cándido estudiabas tu composición entre los números y las letras, agotabas tus paseos mentales arreglando los paisajes, dándole la vuelta al mundo sin punto de apoyo. Veías al regresar tus propias rodillas gimoteando de aquella hermosa eternidad. Habías sido liberado del apego por un instante. "Espíritu", te decía tu ancestro indígena; "energía", más oscura, más clarita para tu tortilla cósmica, y reías con tu ancestro más reciente. La batería solar te había puesto las pilas. A la noche, la luna afila esa experiencia con sus vacunos cuernos, con su leche derramada
tu básica apariencia se confunde en el profuso mar genético, la helicoidal sierpe de tu adn se estira infinita hacia el profuso mar galáctico. Pintas tus teorías con abstracto pulso, representas belleza con la cromática simplificación de tres, cuatro, cinco notas a lo sumo en una línea esencial: tú ya eres naturaleza, una milagrosa singularidad
analiza tu a posteriori las formas y los colores asociando el ahora al a priori, resultas experiencia exteriorizada en sensorial dispersión. Sin descanso observas efectos y posibles causas, y eliges como forma de sentido en absoluta sincronicidad
compaginas tus hemisferios desde lo primitivo a su más elaborado presente, desde su geografía cercana a su más extrema elongación. Todo lo abandonas al descubrirte en todo, infinita resonancia mórfica, imposible mímesis
uno de tus episodios se hace expresión de agua en la que renacer tiempo. Describía el trabajo mural de tu ser desbloqueando continuum. Te decía de pequeñas celadas mentales donde el intelecto tropezaba, los alcances de una correcta percepción desdoblando al sujeto; te imaginaba sugerencias en su diluvio de imágenes centrándote en el sonido arcano. Ya le darías significados que dibujaran el mantra colectivo y sus monumentos temporales: en cada punto fractal su compleción
sajada en un lapsus la cabeza que en su bandeja de plata reposa, sin expresión, cabalga el jinete su azul terrestre sin dirección manifiesta, sin punto a ni b más allá de cualquier representación: experimenta su propia naturaleza, inefable continuum sin cima ni culminación. Se entregaba. Esa libertad carece de impulso, no hay mecánica, materia ínfima. Da la abstracción su toque fauvista, pequeño robo al espíritu, su matemática música
sólo se da la equidad en los ensayos azules, un almanaque de indicadores transcendentales, una comunión sin rito ni forma mediadora, un sinestésico disponer. Escuchas los tonos de una sibilante afirmación, amarillea tu centro como solar emulsión, lunar reflejo; cierra el negro toda combinación tentada, la vibración más antigua. Había un piano extraviado en un solar sin acordes, tocaba las geometrías sonoras de su antiguo dueño, sibilante afirmación de mi propio tiempo, figuras en círculo de pacífica inhumanidad estirándose en línea hasta desaparecer
entre tus categorías se cuelan revoltosas impresiones de inspiradora naturaleza: improvisan su expresión con sostenidas emociones, con mayor o menor rigor componen esa intuición y su cromático tiralíneas celebrando esa viva conexión, un motivo de armonía
cada parte de tí colabora a cada plano de tu mundana coloración, toda una paleta de afectos y desafectos, los pictóricos tonos de tu voz, la redacción de tu hazaña cotidiana, anónima, la riqueza de tu lienzo. Ligero y suelto tu plano básico desde el que evocas tu propia forma condensando otros planos: le das masa, un peso gravitacional que se corresponda con lo que te dijeron. Siempre has escuchado más allá de tus oídos, azarosos frutos de imperturbable autenticidad, belleza sin esfuerzo
serías padre abstracto, arte de la diversificación, seminal contaminación, ello o ella a tu gusto, surreal movimiento de inimitable plasticidad. Por mí pasas construyendo tu última expresión
es base este plano cuya cuadratura tan celosamente guardas, estos ejes por los que delimitas tus definiciones, una entidad que soportas en dual relación. Me comunicas tu afecto en tonalidades que inesperadamente se manifestarán, de lo vertical a lo horizontal y giro, de la templada calma al frío razocinio, al incinerante fuego de una pasión. Me determinas tiempo en su relativa línea, intuyo efectos, interiores de una dimensión imperceptible, los acuerdos del dar como recibir sin control alguno. Este plano es un ser vivo que me fecunda, me siente, respira
cándido teorizo sobre mi propio error como precursor de nueva abstracción, una lírica sin poética, una etérea demostración, final y principio
despliega esta fuerza sus propios obstáculos, su lírica línea se hace drama de inesperados personajes, genera inéditos ángulos donde te reverbero en distantes ecos, cálida sonoridad, hiriente como afilado hielo, sonoridad interior que en sus agudos amarillea, que en lo obtuso se nubla, en su rectitud te hechiza
desciende el observador a la presumible autoría, ha cristalizado su iris, reverbera su interior
deviene el sujeto efecto, sentido objeto de sí mismo, desorientadas líneas sin sentido de horizonte, el suelo es un hombre sin apoyo, movediza posesión, naufragio afectivo en un mar de salvaje azul que se oscurece, vertiginosa verticalidad de incandescentes líneas, negro que se hace blanco porque sí, hirientes diagonales de hielo. El acuerdo es un tono que se va inclinando, que varía su ángulo
un punto te formula constantes preguntas, asimétricas, banales, transcendentes; impertérrito escupe sobre tu lienzo vital sin geometría aparente, y les vas trazando líneas a los esputos formado triángulos, cuadrados, pequeños círculos parlanchines, una estrella deslumbrante. Se hace de nuevo conciso, centro en tu plano mental, del negro blanco que juega con colores, matices, tonos que dentro te resuenan
te empuja la fuerza de cada línea, te flecha desde ángulos inesperados, en la expresión se aplican hasta curvarse por el cosmos, hacerse condensada onda de un extremo a otro, y cándido estudias sus números, sus letras
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