lunes, 1 de mayo de 2023

David Street, Jerusalem, Gustav Bauernfeind (1848-1904). German


dura la vida reconociéndose fascinada en sus extremas conexiones, ese entrelazamiento de ideas y emociones plasmándose en tus creencias. Hacemos forma y su espectador con divisoria sensación, un muro hueco donde reverberan tus lamentos 

escondo tu muerte en lejano adoquín que la ilusoria distancia olvide, un arte sensorial como opiáceo de rápido efecto, décadas de redescubrimiento en grados asumibles, una forma de dar las gracias. Se ha hecho el Ello ciudadano ilocalizable, fluctuante  patrimonio global acechándote a cada paso, una biografía que se escribe en los sistemas nerviosos devolviéndote lo que das. Si estás atento comerciarás con tu ego por un trato justo, el arte del equilibrio, tu lugar en el mundo, la historia despedazada en miles de cachitos, la acción dirigida contra todo muro. Has alcanzado equivalencias conceptuales muy elevadas sin subastar tu orgullo, has alcanzado decadas desperdigadas por aquellos múltiplos de historia 

póstumo me reconoces llenando los huecos que dejaste, la duda que el orgullo alimentaba, el gusto por una contemporaneidad en un soplo compartida. Ya me conocías, pero no lo sabías. Me elegiste para cumplir tu función hace tanto ya que lo olvidaste. Modesta, reforzabas tus talentos a mi costa con farmacológica asepsia, un camino que trillar con toda naturalidad, el trabajo de tu biológica arquitectura que el tiempo expresa como búsqueda de felicidad. Te atraía el invisible dibujo de mis ensoñaciones, solícita asociación de incomprensibles susurros entre las neuronas, esa pequeña caverna cerebral: venían de fuera? Sigues trabajando tu arte clientelar, tus lugares bendecidos por tu mirada limpia, ilustrados por imágenes regaladas, por cachitos de historia personal. No sació tu hambre cuerpo alguno, fuere vid, sustancia, imagen o verso, ecuación o silogismo hermoso, ni círculo encuadrado, ni el dulzor de tus labios húmedos, una sed antigua, un olvido colectivo que trasciende especies y elementos, una jornada que ya acabó. Esa desgracia te descubre su gracia profunda. Póstuma te reconozco en esta mistérica precariedad, esta montañosa depresión de mi ánima, esta limitada lógica de la psique en su ilusión de movimiento, de cambio, de destino como pieza oculta entre los arbustos, una obviedad mancillada. Te cautivaba el tema exótico a tu razón, la inmediatez de un brillo inteligente, el color intenso de unos ojos enamorados, la resplandeciente luz de tu propio amor. Te presentabas futuro, país de probabilidades, motivo de vida, una economía de accesibles recursos, una fascinación a todo conectada 




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