domingo, 18 de junio de 2023

The Fiddler, 1913. Marc Chagall


marchó tu amigo en bella brevedad, una temporada en la instrucción de los tiempos, en el refinamiento de las auras, la maestría expresiva de lo exótico. A mis oídos se aprecian las cualidades a rebatir, el familiar escepticismo, la resistencia desnuda. En rojo me siento maternal con algunas de tus primeras obras

este otoño asiduo conoce la belleza de tus joyas invisibles, se enamora de tu literatura no escrita, de tu filosofía desarmada en el teatro de los sueños. Esa relación es fuente inagotable 

tu artística metrópoli arbórea es un estudio autosuficiente al que no puedes dar la espalda, un azul en permanente transformación adecuándose a tu percepción, el artista que nunca te abandona, una litografía en perpetuo movimiento ante tus ojos, monumental dibujo proyectándose en la perspectiva escogida, a cada periodo creativo una ceguera transitoria, una muerte vitrificadora, un tapiz sin resquicios 

esta aldea es un caligrama que trazan los seres al andar, un cuadro de prácticas rutinarias a toda función posible dedicado. Su origen son plumas dejando un rastro de cenizas, una trabajosa amistad con el tiempo. Me sumerjo en sus galerías recorriendo otros estudios, impresionándome con sus diseños, sorpendiéndome en sus otoños enjoyados, con suerte conociendo a sus maestros de indeterminada corporeidad. Reflejos de esos cuadros llegan a veces hasta la aldea 

tu obra tardía refiere culturas como vivencia personal, una inmanencia cotidiana que el silencio trae. No hay después, mi chacal doméstico aspira a ser humano, vanguardia de manada, traer las distancias mundanas y retirarse en lejana esfera. La obra muda aferrada a sus cambiantes funciones, líneas sobre una superficie que se abstrae de sí misma hasta desligarse de la idea madre, fragmentos que se agregan a un mosaico impersonal. Los colores recurren a tí con su técnica tachista o con su goteo emocional, un puente donde toda identidad se desvanece 

me enseñáis vuestros lienzos como cronistas de vida, expresáis transformación con los recursos fragmentarios, un orden armónico. Vuestro contacto se establece sin movimiento alguno, atraviesa el mosaico hacia puntos ignotos, un lenguaje de mágica apariencia, una física secreta más allá de la función adscrita

una primavera familiar, una distancia plausible, una pequeña certeza escondida en tu aparente aislamiento. El temor es una escurridiza aprehensión, un repertorio de causas y efectos teatralizados sin más motivo que el tiempo. Tu gobierno interior ha pactado con la otredad el derrumbe de fronteras bajo el auxilio de una momentánea seguridad: hay aire. Esa distancia plausible deja los acontecimientos sean, la bélica dualidad del cerebro animal fluyendo en su aparente variedad de temas, su acción y reacción, su básica funcionalidad, de la profunda melancolía a la más potente irradiación. Lo conocido trasciende el lenguaje escogido, inseparable amante, un motivo tan simple que lo enterramos. Ese determinismo es abierto cosmos esperando tus combinaciones, el testimonio de tu Ello. Gigantesco ojo verde brilla por un ínfimo agujerito mientras un gallo anuncia al hombre nuevo, virginal mundo 

ha dividido el genio las cenizas de los mundos antiguos, sostiene a tu poetisa en equilibrada soledad, sorbe despacio del ahora alzando agradecida los brazos. Junto a ella el agua bulle en inspirador susurro, la emoción de una imaginación deslumbrante ondeando naturaleza, el escenario de su más preciosa fábula, los cuerpos en sus retículas de diagonales trayectorias por los ámbitos estelares. Domina el genio esa química literatura más allá de su geométrica temporización 

la vieja pareja en su algarabía extiende el lienzo sobre alfombra verde: todo crece allí. Su unión es una mirada bifocal, una lengua bífida complementándose para la exacta llama de la vida, son sus guardianes ambos. Acrobáticos se balancean entre lo visible y lo invisible, sostienen poetas del álgebra revolucionando el giro terrestre, ingenieros de caminos corrigiendo trayectorias concretas 

