miércoles, 8 de febrero de 2023

Looking for Mr.Goodbar. Richard Brooks


tu afilada mordacidad como irreverencia hacia tí mismo, convives con un sexto sentido del que no eres dueño, vital manifestación de tus fugas al irresoluto campo de la imaginación. Te cruzas en el tiempo con espacios emocionales, del vínculo más íntimo a la bacteria viajera por un cosmos que se hiela. Hay reflejos hirientes, frustrados anhelos, gozosas imágenes de animaloide púbero retozando entre zarzales. Busca tu maestro en ellos dilucidaciones enterrando el pensamiento caduco: está sentado en perfecto equilibrio entre padre y madre. Hay ejemplos engañosos de monolítico sentido, pétreo, quebradizo, espinoso apego a una pobre visión de la vida. Liberarse es un ejercicio de muerte en vida, brutal desapego de tiempo y espacio. Te escribes en hojas perennes, tu secuencial montaje del sueño que fabricas. Qué media entre tu narración y la mía? Ruido absurdo que va acerando, afilando tu mordacidad, extraviada cadena de sucesos que se te escapan como la piel arenándose sobre tu suelo. Fabricará el tiempo con ella ilustres monumentos, relato histórico, clientela para algún iluminado, algún pragmático salvador que derrochará su dolor sobre ella, todo un conquistador. Son tus actos pantalla de un milisegundo cósmico. Y quieres salir en ella a toda costa, el puro terror a tu insignificancia, una audiencia que genera beneficios, dicen, el compulsivo gen autodestructivo de una naturaleza desequilibrada. Pobres abejas en limitado panal: la miel para la reina, zánganos y soldadesca sacrificables. No pienso, luego soy, pero me prostituyo en aras de eterna juventud, vampírica, superviviente. Te quitaré el detrás,  sexuado cuento de especie jugando con los pronombres como identidad, tan huera, tan denigrante. Y juegas cobrando a cada sacrificio 

tu lúcido retrato es urbanita pasividad, lúdica pantalla de historias, complaciente, amarga, tu momento, ese soberbio contar que remueve neuronas descolocando tu foco, y en todo te ves. Intérprete, supones emocionales cimas sin época, te reivindicas en urgente localización moral, complaciente, amarga. Muestras en ocasiones esa lúcida contradicción, el yo, el mundo, social mordacidad de hipócrita desarrollo, activa, endémica, oriente, occidente, tu género, el mío, artificial deuda, su lucha, el rentable sacrificio, tan bíblico, tan jehoviano, tan humano, la historia interminable de una falaz emancipación, de información a precio de sangre, tu célula, la mía.
Te visualizas con infinitas formas y rostros en obligada percepción, amantes demoledores de tus sentidos testificando tus conclusiones, una línea de continuidad complaciente desarrollándose en el tiempo, paradójico magisterio de la razón en inacabable obra. Catalogas, agotas esa realidad testificada, reaccionas en contradirección, incluso crees huir en la irrefrenable actividad focalizando en las cosas.  Y conservas el recuerdo. Sigues buscando fuera lo que ya está dentro, fortaleces la rentable, crees, quimera de separación, fabricas ídolos, guías, oráculos con incontables formas: personas, lugares, fórmulas, proverbios...mitos... {Sentados sobre la rocosa montaña, aquí, en el Garbí (desde el balcón los veo), charlan Jesús y Einstein apacibles. Se dicen lo mismo, y sonríen: sólo cambia la forma, el lenguaje. Ven el mar, el valle, los pueblos, la gran urbe. "Cómo os voy a hablar de las moradas del padre si ni siquiera os entendéis entre vosotros", le recuerda el científico al carpintero. "El oráculo tenía que decir precisamente eso en ese tiempo, Alberto". "Sí, Joshua. Por eso vine yo a abrir las puertas de la percepción con mis matemáticas---
  The Doors, te acuerdas?, This is the End, Huxley, Apocalypse's Now... Un pasito colectivo más, contra todo riesgo. La verdad es que lo tuve mejor que tú". Ambos ríen entrañablemente, ambas pulsiones colectivas, la homicida y la redentora, cristalizadas. "Enviados", decían unos. "Encarnados" otros. Giran el rostro: en la peña de enfrente dos seres sentados en la cima les hacen saludo indio en señal de paz: Lucifer, el angel caído (le cambia el rostro ahora al de un artístico Prometeo), y una entidad que en sí conjuga todas las líneas muertas de la evolución contemplan el mismo escenario. Cae la noche y las estrellas se llevan a sus cuatro hijos. Aquí, en el balcón, William Blake pinta para mí uno de sus extraños dibujos. Complicando la escena, Arjuna y Krishna sobrevuelan el lugar sobre Saptarshi, el Carro de la Osa Mayor. Enfrente, Mujámmad y su ejército siguen blandiendo afilados sables ansiosos de Meca. Contempla Salāh ad-Dīn la lucha con horror e invita al bélico profeta a una partida de ajedrez. No muy lejos, junto a un estanque de nenúfares, Laocio y Budha juegan un tres en raya mientras el Maestro Kong pone orden en su jardín. Cientos de luciérnagas les alumbran. Por fin, desde la copa de frondoso árbol, la vieja Lillyth les mira con ojos de estrellas. Hasta perderse todos en su misma insondable fractalidad. Y de repente, este juego de interminables espejos estalla en un nuevo bigbang}...

