de tu imaginación. Eres ulterior sonido, vibrante fondo de tierra en relación directa con su primer origen. Más allá, espacios olvidados, terrorífica mismidad inasumible, y regresas a tu humanidad cercana. Eres transmisor consciente o no, un final de elongado cuerpo cosmológico que una parte de tí ya sabe. La otra, en esa aparente escisión, se subleva hasta su propia destrucción. Estáis ahí con receptiva antena, navegantes sondas recogiendo semillas para la orquídea más hermosa 

llevo tu marca en planos fijos, me envuelve tu onírico paisaje en silencioso espectáculo. Me haces contemplar la belleza de un arduo equilibrio lumínico, se hace tu nombre eco de una realidad sin fisuras, onda de choque acercándome a unísono corazón apaciguado el ruido, mansa postura donde todo cabe sin dejar de ser. Has divulgado la restauración de la vida, que nunca dejó de ser, la causa primera y sus infinitas ramificaciones en eterna juventud, tus costosos excesos como savia de inconcebible árbol, tu fuerza dividida en comprensibles factores de cambio, tus escuadrones de pensamientos como necesaria plaga que te devuelva una memoria depurada. Te evoco en una piadosa reconstrucción de mi mismo, una Historia efectiva como transformador relato, novelesca relación del espacio con el tiempo que te siga dando tu percepción de vida. Han dejado un bebé a la puerta de mi casa 

el supuesto misterio de lo intangible no es sino tu elección primera, el origen de tu aparente escisión. Tu más animal intuición lo sabe, y tiembla la razón. Más lo que no se llevó el viento que lo que se llevó, donde tu poder simbólico sobrepasa el dolor, te instruye en su informativa sopa, te envía incluso mensajeros aún si tras la admiración inicial los tiras a una hoguera, los crucificas, los ensartas o planificas su exterminio para luego levantarles monumentos. Siguen ahí. Se abre, se cierra tu frente agujero negro, blanco, lineal sensación, diafragmática, diacrónica, fuerzas que se expresan en tus fórmulas, relaciones que te enseñan la expresión de vida y muerte, la abisal extensión del miedo y su opuesto el amor, tu fragilidad como existencia, la maravillosa sencillez de tu complejidad narrándote historias: invisible partícula en el interminable caudal de un río que te lleva. Siempre hubo alguien que te ayudó a bogar, ciar, incluso cruzar en extraviados lapsus del flujo. Se te ha adherido un alambicado manierismo que te sobrepasa, una comunicación privilegiada con el tiempo cuando no te confundes en el ruido, ni en los reflejos del agua, capaz perplejidad metafísica como cóctel de sueños, percepciones, recuerdos, el ahora como renovación de la memoria sin dueño, ejes simbólicos en esta sopa cuántica: de nuevo giran, creas aún si el mundo fabrica, poema eterno, plañidera planta, voces de estrellas que ya no están, presocráticos elementos de tu vientre, tu propia hez como idea que abonara esa memoria  

sacude el estruendo este huerto de memorias: escuchaba relaciones entre sueño y vigilia, susurraba fantasmal mujer exoterrestres historias de lugares por descubrir, la información remanente de personas que fueron y ahora son. Hay un páramo de piedras preciosas cuyo brillo llegará a cegarte. Desapareces sabedor de ese dolor que matizas, incluso justificas, de este contraste con la claridad de un día rebosante de vida. Escucha el vidente tu esfuerzo en la pérdida, los crujidos de tu entramado temporal, tu hiriente duda licuando energía en su político devaneo, tu tres en raya interminable posicionándote perspectivas, tus coraginosas muestras de pasión. La escena conversa contigo desde el pánico a la más absoluta entrega. Resuenan tus calles deshaciendo cualquier evocación, parecen atentar contra el sonido profundo del origen. Se estremecen los cuerpos como bestias azuzadas por un temor de especie sacudiéndose una carga histórica. Desentierra la memoria su espíritu cíclico así te acompañe todo pensamiento sin constricción temporal, sin tumbas, sin átomos. Escucha este huerto al vidente más allá del jardín su mantra pertinente, su aliteración cósmica como organismo, su transmisión sincronizada desde el vacío aparente. Capta el final como principio, y sus vasos comunicantes. Yacen los cuerpos como semillas de gigantescas orquídeas 

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