apolíneos conceptos acuden al altar que siempre estuvo mucho antes del primer templo, un yaciente surrealismo como maja desnuda en tus narices: marcan el tema del día saltándose épocas, cualquier cliché paradigmático, una escuela vegetal, los primeros pobladores hablantes, los que dictaron a los primeros iniciados sin más letra que la luz, sin más sonido que las estaciones. Mi hambriento chacal devoraba esas imágenes sobre la maja desnuda. Entiendo la humildad ante semejante grandeza, el impulso de venerarla levantando piedras. No entiendo su abuso. Aquel foro de árboles nos exponía su circular entramado de luz. Y se lo agradecíamos en silencioso, aquietado homenaje sin sacrificio alguno, un sencillo respirar de su conciencia. De aquella esfera compusimos el tiempo, dedujimos orígenes sublimando figuras, celebramos la abundancia en su ingesta. Nos dividimos hasta la pasmosa infinitud con los apócopes del verbo inicial en infinita permuta. Mi hambriento chacal sigue cifrando su semántica cábala 

versiono mis nacimientos desde la rigidez al perfil más flexible, guerra y paz, una oscilación tolerable. Descuido la voz en la alegría excelsa, calla en la melancolía profunda, de la anécdota a la esencia comerciando conmigo mismo. Tu representación por la mía, de lo sencillo a lo complejo como arbórea savia nutriendo el cosmos, y va la ardilla girando por el tronco leal mensajera. La escena es siempre metáfora primaria, directa, orgánica, sin doblez. En ella me recoge el lapsus temporal por el que toda información llega, amniótico vientre estelar por el que aún corren salvajes las blancas yeguas: cruzan el puente por donde toda identidad se desvanece, carros estelares cubren tu idea con sutil veladura 

mi pobre cánido trabaja estepas de almas muertas, mira en retrospectiva los caminos trillados, vislumbra provincias donde mudar de nuevo, un hospicio sereno. Se aparta saciado de mundo con la sutil quietud de una silenciosa adaptación, doloroso estiramiento de sus huesos. Su emocional acrobacia se somete a toda representación del mundo, a toda presión aceptada. Clarean temas con frialdad de hielo, pequeñas referencias fragmentarias 

la disensión se especializa por niveles, se explican a sí mismas imaginarias cimas, buscan maestros irreductibles en distancias inexistentes, una individuación imposible, quebradizo dogma. Mientras, el grillo les canta en el jardín, sin réplica, sin exactitud, ilimitado 

llega una mínima instancia primaveral expresada en una voz familiar, una oferta que te alcanza anónima como destino conjurado sin más beneficio que tu sonrisa, sin más disensión que el tiempo. Parte de nuevo hacia la estepa con la luz como visado: soy oscuridad, eres luz en un cruce de fronteras, una belleza transformada. Regresa el chacal a sus evocaciones: "...para reconocer la luz has de conocer la oscuridad...", vieja Hécate oracular en una joven esteparia. "Si sales vivo", le replicaba 

alargo a veces mi estancia en las trincheras del debate, me obligo a la dosis social justa en el funambulismo emocional, pequeñas pinceladas de un autorretrato interminable, un cuadro que otros expandirán. El artista es un escéptico al que el misterio subyuga, una mirada vegetal entre tubérculos y aves, un amago de fuga. Se hacen tersos los rasgos del cánido, cojen color sus mejillas, de nuevo se sacia de febriles expectativas, imágenes de aparente vida, de terroríficos reflejos al quitar la veladura. Evitas la apariencia con la fuerza de lo ciego, das al poeta tendido su inspiración coqueteando con lo intacto, un mundo de fuga que endurece la realidad en su retorno 

tengo un mes concreto en mi piel, se embellece mi amada en sus numerosas apariencias, soporta mi añoranza de origen y su resentido deseo. Hoy se ha vestido de vaporosos cielos. Y la he calzado 

se fue la vida en sus tendencias a su obviedad primitiva, hay una fiesta bajo la enramada: audaces insectos se aplican sobre un fondo de ocultas revelaciones, donde me sienten. Marchan ahora en bella brevedad 

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