busco entre los arroyos de vida, me adapto narrativo al tiempo, vuelven a cegarme los reflejos del agua, los antes, los después, se hace aguda esta deriva emocional, esta fuga imprecisa arrollando cada inmersión del pensamiento, esta embriaguez de los sentidos precipitándose desbocados sobre los frutos, decepción tras decepción reajustándolos a cada rutina, plantillas enteras de números y letras por reciclar, vida sentida como incurable anhelo, plenitud como esfera que te sobrevolara. Trasciende la especie tu resistencia, un impulso inquebrantable como inflación repentina, ilimitada, un peso gravitacional que te aniquila. Quieres transgredir, romper desde ese grito acallado: te rompes. Tus hábitos de vida y de muerte van corriente anodina entre las lindes de lo aceptado, entre abismos mentales noctívagos que te entumecen, entre súbitos despertares que aturden tu lógica, vida costrándose y descostrándose entre los días, inercias y aparentes quiebros. Me añades aspecto más de tu tiempo, tipología, morfología, una vieja costumbre. Despejas una incógnita más de tu ecuación infinita, hechos a formular en estéticas cuadraturas, éticos fundamentos: protagonizas tu sueño en todos sus caracteres, géneros, especies, orgánicos, inorgánicos, iniciáticas secuencias documentado tu tránsito corporal. Suena una campanar, vibra el Himalaya con tremendo gong de témpanos y cimas como planetaria antena, tañe tu pecho manifiestas sacudidas emocionales, poderosa señal que mueve los cuerpos, los agita en aparente actividad, en aparente pasividad reclamando la precisa forma de ese exacto momento, femenina, masculina, hermafrodita o andrógina, vertiginoso escenario de las moléculas entrechocando, de aceleradas subpartículas creando sucesos, una incomprensible equidad de oportunidades accediendo materia, mundos, los anhelos o pulsiones cristalizando, encarnando, inorgánico, orgánico, ser, cosa, absurda distinción dual. Hay un tecnológico prototipo cristalizando desde hace eones entre los infinitos pensamientos: tomará forma "in due time" (decía el héroe). Es relevo de civilizaciones extintas en el tiempo, en el espacio que desconocemos: somos sus recién nacidos, generaciones de continuum espoleadas por una permanente insatisfacción, virulenta carencia vibrando en cada estómago, fabuloso origen, un júbilo extrasensorial, dolorosa ruptura, un sueño impersonal. Lo que había se sueña ahora en cópula de subpartículas, resolutiva paridad de cuentos paralelos, de sondas suplementarias indagando vida, abandonando la propia subsistencia en aras de entendimiento, vertiginosa incertidumbre contra la que te rebelas. Programa, aparca sentimientos, mide tu red en falaz  independencia, elige. El camino es atroz vacío que llenar de sueños, presencia tensa de tu cuerpo en el espacio, un empujón emocional por quien en verdad te conoce. En cada figuración lees lo invisible, personas tu ignorancia a cada error, te pliegas a una voluntad desconocida, atemporal plantilla de animal sabiduría: sólo eres dueño de tu respiración, tu propia vida. Cada colisión un rumbo, acerada  condición de nuevos fundamentos si salvas el tentador cinismo, su depredador cansancio, tu reparo en reconocer al otro como a tí mismo, sin género, sin preguntas, el disfrute de una calma plenitud que no habla, una santa relación, brecha breve por la que se cuela la luz arbórea, humilde respeto en el todo, incognoscible trámite de corrección en inmanencia. Paso de puntillas por la nueva tarea, la nueva perplejidad y su insistente chaporreo semiótico, suerte de súplica mundana de neuronas estrellándose como asteroides indiferente a tu respuesta. Expeditivas acción y reacción entre el paso y sus miedos, advertencias, mezquindades, pensamientos, causas y efectos, funciones, juicios, ilusiones desbaratadas, la asunción de roles absurdos, rutinarias recurrencias, la extremada agitación de partículas en el humano acelerador donde pasivo y activo se encuentran. Valora mi actitud modelos intelectuales que revelan, suposiciones  que se ven a si mismas en su acto de proyección, los magníficos ambientes nocturnos de los más tóxicos jardines donde vuelan imágenes opulentas como embriagadas luciérnagas de rostros conocidos o no, de ojos acrecentándose como lunas de un universo inabarcable a la razón, contrapicados que me delatan como observador sin más autoridad que respirar. Físico, me rodea madre con sus brazos: el cielo está entero y potente con sus negras nubes rebosantes, impone la vida su criterio sin prescindir de nadie: sólo tú puedes prescindir de tí mismo 

acerada mordacidad va afilando tu lengua en su bífida toma de conciencia. Te toma ella?

No hay comentarios:

Publicar un comentario