entre las lunas te admiro, pues eres mi cosecha, amada vida
mi escasez es retraso evolutivo, hace posible tu plenilunio el extender la luz a mi entorno, cosechar la noche al acecho de sus fantasías, los nombres de otras lunas, luna de terrón y vino, la luna soprano llamando lejanías
mi razón se retrasa en los mínimos de su eclíptica, en los estrechos planos y sus ángulos oblicuos, horizontes constreñidos. Son sus atardeceres otoño perpetuo, rítmicos equinoccios a los que no alcanza mi luna
celebramos su cósmico rito en forma de cultura, nuestra astral relación, nuestros procesos internos en sistemas solares. Nos piden sus lunas membresía, muerte y nacimiento en comunitario festejo
te veo cada noche orbitando mi corazón sin más latitud que amoroso gradiente, un norte abriéndose sur, tu cinegética salida entre los sueños del cazador, un lapso de tierra parlanchina cuando los hombres callan. Y permanezco en esa oscuridad bendita donde briilas, tu esencia
me cosechaste llenito de equinoccios, de hiperbóreos hemisferios donde explayarme, de australes tornos metereológicos donde girar a través de cielos: sembrada noche de furioso panteísmo
me habitúo a tu apariencia de doradas tonalidades, tu rojiza cercanía con mi horizonte, tu luz atravesada de toda atmósfera dispersándome de azules por el cielo raso. En línea recta pasas por mi corazón hasta enrojecer al observador en absoluta diáspora lumínica, cerebral inseminación
oscila tu tamaño en la ilusión: es en realidad psique la que ondula, se expande, se contrae bajo tu lunar afección. Bailan sus objetos en el horizonte
mira mi plenilunio al sol retrasando su despedida, respeto cíclico posicionado en mi eclíptica, un cielo invisible, un estado de ánimo
brilla un hemisferio ahora de sentida admiración anulando toda forma de separación: tiempo como cosecha
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